PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 13

 CAPÍTULO 13


Jimin POV:

 

De la gran pared en mi cuarto cuelgan todas y cada una de las imágenes de las víctimas conseguidas, y a su lado, la información de cada una de ellas en relación con el resto. No son más que fotocopias de las originales que yo mismo he hecho y en donde he marcado con rojo las características en común entre todas como hago en mi trabajo habitualmente en mi pizarra, pero tras que he sido repudiado y olvidado de la sociedad como un perro abandonado, me vi obligado a hacerlo por mi cuenta. Maldita sea mi debilidad de influencia por el resto que ahora las quito una a una guardándolas en una carpeta porque realmente me siento fatigado con el caso. Se ha arraigado tanto en mi mente que incluso en medio de la noche me despierto entre gritos por la extraña sensación de ahogo que me produce el caso. Las víctimas no me ruegan por que encuentre a su asesino, ellas ya descansan en paz y las familias consiguen olvidar con el tiempo. Es algo mucho más personal, mucho más problemático.

A medida que descuelgo los pequeños posit amarillos que acompañaban la información, mi teléfono suena y dejo la carpeta sobre la cama para dirigirme nervioso al sofá para sentarme y descolgar el blanco auricular con la mano. Antes de llevármelo a mi lado derecho del rostro, pienso en todas las posibilidades probables de que alguien me llame a las cinco de la tarde en un lunes como otro cualquiera. Tal vez mi mujer haya muerto repentinamente y me quieran avisar desde el hospital. Tal vez incluso sea Namjoon reclamando por mi atención en el departamento. Solo pensarlo aparece una sonrisa en mis labios pero esta se degrada en un “¿Sí?” una vez me he acercando el alt–aboz a los labios. Un silencio se estanca en la línea lo que me hace sentir tremendamente confuso y nervioso descartado todas las posibilidades que antes había pensado.

–¿Sí? –Pregunto de nuevo en un tono más claro y alto temiendo que la persona al otro lado no me hubiera oído la primera vez. Esta vez, una risa aparece poniéndome los pelos de punta.

–¿Park Jimin? –Una voz llama por mi nombre. Una voz grave, melosa, acaramelada al mismo tiempo que me produce cosquillas por el paso de mis oídos al cerebro. Rápido, y sin poder evitarlo, muerdo mis labios excitado y temeroso a la par.

–¿Quién es? –Pregunto en un intento de parecer valiente pero de nuevo esa desvergonzada risa aparece al otro lado haciéndome perder todo el control sobre la conversación.

–¿No sabes quién soy? –Niego con la cabeza a pesar de que sé, él no puede verme. El silencio que recibe lo interpreta como un “no”–. Entonces, ¿no esperabas mi llamada cuando has sido tú quien me ha pedido que te llame? –Suspiro profundamente comenzando a exasperarme pero la risa se vuelve más infantil y rápido su voz cambia a una más amigable–. Soy Min Yoongi. ¿Hablo con el mismo Park Jimin que me ha estado escribiendo?

–¡Yoongi! –Grito emocionado riendo y escuchando al mismo tiempo su risa al otro lado. Eso me hace reír aún más fuerte–. ¡Al fin sé de ti! Ya extrañaba que me escribieras.

–Lo siento. Estuve ocupado. ¿Cómo has estado? Espero no estar interrumpiendo nada.

–¡En absoluto! Estaba solo… bueno… recogiendo.

–Bien, ¿todo bien, entonces?

–Todo bien. –Le miento como haría con cualquiera pero mientras mis dedos se enredan en cable blanco del teléfono, el silencio en la línea me hace ver que no he sonado demasiado convencido.

–¿Seguro? Sabes que puedes contarme lo que sea. No te reprimas porque estés hablándome por teléfono. –Suspiro apesadumbrado.

–Digamos que en el trabajo me han dado unos meses de “descanso” porque me han visto demasiado implicado en ello.

–¿Desde cuándo estar demasiado implicado en el trabajo de uno es malo? –Sonríe al otro lado y yo asiento.

–Incluso han hablado con mi mujer en el hospital a mis espaldas para convencerme de tomarme unos días libres.

–Bueno, mira el lado positivo. Así podrás cuidar de tu mujer mejor. Hablando de ella, ¿cómo se encuentra?

–Como siempre. Debatiéndose con su enfermedad. Ella me pone buena cara cuando estamos juntos pero yo sé que sabe más de mis problemas mejor que yo mismo, y eso que no se mueve de esa estúpida cama.

–Vaya. Parece que la tienen bien informada.

–Eso me temo. A veces siento que nadie me entiende. Parece que ellos viven en una realidad mucho más tranquila y normal que yo.

–¿A qué se puede deber eso? –Pregunta.

–Yo soy un adulto, a pesar de que te esté dando la impresión de que sueno como un adolescente, pero es la verdad. Tengo unas responsabilidades, como el pago de la casa, el cuidado de mi mujer, los pagos del hospital… Y si no cobro, no puedo pagar nada. No saben lo estresante que es ver como todo lo que te ha costado años de esfuerzo se desmorona por un… un hijo de puta…

–¿Hum?

–Nada, olvídalo. No importa. –Suspiro–. Para colmo mi mujer me sugiere irme un fin de semana a una casa rural. ¿Qué tontería? Creo que ni me quiere cerca.

–No digas eso, Jimin. Seguro que ella lo único que quiere es que estés bien. ¿Cree que necesitas unas vacaciones o algo así?

–Todo el mundo lo dice. ¡No tengo dinero para eso! –Suspiro de nuevo y un nuevo silencio se estanca–. Siempre hablando de mí, ¿eh? ¿Cómo estás tú, hyung?

–Me gusta que me digas hyung. –Ríe–. Bien. Mi trabajo no me provoca dolores de cabeza. ¿Sabes? Estaba pensando en ti mientras leía un poco y me he dicho, ¿por qué no le llamo? Espero no molestarte.

–Qué bueno que alguien piense en mí para algo aparte de recriminar mis actos.

–Yo nunca haría eso. Cada uno es libre de hacer lo que quiera. ¿No?

–Supongo. –Me siento más cómodamente en el sofá.

–Y nadie puede juzgarte por lo que hagas porque nadie tiene el derecho. Una esposa debe siempre apoyar las decisiones de su marido y un jefe valorar el esfuerzo de sus trabajadores.

–Wow. Muchas gracias. Creo que son las palabras más amables que he escuchado en mucho tiempo.

–¿Pasas mucho tiempo solo?

–Más bien en mala compañía. –Ambos reímos–. Me gustaría verte en persona. ¿Cómo eres físicamente? –Ríe al otro lado.

–No muy alto. De pelo negro. Con ojos rasgados.

–Acabas de describir a la mayoría de la población surcoreana. Por no decir, asiática. –Ambos reímos y le oigo suspirar.

–Piel pálida, dientes pequeños, delgado. Ahora llevo puesta una sudadera negra y unos vaqueros. ¿Tú?

–Pequeño también, con labios grandes y mejillas hinchadas. Me gustaría que en la próxima carta que me mande me adjunte una foto.

–¿Y por qué no nos vemos en persona? Echo en falta algún amigo. Aquí en Busán conozco a poca gente aun.

–Oh, pero, yo vivo en Seúl.

–¿No quieres descansar una temporada lejos de todo? Ven a Busán una semana. Unas mini vacaciones en tu tierra natal. Así puedes enseñarme los mejores sitios de comida o parques para pasear.

–No sé. Tengo a mi esposa aquí.

–Claro, lo entiendo… –Su voz parece decepcionada y sin duda triste. Rápido hago un puchero.

–Además no quiero alquilar un piso. Es muy caro.

–No hablaba de alquilar nada. Aquí en mi casa tengo un dormitorio de invitados.

–¿Yo? ¿En tu casa?

–Claro, ¿qué te sorprende?

–No me gustaría para nada ser una molestia, hyung. –Él ríe al otro lado haciéndome sonreír. 

–No serías una molestia, sino mi invitado. Eres mi amigo, Jimin. Piénsalo, ¿sí? No tienes que darme una respuesta ahora mismo. Háblalo con tu mujer y después me llamas. Ahora tengo que colgar. Me ha encantado escuchar tu voz, es mucho más agradable que tus palabras y eso es exagerar. –Enrojezco.

–Muchas gracias por la oferta, hyung. Me lo pensaré. Adiós.

–Adiós, Jimin. 

Cuelgo el auricular escuchando en mi memoria mi propio nombre desde su voz y con una sonrisa me levanto y regreso a la habitación para seguir guardando en la carpeta todas las imágenes que ahora se me antojan incluso ínsulas. La voz de YoonGi sigue atormentando mi mente con su agradable, acaramelada y sedante sensación.  

 

 

 

 

 

 


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