PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 19

 CAPÍTULO 19


Jimin POV:

 

La voz de Yoongi mientras me cuenta una anécdota de su infancia inunda la casa, acompañada de nuestras risas interminables. Él, sentado en el sofá me mira divertido mientras yo estoy en el otro extremo con mis pies sobe su regazo y sus manos, acariciándolos con cuidado, me proporcionan más que un masaje, un contacto reconfortante. Encojo mis pies cuando él toca un punto en el que las cosquillas me matan, y los revuelvo en su rezado cuando me siento molesto o enfadado por sus hirientes palabras sobre el tamaño de mis pies. Enfundados en calcetines blancos que resbalan por la punta se ven mucho más pequeños de lo que realmente son, pero en sus manos he de reconocer que son muy adorables, aunque esté mal que yo lo diga.

Es el tercer día que estoy a su lado, ya van dos noches y me siento a cada segundo mucho mejor y más liberado de la tensión que el ambiente de Seúl me proporcionaba. Incluso en algunos momentos llego a olvidar incluso el verdadero motivo de mi presencia en esta casa, inclusive que en algún momento habré de irme igual que he venido. Una fina manta de color crema cubre mis piernas y parte de las suyas dejando libres mis pies y sus manos en ellos. Mi pelo está húmedo, acabo de ducharme.

–Mi madre me dejó allí. –Ambos reímos.

–¿Cómo pudo olvidarte en el centro comercial? –Pregunto súbitamente ante unas carcajadas incontrolables.

–Mi hermana aun era un bebé y como llevaba el carro con ella estaba más preocupada de no perderla a ella y a la cesta de ropa que se había adjudicado que de estar pendiente de mí. –Niego con el rostro sin poder creerlo–. Debió esperar que caminase a su lado agarrado al carro como era costumbre, pero me despisté y cuando me quise dar cuenta, ya me había perdido. Solo tenía nueve años.

–¿Cómo te despistaste? –Pregunto entusiasmado y él hace un puchero avergonzado.

–Vi unos peluches de Kumamón. –Río de nuevo sin poder controlarme y él aprieta mis pies en sus manos enfadado–. No me hace gracia. Solo era un niño.

–Es demasiado. –Río más fuerte.

–Eso no es lo peor. –Me aparta la mirada con lo que entiendo que algo muy intenso viene–. Había una montaña entera de kumamones más grandes que nosotros. Me abracé a uno y me quedé dormido allí.

–¡Qué adorable!

–¡No digas eso! –Tira de mis dedos en sus manos y yo pataleo mientras me río de sus palabras.

–¿Qué ocurrió después? Vamos, cuéntame.

–Cuando mi madre estaba por la calle regresando a casa se dio cuenta de mi ausencia y regresó corriendo al supermercado. Entre los agentes de seguridad del supermercado, las cajeras y mi madre me buscaron durante una hora y me encontraron acurrucado entre un montón de peluches.

–Que mala madre, que se deja olvidado a un hijo en un centro comercial. –Se encoje de hombros.

–Yo tampoco es que me portase bien. No debí irme de su lado.

–Yo no te dejaría olvidado. –Mis propias palabras me hacen reaccionar sintiendo que verdaderamente he dejado a alguien olvidado y tras fruncir el ceño su expresión cambia a una preocupada y algo confusa.

–¿Estás bien?

–Sí. Me preguntaba si me dejarías llamar desde tu teléfono al hospital. Me gustaría saber si mi mujer está bien. No he hablando con ella desde que estoy aquí. –Asiente sin ninguna duda.

–Claro, sin problema. –Me señala la mesilla a mi lado en el sofá donde un teléfono negro brilla por su color. Asiento mientras me acomodo mejor en el sofá y cojo el auricular haciendo que el cable se alargue hasta donde estoy–. ¿Quieres que me vaya y os deje intimidad?

–No es necesario. –Comienzo a marcar los números.

–Igualmente me iré. –Se levanta apartando con cuidado mis pies de su regazo y se esconde en la cocina donde le oigo recoger los platos de la comida. Me siento mal por no poder ayudarle pero de todas maneras la conversación, a juzgar por pasadas experiencias, no será muy larga.

Una corta espera me sorprende y una voz femenina que ya conozco bien me responde con su amable tono.

–Hospital central de Seúl, ¿en qué se le puede ayudar? –La secretaria.

–Buenos días, soy Park Jimin. Me gustaría hablar con la paciente de la habitación 12, mi esposa. La señora Park.

–Claro, espere un momento, señor. –De nuevo un silencio pero esta vez mucho más incómodo porque nada suena, ni siquiera un pitido continuo e incesante que me indique que al menos el trasto funciona. Me mantengo con el auricular en mi oreja hasta que la voz de mi esposa me sorprende y rápido una sonrisa sale de mi rostro. No una duradera.

–¡Jimin! –Me dice mientras estoy seguro, sonríe intensamente.

–Mi amor, ¿cómo estás? Siento no haberte llamado antes.

–No hay problema. Yo estoy bien, como siempre. Ya sabes. –Suspiro–. ¿Y tú? Te noto mejor. ¿Has descansado bien?

–Sí, me ha sentado bien alejarme un poco de Seúl. Pero me arrepiento de haberte dejado sola.

–No te preocupes por mí, sabes que me tienen bien cuidada. ¿Estás en Busán?

–Sí.

–Espero que ese tal Yoongi te esté cuidando bien o si no iré allí y se enterará. –Yo sonrío y le grito a Yoongi.

–Mi esposa te manda saludos.

–Dile que es muy amable. –Contesta desde el interior de la cocina y mi esposa lo escucha mientras suelta una débil carcajada.

–¿Ves? –Me dice–. Estás mucho más animado. Te dije que alejarte de este sitio te haría bien.

–Lo sé. Perdona por estos días, no estuve muy centrado en lo que verdaderamente importa.

–¿Cuándo vuelves, amor? Te echo de menos.

–Vuelvo en un par de días, el sábado. Nada más que regrese iré a verte. –Ella emite un sonido afirmativo pero sus siguientes palabras me ponen los pelos de punta.

–Estoy aquí con el doctor, Jimin. Quiere hablar contigo. Me despido de ti ya, te quiero.

–Te–te quiero… –Digo nervioso y titubeante pero la voz firme a la par que un poco temblorosa del doctor me hace sentarme más erguidamente en el sofá.

–Buenos días, señor Park.

–Buenos días, doctor. ¿Ha ocurrido algo? –Él suspira.

–Me gustaría hablar con usted de algo. Como sabrá estamos dándole el tratamiento a su esposa pero he de darle la mala noticia de que el presupuesto solo sostiene la medicación hasta el final de esta semana.

–¿Qué me está diciendo? –Frunzo el ceño.

–De no ingresar otra cuota mensual por la medicación su esposa dejará de recibir el tratamiento.

–Por favor, doctor. No le corte la medicación. La necesita, o se morirá.

–Lo sé, y lo siento mucho pero los ingresos del mes han finalizado y tan solo tiene que ingresar antes de que termine la semana…

–No. –Corto sus palabras–. No… no tengo dinero suficiente. Ni siquiera sé cómo pagaré la factura de la luz, doctor.

–Ya conozco su situación económica, señor Park. Yo solo le informo.

–Aún estamos a miércoles. Intentaré conseguir dinero, pero por favor, no le interrumpan el tratamiento.

–No puedo hacer eso si no…

–Por favor.

–Lo siento. No puedo hacer nada por usted.

–No me joda, doctor. –Comienzo a ponerme nervioso con lo que consigo alterar a Yoongi que aparece por la puerta de la cocina preocupado. No es hasta que no veo su rostro sorprendido que no me doy cuenta de que estoy llorando. Al menos en mi voz no se nota la angustia ni tampoco el nudo en la garganta.

–Tranquilice señor Park. Ya he hablado con su esposa al respecto y ella lo comprende.

–¡Claro que lo comprende! ¿La va a dejar morir?

–Lo siento. –No dice nada más.

–Le prometo que conseguiré el dinero. Venderé mi coche, mi casa. Pero eso lleva tiempo…

–No hay tiempo. Ya sabe las condiciones. Lo siento, señor Park. Tengo que colgar. –No me deja replicar nada más y el sonido de unos pitidos rápidos y estridentes me hacen silenciar con lo que cuelgo el auricular y me dejo caer en el reposabrazos del sofá cubriendo mi rostro con mis manos, derrotado, humillado y tremendamente perdido. Mi reacción hace que Yoongi se siente a mi lado y rodee mis hombros con su brazo. No puedo evitar reclinarme a su lado hundiendo el rostro en su cuello. Sollozo ahí.

–No llores, Jiminie. Vamos, no llores.

–Van a retirarle el medicamento, Yoongi. –Lloro–. Y no puedo seguir pagándolo.

–Lo sé. Ya he escuchado.

–Son unos hijos de puta, no sé qué más hacer. No me dan trabajo, no tengo dinero y no puedo conseguirlo antes del domingo.

–Sabes que si tuviera, yo…

–No. No quiero involucrar a nadie en mi vida. Es mi puta vida, pero no vivo, Yoongi. Esto es peor que la muerte.

–No digas eso… –Comienzo a temblar de ira y a la par de tristeza. Mis manos tiemblan mientras aferro con fuerza su camiseta.

–No me dejan vivir.

–Las enfermedades así son lo que tienen.

–No estoy hablando de la enfermedad. Hay un hijo de puta que se debe estar riendo de mí en este momento. –Frunce el ceño sin comprender–. Ese hijo de puta habrá matado a un montón de chicas, pero a mí me ha jodido la vida.

–¿Cómo es eso?

–Por culpa de no haber podido resolver el caso no he cobrado el dinero que me deberían haber dado de seis meses de trabajo. Necesito el dinero para poder curar a mi esposa, pero para conseguir el dinero, necesito resolver el caso.

–Oh, Jimin… –Piensa mirando a un punto fijo.

–Dicen que el caso no se sostiene. Dicen que no es un único asesino. –Niego con el rostro–. Es un solo hijo de puta que me ha matado en vida.    

 

 

 

 

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