PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 12

 CAPÍTULO 12


Jimin POV:

 

Hoy el sol está de nuevo escondido tras las nubes. Se acerca la primavera esa tan deseada por todos, tan insignificante para mí. Los árboles, aprovechando el poco sol tras las colinas despiertan haciendo que nazcan en sus esqueletos desnudos un par de hojas que levantan el ánimo a cualquiera. Incluso entre ellos se alientan. Pero a pesar de esas pocas ramas insignificantes, en el resto de su anatomía, una piel grisácea y maltrecha los recubre y está en la verdadera esencia. Igual que todos los cadáveres que veo cada día en fotografías sobre mi cuarto en la pared, ellos son uno entre un bosque. Y cada día siento que se me escapa la vida. Siento que cada día una persona más muere a manos de ese hombre que se esconde tras un cuchillo y una sádica marca de desenfreno sexual.

A cada segundo siento que se ríe de mí y de mi ignorancia. No, de mi poca credibilidad y cuando llega el momento en el que creo tener un serio problema con el caso, comienzo a imaginar sus ojos mirándome tan desafiante como se miraría a sí mismo intentado superar la originalidad en su próximo crimen. Sus manos aferrando ese endiablado cuchillo y sus labios temblorosos, sediento de más sangre. Aferro con fuerza el cigarrillo en mi mano sintiéndome impotente y enjaulado.

–Mira esta, me gusta este maquillaje. –Dice mi esposa sentada en la cama mientras lee una revista de moda femenina. En mi mano un cigarrillo se ha partido y mi cuerpo, apoyado en la ventana, solo mira hacia fuera–. ¿No crees que le queda genial? Yo también quiero que me maquillen así.

–Genial, mi amor. –Le digo a pesar de que no sé de qué me habla pero no importa, y ella se contenta con tan solo eso. Suspiro y la voz de una enfermera llamando por mi nombre me hace dar un respingo.

–Señor Park. Le están buscando. –Ella, con un uniforme tremendamente ridículo y ya arraigado en mi memoria señala la salita de espera y yo asiento mientras mi esposa me mira nerviosa. No más que yo.

–Claro. –La enfermera se marcha y yo salgo del cuarto para ver en el pasillo a un Namjoon trajeado y mucho más que eso, completamente enfadado que nada más me mira y es consciente de mi presencia, frunce su ceño y me sujeta del brazo amenazante. Sus palabras son firmes y suficientes como para saber qué hace aquí.

–¿Cómo tengo que decirte que no te involucres más en esto? –Pregunta mientras me lleva con el brazo en su mano lejos de la puerta. Se lo agradezco.

–Qué bueno que viniste, ¿quieres conocer a mi esposa, la que se está muriendo ahí dentro? –Le pregunto mientras él se detiene cuando nos hemos alejado lo suficiente. Namjoon frunce aún más el ceño por mis palabras.

–Todo el mundo muere, Jimin. Unos por enfermedades y otros por criminales. La vida es así.

–Namjoon. He visto en la ficha del forense…

–Nada. Se acabó. Hemos cerrado el caso. –Le miro completamente decepcionado y él suspira exasperado. Nadie va a devolverles la vida a esas chicas, Jimin.

–Pero podemos evitar que pase de nuevo.

–No he venido a discutir sobre eso, sino a reñirte por tu comportamiento. –Sus puños se endurecen–. Tu comportamiento con los Lee. No debiste aparecer por ahí, ese no es tu trabajo. Se acabó. –Rebusca en mi chaqueta sobre mis hombros y tras rescatar la cartera de mi bolsillo interior la abre encontrándose de cara con la placa policial que me otorgaron. Me la arrebata sin piedad alguna y me devuelve la cartera desnuda. Yo le miro esperando porque se explique.

–¿Y bien? –Pregunto molesto con su silencio–. ¿Vas a despedirme?

–Solo vas a tomarte un tiempo sin ejercer. Tan solo eso. Tres meses. ¿Lo crees suficiente? Necesitas desconectar. –Suspiro mirando al suelo mientras siento de repente una extraña liberación.

–¿Tengo opción?

–No. Está dicho. En tres meses volverás al departamento y comenzarás de cero con una nueva investigación. ¿Hum? –Como un niño que ha sido reñido por su profesor asiento mirando mis pies en el suelo y él palmea mi hombro con fraternidad, mucho más triste que yo por todo–. Descansa, tienes mala cara. Date un paseo, vete a la playa de Incheon. ¿No suena bien? Seguro que tu esposa está más preocupada de tu propio estado que tú. –Suspiro y con eso me deja marchar y él desaparece. Sujeto fuertemente la cartera con mi mano y me la guardo de camino a la habitación donde mi esposa está sentada en la cama de una forma tensa y preocupada por mi salida. Rápido sus ojos se alegran de verme y me sonríe nerviosa. Yo me siento en una butaca cerca de la cama y ella me mira como caigo en ella derrotado.

–¿Todo bien, amor? –Ella vive en un mundo aparte. Un mundo lejos de violaciones y asesinos sanguinarios. Su mundo, entre camas de hospital, goteros y gorros que cubran la caída de su cabello es totalmente diferente al mío y cada día me alejo más de ella.

–Todo bien.

–¿Quién ha venido a hablar contigo? –Pregunta inocente.

–Mi jefe.

–¿Ha ocurrido algo? –Doy un largo suspiro y me atrevo a mirarla.

–Me han dado unas vacaciones para que esté más tiempo aquí contigo. –Miento. Ella asiente y piensa algo muy concentrada. Tanto que me da miedo. Sus palabras sí que me asustan.

–Hablando de eso, Taehyung, tu compañero de trabajo, estuvo aquí ayer. –Rápido me tenso y la miro enfadado por su silencio.

–¿Por qué no me lo habías dicho hasta ahora?

–Amor, acabo de salir de una sesión de quimioterapia, me siento agotada. –Me dice mientras se deja caer sobre la cama y yo me compadezco de ella a pesar de que sé que ya está más que acostumbrada.

–Lo siento. ¿Y qué quería Taehyung? ¿Me buscaba?

–No. Se pasó para ver como estaba. Me deseó una rápida recuperación y me trajo flores pero las enfermeras se las tuvieron que llevar porque me daban alegría. –Sonríe infantil. Yo me dejo caer de nuevo en la butaca–. Dijo algo de que estabas cansado y estresado del trabajo. –Me mira intentado averiguar si las palabras de Taehyung fueron verdad. Me siento traicionado. Huelo una confabulación contra mí–. ¿Es eso cierto? ¿Por eso te han dado unos días? –Me mira de esa forma en la que me indica que algo más sabe. Inquiere que hay algo más que estrés y desazón. Una angustia en mi interior que me domina, una malsana obsesión que me ciega hasta puntos inimaginables. Y tal vez sea esa misma obsesión la que me hace ver conjuras en mi contra, pero prefiero hacer como si nada y asentir a sus falsas palabras.

–Claro. Por eso ha sido. Siento no habértelo dicho, ya sabes que mi trabajo no es fácil. –Ella asiente y me sonríe de forma condescendiente cuando es ella quien está en camilla.

–¿No te gustaría desconcertar, amor? ¿Te acuerdas cuando nos íbamos los fines de semana a una cabaña en el campo? Allí parecías más tranquilo y sosegado.

–No quiero gastarme el dinero en eso. –Frunzo el ceño y ella olvida el tema regresando a su revista sobre el regazo. Ella mira a las mujeres y aunque me señale en ellas el maquillaje y las preciosas prendas de ropa yo se que solo se fija en sus largas y negras cabelleras. Las adora en secreto tanto como añora en silencio su pelo.  

 


 

 

 

 


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