BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 8
CAPÍTULO 8
YoonGi POV:
De nuevo el despertador me hace dar un
respingo, anunciándome la entrada de un nuevo día. Viernes. El sol no sale aun
por las rendijas de la ventana pero el olor a rocío me sorprende y me incorporo
con el cuerpo cansado aunque ya acostumbrado a la nueva rutina. Con ojos
somnolientos me dirijo al espejo y me descubro con la ropa interior femenina
tan solo de la parte inferior. Suspiro con el ceño fruncido y me sorprendo con
una erección entre mis piernas. No recuerdo que he soñado pero me olvido rápido
de ello dirigiéndome al baño para darme una dicha fría y vestirme cuanto antes
sin perder un solo segundo de tiempo. Hoy pongo sobre mi cuerpo el conjunto de
corazones rosas y me acomodo en los pechos un par de bolas de papel sobadas
para que la forma sea más natural. No me agrada esto que parece que va a
convertirse en una rutina, pero no tengo otro remedio y puede que repita esto
por años. Suspiro desanimado y salgo del baño con el uniforme ya en mi cuerpo.
Me siento en la mesa de la cocina y delante de
mí pongo una taza de café con un par de galletas de chocolate en un platito de
café. Miro mi desayuno y rápido mi ánimo asciende como la espuma. La mesa en la
que estoy es de madera ya muy usada. No es vintage, aunque pueda parecerlo, es
simplemente una mesa vieja donde otras sirvientas han cortado carne o verduras
porque se pueden ver cientos de muescas por un cuchillo. No es el lugar idóneo
para comer, pero tampoco es desagradable. Un pequeño mantel no le quedaría mal
y mientras me pierdo en mis cavilaciones ya es la hora de desayunar para los
señores, con lo que me levanto dejando mis utensilios usados en la pila, y con
cuidado y delicadeza me dirijo al salón para acomodar la mesa.
Los señores Park son los primeros en llegar
como el día anterior y dejo cerca del sitio de Jimin la fuente con fruta para
que se vea que he pensado en todo. Los señores Park remueven ambos dos sus
cafés mientras que Jimin llega y coge una de las piezas de fruta y sale por la
puerta, como el día anterior. En su cuerpo, como ya debo empezar a
acostumbrarme, su uniforme escolar y a su espalda, una mochila negra y azul más
propia de un adolescente que de un joven ya con miras a ser adulto. De repente
una duda asalta mi mente. ¿Qué diablos estudia? Y… ¿En qué trabaja su padre? Me
siento completamente desinformado pero al fin y al cabo no debo pedir
explicaciones. La señora Park me habla con su amable sonrisa mientras termina
su desayuno y se levanta cogiendo su bolso de al lado de la mesa. Por lo que
veo hoy no tiene que cambiarse, va a irse de inmediato.
—No te pregunté anoche. Espero que tus compras
fueran bien. –Asiento.
—Sí señora. –Veo como el señor se levanta y
guarda su teléfono para salir del salón ascendiendo por las escaleras. Ahora
que el hombre no está delante hablo con más libertad—. No quería ser
indiscreta, señora, pero tuve que ir a comprar ropa interior, ya sabe… —Ella me
mira con una sonrisa condescendiente pero maternal.
—No hay problema. –Me habla con una mano
ocultando parte de su rostro para que indiscretos no puedan leer sus labios—.
Los hombres no entienden de nuestras necesidades… —Yo sonrío vergonzoso y ella
se acerca hasta mí para posar una mano sobre mi hombro—. Pareces buena persona,
ya sabes que si necesitas cualquier cosa…
—Sí, señora, muchas gracias.
—No hemos hablado aun. ¿Estás a gusto en
nuestra casa? ¿Tienes alguna queja o…?
—Todo es perfecto. –Le digo lo que se espera de
mí, no lo que pienso.
—¿Crees que es mucho trabajo para ti sola? Mira
que eres menuda…
—No es problema. Puedo con todo yo sola.
–Asiento firmemente y ella se da por satisfecha despidiéndose de mí y saliendo
por la puerta mientras yo me quedo recogiendo el salón para dejar la comida sin
tocar en su sitio y la sobada en la basura. Los platos los fregaré más tarde.
Primero las habitaciones.
…
El señor Park aun permanece en el hogar y por
lo que puedo escuchar está hablando con alguien por teléfono. Su registro es
formal y muy cuidado, sin duda una llamada importante, por lo que prefiero,
aunque no lo haría si tuviera opción, empezar con el cuarto de Jimin que me
aguarda en la oscuridad de las persianas bajadas. En mi mano ya porto una
bayeta y el mejor desinfectante que he podido encontrar entre la cocina. El
mejor y más fuerte, y como desearía empapar su almohada con él y ahogarle con
ella.
Entro un paso y doy la luz. Muerdo mis labios
con fuerza intentando no maldecir por no molestar al señor Park pero la
paciencia se me agota por momentos y apenas he entrado y ya veo un par de
pañuelos blancos en la mesilla arrugados y húmedos. Me acerco a ellos con los
dientes apretados y los cojo con cuidado sintiendo aún la reciente humedad en
ellos. Camino hasta el baño para tirarlos al retrete pero todo alrededor de
este la orina se esparce en grandes salpicaduras. ¿Cómo es posible? No solo ha
orinado fuera sino que no se ha molestado en hacerlo dentro. Ni me atrevo a
entrar y tiro los dos pañuelos en la distancia colándolos por el retrete.
Suspiro amargamente mientras el olor a orines me inunda con un desagradable
aroma que me revuelve el estómago. El desayuno irá al suelo con el pis.
A juzgar por la pulcritud de la ropa y los
complementos en el armario esto no puede haber sido sino adrede y eso me hace
sentir más furioso, porque de tener él alguna deficiencia mental o fisiológica
que le impidiese apuntar con el rabo al mear, se le podría perdonar. Pero si la
culpa es que es gilipollas, me temo que no estoy hecho para este trabajo.
Tragando saliva me dirijo a la cama y la hago
sin molestarme en mirar dentro no queriendo encontrarme más sorpresas y cansado
de haber cambiado ayer las sábanas, la hago y la dejo impecable rezando por que
esta desagradable manía de mono salido termine cuanto antes. Mientras estoy
remetiendo las sábanas sobre el canapé, veo algo que sobresale de lo que parece
ser un compartimento debajo del colchón. Recuerdo haber visto camas así en
otras casas, donde debajo de las camas guardaban las sábanas y los edredones,
pero en este caso es un trozo de papel lo que sobre sale y eso hace sentirme
tremendamente curioso porque del trozo de papel puntiagudo que sobresale puedo
ver el trasero de un hombre desnudo. Frunzo los labios y el ceño mientras
levanto el canapé y descubro debajo al menos veinte revistas porno.
Sin poder evitarlo por más tiempo en lo que
intento asimilar lo que sucede, me arrodillo en el suelo y cojo una de ellas en
las manos fascinado con la cantidad de reales desnudos que aparecen en ellas.
Desnudos completamente y algo más sorprendente, solo hombres. Hombres y más
hombres rozándose entre ellos, besándose, e incluso manteniendo relaciones.
Trago saliva con fuerza porque comienzo a sentirme duro y rebusco entre ellas
alguna que sobresalga de la temática pero todas parecen iguales. No es la misma
revista, hay varias marcas, pero todas de sexo. Revistas de porno gay. ¿Quién
tiene esto hoy día?
La calidad de la fotografía es algo antigua.
Son revistas americanas. Parecen una colección. Las miro con curiosidad y una
de ellas, más ajada y estropeada que las demás, donde un par de hombres
asiáticos aparecen en portada, está muy desgastada del uso. La cojo en mis
manos y la ojeo descubriendo lo que parecen ser manchas de algo en alguna de
las páginas. Puede hacerme una idea de lo que es, pero solo por el morbo, me la
guardo dentro del uniforme y dejo todo como estaba escondiendo las revistas y
bajando el colchón para ocultar el interior del canapé. Me excita saber qué
diablos pensará Jimin cuando descubra que le falta una revista. Si las tiene
tan bien escondidas, tal vez sus padres no sepan de ellas. Me muero de ganas de
verle.
…
La hora de comer ha terminado tal y como
esperaba, con una normalidad abrumadora. Los ojos de Jimin me han vuelto a
mirar, cómplices del desorden en su habitación. Yo le aparto la mirada,
temiendo que tras mis ojos pueda ver la realidad de su situación y de cómo
saborea gustoso el arroz con verduras en el que me he jactado de escupir cinco
veces. Me sorprende que no lo note porque apenas he querido disimularlo, pero
cegado en su altiva situación, alardea de mi inocencia comiendo cuidadosamente
y saboreando cada pedazo del bibimbap que he preparado.
Cuando todo pasa me pongo a fregar los platos y
extraño ver en el horizonte a un Jungkook ocupado con las plantas pero una vez
he terminado todo y miro la hora, de donde me sobran minutos para entretenerme,
me siento sobre la mesa y ya puedo escuchar el coche del señor Park marcharse y
verlo por la parte trasera dar un rodeo. A lo lejos juraría escuchar a la
señora hablar por teléfono en una animada y divertida conversación. Mientras me
deshago en el aburrimiento saco de mi uniforme la revista que he requisado en
la mañana y me pongo a ojearla con el pulso temblando porque alguien me
descubra. Aún queda media hora para que Jimin aparezca en busca de su bolsa de
entrenamiento lo que me da un alto margen de libertad.
Solo en la portada ya puedo ver como un chico
semidesnudo, asiático al parecer, muestra su más protuberante virilidad bajo la
ropa interior, húmeda y para mi gusto, demasiado trasparente. No deja nada a la
imaginación con lo que no le encuentro la gracia. Frunzo el ceño y traduzco con
dificultad el inglés en la portada. El nombre de la revista. “Chicos calientes”
“La comida asiática está de moda”.
Alzo las cejas sorprendido a la par que
divertido y pongo los ojos en blanco mientras paso las primeras páginas
desinteresado porque las burdas imágenes y el poco misterio que esconden es
demasiado evidente. Un par masturbándose el uno al otro, otros dos fornicando
como animales. Algunas son simples imágenes de hombres en posturas sensuales.
Otros directamente el acto sin censura. Me muerdo los labios mientras miro el
reloj y suspiro con una perversa idea en la mente. Miro a todas partes y me
levanto mientras rescato de un mueble al lado de la nevera el termo de la
bebida energética de Jimin y me siento de nuevo sobre la mesa para rebuscar
entre las imágenes alguna que me agrade.
La encuentro en las últimas páginas. Una imagen
mucho menos burda que el resto, algo más infantil y elegante con un chico en
ropa interior mientras a cuatro sentado mira hacia arriba desde donde le
alumbra la cámara. Su rostro inocente e infantil me hace ponerme duro al
instante y abro mis piernas sentado en la silla para colar mi mano bajo mi
falda y palpar mi pene en la ropa femenina. Sentir el delicado tacto de esta me
quita todo el morbo pero lo recupero mientras me centro en la imagen y me
masturbo recuperando la erección de esta mañana. Con la necesidad de haber
estado días sin masturbarme apenas tardo cinco minutos en estar al límite y
cojo con ferviente necesidad el termo colándolo bajo mi falda igual que mi mano
y me corro dentro con un suspiro y un par de gotas corriendo por mi sien. El
calor de la peluca no ayuda con la temperatura. Tampoco el traje.
Cuando me he corrido y me he saciado con la
mano rescato el termo y lo dejo sobre la mesa mirando el líquido del interior.
Muevo un par de veces el bote esparciendo el líquido por la base y mientras
sonrío me recoloco la ropa interior y me incorporo para preparar todo el
aparejo de cosas que se lleva para correr el señorito. Cuando vierto la bebida
energética veo ascender las pompas del gas y al cerrarlo lo agito para que no
se note la diferencia en la textura.
—¿No te gustan las corridas? Aquí tienes una
buena. –Frunzo el ceño mientras completo la mochila y antes de darme cuenta ya
oigo unos pasos acercarse. Guardo corriendo la revista en el primer cajón que
encuentro y Jimin pasa por delante de mí como si nada rescatando la mochila,
colgándosela a la espalda, y saliendo por la puerta de detrás internándose
entre los jardines—. Ahora entiendo porque tan amable con Jeon… hijo de puta…
…
Es de noche. No he sacado en ningún momento la
revista de su sitio porque el señor Park ha regresado a casa y la señora se
pasea de aquí para allá. Jimin aún no ha regresado pero estoy con la sangre en
ebullición por que lo haga cuanto antes. La cena ya humea en la sartén. Un par
de rodajas de salmón y un cuenco con arroz. He hecho para tres personas a
sabiendas de que Jimin probablemente no cene. Si se ha sentido satisfecho con
la bebida, me parece suficiente.
Oigo unos pasos acelerados acercarse por entre
los árboles. Cuando el cuerpo de Jimin divisa la casa se detiene y camina de
nuevo normal con un aspecto cansado. Sus piernas ya pesan y se siente agotado
pero consigue llegar a la casa y entra con el aliento entrecortado. Deja la
mochila sobre la mesa le y miro de reojo limpiarse la frente con la toalla en
el interior y beber el último resquicio de la bebida en el termo. No hace mueca
alguna de desagrado y eso me excita. Se pone a mi lado y termina de beber
mientras deja el termo cerca del fregadero y se limpia los labios con el dorso
de la mano agotado. En su cuello un par de gotas de sudor recorren su piel y su
traje de deporte está sudado. Huele a sudor, lo que no significa que sea desagradable.
—¿Cansado, señorito? –Jimin asiente mientras
mira de reojo la cena que hago. No parece agradado con ella—. ¿Ha sido
refrescante la bebida? En estos días de calor está bien hidratarse. –Jimin al
principio no cae en mis palabras pero después me mira de soslayo y frunce el
ceño mientras yo intento con todas mis fuerzas aguantarme la risa y aparentar
normalidad. El no cae en el teatro que hago y se cruza de brazos mirándome
descaradamente. No habla aún. Sonríe cínico mientras me mira de arriba abajo con
parsimonia mientras le doy la vuelta a los filetes de lomo de salmón.
—¿Qué insinúas?
—¿Yo? Nada señor. Simplemente me preocupo por
su salud. No quiero que le dé un golpe de calor…
—No seas impertinente… Muchacha. –Dice esto
último con fuerza en la voz.
—Nunca osaría, señorito Park. –Jimin me mira de
arriba debajo de nuevo y con su mano dirige dos de sus dedos a la tela de mi
falda y la levantan débilmente. No lo suficiente y me retiro mirándole
descaradamente, en desacuerdo con su obsceno gesto—. Señorito, no haga eso. Es
de mala educación… —Le miro condescendiente. Él me mira altivo.
—Disculpa, no quería ser impertinente… A no ser
que ocultes algo… ¿Oculta algo ahí debajo?
—¿Qué iba yo a ocultar? –Le miro de soslayo
mientras saco los salmones a un plato.
—En mi casa no se tienen secretos… —Sonrío
mientras me habla—. Más te vale no ocultarle cosas al señor de la casa… No
queremos que nada malo te pase…
—¿Me está usted amenazando? –Le miro con el
ceño fruncido. Él me responde con normalidad.
—Claro que sí. ¿No ha sido evidente? ¿Debo
dejar de ser sutil? –Me giro a él y con su mano juguetea delicadamente con el
bordado del mandil blanco en mi cintura. Lo mira y hace un puchero mientras
habla—. No me gusta este traje. Es demasiado… ¿Sobrio? Comedido es la palabra…
—¿Qué insinúas?
—¿Yo? –Se hace el loco—. Nada en absoluto… —Se
da la vuelta para irse. Yo regreso a los fuegos pero ya no paro de pensar en
sus palabras. Miro a la puerta enfadado. Hijo de puta.
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