FRENTE A LA COMIDA (YoonMin / VKook) - Capítulo 6

Capítulo 6


Narrador omnisciente POV:

 

Abrimos los ojos. Frente a nosotros, en la palma de una mano suave y algo pálida, una pastilla de dos colores adorna la escena. No tenemos ojos para más que la pastilla de color blanco y naranja, en cada parte de la capsula. Se mueve unos segundos en la palma de la mano que tenemos delante como si realmente no supiera qué hacer con ella pero está muy claro dónde va a terminar y por suerte, o por desgracia, la mano alza la pastilla y unos labios chocan con ella haciendo un giro de muñeca para que entre en la boca. Unos labios finos y al tiempo, algo inquietos y abultados. Los conocemos al instante porque nuestros ojos se alejan para confirmar que es Hoseok quien ha ingerido la pastilla. Sus ojos están perdidos en la nada mientras sus manos caen a la mesa con aire cansado, sin fuerzas. Tal vez no sea solo una impresión, sino un hecho. No tiene fuerza.

En su cuerpo vemos una camiseta blanca y sobre ella una sudadera abierta adelante con la cremallera desabrochada. Esta es de color verde pistacho. Poco a poco nos alejamos de la escena y nos vamos fundiendo con nuestro alrededor comenzando a escuchar un murmullo y alboroto poco común. Al que no estamos acostumbrados. Miramos de un lado a otro situándonos en la misma estancia en la que los pacientes suelen comer. Mesas amplias y sillas por doquier. Esta vez no hay nadie sentado junto a sus compañeros, está cada uno en una mesa individual, al menos hasta donde nos alcanza la vista. Tras Hoseok está TaeHyung, cubierto por una gorra y sobre esta, la capucha de su sudadera, sus manos están inquietas sobre la mesa y sus pies, recogidos bajo el asiento. Frente a él, un joven de una edad parecida aunque por la naciente barba en su barbilla nos da la impresión de ser mayor. Nos acercamos a la escena para escuchar más atentamente la conversación y descubrir en ella unas palabras desmoralizadoras.

–Te veo peor. ¿Seguro que estás alimentándote como piden los enfermeros? –Pregunta el chico mayor. Tiene una camisa de cuadros y unos vaqueros. Bajo la camisa vemos una camiseta de tirantes interior, de color blanco. En su cuello, un collar de cuero negro y aunque sus facciones nos resultan familiares, no alcanzamos a saber qué parentesco les une. TaeHyung asiente a sus palabras–. ¿Has vuelto a vomitar? –Asiente de nuevo y los hombros del desconocido caen, decepcionados. Como si hubiera hablado suficiente se deja caer en la silla y tira de su cabeza hacia atrás–. Tienes que recuperarte cuanto antes, pequeño. ¿No quieres salir de aquí? –TaeHyung asiente.

–No es fácil. –Dice y se mete las manos en el bolsillo central de la sudadera. Se muerde suavemente los labios, arrepentido al instante de haber hablado.

–Ya lo sé. –Suspira–. ¿Has vuelto a tener ansiedad? –Taehyung asiente–. Tienes que aprender a controlar los atracones. Come moderadamente, despacio y saboreando la comida…

–No quiero comer, hyung. Ese es el problema. Luego siento hambre muy fuerte y como muy rápido para saciarla cuanto antes, pero instantáneamente el arrepentimiento por haber comido me hace… querer… –suspira. Se instala un silencio entre ambos dos chicos y como ninguno de los dos habla en minutos, el mayor se mete las manos en los bolsillos del vaquero y mira a todas partes, en busca de los ojos de algún doctor. Nadie a la vista y por lo tanto, saca de sus pantalones un paquete de tabaco con dos cigarrillos y un mechero. Sus intenciones no son malas, el miedo de perder a su hermano en uno de sus ataques de purga, le aterrorizan.

–Esto te ayudaba al principio. ¿Hum? Te calmaba la ansiedad… –Taehyung acepta el paquete y se lo mete en el bolsillo de la sudadera haciendo como si nada. Apenas ha mirado dentro del paquete pero sabe que por el poco peso en el apenas hay dos o tres cigarrillos junto con el mechero–. Yo no te los he dado eh… no me metas en un lio…

–No le diré a nadie… gracias… –Sus palabras son sinceras y de repente, la expresión de su hermano saca una sonrisa.

–Recupérate cuanto antes. Hyuna y yo estamos deseando que te vengas a vivir con nosotros. Te hemos preparado un cuarto, ¿sabes?

–¿Ir a vivir con vosotros? –El chico frente a él, asiente.

–Sí. ¿Qué pensabas? –Un suspiro–. Cuando mamá, murió, y papá fue llevado a la cárcel solo nos teníamos el uno al otro, pequeño. Siempre va a ser así.

–Siempre he sido una carga. –Reconoce TaeHyung de repente y quien entendemos que es su hermano, le mira decepcionado a la par que sorprendido y enfadado.

–No se te ocurra decir eso, cuando ocurrió todo eso tú me ayudaste más a mí de lo que yo pude hacer contigo. Verte sonreír cada día en el orfanato fue lo que alegraba mis días. –Un silencio se estanca de nuevo pero este silencio ya es definitivo. El hermano mayor se levanta y besa la frente oculta de TaeHyung. Le habla unos segundos más como despedida, y se marcha. Ambos dos desaparecen por la puerta.

Nuestros ojos regresan a la mesa de Hoseok donde, mientras estábamos entretenidos con Taehyung han aparecido sus padres, ambos dos. Podemos saberlo calculando las edades y el parecido facial. Ha llegado más gente en todo este tiempo, por lo que no nos detenemos demasiado aquí. Una conversación amena, nada reseñable. Algunas sonrisas, algunas lágrimas por la añoranza. Retrocedemos y nos quedamos mirando el rostro de Jimin que está apoyado en su mano, la que a la vez se apoya sobre el codo en la mesa. Frente a él, una señora adulta, con un moño en la cabeza y una ropa demasiado recatada para nuestro gusto. Su rostro es redondo y con grandes mejillas. Sus ojos pequeños, su pelo de color castaño y su ropa de un monótono gris que deprime. El chico frente a ella la mira aburrido, pero al mismo tiempo, atento casi por obligación.

–Mírate, tan delgado… ¿qué haces que no comes? ¿Hum? ¿Sabes lo que me cuesta tenerte aquí ingresado? La pensión de tu padre nos permite por el momento seguir teniéndote aquí, pero esto no es la escuela. ¿Los médicos no te ayudan? ¿Hum?

–Los médicos hacen lo que pueden. –Dice Jimin en un susurro mientras con sus labios forma un puchero involuntario por apoyar su mejilla en la palma de su mano.

–No creo, hablaré con los doctores para que te quiten la tontería. Esta fase de niño pequeño y desprotegido está durando demasiado. Estás muy malcriado Jimin. Si tu padre no se hubiera largado de casa seguro que te habría metido en vereda pronto. Se largó con esa zorra. –Susurra la señora para sí.

–Mamá…

–Ni mamá ni ostias. El día que regreses a casa se van a acabar las tonterías…

Jimin baja la mirada y la conversación se detiene. Nos pasamanos a la mesa de detrás y seguimos con la mirada la amena conversación que parecen tener NamJoon y dos mujeres frente a él. Una de edad adulta, la otra, más joven que NamJoon. Una simple conversación de familia.

–¿Y papá? –Pregunta NamJoon mirando a su madre, con ojos tristes–. ¿Esta semana tampoco ha podido venir a verme?

–Está ocupado con el trabajo, amor…

–¡Hermanito! –Dice la chica frente a él. Dada la estatura y las facciones de su rostro no le damos más de doce años–. ¡Recupérate pronto! Te echo mucho de menos en casa. ¿Cuándo te vas a poner bueno?

–Pronto, pequeña. Ya verás… –Le dice NamJoon, pero ya conocemos su enfermedad, su comportamiento y su actitud. Sus palabras no son más que placebos con sabor a miel.

–Tienes que hacer un gran esfuerzo, mi niño. –Le dice la señora que entendemos que es su madre y ambos se estrechan las manos. La niña no resiste a quedarse donde estaba sentada y se sienta en el regazo de su hermano pasando las manos por su cuello. Besa su mejilla y se susurra al oído.

–Hay una chica muy guapa que se ha mudado al barrio, si te recuperas pronto puedes decirle que sea tu novia…

Los tres ríen y la conversación se ameniza. Pasamos a la última mesa ocupada y descubrimos a Jeon con sus dos padres frente a él. Su madre, con un rostro aniñado y un cabello corto, por los hombros, se toquetea las puntas, nerviosa. El padre, con traje y corbata, se mantiene de brazos cruzados pero con una expresión afable. No vemos miedo, rencor o incluso aburrimiento. Tan solo es una visita normal.

–Mi niño, ¿Cómo estás, amor?

–Bien, mamá, siempre me preguntas lo mismo.

–¿Seguro que estás bien? ¿Los médicos te tratan bien?

–Me tratan como me tienen que tratar, nada más.

–Ya llevas aquí varias semanas. ¿Has hecho amigos?

–Mamá, esto no es la escuela…

–¡La escuela! –Exclama ella–. Ya he hablado con el director, y me ha dicho que cuando salgas te dejará cursar el último año. Entiende las circunstancias y…

–No quiero ir. –Dice Jeon de la nada, con una voz firme y autoritaria. Ahora es su padre quien responde porque su madre ha quedado helada.

–Tienes que ir, no hay excusas.

–Pero, papá… no me gusta…

–A mí tampoco me gustaba ir a la escuela pero tienes que labrarte un futuro. –Jeon se encoge en sí mismo en la silla y mira por todas partes. TaeHyung ya ha desaparecido y Jimin también. Yoongi no ha aparecido en ningún momento. Como cada semana.

–¿No puedo estudiar aquí? ¿O en casa?

–¿A qué viene esto, hijo?

–Siempre ha sido así. –Contesta la madre–. Nunca le ha gustado el cole. Mi niño pequeño, es tu último año antes de la universidad… aún no has decidido qué quieres estudiar.

–No sé qué quiero hacer, mamá…

–Vas a estudiar abogacía. –Dice el padre de la nada para sorpresa de ambos–. Has cursado varios cursos de latín y se te da bien memorizar cosas. Mejor que las matemáticas y…

–¿A qué viene esto? –Pregunta Jeon cortando a su padre haciendo que su ceño se frunza.

–He hablado con un amigo y puede mover unos hilos para que puedas acceder a la facultad de derecho a pesar de que no te de la nota de corte. –Jeon frunce los labios–. Después de estar aquí es de seguro que no vas a…

–¿He dicho acaso que quiera ir a la universidad? –Ambos padres se horrorizan pero acaban cediendo a la situación de su hijo, relajan los hombros, se miran y hacen como si nada, volviendo la madre a participar de la conversación. 

–Mi niño… has crecido tan rápido. Ya eres todo un hombre.

–Mamá. No soy un hombre aun. Apenas he cumplido dieciocho.

–Siempre serás mi niño. –La madre niega con el rostro sonriente y pasados unos minutos, los padres se marchan. Jeon se queda unos segundos mirando alrededor y detiene sus ojos en cada una de las conversaciones que siguen en auge. Junta las manos sobre la mesa pero tras que la curiosidad le gane se levanta y camina alrededor unos segundos hasta marchase. Mete las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros mientras camina por los pasillos y como no se encuentra con la mirada a YoonGi, acaba cediendo a internarse en la pequeña biblioteca en la planta. Apenas es una habitación pero rodeada de estanterías y con una mesa central. Seguimos sus pasos hasta detenernos en la puerta y al abrirla, lo primero que vemos es el rostro encapuchado de TaeHyung escondido tras la palma de su mano sujetando su rostro mientras lee algo sobre la mesa. Este aparta la mirada unos segundos de las páginas, divisa a Jeon con los ojos, y regresa a la lectura como si nada. Jeon le interrumpe la lectura.

–¿Sabes dónde está YoonGi? –Taehyung, lenta y vagamente levanta el rostro a Jeon y señala al fondo de la habitación en la esquina en donde dos estanterías coinciden.

Tae regresa a la lectura y Jeon entra silenciosamente en la habitación cerrando detrás de él. Entre algunas estanterías hay ventanas que iluminan con una luz radiante, amarilla y cálida la estancia. Se puede ver en ella el polvo de entre los libros desprenderse por el aire al pasar el cuerpo de Jeon y posarse con delicadeza sobre la mesa de madera. Yoongi sabe que Jeon se aproxima. Sus ojos vagan hasta el rabillo de estos y observan con desconfianza el paso de Jeon hasta él. Este se detiene a medio metro y se le queda mirando. No es hasta este momento que no es consciente de la altura que les separa. Hasta ahora incluso lo había considerado de la misma altura, pero ver como Yoongi tiene que alzar el rostro para mirarle le hace sentir, extrañamente, más débil y pequeño cuando debiera ser al revés. Tal vez ese sentimiento es la culpabilidad y buscando las palabras precisas, no las encuentra.

–Hola hyung. –Jeon vuelve a meterse las manos en los bolsillos y los ojos de Yoongi regresan a la estantería frente a él. La mira de arriba abajo tal vez buscando algo, o tal vez tan solo pasando el rato.

–Hum. –Contesta Yoongi y Jeon sonríe satisfecho.

–¿Qué haces? –Yoongi suspira, extasiado por la necesidad de responder con más de un monosílabo.

–Busco algún libro que leer.

–Oh… –Jeon asiente–. Que interesante… –Vemos como Yoongi alcanza uno de la estantería frente a él y lo ojea por encima. Alcanzamos a leer el título frente a nosotros. Federico García Lorca. Bodas de sangre. –Yoongi arruga la nariz y vuelve a dejarlo en su sitio. Al parecer, al recorrer la vista por la sala nos damos cuenta de que la mayoría, tal vez un ochenta por ciento de los libros son de autoayuda en cuanto a la depresión o para problemas alimenticios. Pero también hay unas cuantas estanterías con clásicos, para salir de la monotonía–. ¿Te gusta leer?

–¿Qué quieres, Jeon? –Pregunta al fin Yoongi volviéndose a él.

–Yo… bueno, pedirte perdón por lo del otro día. No debí hacerte daño. Lo siento mucho, no sabes cuánto… –Yoongi se encoje de hombros como si nada y Jeon frunce el ceño. Parece no serle suficiente la inexistente respuesta de Yoongi, así que opta por agarrarle levemente de los brazos para pedirle atención pero el gesto quiebra en dolor el rostro de Yoongi y ambos se apartan el uno del otro un paso. Yoongi, con una mirada desafiante, se sujeta el brazo dolorido, y concentra de nuevo toda su atención a los libros–. Lo… lo siento mucho.

–Vale, disculpas aceptadas. –Dice pero en el tono de su voz es más que evidente que lo único que quiere es que no le molesten más. Jeon, sin embargo, insiste.

–¿Por qué no han venido a verte? –Yoongi detiene la vista. Escucha atentamente a Jeon–. Nunca estás en las horas de visitas… –Yoongi  no contesta–. ¿No tienes padres? –Nada–. ¿No tienes familiares?

–Sí, tengo padre, y madre. –Sentencia y ambos se miran, unos segundos. Jeon con una adorable expresión de inocencia y Yoongi con una seria mirada enfadada. Él jamás habla de él mismo, ni de su familia.

–¿Entonces? ¿Están siempre ocupados?

–Sí. Siempre están ocupados… ¿quieres algo más? –Jeon niega satisfecho y sonríe.

–Si necesitas hablar me tienes…

–No necesito amigos. –Sentencia Yoongi pero a Jeon no le tiembla la sonrisa y mira en la estantería superior, sobre sus cabezas.

–Si quieres leer algo realmente fascinante, te recomiendo a Haruki Murakami. –Yoongi le mira serio pero después sigue la mirada hasta la balda superior, se retira un paso atrás y comienza a leer los títulos de los libros. Cuando se ha decidido por uno, pese a la altura, intenta cogerlo pero ni de puntillas alcanza. Se estira, hace el amago de escalar las baldas, pero de repente despega los pies del suelo junto con una presión sobre su cadera. Se ve de repente rodeado por los brazos de Jeon y aunque le hacen daño, no se queja. Al contrario, no dice nada en absoluto y aprovecha a coger el libro que le ha llamado la atención. Cuando desciende se escucha la risa de Jeon por toda la sala, haciendo levantar la vista a TaeHyung.

–Gra–gracias… –Susurra Yoongi y Jeon se va con ese comentario. Nuestros ojos se quedan unos segundos mirando los ojos de Yoongi frunciendo el ceño y una de sus manos conducirse a su cintura donde Jeon le ha sujetado. Nos fijamos más detenidamente en el título del libro. “Sauce ciego, mujer dormida”

 



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