PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 22
CAPÍTULO 22
Jimin POV:
La luz sobre nosotros hace que se refleje en el
filo del cuchillo con una intensidad que me daña los ojos. No puedo mirarlo por
mucho tiempo sin sentir que las nauseas me dominan más por lo que representa
que por el simple hecho de su desagradable olor o la forma en que la sangre
seca muestra salpicaduras y ríos que discurren por la hoja hasta el mango de
madera pintada en negro. Es un cuchillo grande, afilado sin duda, mortífero, y
ahora, en mis manos. En mi poder frente a mí en la mesa y a pesar de tener la
perfecta oportunidad de huir, matarle o matarnos a ambos, me he paralizado y no
me muevo más que para respirar y lo detendría incluso si no fuera un cobarde.
Le ha dado tiempo a encenderse otro cigarrillo
en lo que yo me he quedado pensativo. Él tiene, al parecer, las cosas mucho más
claras que yo en respecto a toda la situación a mi me ha pillado de sopetón
pero estoy seguro de que ha estado rumiando todos y cada uno de sus actos desde
que sabe quién soy, y sin duda, haga lo que haga yo lo usará para su propio
fin. No es sino su iniciativa porque yo tenga el arma y le denuncia lo que no
puedo decir en alto. Me avergüenzo de ello. De su insinuación de que me he enamorado
de él y no me veo con el valor de denunciarle. Él cree que es simple amor.
Encaprichamiento como lo que siente él. Pero no lo entiende. Él lleva formando
parte de mí día a día mucho antes de que nos viésemos los rostros. Mucho antes
de que nos besáramos. Los últimos tres años he construido mi vida en torno a
cada uno de sus pasos y a pesar de habernos acostado, no sabría si sería capaz
de deshacerme de él. Ya no imagino una vida sin pensar en él.
–Mataste a tu hermana. ¿Por qué? –Le pregunto y
él se lleva otro cigarrillo a los labios. Aun no está encendido pero con él
allí realiza los mismos gestos que como si lo estuviera solo por acto reflejo.
–Discutimos. No pude contenerme. Ella salía
cada día con un chico y eso deshonraba a mi familia, y por consiguiente a mí.
Era… una cerda.
–¿Y matarla no es deshonrar a tu familia? –Tomo
aire con cada frase, necesitado de autocontrol para no romper a llorar de
nuevo.
–No. No lo pensé así. Simplemente quería
hacerlo, lo hice y punto. Me divertí con ella violándola, desde luego. ¿No era
una guarra? Pues seguro que le encantó...
–¿Y la siguiente? ¿Por qué?
–Mi hermana fue… ¿cómo decís los
psicoanalistas? El detonante. Después de ella me llamaba la necesidad de matar
de nuevo. Y después, otra vez más. Y otra, y otra. Me autocontrolé para que no
fuera demasiado evidente pero cuando estaba a punto de matar a la cuarta en
Seúl, me enteré de que alguien allí estaba investigando los asesinatos y que
los había relacionado. Eso me excitó en sobremanera y solo pensaba en ti para
seguir matando. A las anteriores solo las había matado después de desfogarme,
pero con esta me ensañé. Quería que sufriera y que tú tuvieras que amoldarte a
mi nuevo… modus operandi.
–¿Has seguido mi investigación?
–Claro… Eso lo hacía todo mucho más divertido.
Saber que voy dos pasos delante de ti y ver cómo te desesperas y cierran el
caso por falta de pruebas. Saberlo desde dentro, pues soy el pobre hermano de
la primera víctima. –Hace un puchero y yo le aparto la mirada disgustado. Ha
sido todo un juego.
–Te odio. –Susurro.
–Pero, ¿quién iba a decírmelo? El hombre que
tanto me ha estado buscando acaba en mi cama. –Niega con el rostro disgustado
consigo mismo–. ¡Realmente pensé que eras tú quien me estaba engañando cuando
descubrí tu carpeta sobre la mesa! Pensé que me habías encontrado y que tu
primera carta tan solo era una provocación, una forma de acercarte a mí. Que tu
esposa no existía. Que Jeon no era tu amigo y que solo estabas aquí para
degollarme de madrugada. –Niega de nuevo–. ¡Nah! Habría sido un fallo demasiado
grande dejarte la carpeta al descubierto si realmente estuvieras fingiendo. Me
di cuenta nada más que lo pensé, eres demasiado tonto como para tramar un plan
tan complejo. Cuando nos acostamos al fin supe que habías caído…
–¡Basta! –Grito haciéndole dar un respingo y su
expresión cambia a una enfadada pero cuando alarga el brazo para coger el
mechero yo doy un respingo asustado pensando que va a incorporarse para
agredirme y me levanto, pero él me mira, compadeciéndose de mi propio miedo y
olvida el mechero que era su primera y verdadera intención para incorporarse
también y soltar el cigarro en medio de la mesa.
Con su mirada ladina y feroz, camina alrededor
de la mesa y yo le sigo con mis ojos para verle aparecer por uno de los lados y
yo retrocedo y giro mi cuerpo mientras ahora me rodea a mí con ojos divertidos
y crueles. Se acerca a mí dando un paso pero yo me escabullo hasta alejarme lo
suficiente de él y de sus ojos pero choco con la pared del salón y antes de
darme cuenta ya le tengo a un metro y me mira como una feroz bestia acechando a
su presa. Sé que todo es teatro, que todo es una farsa que crea para asustarme
y pensando en ello intento aparentar fortaleza, respirando profundamente para
mantener al orden mis nervios.
–¿Dónde está el detective Park Jimin que yo me
había imaginado? –Pregunta decepcionado pero yo le corrijo avergonzado.
–No soy detective. Soy psicoanalista.
Psicólogo. No policía ni…
–¿Qué más da? –Pregunta sonriendo.
–No he sido entrenado para un cuerpo a cuerpo.
Y tampoco tengo ya autoridad para detenerte ni llevarte frente al jefe de
policía. No tengo placa.
–Puedes llevarme, si quieres. –Junta sus manos
frente a mí como si esperase que le pusiera unas esposas y yo le miro sintiendo
la maldad nadar por el color negro de sus ojos–. Vamos, yo me dejaré hacer. No
opondré resistencia. –Hace un puchero–. ¿Qué ocurre, Jiminie…?
–Basta, Yoongi.
–¿Dónde ha quedado el “hyung”? ¿Hum? ¿Ha
desaparecido la confianza tan de golpe? –Da un paso a mí deshaciendo el imaginario
agarre de sus manos y se queda a medio metro de mí. Lo suficiente como para
apoyar una de sus manos en la pared a la derecha de mi rostro. Miro su mano y
después miro su rostro a veinte centímetros de mí. Quince. Diez.
–No puedo, Yoongi. No voy a entregarte. –Bajo
mi rostro, aterrorizado por mis propias palabras en las que ni yo mismo me
reconozco.
–¿Tanto tiempo buscándome y ahora no me
entregas?
–Ya te he encontrado. –Le contradigo.
–¿Y eso es suficiente para calmar tu
conciencia? Seguiré matando. Seguiré mutilando y con más violencia que antes.
Me desharé del cuchillo y utilizaré otras cosas. ¿Agujas? ¿Te gustan las
agujas, Jiminie? ¿Qué tal unas tijeras de pescadero? Cortaré los vientres como
a animales. Las desollaré… –Le corto con un suspiro casi involuntario.
–No me mates, por favor… –Suspiro mientras bajo
mi rostro asustado.
–¿Por qué no? ¿Quién me dice que no me lo
pasaré bien?
–No me mates… –Repito–. Llevo mucho tiempo
muerto en vida. Quiero vivir. Quiero una buena vida. Quiero librarme de ti,
pero… yo… no puedo ya. –Una lágrima cae de mis ojos y rápido me limpio la
mejilla con el dorso de mi mano oculto por el jersey. Me duele el pecho. Me
duele respirar, tragar saliva. Me duele vivir.
–Dilo. –Me dice mientras queda a un centímetro
de mí. Sus ojos en lo míos. Su nariz chocando con frecuencia con la mía.
–No puedo. –Le digo cerrando los ojos.
–Dilo. Quiero oírtelo decir. –Niego con el
rostro–. ¿Por qué no puedes, Jiminie…? ¿No vas a entregarme? ¿Por qué?
–Hyung…
–¿Sí Jiminie…?
–Te odio. –Otra lágrima cae y llega a mis
labios–. Te quiero… ¿Por qué me has hecho esto? Yo… pensé que te importaba…
pensé… –Con mis manos agarro nervioso su camisa–. Pensé… Me has engañado… –Roza
sus labios con los míos. Solo un roce y yo los devoro con hambre. Más de la que
me esperaba. Más de la que él se esperaba, desde luego, pero se deja hacer
gustoso. Mis manos van a su nuca y mis brazos caen en sus hombros mientras le
atraigo con más fuerza a mí. Ya no controlo mi lengua dentro de su boca y
tampoco mis gemidos lastimeros, igual que las lágrimas aun discurriendo por mis
mejillas. Me siento mal. Duele hasta impedirme respirar con normalidad. Duele el
nudo de mi garganta y duelen mis ojos. Pican.
–Jiminie… –Susurra en mis labios mientras nos
separamos y entre mis labios hinchados, un hilo de saliva los une. Los mantengo
separados, abiertos para poder coger el aire que tanto necesito–. No voy a
matarte.
¿Y de qué me sirven sus palabras si ya no puedo
fiarme de él? ¿Y qué es lo peor? Que aun busco en la profundidad de sus ojos
aquél que me abrazaba en medio de la playa mientras ambos mirábamos la
infinidad del mar. Aquél que me besó de una forma tan avergonzada que me hizo
dudar de su propio autocontrol. El que me amó. Quiero volver a estar con él,
por eso me hundo de nuevo en los labios delante de mí retomando el recuerdo de
esos labios aunque los movimientos de este desconocido ante él no sean ni parecidos.
Estos son más autoritarios, más violentos. No me importa ya.
Con una de sus piernas se cuela entre las dos
mías y no con segundas intenciones, nada más que para aumentar la cercanía
entre nosotros, pero esperando que roce conmigo, separo mis piernas y una de
ellas la asciendo rozándole a él. Eso le hace temblar y coge mi otra pierna
para alzarla y enredarse con ella en su cintura. Me coge en brazos y me dejo
hacer mientras no pierdo sus labios de vista. Los beso de nuevo con ojos bien
abiertos mientras ve como los suyos cerrados buscan el contacto conmigo de
nuevo. Somnolientos y con el ceño fruncido en algunos momentos cuando nuestras
entrepiernas rozan inevitablemente. Se ayuda de mi espalda en la pared para
sostener mi cuerpo y me presiona para que el contacto entre ambos sea mucho más
intenso y permanente. Nunca es suficiente porque cuando no es el aire entre
ambos es la ropa, cuando no, nuestras propias pieles y me hace suplicar por más
entre gemidos.
–Yoongi… Mmmm…
–Ya te pregunté una vez si querías detenerte
para no arrepentirte. –Me dice mientras corta nuestro beso y me separa de la
pared bajándome al suelo–. No volveré a preguntártelo–. Coge mi mano entre la
suya y camina conmigo hasta su cuarto donde me hace caer en la cama. Retrocedo
poco a poco por el colchón mientras tengo la perspectiva de su cuerpo siendo
desnudado por sus propias manos. El calentón en mi pantalón tal vez sea lo que
no me hace pensar. Tal vez, las lágrimas hayan provocado una deshidratación que
no me deje pensar con claridad. O tal vez y simplemente haya caído en la locura
de la presión sobre mis hombros de la situación que vivo, pero me encanta lo
que veo y sonrío cínico mientras siento como muerdo mis labios con fuerza. Él
hombre al que tanto he buscado, está desnudándose frente a mí, para mí. Solo
para mí. Después de tanto tiempo, aquí está, arrastrándose por la cama hasta
alcanzar mi tobillo y tirar de él para dejarme tumbado sobre la cama y yo me
dejo hacer dejando escapar aire de mis pulmones por la sorpresa.
–Hyung… –Gimo cuando le veo aparecer por mi
cuerpo y se pone sobre mí para besar mi cuello. Aún perduran en mi piel las
marcas que él me hizo hace dos días pero vuelve a marcar de nuevo en diferentes
lugares mientras entre cada moratón me repite lo tan sabroso que debo
parecerle.
Está completamente desnudo pero no me siento
con la suficiente valentía de tocarle, pues prefiero dejarme hacer mientras una
de sus manos se cuela en mis pantalones para masturbarme haciéndome endurecer
más rápido. Sonrío cuando estruja su mano en mi muslo aún sobre la ropa y
exasperado por ella, me la quita completamente. Desnudo frente a él de nuevo y
no me había sentido tan avergonzado como ahora. Sus ojos me miran de una forma
tan sádica y hambrienta que tiemblo pensando que sus palabras no fueron
ciertas, y realmente va a violarme y a matarme.
–Te ves… te ves… suculento. –Lame sus labios y
yo retrocedo hasta el cabecero pero él me alcanza con un puchero en los
labios–. No tendrás miedo, ¿no? Oh… pobre… Bien que lo disfrutabas hasta ahora…
–Me siento sobre el almohadón con la espalda en la madera del cabecero y las
piernas abiertas, a donde su mirada se dirige. Mi miembro sobre mi vientre
erecto le llama la atención y lo rodea con su mano haciendo que mis piernas
tiemblen.
Cuando se lo lleva a la boca aprieto con fuerza
las sábanas a ambos lados de mi cuerpo y comienzo con los espasmos mientras se
toca la garganta con mi glande. Grito, gimo y le suplico que no se detenga
hasta denigrar mi propia dignidad. Él sonríe cuando cree que es suficiente y lo
saca de su boca pero ahora su violencia, que ha sido reprimida por unos
segundos, vuelve a salir de él cogiéndome por el brazo y levantándome para
dejarse sentar donde estaba yo antes y me hace sentar en su regazo. Volvemos a
fundirnos en un beso que comienza con su mano en su propio pene y termina
conmigo ensartado por él. El dolor es inimaginable y más cuando no me ha
preparado ni tampoco estamos lubricados. Él también sufre, pero acepta el dolor
con otro rostro y aprieta sus manos en la carne de mi cadera hasta dejarme los
moratones de cada uno de sus dedos. Rompo a llorar de nuevo.
El dolor me hace flaquear, cayendo con el
rostro en su hombro y con sus manos me dirige para moverme al principio tan
solo con un vaivén placentero que nos ayude a amoldarnos, pero más tarde, rodea
mi cintura con sus brazos y me hace mover de arriba abajo lo más rápido que
puede. Su olor es el mismo, por desgracia, y eso me hace cortar el llanto para
saltar sobre él y hacerle gemir con fuerza. Cuando he tomado la iniciativa del
movimiento se muestra sumiso aunque en sus ojos puedo ver, mientras me mira, al
asesino de seis mujeres, al asesino de mi amigo. Al hombre por el que he
perdido el trabajo, la esposa y la cabeza. El corazón también.
Dejo caer mi rostro sobre el suyo y junto
nuestras frentes mientras me siento a punto de venir pero él me besa y cuela su
lengua en mi boca mientras me susurra palabras inconexas.
–Córrete, Jiminie… Córrete para mí. –Asiento
con los ojos apretados–. Di mi nombre, Jiminie. Gime mi nombre.
–Yo–Yoongi… hyung… –Me vengo en su mano
mientras me masturbaba y él se corre dentro de mí cuando mis paredes comienzan
a aplastarle. No es suficiente el tiempo que se toma de descanso y me retira de
encima de él para caer en la cama y yo me tumbo a su lado mientras miro el
techo del cuarto. El dolor llega ahora. Un dolor ensordecedor, cegador. Un
remordimiento tan intenso como la decepción conmigo mismo.
Comentarios
Publicar un comentario