PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 11

 CAPÍTULO 11


Jimin POV:

 

El tráfico a estas horas en un sábado por la mañana a medio día es algo escaso dado que todo el mundo que no libre hoy, estará trabajando. Los pocos coches que conducen a mi vera poco a poco se dispersan excepto unos cuantos que me siguen todo el camino hasta el tanatorio donde la familia de la víctima guarda el cuerpo tras la autopsia. El sol está en todo lo alto, y yo, me siento eufórico.

Tras bajarme del coche veo a otras parejas, amigos tal vez de la víctima, acompañarme sin prestarme atención por las escaleras hasta entrar en el edificio y dada la poca orientación con la que Dios me ha caracterizado, me dejo guiar por los nuevos visitantes siguiéndoles por un pasillo que se divide en habitaciones como en un hospital pero todo mucho más elegante, sobrio y cuidado. El olor, sin embargo, a muerte, está presente en cada bocanada de aire que inspiro.

Al lado de cada una de las puertas me sorprende un letrero con el nombre del fallecido al que se va a velar. Miro a todas partes buscando el de la chica que me ha hecho venir aquí y tras encontrarlo, miro dentro, un poco avergonzado, descubriendo a los padres frente a la urna de cristal que guarda el ataúd y al resto de familiares y amigos repartidos por la sala algunos sentados hablando y otros simplemente apoyados en la pared como si ese fuera su mayor cometido, dejar que no caiga.

–¿Señores Lee? –Pregunto y la señora, que entiendo es la madre, que miraba la vitrina me mira rápidamente un tanto confusa y con los ojos enrojecidos y acuosos. Sus manos, temblorosas y enjutas, sujetan un pañuelo blanco de tela que probablemente sea de su marido. Él sujeta su hombro con su brazo con los ojos igual de demacrados. Ambos me miran y yo entro en la sala acercándome a ellos saludando con varias inclinaciones de cabeza a los allí presentes. Cuando me encuentro frente a los padres de la fallecida, muestro mi placa de policía que no debería usar y ellos rápido ceden ante ella como niños ante una gran autoridad.

–¿Es usted policía? –Pregunta el señor Lee y yo asiento aumentando su confusión.

–Ya hemos hablado con la policía. –Dice ahora su esposa–. Ya les hemos dado toda la información que…

–No soy de la policía, exactamente. Soy psicólogo de análisis de conducta. Yo investigo casos como el de su hija para obtener un perfil que poder investigar. Así, podremos cazar al ladrón. –El padre, mucho más animado y convencido que su esposa, me invita a salir de la estancia para hablar más tranquilamente mientras el resto se queda en el interior. Fuera, en el pasillo amplio y con ventanales, hay unos sillones donde nos sentamos, ellos enfrente de mí.

–¿Señor…? –Pregunta ella.

–Señor Park. Doctor, mejor. Me doctoré en análisis de conducta.

–Doctor Park, era nuestra única hija, –ella rompe a llorar de nuevo–, solo quiero que se detenga al asesino que le ha hecho esto. ¿Qué clase de desalmado haría una cosa así?

–Señora Lee. Es muy probable que el hombre que ha hecho esta barbaridad tenga algún problema mental por lo que tal vez su estabilidad psicológica sea débil. En poco tiempo cometerá algún error que le hará descubrirse. Pero antes necesito hacerles algunas preguntas.

–Lo que sea, doctor.

–¿Su hija seguía una rutina habitual? ¿Tenía un trabajo con horarios estrictos? ¿Iba a algún sitio habitualmente?

–¿Qué importa eso? –Pregunta la madre.

–Necesito saber si tal vez el asesino la ha estado vigilando por un tiempo y ha conocido sus horarios para poder escoger el mejor momento, en que ella estuviera más desprotegida.

–No, nada de eso. Ni siquiera en su trabajo tenía unos horarios fijos. Ella dijo que salía a dar un paseo y puf, desapareció. –Asiento corroborando mi teoría de que el criminal no solo no la conocía, sino que probablemente no sea siquiera de Seúl.

–¿Solía frecuentar el parque donde la encontraron?

–No. Está a dos kilómetros de nuestra casa. Ella aun vivía con nosotros.

–¿Conocen de alguien que la haya podido…? –No me dejan terminar.

–Nadie. Ella no tenía muchos amigos y todos ellos están aquí hoy. Ya les ha interrogado la policía. Todos tienen una coartada.

–¿Y en su trabajo?

–Nadie, señor. Ha debido ser un desconocido. –Asiento mientras saco una libreta y apunto todo lo que ellos me dicen.

–¿Tendrían la ficha del forense? Me gustaría saber cómo se produjo la perforación en el vientre. –La madre llora más fuertemente por mis palabras y el señor se levanta entrando de nuevo en la estancia rescatando una carpeta de color beige. A medida que viene me fijo más en la mujer delante de mí. Ella no parece de un alto estatus dado que entiendo que su ropa actual debe ser la más elegante que tenga y aún así parece un poco desgastada. Su muerte no ha sido por dinero–. ¿En qué trabaja? –Le pregunto al señor Lee mientras él me da la carpeta y yo la pongo sobre mi regazo para abrirla con cuidado.

–Tenemos una tienda de ultramarinos.

–¿Tiene deudas o algo parecido que haya podido llevar a alguien…?

–¡No! –Grita fuerte y yo suspiro ignorando su poca educación. Mirando en la carpeta solo busco algo en concreto a pesar de que las imágenes del cadáver llamen toda mi atención. Al fin, algo me sorprende entre toda la sádica tortura y posterior recosido del cadáver. El cuchillo y su corte coinciden con el que se cree que se usó en los otros crímenes. Suspiro más que aliviado y me levanto con la carpeta en mi mano sonriendo a ambos dos frente a mí.

–Muchas gracias, señores Lee. Ya tengo todo lo que necesitaba.

–¿Encontrará al hijo de puta que ha matado a mi hija? –Pregunta y yo le estrecho la mano.

–Haré todo mi esfuerzo en conseguirlo, se lo prometo.

 

 


 

 


 Capítulo 10             Capítulo 12                                             

 Índice de capítulos                                               


Comentarios

Entradas populares