SHERLOCK (YoonMin) [PARTE I] - Capítulo 4

 CAPÍTULO 4


JungKook POV:

 

Era una noche de invierno. Habían pasado al menos dos meses de aquello. Estuvimos en otras investigaciones de la policía pero no habíamos vuelto a saber nada de ese tal Park Jimin. Yo no, al menos. Era una noche de invierno cuando volvíamos a casa. Hará otros dos meses de aquella noche y la recuerdo vivamente. Las farolas alumbraban nuestros pasos. Sus zapatos en punta me gustaban, estaban muy limpios y al caminar, reflejaba en ellos todas las luces de la calle. Yo tan solo me había puesto un jersey marrón y un abrigo negro. No me gustaba ir elegante porque me sentía que competiría con él y eso podría desembocar el apocalipsis. –Río–. Ya sabe.

Hacía un poco de frío pero el viento nos había dado tregua y las temperaturas habían aumentado ligeramente en los últimos días. Nos sentíamos a gusto simplemente paseado por las cayes después de cenar y por una vez no cogimos un taxi. Mientras caminábamos por las aceras pavimentadas él miraba a nuestro alrededor con una expresión hierática y yo al fin tuve que hablar. Tenía miedo del silencio más que de sus palabras.

–¿Cómo dijiste que se llamaba aquél hombre? –No necesitó más de mí para saber a quién me estaba refiriendo.

–Jimin. Park Jimin.

–¿Ese tal Park Jimin, quien es?

–Es mi archi–enemigo. –Dijo sin más, convencido aunque no muy seguro de querer contármelo a mí.

–¿Hum? Archi–enemigo. –Repetí. Reí a los segundos–. Las personas en la vida real no tienen archi–enemigos. –Él me miró, confuso.

–¿Qué tiene la gente en la vida real? –Pensé.

–Amigos, novios. –Él me miró, se mordió los labios y habló.

–Es… no es exactamente una persona. –Fruncí el ceño. Por una vez le vi inseguro en sus palabras–. Es una araña que teje una confusa tela en donde tiene el control de todos sus hilos.

–Pero, ¿es de carne y hueso?

–Claro que lo es. ¿Otra vez insinuando que es una invención mía?

–No, solo digo que… es decir. ¿Lo has visto alguna vez?

–No. –Dijo simple.

–Nunca lo has visto. ¿Y cómo sabes que es él en cada caso? ¿Cómo sabes de él?

–Es… complicado.

–¿Complicado para que alguien como yo lo entienda?

–Algo así. –Se encogió de hombros y esa fue la única explicación que me quiso dar.

–¿Por qué hace esto? ¿Por diversión?

–Solo intenta buscarme las cosquillas. Nada más.

–¿Pone vidas en juego por jugar contigo?

–Es… complicado. –Le miré serio.

–Complicado. –Repetí, masticando la palabra–. ¿Seguro que lo es?

–Sí.

–¿Y porque no detenerlo? Buscarlo, atraparlo y meterlo en la cárcel…

–¿Crees que es tan sencillo? ¿Qué está en su casa cruzado de brazos esperando que vayamos? Cuando él quiera aparecer, aparecerá.

Como si sus palabras fueran una especie de conjuro, apareció.

Aquella misma noche, cuando llegamos a nuestro piso, él se acercó a los buzones a mirar el correo. Mientras, yo me adentraba lentamente en el ascensor esperando por él para que no se cerrara. No despegó los ojos de las cartas en un solo instante y durante todo el trayecto ascendente murmuraba cosas sobre la publicidad que nos habían dejado o las facturas que había que pagar. Incluso hizo un pequeño berrinche nada más salir del ascensor y se quedó a las puertas murmurando incoherencias. Yo me reí mientras caminaba a la puerta de nuestra casa pero me detuve en el instante en que me acerqué a ella. Una extraña sensación me invadió. Como un deja vu pero en una doble dimensión. El piano estaba sonando. Se estaba reproduciendo exactamente la misma música que Yoongi tocaba a menudo, esa triste y dolorosa canción de Chopin pero esta vez no era el señor Min quien estaba sentado frente al piano, porque este estaba justo detrás de mí mirando el correo. Apenas tuve valor de meter la llave en la cerradura y agarra el pomo. Pero cuando lo hice, ya no pude avanzar.

–Yoongi. –Le llamé, en voz baja. Pero él seguía a lo suyo.

–No me gusta la comida tailandesa, por qué diablos tienen que mandarme publicidad de… –Le corté.

–¡Yoongi, maldita sea! –La música no se detuvo pero sí el parloteo de YoonGi. Este me miró nervioso pero sus ojos se pusieron titilantes cuando la música llegó a sus oídos. Dejó caer el correo en mis manos y me apartó de la puerta, siendo él quien se adentrara primero. Yo le seguí a paso lento llegando al salón para ver, de espaldas a nosotros, a un hombre sentado al piano. Estaba cómodamente sentado ahí, como si realmente fuera su casa, posando los dedos de una forma dulce y acaramelada sobre las teclas, reproduciendo la canción que yo estaba cansado ya de escuchar. Indudablemente era otro ritmo, otro compás. No era la misma persona la que estaba ejecutando la partitura pero tenía la misma melancolía en cada una de las notas.

Yo estaba paralizado, viendo la espalda trajeada de aquel hombre. Su cabello era negro, corto. Su estatura no superaba la del señor Min y para mi desgracia, todo en él irradiaba una feroz seguridad y autoestima. Respeto, era la palabra. Yo me había quedado paralizado pero el señor Min delante de mí no, al contrario, se sentía un poco nervioso pero nada fuera de lo común. Caminó un paso más y la madera crujió bajo sus pies. La música se detuvo. El hombre de manos pequeñas se quedó con las notas suspendidas en el aire y las manos sobre las teclas. Un suspiro de su parte. Una voz, dulce, acaramelada, contagiosa.

–Ya pensé que no vendrías. –Giró un poco su rostro, tan solo para vislumbrarnos su perfil–. ¿Aún recuerdas esta canción?

–Claro que la recuerdo. –Habló YoonGi con una voz firme. Medía sus palabras, su tono, su voz. Sus movimientos, sus pasos. Todo estaba calculado. Hasta el más mínimo detalle. Lo que se produjo frente a mí no fue una mera conversación entre rivales. Fue la mejor de las actuaciones.

–¿Quién es usted y qué hace en nuestra casa? –Pregunté pero solo obtuve una risa nasal por parte del señor sentado ahí, en nuestro piano. Se levantó posando las manos en la madera, rodeó el pequeño taburete y se acercó a nosotros paso lento. Cuando al fin tuve su rostro a la vista, me sorprendí al quedarme sin palabras. No era el villano que me imaginaba, ni la araña que YoonGi me había descrito. Era solo un joven normal, con un rostro normal. De cruzármelo, no le habría reconocido y de seguro que me lo había cruzado muchas veces. Ojos pequeños, rasgados, oscuros. Una nariz pequeña y una sonrisa enorme. Unos labios carnosos, unas mejilla llenas, hermosas. El pelo negro abierto en su frente. Una expresión de total inocencia. Me dio la impresión de que era el Park Jimin del que hablaba YoonGi, pero por otra parte, me dio la extraña sensación de que ni por asomo esta persona era capaz de hacerle nada malo a nadie.

–Perdona si no me he presentado propiamente, pero creo que no es necesario. –Miró a YoonGi– ¿No crees? –Yoongi asintió–. Es demasiado complejo y enrevesado para que él lo entienda. La gente vulgar… la gente común. ¿No es enternecedora? –Fruncí el ceño y el señor Park hizo una mueca de sobrevida. Se metió las manos en los bolsillos y me miró de arriba abajo, a conciencia–. Debe ser agotador tener a uno de estos aquí, constantemente. ¿No te vuelves… LOCO? –Acentuó la palabra y después rompió en carcajadas. Yo estaba a punto de echarle a patadas, de llamar a la policía. De amordazarle y golpearle. Estaba a punto de saltar sobre él como la mejor presa, pero las palabras de YoonGi, me desconcertaron.

–¿Quieres una taza de té? –Miré a YoonGi, confuso. Jimin hizo un puchero y asintió, conforme. La mano de YoonGi le señaló el sofá, para que se sentara, pero él prefirió la butaca unos pasos más lejos. Yoongi se quedó mirando como el egocentrismo de otra persona le superaba, pero no dijo nada. Creo que incluso le gustaba. Verse retado no solo en el ingenio. También en la paciencia y la soberbia.

–¿Quieres dejarnos a solas, pequeño? –Me preguntó el señor Park–. Van a hablar los mayores. –Yoongi me miró negando con el rostro.

–Quédate en el escritorio. –Me dijo YoonGi y me senté ahí. Al parecer, les gustaba tenerme de público. Jimin no hizo más objeciones y a los minutos, YoonGi regresó con dos tazas de té caliente y le extendió una a Jimin. Este la aceptó con una sonrisa enternecedora y se sentó de cara a YoonGi que este sí optó por el sofá. Ambos estaban el uno frente al otro, y tan solo mirándose, se lo decían todo pero yo no conseguí entrar en ese flujo de comunicación. Me quedé simplemente observando la vestimenta del tal Park Jimin. Corbata negra, con un pasador de metal. Camisa blanca y traje negro a juego. Nada más. Simple, conciso. La complejidad no se veía desde fuera, estaba tan solo dentro de su mente, que se deslizaba lentamente por sus palabras. Me gustó la forma en la que cogía la taza de té. De forma delicada, sutil. Pensada. Todo estaba pensado. Todo estaba ensayado. Yo era su público más aclamado y ellos unos actores muy mal pagados.

–¿Y bien? ¿A qué debemos tu visita? –Preguntó YoonGi al fin, curioso.

–Cortesía. –Dijo sin más. Yoongi no insistió.

–Tu último “experimento”… ¿ha sido solo entretenimiento? Me ha resultado demasiado sencillo.

–Tan solo un calentamiento. Para que no te olvidases de mí. –Jimin le guiñó un ojo y YoonGi frunció levemente el ceño.

–Fue… gratamente… decepcionante. –El rostro de Jimin se descompuso y se rompió en un inconformismo absoluto. La taza de té en sus manos se detuvo camino a sus labios.

–La decepción es subjetiva.

–¿Qué no lo es? Pensé que nuestros estándares estaban igualmente equilibrados. ¿No te resultó una pérdida de tiempo? A mí me lo pareció.

–No juegues conmigo, YoonGi. Sabes que te encantó. –Una sonrisa cínica apareció de sus labios y ahora si bebió un poco de té, como si creyera que se lo mereciera por sus palabras.

–Eres el único que se acerca a mi capacidad.

–Dirás el único que la supera.

–El único que logra acariciarla con sutileza, pero que ni de lejos la derrota. –De nuevo esa expresión rota. Después una sonrisa y bebió un poco de té, pensando sus próximas palabras. Dándose tregua, un poco de tiempo.

–Estoy siendo bueno, YoonGi…

–Estás siendo gentil.

–La gentileza es solo una debilidad humana producida por los sentimientos y la conciencia. La ética y la moral social.

–Conciencia. –Repitió YoonGi, saboreando la palabra.

–¿No te alegra conocerme al fin?

–Ya nos conocíamos, de otra forma.

–¿Mi físico también te resulta decepcionante?

–Es simplemente un envoltorio. El disfraz de un actor.

–Nah, –puso los ojos en blanco–. Es la máscara perfecta. –Hizo un puchero–. No llevo escrita la palabra “Psicópata” en la frente y con eso me conformo.

–Tú ya me habías visto. –Dice YoonGi sin más.

–Sí. Sales por todas partes, periódicos, revistas. Pones tu nombre en internet y encuentras al menos cincuenta insultos que no habías escuchado nunca. –Jimin ríe y YoonGi bebe té. Se sienta cruzando las piernas y Jimin abre más las suyas–. Dime, ¿no te cansas?

–¿De qué?

–De hacer lo que esos estúpidos hipócritas te proponen. Te tratan como a un perro de presa. Te ponen las bragas de alguna guarra en el hocico y tu solo tienes que seguir su olor hasta encontrarla. –Yoongi frunce los labios.

–Yo al menos no uso mi inteligencia para secuestrar niños.

–Pero al menos yo hago lo que quiero.

–Lo único que quieres es jugar.

–Sí. ¿Jugamos al escondite, Sherlock? –Jimin ríe, recordando las palabras.

–Las normas del juego, ¿las has puesto tú?

–Indudablemente.

–¿Entonces no seguiría haciendo lo que otros me dicen?

–Por supuesto, pero al menos yo no soy tan patético como los policías a los que te entregas. ¿No sales ganando?

–No gano, de todas formas.

–Ganar… – Jimin masticó la palabra–. Si estás de mi lado, la victoria está asegurada.

–De tu lado solo me garantizo una muerte horrible.

–Entonces, si no estás de mi lado, estás frente a mí. Ganar, está subestimado. Perder, sin embargo, es excitante. ¿No crees? –Jimin dejó la taza a medio terminar en la mesa entre ellos y suspiró largo y tendido–. Hay tantas formas de perder…

–Perder es humillarse.

–Depende la forma de perder. Puedes morir masacrado por cientos de peones o lanzar a tu rey desde el tablero. –Con el dedo tiró algo invisible frente a él y siguió hasta el suelo con su vista aquello que había tirado, seguido de un sonido de sus labios–. Piuuuuuu PUF.

–Si mi rey se suicida, ¿Qué me queda? Nada.

–No estás en el mismo juego que yo, Yoongi. –Canturreó–. Esto hace mucho que dejó de ser una carrera por sobrevivir. Vivir es fácil pero, ¿cuán excitante es caminar por el borde del precipicio? Es fácil aferrarse a la vida pero, ¿no es excitante ponerse una pistola cargada en la sien? ¿No es divertido saltar sobre la cordura? ¿Masacrar la conciencia? Dispararla, como a la mejor de las dianas. ¡Violarla como a la más cara de las putas!

–Y… ¿qué gracia tiene… morir?

–No sé tú, Yoongi, pero a mí me pone. –Se relamió los labios.

–Estás enfermo.

–¿Y tú no?

–Yo… yo no.

–Tú eres yo. –Dijo canturreando, con aire feliz y entusiasmado–. ¿Qué te hace pensar que no sé qué te gusta? ¿En qué piensas? ¿A qué temes? ¿Temes a la muerte? Yo creo que no. Temes a la idea de desaparecer. Pero morir, no implica siempre desaparecer. –Yoongi frunció su ceño y por primera vez en toda mi vida, le vi sin palabras. Hubo un silencio de al menos dos minutos. Jimin retomó su taza de té y YoonGi rescató su pipa. La llenó de tabaco y comenzó a fumar por ella–. A veces, tenemos que salir de nosotros mismos, contemplar nuestro cuerpo inerte y débil, y mirarnos con perspectiva.

–Son unas palabras muy coherentes para un psicópata.

–Sí, ¿verdad? Yo también lo pienso. A veces creo que me vuelvo cuerda, por momentos, pero después pienso en ti, y se me pasa. –Yo miré a los dos. Ambos estaban locos.

–Acabarás encerrado, y con camisa de fuerza. –Dijo casi con una sonrisa, pero la sonrisa no estaba por ninguna parte–. ¿Y después, qué harás? ¿Hum? Más que retorcerte en tu celda acolchada.

–Pensar en ti será lo único que haga entonces.

–Es lo único que haces ya… –Jimin pensó.

–Hum. Tienes razón. Cuando la tienes la tienes. –Rió y se quedó mirando como el humo ascendía de entre los labios de YoonGi. En sus ojos brillaba la misma luz que brillaba en los de YoonGi. Creí que era locura, pero el amor es, al fin y al cabo, locura–. Bueno, he de irme. Se me hace tarde y supongo que tendrás que darle de comer. –Me señaló con un dedo, como si hablara con un perro. Yoongi no me defendió. Jimin se puso en pie, cogió el abrigo que había dejado en el perchero y nos miró desde la puerta del salón. Después, miró solo a YoonGi, que se había quedado mirando su taza de té, nostálgico–. A veces, la pistola sobre nuestra sien no nos mata, ni la sangre saliendo de nuestro cuerpo nos desangra. Hay muchas formas de morir, Min YoonGi, y muy pocas de vivir bien. La visita de hoy no ha sido solo cortesía. Es el anuncio de algo mucho más grande que he preparado. Solo para ti. Y bueno, para mí también. Algo más grande que nosotros dos. ¿Qué te parece? –Yoongi alzó la mirada, para verle. En el rostro de Jimin se dibujaba una sonrisa amable, sincera, cariñosa, cómplice.

–Y supongo que no vas a darme ninguna pista.

–¿Qué clase de jugador sería yo si te dijera mi próximo movimiento? Pero, ¿sabes qué? Hoy ya te he dicho cómo va a terminar la partida. El resto, te lo dejo a ti. –Levantó la mano–. Adiós. –Se metió ambas manos en los bolsillos del abrigo y salió por la puerta. Durante cinco minutos la casa se quedó en completo silenció y mientras que yo me mordía la lengua para no hablar, YoonGi se había quedado absorto mirando la taza de té en sus manos. Seguía fumando, sin embargo.

–¿Por qué no le has detenido?

–No tengo licencia para eso. –Dijo como si nada.

–¿Qué? ¿Me estás vacilando? Lo está buscando todo el país…

–¿Y qué?

–¿Cómo? Yoongi, esto ya no tiene gracia… ¿Es un actor? Le has contratado para que haga de villano y satisfaga tu aburrimiento. ¿Quién es? ¿Hum? Siempre estás ayudando a la policía… ¿lo haces porque te aburres o porque realmente crees que debemos comportarnos como verdaderos ciudadanos y…?

–No tienes edad para sermonearme. –Me dijo sin más. Sus palabras eran gruesas, enfadadas. Estaba realmente tenso–. Ni el conocimiento suficiente. Déjame solo. –Yo no me moví–. ¡Déjame solo, te he dicho!

Me levanté, nervioso y asustando y me metí en mi cuarto, dando un portazo. Nunca antes le había visto así. Los días siguientes seguía un poco retraído pero con el paso de los días, poco a poco se le fue pasando. Me sonreía y me hablaba como siempre. No sabía que eso entraba dentro de su personalidad. De su trastocada y enferma personalidad, fingir. Aquel día cuando me fui a dormir no podía sacarme las palabras de Jimin de la cabeza. No había nada raro en ellas que me hiciera sospechar pero era, simple y llanamente porque no cuadraban unas con otras. Tal vez dentro de la mente de ambos hubieran tomado sentido pero yo no podía encontrarlo y eso me hacía sentir confuso y mareado. Soñé aquella noche con la voz de Jimin, con ese canturreo, con ese acento de locura extraño. Con sus expresiones, con su mirada. Ojos negros, carbonizados. Estaba completamente loco pero en realidad, no lo estaba mucho más que YoonGi. Él sería Moriarty, en mis historias. Una historia que no llegue a publicar jamás.  

 

 

 

 

 Capítulo 3                    Capítulo 5 [Final]                                              

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