EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 5
Capítulo 5
JungKook POV:
10 – Junio –
1995
15 : 30
Miro de nuevo la dirección en el mensaje
de mi teléfono móvil. Me siento excitado, mirando a todas partes mientras me
muerdo el labio inferior asegurándome de que voy en la dirección apropiada,
fijándome en las pequeñas placas de las fachadas que me aseguran el camino. El
sol está en pleno apogeo de su furia extendiendo su calor alrededor de la
ciudad. Mi estómago ruge por el hambre y juraría que puedo pegarle un muerdo al
primer perro que vea aparecer con sinuosidad tirando de su correa por la acera.
De nuevo saco el móvil de mi bolsillo y despliego la tapadera. La hora es la
marcada, pero teniendo en cuenta que aun me queda una manzana que recorrer me
apresuro en mis pasos y me paso el dorso de mi mano sobre mi frente, que ha
roto a sudar por el nerviosismo. Juraría que puedo vomitar en cualquier
instante pero sé que llegado el momento trataré de controlarme. Sin embargo me
siento como un fugitivo saltándome toda moralidad ética para acudir a un
encuentro en el que no sé qué me voy a encontrar.
Por mi lado pasa una pareja caminando
mientras ella sonríe agarrada al brazo de su amante. Lo hace con los ojos
entrecerrados y con una sonrisa embobada. Yo me estoy metiendo en la boca del
lobo y esas dos personas parecen tan ajenas a mí que se me hace extraño. Siento
los nervios a flor de piel y todo a mi alrededor parece tan distante de mi
realidad, yo me siento tan lejos de este mundo. Me cuelo a través del río
Aqueronte, viajando hasta el inframundo llevado por una barca inestable de
madera podrida. Me siento a punto de sumergirme y sin embargo sigo caminando
mirando a todos lados buscando el portal que me indica el mensaje.
Acabo encontrándolo y casi me paso de
largo. Me quedo mirando la fachada tan corriente y la puerta metálica con una
pulcritud incluso sospechosa. Frunzo los labios y me muerdo el interior del
carrillo con una sensación de impotencia ante la idea de tener que enfrentarme
a lo desconocido. Me da miedo caerme al abismo y estoy a punto de darme media
vuelta cuando un desconocido sale por la puerta del portal y me lo tomo como
una oportunidad de colarme dentro sin tener que hacer acto de presencia todavía
llamando al timbre desde abajo. Eso me da más tiempo para echarme atrás en caso
de necesitarlo.
Con pasos tranquilos subo hasta el quinto
piso de este edificio y tener que hacerlo a pie me hace tener que tomar aire en
el tercer piso y en el quino me tengo que detener, sujetándome a la barandilla
mientras miro alrededor y me cercioro de que estoy en el quinto piso y de que
no me he equivocado de edificio, pues encuentro a la derecha de las escaleras
una puerta con la letra “D”. Eso no me garantiza nada pero al menos está esa
letra ahí sobre el dintel de la puerta y me hace sentir algo más tranquilo.
Suspiro largamente cogiendo aire y una vez más saco mi móvil de mi bolsillo y
miro la dirección. Asiento conforme y antes de llamar me miro de arriba abajo
comprobando que tengo una presencia adecuada. Botas beige con vaqueros oscuros
y una camisa blanca que he arremangado por el calor del sol en comienzos de lo
que parece ser un verano caluroso.
Antes de llamar al timbre oigo voces que
vienen desde dentro y me acerco lentamente para escuchar una voz desconocida.
—No vendrá… —Dice esa extraña voz pero una
reconocible le responde con una seriedad y convicción que me sorprenden incluso
a mí.
—Lo hará. Te lo aseguro. –Es la voz del
hombre que vino a buscarme a la universidad y el hombre que me mandó el mensaje
con la dirección y la hora prevista para… no lo sé aún. No sé ni para qué he
venido pero he presupuesto que este es el comienzo de todo. Este es el génesis
de esta larga historia y sin embargo, me siento al borde del precipicio.
Cuando presiono el timbre suena desde
dentro el chirrido de una campanilla asquerosa que me pone los pelos de punta
pero que es, sin embargo, eficaz, generando un silencio en el interior y
después unos pasos acercándose. Me alejo un paso de la puerta y suspiro
largamente cargándome de aire. Me paso el dorso de la mano por la frente y
después ambas por los vaqueros, secándomelas, con cuidado. Cuando la puerta se
abre miro directamente a la persona que me recibe y es el mismo hombre de pelo
blanco que me fue a buscar a la universidad. Verle me reconforta, sabiendo que
hay desconocidos dentro del piso y que puedo necesitar de su presencia a mi
lado para no sentirme tan incómodo. Lo primero que hago cuando abre del todo la
puerta es inclinarme formalmente hacia él y él mueve la cabeza en respuesta.
—Ya pensábamos que no vendrías. –Me dice a
lo que yo me disculpo con una sonrisa amable.
—Perdona, tenía que pasar por casa al
salir de clase y se me ha ido el santo al cielo. –Me excuso aunque es mentira.
Me ha podido el miedo más que la tardanza. Sin una sola palabra más el hombre
se aparta de la puerta y me deja pasar mostrándome justo una puerta de frente,
pero que ambos conforman un pasillo hacia la izquierda. Veo otras dos puertas
en este propio pasillo que acaba desembocando en un gran salón del que puedo
distinguir algunas sombras moviéndose. Eso me hace detenerme hasta que el
hombre se pone a mi lado y pasa uno de sus brazos sobre mi hombro animándome a
continuar junto con él hacia delante, a través del pasillo. Una de las tres
habitaciones que conforman este pasillo está abierta, mostrándome el interior
de un dormitorio cualquiera. Yo frunzo el ceño. Sin duda esto no es una especie
de prisión o cuartel secreto. Es solo un piso. Bastante elegante a juzgar por
la decoración del pasillo. Poca pero elegante y discreta. Muy moderna en
comparación con algunas orteradas que he visto en pisos de alquileres.
Cuando llegamos al salón me sorprende la
luminosidad de este, y las personas alrededor. Cinco individuos y con nosotros
siete. Me siento bastante intimidado porque, probablemente y por la apariencia
de la mayoría, yo sea uno de los menores del grupo aunque no el más bajo en
altura. Mirando más detenidamente alrededor no reconozco ninguno de los rostros
alrededor y me quedo mirándolos uno por uno. Encuentro a dos hombres vestidos
de traje al igual que el hombre que me ha traído hasta aquí. En sus rostros
puedo ver la profesionalidad que les caracteriza su situación y juraría que son
los que nos guiarán en esta maldita travesía. Mientras que los otros tres
chicos van vestidos de calle aunque cada uno con una forma muy personal de
vestir. El más pálido de todos y de pelo rubio platino lleva unos vaqueros
claros rotos y bajo estos, puedo ver su lechosa piel envuelta en una maya
negra, lo que le hace parecer mucho más delgado. En la parte superior del
cuerpo porta una mera sudadera negra que le destaca aún más el pálido de su cuerpo
y a través de su piel, la poca que veo de su cuerpo, distingo varios tatuajes
distribuidos por allí y por allá. El chico que está a su lado apenas puedo
vislumbrar las facciones de su rostro, escondido como está, en una gorra negra
con gafas de sol y una chaqueta deportiva negra y roja. Apenas puedo ver nada
de su persona más que su altura y complexión. Ambos decentes. Y cerca de mí, un
joven de piel algo más oscura que la mía con el pelo castaño y unos pantalones
negros de traje pero con camisa abierta en el primer botón. Esto le hace perder
toda la formalidad que se esperaba de un traje. Al parecer mira a todos lados,
nervioso. Está tan perdido como yo y al entrar en el salón me doy cuenta de que
todos los ojos han caído sobre mí de forma que me siento enrojecer por
momentos.
—Y aquí está el último del equipo. –Dice
el hombre con el brazo sobre mis hombros presentándome a todos con una
expresión cansada pero alegre de haberme rescatado al fin. Yo saludo al entrar
con un movimiento de cabeza y todos me corresponden, menos el chico con gafas y
el pálido de pelo blanco. Ambos se me quedan mirando de arriba abajo. Siento
que me están juzgando, siento que puedo haberles decepcionado. Me siento tan
perdido que podría desmayarme en este mismo instante pero respiro y muestro una
encantadora sonrisa que intente decir algo más de mí que mi sola tardanza al
venir.
—¿Empezamos entonces? –Pregunta uno de los
trajeados de colores oscuros. Este es de los más altos en la sala, de pelo
castaño y robusta espalda nos mira a todos y yo me dispongo en el círculo que
se ha formado seguro que de forma inconsciente en torno al salón. El hombre que
sostenía mis hombros se aparta de mí quedando a mi lado izquierdo y asiente,
dándose la oportunidad de hablar primero. El círculo se dispone así: El chico
de pelo castaño y cuello abierto a mi derecha, a su lado el pálido, después el
chico de gafas y después, la sucesión de hombres trajeados, un chico delgado,
el de espalda robusta y el hombre de pelo blanco, a mi izquierda.
—Muy bien, todos a los que os hemos hecho
venir formareis a partir de hoy parte de nuestro equipo.
—Yo ya sé de qué va esto. –Dice el pálido
haciendo que todos caigamos en su cuenta, a lo que el hombre a mi lado frunce
el ceño por haber sido interrumpido—. ¿Puedo sentarme?
—No. Escucha atento, YoonGi. –Le riñe el
hombre a mi lado con una voz de familiaridad que me sorprende. Juraría que
entre ellos dos hay alguna clase de relación de amistad, pero no podría
jurarlo. No sé cuánto tiempo llevan el resto aquí—. Continúo. Os hemos traído
aquí porque este será desde ahora vuestra nueva residencia. Este piso cuenta
con todas las necesidades que podíais desear. –Dice levantando los brazos,
abarcando espacio a su alrededor—. Tres habitaciones, dos de ellas con dos
camas cada una. Dos baños, uno de ellos en la habitación individual. Cocina,
nevera llena. No necesitáis más.
—Yo estoy acostumbrado a algo mejor que
esto. –Bufa el chico de gafas mirando asqueado a su alrededor.
—Pues lo siento mucho. –Le contesta—. Pero
tendrás que adaptarte. Todos tendremos que adaptarnos a algo que no nos guste,
pero también estáis aquí porque sacaréis provecho de ello. ¿Hum? En fin. Os
presentaré al resto. Este es Kim Taehyung. 25 años. –Señala al castaño de mi
derecha a lo que todos le miramos y él sonríe de forma bobalicona con una
sonrisa cuadra y escondiendo sus ojos en dos líneas. Enrojece levemente por la
presión de las miradas desconocidas sobre él—. Es un policía, trabaja en la
oficina de seguridad y será quien nos ayude desde dentro con el papeleo
administrativo, y llegado su momento, quien nos ayude desde fuera.
—Hola. –Dice el chico y todos le miramos
confusos. ¿Un policía? Me pregunto, ni siquiera lo parece. Más bien parece un
oficinista estresado en unas sucursales abarrotadas de gente. Pero al mirarnos
a todos, me doy cuenta de que nadie encaja con el resto y eso me hace sentir
nervioso.
—Este es Min Yoongi. 27 años. Ex convicto.
–Con esa palabra todos miramos al chico de pelo blanco y pálidas mejillas que
se ven frías como el hielo. El nos devuelve una mirada y asiente, corroborando
las palabras de NamJoon. Yo debo haber dado un respingo en mi lugar y el chico
de gafas le mira por encima de estas, tan sorprendido, pero a la vez, no tanto—.
Es un experto en desactivar sistemas informáticos y en fugarse de lugares.
—Pero para fugarse hay que entrar.
–Contesta este guiñándole un ojo, corroborando mi idea de que ellos dos
mantienen una relación de amistad. El chico de su derecha retira la mirada y
vuelve a colocarse las gafas y yo me quedo más detenidamente mirando las duras
facciones del chico pálido frente a nosotros.
—Exacto. Nos ayudará a desactivar las
alarmas, las cámaras de la institución y a entrar sigilosamente, como gatos en
medio de la noche. –El hombre de mi izquierda sonríe y YoonGi asiente,
confiado. Eso me hace sentir tranquilo, dentro de la incomodidad de la
situación—. Este es Park Jimin. 25 años. –Dice señalando al chico de gafas y
este no hace un solo gesto. Se limita a meter las manos dentro de su chaqueta y
a permanecer imperceptible detrás de sus gafas de sol. Yo frunzo el ceño, dado
que su nombre me resulta familiar, pero acabo negando con el rostro mientras
miro como el chico pálido a su lado le recorre con la mirada de arriba abajo
con una mueca de confusión, igual que la mía. El resto le presta una mera
atención banal—. Hasta hace unos meses, corredor de carreras de coches de F1 en
la selección de nuestro país. –Sentencia y entonces yo le miro con una mueca
confusa.
Todos nos quedamos en un silencio de
varios segundos a la espera de que él diga algo de su parte pero se limita a
dar un asentimiento de cabeza como respuesta a las palabras del hombre a mi
lado. Este se mira a sí mismo y a sus dos compañeros y se presentan.
—Nosotros somos vuestros “jefes”. Tomároslo
como queráis. Aquí Hoseok es el infiltrado dentro de la institución, Seok Jin
el ideólogo y yo soy NamJoon y formo parte de un gobierno.
—¿Qué gobierno? –Pregunta TaeHyung
levantando una ceja, sospechoso a lo que NamJoon se encoge de hombros, sin
querer dar una respuesta clara. Yo me limito a concentrarme en todos los nombre
que acabo de conocer en tan poco tiempo en las características de cada uno de
los aquí presentes para recordar a la par su funcionalidad dentro de este
amorfo sistema que aún no tiene un soporte donde sustentarse. Dentro de mi
embrollo de pensamientos, Jimin habla señalándome con un movimiento de su
rostro.
—¿Y ese quién es? –Pregunta a lo que yo
levanto la mirada asustado, mostrándome vulnerable e incluso no recuerdo ni mi
nombre a lo que me quedo en blanco mientras NamJoon pasa de nuevo su brazo
sobre mis hombros. Me siento levemente aturdido y me veo en la obligación de
quedarme levemente boquiabierto sin palabras que salgan de mí. NamJoon habla
por mí.
—Es Jeon JungKook, 23 años. Nuestro
pequeño genio y quien nos enseñará todo lo que tenemos que saber para que el
trabajo salga impoluto y que podamos cobrar el dinero que nos merecemos. –Me
mira a mí—. Un solo error y es probable que todos acabemos en la cárcel. –Yo
trago saliva y miro al resto de personas que me miran con una sensación de
presión y congoja.
—¿Genio? –Pregunta el chico de gafas y yo
frunzo el ceño por la forma tan despectiva de decirlo.
—Estudiante de matrícula en restauración y
conservación de obras de arte. –Dice NamJoon por mí y Jimin resopla, aburrido.
Yoongi me mira atento y TaeHyung me sonríe con una dulce mueca aniñada. Yo no
sé dónde mirar y prefiero mirar al suelo, donde me siento seguro—. Pues esta ha
sido la presentación—. Sentencia NamJoon—. Seguir conociéndoos ya es cosa
vuestra. Id a vuestras casa y traeros vuestras cosas, a partir de hoy os
instalareis aquí. Las cosas del papeleo por vuestros antiguos pisos dejádnoslos
a nosotros. Instalaos con tranquilidad y cread una buena convivencia. Yo me
instalaré con vosotros aquí en la habitación individual y en unas semanas
comenzaremos con los trabajos de planificación y de entrenamiento.
Sus palabras se me van agolpando en la
mente y veo como poco a poco las personas se van dispersando y YoonGi es el
primero en abandonar el círculo sentándose, mejor dicho, dejándose caer en el
sofá de cara a la televisión y gime por el impacto mientras suspira
acomodándose poco a poco. Sube los pies
a la pequeña mesa en el centro de la sala y llama la atención de NamJoon justo
antes de que saliese por la puerta.
—Aún no les has dicho a los chicos que
diablos es lo que van a hacer… —Dice medio canturreando, medio con voz en sorna
por haber caído en ese pequeño detalle. Yo miro a mis compañeros con una mueca
de perplejidad, la misma que encuentro en sus rostros y acabo girándome a
NamJoon en la puerta a punto de irse.
—¡Ah! –Exclama—. Una nimiedad sin
importancia. –Nos dice y yo frunzo el ceño.
—¿Para qué nos necesitas? –Pregunto y él
suspira mirando a Jin en la sala.
—Vamos a robar en el Museo Nacional.
–Sentencia y yo abro mis ojos con una sorpresa que me descoloca completamente
hasta el punto de hacerme sentir temblar.
—¡¿Vamos a robar una obra de arte?!
–Exclamo casi escandalizado.
—Una no. Catorce. –Sentencia a lo que yo palidezco y él desaparece por la
puerta del salón con galantería—. Me quedo parado mientras el chico TaeHyung me
mira y me palmea el hombro intentando recomponerme.
—Vamos, hay que ir a buscar nuestras
cosas. –Me dice y yo asiento recomponiéndome mientras en la otra punta del
salón Jimin se anima a seguirnos y mira a YoonGi ahí sentado como si nada.
Todos le miramos como rescata un cigarrillo de un paquete de Marlboro sobre la
mesa y se lo lleva a los labios junto con un mechero al que acude para encender
el extremo del cigarrillo.
—¿Tú no vas a buscar tus pertenencias? –Le
pregunta a lo que YoonGi se mira, sorprendido.
—Estas son todas mis pertenencias. –Dice
arisco señalando el paquete de tabaco y su expresión me hace sentir aún más
tembloroso. ¿Dónde me he metido?
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