SHERLOCK (YoonMin) [PARTE II] - Capítulo 3
CAPÍTULO 3
JungKook POV:
—¿Quieres otro vaso de agua? –Me pregunta el
policía que tengo sentado al frente mientras observa con ojos levemente
cansados como me termino a duras penas el vaso de agua y lo dejo en un punto
entre ambos dos. Él me mira con una interrogación pegada a su expresión y yo
niego con el rostro, desinteresado.
—No, no es necesario. Muchas gracias. –Le digo
y él asiente mientras repasa en silencio algunas cosas que ha copiado en su
libreta. Distingo algunas palabras literales que yo he dicho y algún que otro
dato. De vez en cuando le veo mirar aquellas palabras con el ceño fruncido pero
rápido lo destensa y vuelve a prestarme atención como si yo fuese el mejor
cuenta cuentos. Eso soy, en eso me he convertido, en un cuentacuentos.
—Continúa con el relato. ¿Me estabas contando
que algo sucedió aquella noche?
—Sí. Encontré algo relacionado con Yoongi.
Había estado buscando por toda la casa alguna muestra, alguna señal de que en
realidad me había dejado algún mensaje o cualquier cosa pidiéndome disculpas
por su desaparición, o simplemente informándome de que él dejaba por las buenas
de formar parte de mi vida y se largaba. Cualquiera de las dos opciones la
habría entendido, pero no podía permitir que ni siquiera hubiese pensado en mí.
No quería reconocer que formaba parte del anonimato de sus recuerdos. Eso me dolía
demasiado como para admitir que pudiese ser verdad.
—Pero ya estuviste buscando antes, ¿por qué
esta noche fue diferente?
—No lo sé. Simplemente fui idiota y no busqué
donde realmente él pensaría que yo iría a investigar. Seguiré narrando como
hasta ahora.
Aquella noche, después de que Taehyung se
fuese, me quedé ahí plantado en el sofá, en el lugar exacto en donde había
permanecido mientras cenábamos. Me acompañaba la segunda botella de cerveza y
esta estaba siendo mucho más amable que la primera. Me comencé a sentir
levemente exhausto y cansado de pensar en todo lo que estaba aconteciendo. Ya
habían pasado cinco días pero aún seguía doliendo como el primero y poco a poco
sentía que estaba entrando en una locura, en una depresión, de la que me sería
muy difícil salir. Recuerdo aquella noche haberme planteado la idea de
abandonar precipitadamente el piso y volver a casa de mis padres, pero no suelo
tomar decisiones precipitadas y menos cuando el alcohol ayuda en la toma de
decisiones.
Justo enfrente de donde yo estaba sentado tenía
una perfecta vista de la chimenea y de la estantería alrededor de ella, toda
decorada con libros. Por el suelo también había unos cuantos, pero la mayoría
eran libros sin importancia o revistas, o periódicos. Nada de valor. Y sin
embargo todos los había revisado. Comencé a recorrer con mi vista la estantería
y fui fijándome en los lomos de los libros. Había casi doscientos allí por lo
que me tomé la libertad de escoger de entre ellos los favoritos de Yoongi y
revisar página por página todos aquellos tomos esperando encontrar algo que me
diese una pista de dónde podría encontrarse su paradero o simplemente un par de
letras en mi nombre. Nada.
Revisé todos los tomos de Shakespeare, algunos
de Stephen King, Tolstoi, Victo Hugo, Clonan Doyle, nótese la ironía. Él era
aficionado también a los libros de Sherlock Holmes, tanto como yo, tanto como
el que más. Pero nada. No había nada por ninguno de ellos. Esperaba encontrar
una serie de palabras subrayadas que al seguirlas todas en orden diesen una
coherente frase, o cualquier cosa. Cualquier nimiedad habría calmado mi sed,
pero en realidad no encontrar nada me había vuelto mucho más sediento. Y allí
sentado, mirando de cara a mis enemigos encuadernados, hallé entre ellos un
pequeño libro infantil sobre planetas. Era un libro infantil, para niños de
entre cinco y diez años, que habla a grandes rasgos del sistema solar. Qué
planetas lo componen, como son cada uno, esas cosas. ¿Sabe? Algo de astronomía,
un poco de geografía y topología. Nociones básicas para un niño de escuela.
Yoongi es un hombre que tiende a una ironía casi accidental. Recuerdo una
conversación que tuvimos a las semanas de conocernos. Fue una conversación
terriblemente cómica. Si alguien como Galileo* hubiese estado presente jamás
habría podido tomar en serio la inteligencia de Min Yoongi. Hablando sobre
conceptos de la escuela le dije que cuando era pequeño me encantaba la
astrología, y que la idea de que todo nuestro planeta girase entorno a una
estrella se me hacía fascinante. La perpleja expresión del rostro de Yoongi al
decirle aquello fue memorable. Recuerdo que estábamos en una cafetería en el
centro de Seúl. Estábamos haciendo tiempo para que uno de sus “sujetos”
apareciese y mientras tanto, hablábamos de aquello para matar el tiempo, pero
la conversación fue demasiado hilarante.
—Que la tierra gira en torno a… ¿qué?
—En torno al Sol. –Dije pensando que no habría
oído bien mis palabras, pero su expresión desconcertada no parecía borrarse y
eso comenzó a preocuparme. Mi primer pensamiento fue que tal vez estaba dándole
un ictus.
—¿En torno al Sol? –Dijo mientras meditaba en
su propia pregunta y yo miré fuera, señalando el sol que caía con fuerza sobre
la plaza en la que estaba estacionada la cafetería.
—Sí, el Sol. Esa luz que nos alumbra unas
cuantas horas al día y que de noche se va a dormir para dejar paso a la luna.
–Me burlé de él, pero mi burla no hizo sino reprimir aun más sus emociones,
negándome el rostro con un brusco gesto de su faz—. ¡Oh por dios! No me digas
que va en serio. –Exclamé, completamente excitado—. El gran Min Yoongi, la
mente maravillosa que lucha contra el crimen, el que conoce cien venenos
diferentes para matar a alguien, no sabe que la Tierra gira en torno al Sol…
—Es una nimiedad. –Dijo orgulloso mientras
miraba por la ventana, fingiendo mostrar interés por lo que ocurría fuera.
—¿Una nimiedad? Todo un planeta, donde
habitamos todos los humanos, tú incluido, gira en torno a una estrella…
—Es una nimiedad. –Repitió cortando mi discurso—.
Es banal.
—No lo es. –Dije, más asustado de su
comportamiento que emocionado por encontrar una tara intelectual en su mente.
—Claro que sí. Tanto si la Tierra gira en torno
al Sol o al gorro del gnomo de un jardín, da igual. Nuestras vidas no
cambiarían en absoluto. –Yo me quedé perplejo con su excusa—. Esto es un disco
duro. –Dijo señalándose la sien—. Y esto tiene limitaciones. Es mejor desechar
información que carezca de importancia y dejar espacio para cosas más
importantes.
—Pero son nociones básicas.
—Lo que tú llamas básico, yo lo llamo inútil.
–Yo comencé a reír. No podía tomarme sus palabras en serio. Su rostro mostraba
una completa convicción pero yo no podía estar seguro de que esto no fuese una
de sus crueles bromas, o algo parecido. Hasta el día de hoy sigo seguro de que
aquello no fue más que una estúpida broma. ¿Quién no sabe que la tierra gira en
torno al sol en pleno siglo XXI? Podía llegar a comprender que tuviese
conocimiento cero en cuanto a cultura televisiva, en cuanto a normas de comportamiento
social, o incluso a veces dudaba de su conocimiento de las normas legales. Pero
cuando un hombre es capaz de recitarte de memoria todos y cada uno de los
huesos y músculos del cuerpo humano mientras los señala con una pluma en un
cadáver putrefacto delante de ti, lo tienes en estima de dios. Y que un dios no
sepa algo tan sencillo, te turba lo suficiente.
Pues allí me encontraba yo, mirando aquél libro
que le regalé en forma de broma unos días después de aquella conversación. Nada
más percatarse del chiste al desenvolverlo lo arrojó lejos y no volvió a saber
nada de él. De vez en cuando le vi ojearlo pero solo buscaba papel con que
crear yesca para la chimenea. Era muy metódico con la mayoría de sus libros,
pero con algunos en concreto, era demasiado cruel. Usaba el libro de astrología
que le regalé para la chimenea porque sus páginas eran gruesas y contenían poca
cantidad de cola, usaba los periódicos viejos para envolver cosas y a veces
para limpiar estropicios que hubiese liado porque absorbía bastante bien, y las
finas hojas de las biblias para liarse cigarrillos cuando se le acababa el
papel. Ahora que lo pienso, muy pocas veces le he visto con papel de
cigarrillo. Cuando lo hacía, solía decirme: El apocalipsis tiene un regusto más
ácido, mientras que el Deuteronomio es algo más amargo. Mi favorito es el
éxodo, aunque el génesis no está nada mal…. Yo me reí la primera vez, las
siguientes me parecieron frívolas.
Sin pensarlo mucho más tiempo me levanté del
sofá para conducirme al libro aquel, en una estantería a la altura de mis ojos
y lo cogí en mis manos. Este libro no lo había tocado nadie en meses, pues ya
tenía una fina capa de polvo sobre la parte superior del tomo. De pronto
comprendí la importancia del polvo, pues este me anunciaba que ni siquiera los
policías le habían tomado importancia. Nadie lo haría, no es más que un libro
infantil. Cuando pretendí abrirlo, ese cedió solo por fuerza de algo en el
interior, impropio del libro. Entre varias hojas rotas y algunos pedazos de
papel desaparecido en las esquinas de algunas páginas, había una carta. Sí. Un
folio doblado en tres partes ahí, puesto sin más. Verlo me hizo sentir un gran
alivio, pero una parte de mí estaba tan eufórica que no acababa de creerse lo
que estaba sucediendo, y nunca lo creí del todo. Era demasiado evidente,
demasiado frío. El intelectual Min Yoongi no sería tan vulgar de escribirme una
carta y dejarla ahí, sin más. Eso me hizo pensar en un primer momento que tal
vez no fuera de él, pero eso se lo dejaría a los expertos. De momento, solo
deseaba leerla. La carta decía así:
Jeon
Jungkook, querido, respetado y dulce Jeon Jungkook.
No
sabes cuánto siento todo lo que está sucediendo. La carta la estoy escribiendo
delante de ti, ahora mismo estás ahí, plantado frente a tu escritorio, y ni
siquiera te das cuenta. Pasará algún tiempo hasta que la encuentres, lo sé,
pero debes perdonarme desde ahora, desde este instante. No sé como comenzar
esto, sinceramente, estoy temblando por dentro al no saber cómo explicarte todo
lo que está a punto de acontecer. Dado que aún no ha acontecido. Dado que no
deberías saber nada al respecto. En unos días ocurrirá una desgracia, pero tú
no has de ser partícipe. Cuando leas esto, todo cobrará sentido, pero hasta
entonces, el secreto ha de quedar conmigo, sería peligroso que encontrases esta
carta antes de tiempo y por tu conocimiento todo se fuese al traste. Han sido
muchos meses de planificación, muchos meses de investigación y sobornos, pero
tengo que sacrificar a mi rey para poder ganar la partida. He de arrojar a mi
rey desde el norte del tablero. Así es, he de lograr la mejor jugada que se ha
visto nunca, es la única manera. ¿Para qué, te preguntarás? Ni yo lo sé aún.
Hoy la
ciudad se mantiene en silencio, descansa, sumisa. Pero es porque aún no sabe lo
que ocurrirá dentro de unos días. Un apocalíptico final, un comienzo estelar,
un renacer, una oportunidad. Sé que no lograrás entenderlo, y sé que seguro te
sientes perdido, pero era la única salida. Créeme. Cuando leas esto, Jungkook.
Estaré muerto. ¿Es duro? Supongo que no. Pero he de disculparme, por haberte
dejado sin más. Sé que no vivíamos en una mansión, y sé que jamás he sido un
buen compañero de piso. Aunque creas que no me veo, puedo verme a través de tus
ojos. He leído tus ensayos. Me describes como una persona fría como la blanca
nieve, cínico como el más perverso villano, manipulador… Alguna vez incluso
escribiste “Es peligroso”. Y es cierto, aunque la gente normal suele ser
peligrosa en una pequeña porción de su persona, yo soy de aquellos que rompen
los esquemas. Pero compréndelo, con la inteligencia viene la maldad y eso no es
algo de lo que avergonzarse.
En
fin, he de terminar esta despedida. Lo siento, pero no me vengas con lágrimas
de nostalgia ni con pucheros infantiles. La muerte siempre ha sido una fiel
amiga a lo largo de toda mi vida y no logro comprender como no he sucumbido
antes a ella. A ambos nos habría ido mejor si así hubiese sido. A ambos y a
muchos más.
Perdóname.
Te quiero.
Cuando terminé de leer aquella carta me quedé
levemente turbado. La persona que había escrito aquello parecía férreamente
convencida de que estaba a punto de morir, pero no era sino otro engaño más,
pues no se esperaba que yo descubriese que los cadáveres no eran sino señuelos
para mentirme. La verdad es que esta carta tenía una función muy diferente a
ser una pista que me llevase a Yoongi, era nada más que una carta de despedida
de Yoongi a mí, en un momento de debilidad. O al menos eso aparentaba ser. La
carta no hizo sino ponerme mucho más furioso de lo que yo esperaba, pues no era
más que una muestra más de que la inteligencia de Yoongi a veces le dotaba de
una amarga ceguera y no se daba cuenta de que solo estaba siendo cínico
conmigo. Era cruel escribirme esto cuando en realidad él podía estar lejos, con
una copa de champán en la mano y una expresión victoriosa en el rostro. La sola
idea me hacía querer romper el papel en pedazos. En vez de eso, me desfogué
tirando el libro al suelo y lo pateé hasta que me quedé exhausto.
Cuando hube perdido el aliento me senté en el
pequeño banquito del piano que había hallado de la estantería y puse la carta
sobre las teclas. Se veía tan fea, tan amarga. Era terrible. El papel estaba
arrugado, la letra era fea y demasiado inclinada. Terrible. La odiaba. Odiaba
cada pequeña marca del papel, las manchas amarillentas en una de las esquinas.
Apuesto a que era té. Siempre estaba tomando té. O tal vez residuos del tabaco
con el que siempre trasteaba en casa. Me hubiera gustado poder colaborar con la
policía. Llevar a comisaría la carta y que la analizasen. Descubrir si
realmente había sido Yoongi quien la había escrito, saber de qué eran esas
manchas, si era su letra. Yo no tenía nada con qué comparar su letra pero sin
pensarlo mucho supuse que era suya. ¿De quién si no? Pero perdóneme por no
colaborar con la investigación ocultando pruebas. Aquello se había convertido
en algo personal y me había afectado más de lo que quería reconocer.
Sentado al piano me di cuenta de que realmente
aquella no era mi casa, nada de lo que veía alrededor me hacía sentir en mi
hogar y me vi repentinamente en un lugar ajeno. Todo lo que había alrededor no
me pertenecía, todo era de Yoongi y me vi enloqueciendo por su presencia
rodeándome. Una de mis manos cayó sobre el piano, cosa que jamás había hecho,
pues para Yoongi su piano era algo demasiado importante y personal, y toqué
varias notas al azar. Siempre me había fascinado su capacidad para el piano, y
aun sin tener partituras delante. El sonido de las teclas junto con la palabra
partitura, me había sobresaltado allí. Miré a todas partes y me pregunté dónde
diablos guardaría las partituras. Todo músico que se precie, por muy talentoso
que fuese, guardaba al menos algunas partituras. Aunque se supiese todas las
obras de Chopin, alguna partitura habría de haber.
Juro que estuve casi tres horas buscándolas.
Dieron las cuatro de la mañana cuando me desplomé por segunda vez en la noche
sobre el maldito asiento de madera del piano. Me desplomé con tanta fuerza
sobre él que emitió un sonido hueco reverberando por el interior de él mismo.
Me levanté como iluminado por una sensación divina, me arrodille al lado de ese
banco y con mis manos bajo el acolchado hice fuerza. Como por arte de magia, el
banco se elevó y el acolchado junto con una base de madera dio lugar a un
espacio dentro del propio asiento. Me sentí eufórico, mucho más que cuando
encontré la carta de Yoongi. No podía explicarlo, pero era como desvelar un secreto
que me había manteado guardado mucho tiempo. Había en el interior del espacio
una carpeta azul oscuro y algunas partituras sueltas encima. Las saqué. No
había nada más de importancia. Los papeles sobre la carpeta eran propias
composiciones suyas a lápiz, arrugados, no debían ser importante para él. Sin
embargo, en el interior de la carpeta encontré la partitura de su canción. La
canción que tanto añoro escuchar, aquella canción que un día escuché tocar a un
extraño en mi piso.
Chopin, nocturno, sonata número 20 en C menor.
Allí estaba. Y sin embargo, no me decía nada.
La decepción de no encontrar nada en ella, nada
particular, me hizo sentir decaído, como repentinamente golpeado por una triste
realidad que amenaza con sumirme en una terrible depresión. La palabra
depresión me estaba haciendo compañía durante mucho tiempo pero yo estaba
obcecado en dejarla de lado. Me desplomé por tercera vez sobre aquel asiento y
puse la partitura al lado de la carta, justo encima de las teclas del piano. La
partitura constaba de tres folios, pero de cara a mí solo podía ver la primera
parte de los tres. Cinco pentagramas largos, infinitos, negros, como cabellos
de una geisha a lo largo del papel. Las negras adornaban con regularidad
aquellas líneas horizontales, los silencios quebraban la armonía, y las blancas
daban un poco de frescura a cada pentagrama. Miré de nuevo la carta y me
sorprendí al ver como debajo de cada una de las frases escritas había en lápiz
casi borrado una línea que marcaba el curso a lo largo del papel. ¿Quién se
preocuparía en una carta de despedida en asegurarse que la escritura fuese
recta a lo largo de todo el discurso? Solo el paranoico de Min Yoongi. Pero no
lo era tanto como para hacerlo en una falsa “carta de despedida”. Sobrepuse la
carta a la partitura y vi que uno de cada dos líneas de la carta coincidía con
uno de los pentagramas con lo que ambos renglones se superponían, haciendo que
fuesen simétricas. Me asuste ante aquello, ¿sabe? Me sentí por un momento
turbado por una evidencia tan grande que no conseguí pensar con claridad hasta
minutos después. Cuando recobré la compostura me adueñe de la primera hoja de
la partitura y de la carta. Las sobrepuse de nuevo y a contra luz me guié por
las notas. Las negras no me decían nada. Había demasiadas. Los silencios eran
demasiado irregulares y escasos. Oh, pero las blancas. En las blancas estaba la
clave. Fui subrayando palabra por palabra todas aquellas cuyo lugar coincidiese
con una nota blanca sobre el pentagrama. Cuando me descubrí con manos
temblorosos frente al papel me sentí realizado, orgulloso de mi mismo, y frente
a un problema que no supe cómo atacar.
Jeon
Jungkook, querido, respetado y dulce Jeon Jungkook.
No
sabes cuánto siento todo lo que está sucediendo. La carta la estoy escribiendo delante de ti, ahora
mismo estás ahí, plantado frente a tu escritorio, y ni siquiera te das cuenta.
Pasará algún tiempo hasta que la encuentres, lo sé, pero debes perdonarme desde
ahora, desde este instante. No sé como comenzar esto, sinceramente, estoy
temblando por dentro al no saber cómo explicarte todo lo que está a punto de
acontecer. Dado que aún no ha acontecido. Dado que no deberías saber nada al
respecto. En unos días ocurrirá una
desgracia, pero tú no has de ser partícipe. Cuando leas esto, todo cobrará
sentido, pero hasta entonces, el
secreto ha de quedar conmigo, sería peligroso que encontrases esta carta antes
de tiempo y por tu conocimiento todo se fuese al traste. Han sido muchos meses
de planificación, muchos meses de investigación y sobornos, pero tengo que
sacrificar a mi rey para poder ganar la partida. He de arrojar a mi rey desde
el norte del tablero. Así es, he de lograr la mejor jugada que se ha visto nunca, es la única manera. ¿Para
qué, te preguntarás? Ni yo lo sé aún.
Hoy la
ciudad se mantiene en silencio,
descansa, sumisa. Pero es porque aún no sabe lo que ocurrirá dentro de unos
días. Un apocalíptico final, un comienzo estelar, un renacer, una oportunidad.
Sé que no lograrás entenderlo, y sé que seguro te sientes perdido, pero era la
única salida. Créeme. Cuando leas esto, Jungkook. Estaré muerto. ¿Es duro?
Supongo que no. Pero he de disculparme, por haberte dejado sin más. Sé que no
vivíamos en una mansión, y sé que
jamás he sido un buen compañero de piso. Aunque creas que no me veo, puedo
verme a través de tus ojos. He leído tus ensayos. Me describes como una persona
fría como la blanca nieve, cínico
como el más perverso villano, manipulador… Alguna vez incluso escribiste “Es peligroso”. Y es cierto, aunque la
gente normal suele ser peligrosa en una pequeña porción de su persona, yo soy
de aquellos que rompen los esquemas. Pero compréndelo, con la inteligencia
viene la maldad y eso no es algo de
lo que avergonzarse.
En
fin, he de terminar esta despedida. Lo siento, pero no me vengas con lágrimas de nostalgia ni con pucheros infantiles. La
muerte siempre ha sido una fiel amiga a lo largo de toda mi vida y no logro
comprender como no he sucumbido antes a ella. A ambos nos habría ido mejor si
así hubiese sido. A ambos y a muchos más.
Perdóname. Te quiero.
El resultado fue obtener la frase:
Estoy en el norte de la ciudad. Mansión blanca.
Es peligroso. No vengas. Perdóname, te quiero.
—¿Tiene la carta que demuestre lo que está
diciendo? –Me pregunta el policía delante de mí.
—No, lo siento mucho. Yo no la tengo ya.
—¿Qué hizo con ella?
—Park Jimin me la arrebató. Es probable que
esté entre sus pertenencias, pero también es probable que no sea así.
—¿Qué significa eso?
—Que Park Jimin es tan predecible como
impredecible.
—¿Tiene la partitura de la canción de la que
habla?
—Sí, está en mi piso, pero la partitura no le
dirá nada que no le haya dicho yo ya. Si lo que busca es la canción, está en
Youtube y puede descargarse la partitura en PDF.
—¿Tiene el libro del que ha hablado? ¿El libro
de astronomía?
—Sí, puede ir a buscarlo a mi casa, pero él no
le dirá nada que no le haya dicho yo ya.
—Sabe que si nos sigue ocultando información
estará enfrentándose a unos cargos de los que no podrá librarse tan fácilmente…
—Lo sé. Pero créame que no tengo nada que
ocultar. No tengo ya nada que perder.
———.———
*Galileo
Galilei (Pisa, Toscana; 15 de
febrero de 1564 — Arcetri, Toscana; 8 de enero de 1642) fue un astrónomo,
filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, relacionado estrechamente
con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés
por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura). Sus logros
incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas,
la primera ley del movimiento y un apoyo determinante a la «Revolución de
Copérnico». Ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el
«padre de la física moderna»8 y el «padre de la ciencia».
Comentarios
Publicar un comentario