FRENTE A LA COMIDA (YoonMin / VKook) - Capítulo 14
Capítulo 14
Narrador
omnisciente POV:
Hoy, la lluvia es aún más intensa. Con tan solo dar una mirada fuera nos asustamos y aunque el sonido de las cotas cayendo contra el cristal no sea un ruido muy sonoro, la cantidad de agua discurriendo por el cristal si nos provoca cierto temor. Grandes ríos discurriendo por el cristal de arriba abajo, arrastrando a otras gotas consigo en una lenta caída a la nada. Unas pequeñas y delicadas manos apoyadas en el saliente de la ventana desde el interior y un rostro curioso mirando fuera, como nosotros. Es una noche sin luna. Es una noche oscura, levemente iluminado por las farolas a lo largo de la calle que alcanzamos a ver. A lo lejos, más edificios, algunos rascacielos. Antenas de telefonía y televisión alzándose de la nada hacia el cielo, moviéndoles lentamente por el fuerte viento que sopla. La estación está cambiando, lentamente pero lo hace, con parsimonia.
El rostro de Jimin está con una mejilla apoyada en el cristal, con los ojos entrecerrados pero atento a todo lo que sucede fuera, una continua lluvia sin más testigos que él. Sus labios hechos un puchero y su cuerpo envuelto en una manta de color azul oscuro. Sus pequeños piececitos asoman de la manta al alejarnos con la mirada en su cuerpo, se retuercen unos segundos y acaban escondiéndose bajo la manta, tal vez sintiendo el frío del exterior. Sentado sobre la cama se ha acurrucado en una esquina clavado al cristal y no hay más luz que la del exterior, apenas imperceptible. Aun así podemos ver claramente su cuerpo con un brillo azulado.
La puerta de su cuarto suena, débilmente y en pequeños toques. Alguien llama desde el exterior y Jimin da un respingo un poco asustado por la presencia de alguien llamando a altas horas de la mañana. Con un quejido, pregunta.
–¿Sí? –Nadie contesta al otro lado durante unos segundos y Jimin piensa que tal vez ha sido porque no ha preguntado suficientemente alto, por lo que está a punto de repetir la pregunta, pero entonces, su puerta se abre y la tenue luz exterior entra junto con la sombra del rostro de YoonGi asomándose dentro. Jimin queda unos segundos paralizado, pensando que lo que está viendo y sucediendo, no es cierto, y tan solo es una imagen distorsionada de su cerebro. Pero cuando YoonGi confirma su presencia, Jimin se calma.
–Soy Yoongi. ¿Puedo pasar? No puedo dormir…
–Claro, pasa. Yo tampoco puedo dormir. –Dice Jimin con aire cansado y YoonGi camina un poco alrededor y acaba sentándose en la cama frente a Jimin. Yoongi lleva puesto su pijama de camiseta larga negra y pantalones grises, igualmente largos. En sus pies no porta calcetines. No le gusta ocultar la única parte intacta de su cuerpo.
–¿Hay algo que no te deje dormir?
–No, simplemente no tengo sueño. Es todo. –Yoongi asiente y contesta que él siente igual. Ambos se miran unos segundos y sonríen de vez en cuando, incómodos. Han vuelto a sentarse juntos a la hora de comer pero no han mencionado nada de lo sucedido en el hospital ni nada que tenga que ver con las heridas de YoonGi.
–¿Qué hacías?
–Mirar por la ventana. Hace una noche horrible.
–¿Hum? A mí me gusta. –Jimin frunce el ceño y mira fuera, tal vez buscando aquello de lo que YoonGi gusta tanto–. Me gusta el olor a humedad, y la sensación de la lluvia cayendo. Los días calurosos no son lo mío, la verdad.
–Eres un chico raro, donde los haya.
–“El corazón de las personas es como un pozo profundo. Nadie sabe lo que hay en el fondo. Solo podemos imaginárnoslo mirando la forma de las cosas que, de vez en cuando, suben a la superficie” –Parafrasea Yoongi y Jimin le mira extrañado–. Una cosa de Murakami. –Contesta como aclaración pero Jimin no parece interesado y baja el rostro con un puchero. Yoongi acaba sonriendo y la sonrisa debe ser contagiosa, porque Jimin le muestra todos sus dientes en una agradable expresión–. Hoseok me dijo que habías tirado tus revistas. –Comenta YoonGi como de la nada y Jimin parece un poco tenso.
–Sí.
–¿Y eso? Pensé que si un día el edificio ardía en llamas tú entrarías a rescatar las revistas… –Ambos ríen, pero la risa de Jimin es un poco más incómoda y antes de responder a eso busca las palabras adecuadas para intentar expresar sus sentimientos al respecto.
–Antes sí, pero ahora ya no.
–¿Ahora ya no?
–Es decir, no ha sido algo de repente, pero a la vez, sí. –Jimin suspira y YoonGi se mantiene en silencio, dejándole tiempo para pensar–. Con el paso de los días empezaba a ver a los modelos, y las dietas, más absurdos, más irreales. A medida que lo releía, cada vez me parecía más insulso. No tenía sentido. Ya no me parecían bellos esos cuerpos, ni tampoco me sentía envidioso. Nada. Cuando te ingresaron tuve el repentino valor de tirarlas. Ya no quería verlas más.
–¿Ha sido desinterés?
–Más bien, decepción.
–¿Cómo puede decepcionarte un trozo de papel? –Yoongi saca una sonrisa pero Jimin se esconde más en la manta, acurrucado.
–No lo sé. Pero ha sido así. Sin más.
–¿Y qué vas a hacer ahora sin tus revistas? ¿En qué vas a entretenerte? –Jimin se encoge de hombros.
–Tampoco importa, las tengo grabadas en la mente y puedo releerlas simplemente acordándome. –Ambos sonríen.
–No sé mucho de ti. Cuéntame algo de tu familia. –Dice YoonGi y Jimin le mira asustado.
–No hay mucho que contar, la verdad. Mi padre nos abandonó a mi madre y a mí cuando yo tenía diez años, y mi madre se casó cinco años después.
–¿Te llevas bien con tu padre? –Jimin niega con el rostro.
–No. Hablamos alguna vez por teléfono, de vez en cuando nos pasa un poco de dinero y ya está. Este es el único contacto que tengo con él.
–¿Y con tu padrastro?
–Tampoco me llevo muy bien. Y apenas le conozco. Siempre está trabajando. –Yoongi asiente–. ¿Y tú? ¿Qué es de tu familia…? –Parece acordarse de algo–. Oh, lo siento. Olvidaba que no te gusta hablar de ello. Perdóname. –Jimin se encoge un poco más en la manta hasta casi desaparecer. Solo vemos sus ojos y su pelo, un poco revuelto.
–No, no me gusta hablar de ello. –Afirma YoonGi y mira a todos lados, buscando otro tema de conversación, pero nosotros sabemos muy bien que quiere contárselo a alguien ya. Los secretos le destrozan y luchan por salir entre los cortes de su cuerpo. Como no consigue hallar las palabras se remanga y deja al aire los brazos vendados hasta el codo–. Los médicos me han dicho que me lo quite ya, pero me da miedo.
–¿Miedo? No es la primera vez que te cortas…
–¿Sabes? Cuando me corto, al principio duele un poco. Pero con el paso de los minutos cada vez duele más y más a pesar de que no lo estés tocando. Parece que la carne quiere abrirse sola, o bien lucha por cerrarse de nuevo. No lo sé. Hay momentos en los que es adictivo incluso, cuando te has hecho uno, tienes que hacerte otro. Añoras el dolor, añoras el escozor y la sensación de satisfacción que acompaña después. Si lloras, es mucho mejor, porque te desahogas más rápido pero cuando te sientes frustrado, pierdes el control. Hay veces, incluso, que compites contigo mismo, luchando en contra del dolor. Profundizando más y más, para conocer tu propio límite.
–¿Eso es lo que te ha sucedido? ¿Perdiste el control? –Pregunta Jimin medio escondido. Con ojos temblorosos.
–Sí. Nunca antes me había pasado. Estaba enfadado y solo pensaba en aliviarme.
–¿E–enfadado… por mi culpa? –Pregunta Jimin pero YoonGi resopla, no queriendo darle una respuesta positiva. Sigue hablando.
–Pero, ¿sabes que es lo más doloroso de todo? Verte los cortes pasado un tiempo. Cuando están amoratados y el dolor ha desaparecido. Cuando ya te has olvidado de que están ahí. Volverlos a ver es volver a revivir el mismo estado de necesidad pero al mismo tiempo, el remordimiento tan desconocido aparece.
–¿Eso es lo que sentiste aquel día en el espejo?
–Sí. No quería verme desnudo delante de todo el mundo. Sabía que acabaría llorando. Cuando me puse frente al espejo, Jimin, todo el dolor que me había producido en estos años se me vino encima. De golpe. Cuando me ducho, me miro lo menos posible a mí mismo. Siempre estoy con ropa hasta el cuello. Hasta las muñecas. No es porque otros me vean. Es que no quiero verme yo.
–No, no digas eso… hyung…
–Siento tener que hacer esto delante de ti, pero no quiero hacerlo solo. –Dice ignorando las palabras de Jimin y lleva su mano derecha a su muñeca izquierda y quita el pequeño trozo de esparadrapo que sujeta la venda blanca alrededor de su brazo. El esparadrapo ha quedado sujeto a esta y poco a poco desenrolla la venda hasta dejar al descubierto varios cortes cosidos a hilo negro en perpendicular a su brazo. En paralelo a su muñeca. Dos en este brazo, y cuando termina a descubrirse el otro, aquí hay tres. Tres líneas cosidas a hilo negro. No hay sangre reseca en la herida pero se ve enrojecida y un poco hinchada. Le debe doler, de seguro. Sin darse cuenta, Jimin comienza a temblar.
–Hyung…
–Lo siento, mucho… –Yoongi mira sus brazos y descubrimos, que a pesar de que las líneas en negro nos han llamado la atención, hay cientos de cortes más en relieve por la cicatrización–. ¿Es extraño, no crees? Que unos simples cortes en el lugar indicado, me puedan costar la vida. Oh… no. Jimin, no llores… –Jimin se cubre el rostro con la manta y YoonGi lleva sus manos a descubrirle de nuevo pero Jimin no se deja y rehúye del contacto hasta apoyarse en la pared y taparse la cabeza entera con la manta. Yoongi sonríe, gracioso y a la vez enternecido, y con una astuta maniobra y una expresión divertida, se cuela por la manta hasta quedar dentro, con Jimin. Acaban abrazados, con YoonGi sobre el regazo de Jimin y la manta rodeándolos a ambos por los hombros.
–Hyung. ¡No vuelvas a hacerte nada parecido!
–¿Eres mi amigo, Jimin? –Pregunta YoonGi dejando a Jimin aturdido.
–Supongo… ¿Tú quieres?
–Nunca he tenido amigos… –Dice YoonGi y Jimin asiente.
–Yo tampoco. –Ambos se quedan mirando el uno frente al otro.
–Entonces seremos amigos. Te contaré entonces lo que me pasó para acabar aquí. –Yoongi se baja del regazo de Jimin pero aun con la manta envolviéndolos a ambos–. Yo no tengo hermanos. Vivíamos en una casa a las afuera de Daegu. Mi padre llevaba una empresa de electrónica. No era el jefe pero sí era uno de los altos cargos. No éramos muy ricos pero tampoco nos moríamos de hambre. Nuestro presupuesto estaba por encima de la media de la sociedad pero aun así mi padre me enseñó a ahorrar bien y esas cosas. Una vez, cuando tuve catorce años, cometí el error de contarles a mis padres que yo era gay. –Jimin abre sus ojos, asombrado.
–¿Gay?
–Sí. Mis padres se enfadaron muchísimo. Estuvieron más de un mes sin hablarme, unas cuantas semanas sin darme de comer. Tuve que irme a casa de un conocido a “vivir” para subsistir. Pero mis padres regresaron a buscarme y me llevaron a la fuerza a casa, agarrándome del pelo y diciéndole a esa persona que me había estado ayudando que tuviera cuidado, porque podría enfermar de “mariconismo” por mi culpa. Me encerraron en casa. Literalmente, me encerraron en mi cuarto y no me dejaron salir, alrededor de unos meses. Me hicieron dejar la escuela y me desheredaron. Alrededor de los dieciséis años, más o menos, una noche vino a verme mi padre. Me comenzó a gritar y a golpear. Cogió su cinturón y me ató las manos para que no pudiera defenderme. Aquella noche me violó.
–¡Hyung! –Dice Jimin, llevándose las manos a los labios.
–No pasa nada. Ya da igual. Eso se repitió hasta los dieciocho años, cuando vieron que tenía cortes ya por todo el cuerpo y que había dejado de comer. Me trajeron aquí y se desentendieron. Alegaron mi mayoría de edad a que ya no debían encargarse de mí y ahora tan solo pagan una módica cantidad de dinero para mantenerle alejado de ellos. Cuando salga de aquí, si salgo, no sé qué haré con mi vida. A veces… pienso que mejor no salir. ¿Entiendes?
–Mmm. Hyung. –Jimin hace un puchero gimiendo triste y frunce el ceño–. Ahora me haces sentir como si yo estuviera aquí pasando el tiempo. –Yoongi le mira curioso–. Solo porque no me veo perfecto…
–¿Y para qué quieres ser así? Ser perfecto, aparte de imposible, es muy pesado.
–Yo solo quiero ser como esos que ves en anuncios de ropa interior, o en modelos de pasarela. Quiero estar delgado, esbelto. Quiero ser alto pero tierno. Quiero tener ojos perfectos y una sonrisa perfecta. Y… ah… no hay forma…
–A mí me gusta cómo eres. –Yoongi habla y todo se detiene. Jimin alza los ojos avergonzado y YoonGi le mira, con ojos acuosos por los recuerdos en sus palabras anteriores.
–¿De–de veras?
–Sí. Me gusta que tus ojos se escondan cuando estás riendo. Y que tu diente esté un poco torcido, te da personalidad. –YoonGi coge las manos de Jimin–. Me gustan tus manos, pequeñas y regordetas. Adorables. –Se lleva la mano de Jimin a su mejilla, tal como estaba la suya días antes en el rostro de Jimin. Con el contacto, Jimin puede sentir en su piel los hilos de los cortes. Le estremece pero ahora toda su atención está en las palabras de YoonGi–. Me gusta que seas de mi altura, así no me haces sentir pequeño e intimidado como me hacen sentir todos. O como me hacía sentir mi padre. Me gusta que al hablar tengas un tono dulce y acaramelado, pero que cuando te enfades te esfuerces por parecer rudo. –Jimin frunce el ceño–. ¡Sí! De eso hablo, de esa expresión. Dura pero irresistible. Y estas mejillas. Pareces un dulce mochi de caramelo. –Jimin enrojece al instante–. No tomes mis palabras a mal, o malinterpretadas porque yo sea gay, es decir, cualquiera puede ver lo que yo digo, no lo que yo sienta.
–¿Y qué es lo que tú sientes?
–¿Yo? –Piensa unos segundos–. Siento miedo cuando te sientas frente a la comida y la miras, sin darme conversación, eso es que no vas a comer hoy. Siento fuerza y valor cuando te enfrentas a tus miedos dándole un gran bocado a la manzana que te ofrezco. Siento alegría cuando me sonríes y siento miedo, cuando esta desaparece. Me gusta la forma en que te haces de rogar para que me siente contigo cada día poniendo tu bandeja y la mía juntas, esperándome. Me gusta cómo me miras de reojo, que piensas que no te veo, pero lo hago. Me gusta como sonríes cuando te miro, y te avergüenzas. Como tus mejillas arden. Como tus labios se hinchan. Como tus ojos me esquivan y tus manos tiemblan en las mías hora. No tiembles, no pasa nada. Tú me has preguntado.
–Me haces llorar de nuevo… Yo no soy tan bueno con las palabras, así que no me pidas que hable ahora.
–No te lo iba a pedir. No puedo esperar que tú me digas lo que te gusta de mí porque, seamos sinceros, no soy más que un saco de huesos con cicatrices hasta en las cejas.
–No, hyung. No digas eso. No es cierto.
–No vas a convencerme de lo contrario. Me lo han repetido entre golpes y gritos. Estas cosas no son tan fáciles de borrar como las cicatrices.
–Hyung… –La mano de Jimin se ha desplazo de su mejilla, a su sien, retirando levemente un mechón de pelo que cubría su frente. Con mucho cuidado pasa la yema de sus dedos por la blanca piel de la mejilla de YoonGi y este no le aparata la mirada. Jimin desearía que no le mirara para no sentirse tan avergonzado, pero algo en él le dice que la vergüenza, en este caso, no es tan dolorosa. Al contrario, es incluso placentera porque la vergüenza viene acompañada de la complicidad del momento. La yema de su dedo pulgar se cuela por los labios y los delinea con cuidado. Después, justo después, pierde el control. Un beso los une momentáneamente y YoonGi corta el contacto.
–No lo hagas por pena, Jimin…
–No es por pena, hyung. Realmente quiero besarte. –Vuelven a besarse unos instantes y la manta cae de sus hombros. Jimin termina el beso para coger aire y cuando mira a YoonGi a los ojos, podemos ver seguridad y confianza, algo muy extraño en él y que sin embargo nos hace sentí tan bien…
Los pequeños dedos de Jimin descubren el hombro de Yoongi bajo la camiseta negra y besa allí donde su piel brilla por la tenue luz de la habitación. YoonGi mira todos sus gestos de reojo y como los labios de Jimin se dirigen lentamente por todo su cuello. Los dedos de YoonGi están enredados en el cabello del otro y afloja o aprieta la tensión en ellos según crea conveniente. Antes de darse cuenta está de nuevo sobre el regazo de Jimin y su camiseta ha desaparecido. No se atreve a verse a sí mismo pero a Jimin, las ciento veinte cicatrices sobre su pecho no parecen importarle y menos estorbarle para repartir besos por cada una de ellas. Yoongi también se siente curioso y necesitado y se aventura a levantar la camiseta del pijama de Jimin, y un poco tembloroso, acaba descubriendo su pecho, y su espalda, y sus brazos. YoonGi abre sus ojos asombrado por el maravilloso cuerpo frente a él y se lanza a devorar sus clavículas, sus pectorales, su cuello, y por último, sus labios.
–Hum. Jiminie… –Susurra YoonGi en medio del beso y ya ambos han perdido las riendas de su cordura. Sin más miramientos Jimin coge la cintura de YoonGi y lo tumba en la cama bajo él. Terminan ambos dos de desvestirse y sorprendentemente ninguno se fija ya en el cuerpo del otro como un ser extraño, tampoco en el suyo propio de igual forma. Ambos se unen y pasan a ser tan solo un amasijo de piernas, brazos, gemidos y pequeños gritos de dolor y placer. Cuando Jimin penetra en YoonGi, el tiempo se detiene y avanza muy lentamente. Ambos se miran, se hablan unos segundos y cuando comienzan las embestidas, todo mueve a su ritmo normal. A un ritmo desenfrenado y vertiginoso. Intentan acallarse como pueden porque a ambos lados hay personas pero no pueden evitar gemir en medio del éxtasis mientras los dos cuerpos sudorosos y ardientes están en movimiento.
Cuando han terminado ni se molestan en vestirse. Ya no les importa verse desnudos porque se han descubierto a sí mismos disfrutando por primera vez de su cuerpo y del cuerpo de otro. Cuando caen rendidos aún no se duermen. No tienen el sueño suficiente para comenzar la excitación del momento. Quedan tendidos en la cama el uno frente al otro y las manos de YoonGi se mueven pudorosas por el cuerpo de Jimin, tan solo con la curiosidad de tocarle, de sentirle nuevamente pero ya sin segundas intenciones. Intenta sentirse seguro, pero también hacérselo sentir a él. Las yemas de los dedos quedan en el vientre de Jimin y ahí comienzan a acariciar suavemente. Se desliza más abajo, y pasa sus dedos por el vello púbico. Agarra su sexo dormido y lo acaricia también. Jimin hace lo mismo que YoonGi sobre su cuerpo. Pero este si tiene unas líneas que le indiquen el camino y pasa los dedos por las cicatrices que hay en su cuerpo. Cuando se cansa, se esconde en el abrazo de YoonGi y ambos cierran los ojos, cansados y adormilados.
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