PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 23 [Final]

 CAPÍTULO 23 [Final]


Jimin POV:

 

La luna se cuela por la ventana. Es una luz cálida y acogedora pero se siente tan fría como distante a la par. Hacía mucho que no la miraba y más aun que no estaba tan grande y hermosa. Puedo distinguir su redonda y hermosa figura a través de los tejados de los edificios. Por entre las cuerdas con ropa tendida de las azoteas y de las pocas antenas de televisión que se yerguen en algunos tejados. Algún pararrayos habrá entre ellas pero no puedo distinguirlo entre la lejanía. Es una noche despejada, sin nubes que amenacen con tormenta ni que dejen en segundo plano a una luna tan hermosa. No hay un solo sonido fuera. Tampoco aquí dentro más que la dormida respiración de YoonGi a mi lado, de cara a mí en la cama pero sin mirarme. Sus ojos cerrados le confortan en un, espero, poco dulce sueño.

Me giro con cuidado a él para ver como la clara luz de la luna se refleja en su pálida piel y como su labios, abultados y abombados, rosas y acaramelados están entreabiertos, y como sus ojos se mueven bajo los párpados, acto reflejos de un sueño. Sus manos sujetan el almohadón bajo su cabeza y su cabello negro se desparrama por la tela blanca que le hace ver mucho más oscuro de lo que habría esperado. Normalmente es en la oscuridad de sus ojos en la que me sumerjo, pero he empezado a ver solo en ella la oscuridad de su alma.

Con mucho cuidado me levanto y recojo al menos mis pantalones para cubrirme con ellos sin hacer ruido y salgo del cuarto cerrando detrás de mí para dejarle intimidad. La suficiente por un rato. Camino hasta el salón y busco por todos lados hasta dar con un cajón que contiene unos cuantos folios y un par de sobres. Acompañándolos, una pluma de tinta china de color negro con los bordes en dorado. Me pregunto si será también de alguna víctima. De lo que estoy seguro es de que con esta pluma, me escribía a mí.

Camino hasta sentarme en la mesa y enciendo una vela a mi lado que me sirva para poder al menos escribir sin perturbar su sueño con la luz del salón entrando por las rendijas de la puerta del cuarto. Me giro y compruebo que sigue ahí. Suspiro. Esto no será fácil.

Solo necesito dos papeles, y un sobre.

 

 

 

 

 

De: Park Jimin (Desde *** )

Al Hospital Central de Seul. (Para: la señora Park en la habitación nº 12)

06 – Mayo – 1985

Hola mi amor. Esta no es una carta de añoranza. Tampoco de compromiso. Aquí escribo mi testamento, amor. Y mi perdón, por quitarme la vida para alargar indefinidamente la tuya. No sabes cuánto te amo, cuanto te he amado. Pero no estoy seguro de si podré seguir amándote tanto como he intentado hacerlo hasta ahora. No malinterpretes mis palabras, no es sino el cansancio de una vida desesperanzadora lo que me ha llevado a una monotonía que me ha matado, amor. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Ambos nos enamoramos al instante y antes de darnos cuenta, planeamos un futuro que a mis ojos no podía ser más perfecto. Pero la vida no es perfecta y obviamos ese detalle tan insignificante que me ha abofeteado en la cara. Cuando te diagnosticaron la enfermedad, todo se rompió delante de mis ojos y ha sido mi amor por ti el que me ha mantenido a tu lado, esperanzado con que un día te curases y pudiéramos cumplir nuestro sueño.

Pero el pago discontinuo y tus recaídas me han hecho perder la paciencia por momentos y aunque nunca he pensado en abandonarte, si he pensado en apartarme yo del medio. Fue mi obstinada búsqueda de fantasmas la que me hizo no solo descuidarte a ti, sino no poder ayudarte en el pago. Podría haber buscado un trabajo aparte. Haberlo dejado a tiempo y dedicarme a otra investigación más sencilla, con recompensas económicas suficientes como para pagar tu tratamiento. Pero estaba ciego.

Entiéndeme, esta es la única manera de darte un poco de vida. Vive por mí, porque yo llevo mucho tiempo sin hacerlo. No te culpo, al contrario. Te doy las gracias. Sé que has sobrevivido por mí, por los dos. Sigue haciéndolo. Haz que mi muerte valga la pena.

Park Jimin

 

 

De: Park Jimin

A: Min Yoongi

Hola, Yoongi. Espero que hayas dormido bien y que encuentres esta carta cuando ya sea demasiado tarde. ¿Acaso intentarías salvarme? Lo dudo. ¿A quién le importa ya?

¿Sabes? Desde que me concedieron tu caso siempre me he imaginado como serías. Un hombre despiadado, enloquecido, con la cara desfigurada en una constante expresión de odio y una violencia incontrolable. Te he imaginado de mil formas, te he soñado mil veces. Llegue a no pensar en nada más que en ti mientas hacía el esfuerzo por sonreírle a mi esposa en camilla después de las sesiones de quimioterapia. Mientras la besaba pensaba en atraparte y hacerte pagar por tus crímenes. Dormí abrazado a tu informe esperando que en un sueño pudiera atraparte pero nunca lo hice. Siempre te me escapabas de las manos con tu rostro roto en una sonrisa victoriosa. Pero al fin, cuando conseguí tenerte delante, se me muestra el mejor actor que dios ha creado para engañarme, seducirme y hacerme sentir, por unos breves instantes, que no dependo de una obsesión que rozaba la locura y la esquizofrenia. Entre tus brazos pude por un momento olvidarme de quien era, de quien era mi enemigo y quien realmente se estaba muriendo en un hospital a la otra punta del país.

Creí ser feliz. Y es por eso que te libero. Eres libre de mí, y de la cárcel. Allá con tus actos cuando nadie más te persiga, allá con tu conciencia cuando abras los ojos y te des cuenta de las barbaridades que has hecho que le han costado la vida a seis mujeres y a mi amigo. Pero… ¿oh? ¿Qué ocurre? Ya no disfrutarás asesinándolas, violándolas, mutilándolas. Porque a nadie le importa ya. Ya nadie te perseguirá, nadie te esperará tras un crimen para mirarte con lupa. Ya nadie pensará en ti. Ya nadie se desvelará en medio de la noche para hallar una solución al puzle. Si con mi muerte consigo que no te sientas realizado y comprometido con tu despreciable hobbie, me alegro.

No tenías razón. Hay otra alternativa que no tuviste en cuenta. Con mi muerte mi esposa podrá pagarse el tratamiento. Con mi muerte, tú pierdes a tu antagonista. Dos pájaros de un tiro, ¿no es gracioso?

Quédate con las cosas que dejé en tu casa. Quémalas, póntelas, hazte una paja con ellas de la mano, haz lo que quieras. Mi esposa recibirá mi carta de suicidio así que no te relacionarán conmigo. Y de interrogarte, actúa, que se te da de miedo. Mi coche me lo quedo yo. Será mi ataúd.

Gracias por tu fingida hospitalidad, y siento no poder darte la satisfacción de matarme.      

 


 FIN

 

 

 

 Capítulo 22                                                              

 Índice de capítulos                                               


Comentarios

Entradas populares