PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 16
CAPÍTULO 16
Jimin POV:
La noche ha caído sobre Busán antes de lo que
esperaba. El tiempo al lado de Yoongi es mucho más veloz que antes, en la
soledad de mi hogar, y aunque no hablemos de nada en concreto me quedo mirando
su rostro atontado mientras él se deja observar con paciencia. No me importa si
le incomoda, tampoco puedo evitarlo porque me hace sentir tan bien que me
empequeñece. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tan seriamente de la compañía
de nadie. Cuando le miro, no veo en él a un desconocido, ni tampoco a un recién
amigo con el que me tomo demasiadas confianzas. Veo a un viejo amigo que más de
un dolor de cabeza me ha producido. Veo en él a un hermano, un compañero que
perdí durante algún tiempo y he reencontrado recientemente. Puedo verle a
través de sus gestos, sus palabras, la forma en la que me habla y en cómo me
mira. Creo haberle visto antes pero ese sentimiento desaparece cuando uno mucho
más fuerte me golpea, la irremediable realidad de que aún sigue siendo un
completo desconocido.
Las luces fuera han desaparecido y apenas quedan
un par de farolas alumbrando las aceras. Aquí, en el interior del salón de su
hogar, hay un par de lámparas de pie que funcionan como único medio de
iluminación pero es más que suficiente y mientras le oigo trastear en la cocina
entre los muebles, yo me levanto del sofá y comienzo a escrutar por las
esquinas buscando algo con lo que poder entretenerme. Nada más doy dos pasos
hasta el mueble que adorna la pared frontal al sofá me choco de cara con un
tocadiscos que me resulta familiar. Bajo él, en una parte de la estantería se
enfilan más de cincuenta discos de vinilo que reconozco, estos sí, al instante.
–¿Yoongi? –Le pregunto mientras le veo salir de
la cocina con una botella de vino tinto que aún rezuma en sus manos. Para no
sentir el frío inevitable y la humedad en sus manos, recubre parte de su cuerpo
con un trapo blanco y en su boca, un sacacorchos de metal. Gruñe para indicarme
que me escucha y saca una infantil sonrisa cuando me encuentra curioseando
entre sus cosas–. ¿Este tocadiscos no es de JungKook? –Le pregunto y él asiente
sacándose el sacacorchos de entre los labios cuando ha colocado la botella en
la mesa y tiene las manos libres.
–Sí. Se dejó muchas de sus cosas aquí.
–Qué extraño. –Cojo uno de los primeros discos
de vinilo con los que me encuentro y el rostro de los cuatro miembros de los
Beatles me sonríen–. Estos discos los tenía en gran estima.
–No sé, debió pensar que no los necesitaría en
su nueva vida fuera de este apartamento. –Frunzo el ceño disgustado y él sigue
hablando–. ¿No dijiste que estudiaba teología o no sé qué? Tal vez debió ver la
música americana como un refuerzo del capitalismo contra el que la iglesia va.
–Se encoge de hombros y yo alzo las cejas pensando seriamente en esa
posibilidad aunque me entristece pensar que estos discos estén aquí sin nadie
que los aproveche.
–¿Sueles escucharlos?
–A veces. Solo cuando me siento muy muy solo.
–Sonrío–. Pon uno. Ese mismo. –Señala con la vista y se acerca a una vitrina
cerca de donde estoy yo para rescatar dos copas y dirigirse a la mesa para
abrir la botella con un sonido seco de la presión del interior contra el
corcho. Yo, con sumo cuidado y con una sonrisa triste en los labios coloco el
disco sobre la plataforma y conduzco la aguja exactamente al punto en donde la
canción “Yesterday” comienza.
–Esta es una de mis favoritas, también tengo
este disco en casa aunque soy más fan del Jazz o el Blues…
–A mí me gusta cualquier tipo. No soy muy
aficionado a ningún estilo en concreto. –Asiento mientras las primeras voces se
distribuyen por el salón y me giro para verle servir el vino cuidadosamente y
con una sonrisa excéntrica en sus labios.
–Lo tenías preparado, ¿cierto? –Me mira
cómplice–. ¿Qué más sorpresas me tienes preparadas?
–La verdad es que pocas más. Espero que te
guste dormir con una mantita de ositos, porque no tenía otra mejor. ¡Sorpresa!
–Ambos reímos y yo llevo mi mano a una de las copas que me extiende mientras él
se sirve la suya. Sentándome en uno de los extremos del sofá, él se sienta en
el otro y subo mis pies descalzos a mi vera, sentándome con las piernas
cruzadas mientras llevo el borde de la copa a mis labios. El vino, al contrario
de tener un sabor fuerte de esos que aborrezco, es dulce y meloso. Afrutado y tremendamente
fresco. El frescor hace que el calor en mis mejillas no sea tan evidente y lo
trago con mucho más placer que si no estuviera frío–. No soy de beber vino, –me
dice mientras me ve beber–, pero es una ocasión especial y espero que te guste.
–Me encanta, muchas gracias. Buena elección. ¿Y
cómo es que es una ocasión especial?
–¿Qué pregunta es esa? ¿Crees que invito a mi
casa a cualquiera?
–¿Cómo es que me dejas estar aquí? No sabes
demasiado sobre mí y puedo ser un violador que le encante torturar a las
personas–. Ambos reímos pero se muestra confiado.
–Por tus cartas me dio la impresión de que
tenías muchos más problemas que yo, y no parecías una seria amenaza.
–De todas maneras te agradezco por la
confianza. No voy a decepcionarte. –Alzo mi copa en alto y él entiende mi gesto
chocando la suya con la mía produciendo un sonido que casa con la música de
fondo.
–Me preguntaba… ¿Tu familia está aquí, en Busán
aun? –Asiento–. ¿No has pensado en ir a visitarles estos días? –Niego con el
rostro mientras miro la copa en mi mano.
–No te negaré que lo he pensado. Estamos a… tal
vez… quince minutos en coche de donde viven, pero no quiero verles. Ni tampoco
que sepan que estoy aquí.
–¿Por qué? No tienes que decirles que estás
conmigo, si es lo que crees que pueden ver mal.
–Es todo. No me hablo con ellos desde hace
mucho tiempo y presentarme así de la nada…
–¿Saben que tu esposa…?
–Sí. –Le corto–. Lo saben pero no les quita el
sueño porque ellos no deseaban que me casase. No aceptaron la primera decisión
que tomé por mí mismo y esta me llevó a una serie decisiones que ellos
aborrecieron.
–No es como si te hubieses metido en tráfico de
drogas. –Sonríe.
–Aun así, atenta contra sus principios y no es
algo que pueda cambiar ya. Una lucha de opiniones y puntos de vista. Estoy
mejor así, seguro.
–Tú sabrás, pero si cambias de opinión puedo
acompañarte si te sientes mejor o llevarte en coche, o lo que necesites, ya
sabes.
–Sí, gracias. De todas maneras si regreso a
casa y no he pasado a verles tampoco me voy a arrepentir. Estoy seguro de que
ellos han ido muchas veces a Seúl y no me han dicho nada. –Asiente
comprendiendo mi situación y verle así me hace sentir bien. Le expreso mis
sentimientos–: Otro me habría dicho: “Tienes que verles, son tus padres. ¿Cómo
no les dices que estás aquí? Es inmoral, es…” –Me corta.
–¿Qué puedo decir? Yo tampoco tengo una
relación demasiado fructífera con mi familia por no decir que me odian.
–¿Es el momento? –Le pregunto y asiente pero
antes da un largo trago de vino y suspira. Queda unos segundos escuchando la
música y buscando en ella unas palabras que le ayuden a comenzar.
–Hace tres años mataron a mi hermana pequeña.
–Asiento y mi estómago da un vuelco por sus palabras iniciales. No son las más
dulces pero sí concisas y concretas–. Un viernes hace tres años estaban
nuestros padres de viaje. No es como si fuéramos críos pero así nos sentíamos.
Yo tenía veintisiete años y ella veinticinco. Ambos discutimos y yo me fui de
casa con unos amigos para desfogarme. Quería olvidarme de ella y de mi familia.
Teníamos problemas de convivencia, por decirlo de alguna manera. Mi padre era
alcohólico y mi madre una esposa esclava de su marido.
–Hum. –Asiento escuchando atentamente.
–Cuando regresé a casa me la encontré muerta.
Alguien había entrado y la había matado. No forzaron la puerta.
–Eso es horrible, hyung. –Cojo su mano en la
mía y la aprieto para que sienta mi presencia más cerca de él. Se deja hacer y
me sonríe aunque puedo ver en sus ojos un par de lágrimas queriendo salir.
–Llamé a una ambulancia a pesar de que ya había
muerto. Llevaba horas así. También vino la policía y mis padres regresaron de
sus vacaciones angustiados y casi al borde de un ataque. Cuando les expliqué lo
sucedido no quisieron creerme al principio pero tras que mis amigos
testificaran que estuve con ellos, no tuvieron más que creer la conjetura de
que ella debió dejar entrar a alguien que la mató.
–Hay cada animal suelto…
–Y que lo digas. Desde entonces mis padres me
culpan por haberla dejado sola, como si fuera una niña desprotegida. –Asiento
comprendiendo la situación–. Por eso no me hablo con ellos. Culparme de su
muerte es lo más doloroso.
–Al menos se encontraría a quien lo hizo, ¿no?
–Niega triste con el rostro y deja caer una lágrima por su mejilla. Eso me
enternece hasta hacerme morder el labio intentando aguantar el nudo en mi
garganta, que ya duele. Me siento más cerca de él y retiro nuestras copas para
ponerlas en la mesa y que no estorben–. Hyung, no estés triste ahora. Ya nada
va a solucionar el pasado. Tienes que mirar por ti y por tu futuro. Seguro que
ella te quería mucho y jamás te culparía por lo que pasó. Igual que tus padres.
Seguro que no te culpan, pero como no se pudo detener al asesino, necesitan a
alguien en quien desahogarse.
–Yo lo comprendo, Jimin. No es que no hiciera
lo mismo si estuviese en su lugar, pero son mis padres… era mi hermana… –Cubre
sus labios con su mano y rápido esconde su rostro por completo rompiendo a
llorar. Yo no puedo evitar pasar mi brazo por sus hombros y él se deja hacer
apoyando su cabeza en mi pecho.
–¡No llores hyung! –Digo nervioso a la par que
algo acongojado–. El primer día que nos conocemos y ya lloras… No me hagas
esto…
–Lo siento. –Susurra pero no detiene su llanto
y le abrazo con fuerza con una risa nerviosa, algo fingida porque quiero llorar
también. Él se revuelve enfadado en mis brazos y señala el tocadiscos–. Quita
eso, me está haciendo sentir más triste aún. –Ambos reímos y me levanto de
inmediato para separar la aguja del disco y detener el tocadiscos. Me giro para
verle absorber los mocos en su nariz mientras se limpia con el borde de su
jersey y vuelve a beber vino esta vez más necesitado de que un líquido le deshaga
el nudo en su garganta que de la necesidad del alcohol.
–Ya entiendo porque no hablas de esto, pero te
hace bien, ya verás.
–Gracias por escucharme. Eres el primero al que
se lo cuento.
–No hay problema, te escucho encantado, pero
por hoy es suficiente.
Yoongi asiente y mira el reloj en su pared
suspirando. Se levanta mirándome más animado pero aun con los ojos húmedos y me
sonríe ya más aliviado.
–Es tarde, y si mañana quieres ir a la playa
será mejor que durmamos ya. Seguro que estás cansado del viaje y necesitamos
dormir. Ha sido un día genial.
–Estoy de acuerdo. –Con él siguiéndome me
conduzco al cuarto de invitados y entrando dentro veo mi maleta sobre la cama,
la cual bajo al suelo y la interno debajo del colchón. Él sigue en la puerta
apoyado pero no me molesta y mientras me cambio de ropa me mira sin apartar la
mirada. No me siento avergonzado y él tampoco. La confianza que ha surgido en
tan poco tiempo es tan precoz que incluso sería capaz de desnudarme
completamente, aunque no es necesario. Cuando me pongo algo más cómodo para
dormir me siento en la cama y él me mira con una sonrisa amable.
–El cuarto de baño ya sabes dónde está y a las
ocho te despierto. Si necesitas cualquier cosa ven a buscarme, y si no puedes
dormir, puedes pasearte por la casa, sentarte en el sofá, ir a la cocina a
beber agua o lo que necesites. No te importe despertarme, duermo como un
tronco. –Ambos reímos y asiento.
–Muchas gracias por todo, no sabes lo que
agradezco tu hospitalidad. –Palpo la sábana debajo de mí–. Y la sábana de
ositos es preciosa. Muchas gracias.
–Descansa, mañana pienso llevarte por todo
Busán de paseo. –Me guiña un ojo y desaparece cerrando la puerta detrás de él.
Yo me quedo mirando la ventana y como desde el exterior un par de luces de
farolas lejanas iluminan los contornos un poco simples de los edificios
contiguos. Pequeños, menudos y ya muy estropeados. Son sin embargo encantadores
y me meto en la cama arrullándome entre las sábanas. Con un gran suspiro cierro
los ojos y con otro más estoy al borde del sueño. El sabor del vino aún resuena
en mi paladar y el sonido del llanto de Yoongi, en mi mente. Sonrío
recordándolos y aunque es triste, es sin embargo agradable su empatía para
conmigo. Me siento que ponto yo también lloraré entre sus brazos y no me
importa pensar en ello a pesar de haberme mostrado toda la vida fuerte frente a
la gente. Con él, puedo ser yo mismo.
Comentarios
Publicar un comentario