PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 18
CAPÍTULO 18
Jimin POV:
Un vaso de zumo de naranja acompaña mi estancia
solitaria en la casa de YoonGi. De fondo, una canción que no reconozco se
reproduce en el tocadiscos y a medida que esta avanza, también lo hace la
llegada de la noche sobre el cielo de Busán. Me gustaría tener el tiempo
suficiente como para ponerme a cotillear en todos y cada uno de los cajones y
muebles a mi alrededor pero sería demasiado pretencioso por eso me limito a
apoyar mis codos en mis rodillas mientras sobre la mesa, haciendo compañía al
vaso de zumo, está la carpeta del caso que he seguido desde meses. Me siento
débil y cada vez más ante ella porque no he podido evitar meterla en mi maleta
como un impulso de necesidad primaria. Como algo que no pude controlar y aquí
está. Pensé que no la tocaría y que tan solo era algo como una necesidad
psicológica, que con saber que estaba ahí a mi disposición, me sentiría
satisfecho, pero ante el repentino silencio en la casa por la ausencia
momentánea de Yoongi, me he visto tentado a cogerla y leerla un par de veces
como solía hacer antes.
Comienzo a darme cuenta de que cada vez que lo
leo es diferente. Cada vez, las palabras pierden un poco más su sentido y llega
un punto que pasa de ser real a un simple cuento de infancia. Algo ya tan
arraigado que se ve distorsionado y de muchas formas y colores. Ya no sé si lo
que recuerdo de cada una de las chicas es cierto o una simple suposición mía.
Ya no sé distinguir entre los miembros mutilados de una o el cuerpo desollado
de otra. La sangre es la misma y sus ojos vacíos de vida, igual de
antinaturales. Puedo sentir como el autor espera por una víctima más riéndose
de mi desesperación, sucumbiendo a mi propia locura para hacerme sentir mucho
más perdido mientras él se sienta y espera a que mi vida se desarme como si
nada. Un castillo de naipes construido por sus asesinatos y demolido por sus
tan minuciosos crímenes.
–Ya he llegado. –Oigo la voz de Yoongi hacerse
eco en la casa mientras le veo aparecer por la puerta con una bolsa de papel en
sus manos–. No tenían mantequilla pero he cogido margarina. Espero que no te
importe. –Niego con el rostro mientas le veo conducirse a la cocina y deja la
bolsa. Yo cierro la carpeta y me levanto caminando hasta su lado donde deja
poco a poco sobre la encimera los objetos que ha comprado. Una masa de
hojaldre, huevos, atún, tomate…
–¿Cenaremos empanada de atún? –Asiente
sonriendo–. Me encanta. Gracias. Te ayudaré a cocinarla. A mi esposa le gusta
mucho.
–Me alegro. Vete encendiendo el horno. Yo
pondré la mesa. –Me mira de reojo y asiento mientras rebusco en su interior
algo que pueda estorbarme y después lo enciendo al máximo haciendo que la luz
interior se encienda. No tardará demasiado en estar listo por lo que comienzo a
desembalar la masa de hojaldre y la extiendo pero me ha dado el tiempo
suficiente como para no escuchar un solo sonido en el salón lo que me hace
preocupar y me asomo a la puerta de la cocina para ver un rostro pálido y algo
demacrado mirando intensamente la carpeta que ha abierto sobre la mesa. Una de
sus manos sujeta la tapa y se ha detenido en la primera página, donde el
cadáver de una chica está tirado en la cama con un disparo en la nuca. Es una
imagen horrible y es eso lo que le hace verse tan mal. Rápido tiemblo porque un
civil cualquiera no debería ver esos informes por lo que me disculpo al
instante, o al menos lo intento.
–Lo–Lo siento, Yoongi… no debí dejar eso ahí.
–¿Qué diablos es esto? –Me pregunta furioso,
haciéndome temblar. Yo le miro intimidado por su mirada, fría y completamente
nerviosa. Muy nerviosa.
–Cosas de mi trabajo. –Muerdo mi labio
inferior–. Yo… trabajo para… ellas… –Él no aparta los ojos de una de las
fotografías y la coge en sus manos casi temblando, con una repulsión que se
mezcla en nerviosismo y confusión.
–¡Esta es mi hermana! –Grita mostrándome una de
las fotos. La señorita Min. Ahora todo encaja.
Mientras busco las palabras adecuadas sus ojos
se encharcan pero no rompe a llorar. Muerde su labio nervioso y su mano deja de
nuevo la fotografía en su sitio cerrando la carpeta, angustiado con la
desagradable imagen que acaba de presenciar. Solo pensar que ha vuelto a ver a
su hermana en ese estado me hace sentir muy culpable pero me tengo que excusar
y dar una explicación antes de que no pueda hablar más.
–Soy el psicoanalista que trabajaba en el caso
de la señorita Min, de Ulsan. –Él me mira con ojos brillantes, aún confuso.
–Sí. Ya te recuerdo. Unos policías vinieron en
tu nombre para entrevistarnos a nosotros y a unos amigos de mi hermana.
–Asiento–. Nos entrevistasteis por tres veces sin conseguir nada. –Sus palabras
son tristes, a la par que hirientes.
–Sí. Las siguientes entrevistas se hicieron a
partir de que relacioné su caso con el de otras chicas también asesinadas.
–Señalo la carpeta donde está el resto de información y él suspira cogiendo
valentía para abrirla de nuevo y pasar las páginas que le muestren los
siguientes asesinatos.
Cada imagen es peor que la anterior igual que
el criminal se ha jactado de su confianza en el asesinato para tomarse más
libertades a la hora de experimentar con las mutilaciones según aumentaba su
experiencia. Con las dos siguientes, Yoongi abre sus ojos al máximo. Con las
últimas, cubre sus labios con su pálida y temblorosa mano y termina cerrando
los ojos siendo incapaz de ver más. Cierra la carpeta y suspira al aire
cogiendo confianza para hablar. Necesitado de que algo rebaje el nudo que se ha
formado en su garganta. Mientas busca las palabras adecuadas veo como la nuez
en su garganta sube y baja y me acerco hasta su lado para cerrar la carpeta y
mirarle más de cerca como intenta asimilar todo lo que ha sabido tan de
repente.
–Este es mi trabajo. Me dedico a buscar
criminales. Lo siento, tal vez debería habertelo dicho antes. –De repente,
asiente y me mira más confiado.
–Si eres el hombre que busca al asesino de mi
hermana, yo te apoyo. Haré lo que me pidas y estaré a tu disposición para lo
que necesites.
–Ya no será necesario, –sus ojos entristecen–,
han cerrado el caso por falta de pruebas.
–No me importa. Era mi hermana, y buscaré a ese
hijo de puta hasta que me muera.
–Perdóname, por no haberle encontrado aún.
–Niega con el rostro.
–No hay nada que perdonar, al menos alguien no
la ha olvidado aún. Muchas gracias. –Sin darnos cuenta nos fundimos en un
abrazo y ambos descansamos el rostro en el hombro del contrario mientras
nuestras respiraciones se normalizan. Me he reencontrado con una pieza más del
puzle, eso me hace sentir tremendamente en paz con el mundo, pero a la par, me
veo con una responsabilidad sobre él, que me atormenta. Ya no podré verle de la
misma manera. Él es también una víctima en los juegos del asesino.
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