BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 20

 CAPÍTULO 20


YoonGi POV:

 

El silencio en el interior de su coche se hace a cada segundo más incómodo que el anterior. Con un par de miradas nos hemos dicho suficiente y hemos hecho evidente que ambos estamos en situaciones desconocidas para el otro. Yo nunca me había presentado en una fiesta con más de cuatro mil dólares vistiendo mi cuerpo y él nunca había tenido un acompañante con quien realmente quisiera pasar por la hipocresía del momento. Sus padres no han de enterarse de esto, y menos su prometida que allí va a estar, me haré pasar por un amigo, compañero de la escuela desde la infancia.

—¿Queda mucho? –Pregunto cuando nos desviamos por la salida de una carretera. La noche se acerca pero aún queda el sol tímido que se avergüenza tras las montañas del horizonte. Estamos aún en las afueras de la ciudad pero nos dirigimos, por lo veo, a una urbanización de grandes chalets cada uno diseñado a su propio estilo.

—Allí es. –Me dice señalando con la mirada los chalets en los que ya había caído.

—¿Qué haremos si me reconoce?

—No lo hará. Le falta un hervor. –Ambos sonreímos pero su hipérbole no me es suficiente como para sentirme seguro.

El tiempo es cálido. Cuando aparcamos frente a un chalet de varios pisos, con paredes negras y blancas y grandes cristaleras que muestran un interior igual de sobrio, el calor del ambiente me golpea. Tal vez sea un repentino subidón de adrenalina por el sonido de la cantidad de personas que se escucha en el interior, pero me siento morir en este mismo instante.

—Cálmate. –Como si pudiera comprenderme, el brazo de Jimin me rodea los hombros y camina conmigo rodeando la entrada y caminando hasta la puerta de madera. Es de un color claro que contrasta con las paredes negras a su alrededor. A cada lado de la puerta, dos estatuas de corte clásico pero con las partes íntimas cubiertas por tela nos aguardan. Jimin toca el timbre, eso me hace zafarme de su brazo y él comprende mi incomodidad.

Un hombre adulto, tal vez de la edad del padre de Jimin, aparece una vez abre la puerta y su rostro nos mira curiosos a ambos, le conoce a él, pero yo le paso desapercibido.

—¡Joven Park! –Exclama el hombre con una naciente sonrisa en su comisura, pero cuando posa los ojos en mí, frunce su ceño—. ¿Con quién vienes acompañado?

—Es Min Yoongi, un amigo de la infancia. Perdona la ausencia de mis padres, se han ido a Busán.

—Sí, ya lo sé. Me lo han dicho esta tarde pero no me dijeron que vendrías acompañado. –Jimin se encoge de hombros.

—Le he invitado en el último momento, no quería venir solo. –Jimin le guiña el ojo al señor frente a nosotros y eso parece comprenderlo, por lo que alza sus cejas y muy animado nos deja pasar—. No les digas nada a mis padres, no quiero que piensen que soy tímido…

—Nada de eso. ¡Mis labios están sellados! –Nos deja paso y mientras entramos puedo ver de él que su traje es igual de caro que los nuestros. En su pelo, la ausencia de este en las sienes le hace ver mayor, pero su color negro oscuro le hace justicia. Una corbata gris con puntos negros y un collar de plata en su cuello. Estaría por apostar que de ese collar que se pierde en su pecho cuelga una cruz. Dejo de prestarle atención en cuanto estoy más de cinco segundos dentro de esa gran casa de decoración sobria pero tremendamente cara y elegante. El salón es lo primero que vemos. Una planta baja espaciosa y sin muebles donde la gente camina tranquila y conversa acompañada de un grupo moderado. Una música de fondo me hace regresar al pasado. Una música de Jazz o algo similar con una voz que juraría es la de Marilyn Monroe. Nada me dice que no, por lo que prefiero pensar así y centrarme en las personas a nuestro alrededor.

Las mujeres, vestidos despampanantes, nada elegantes, simplemente llamativos y algunos muy provocativos. Los hombres, como manadas de pingüinos, blancos y negros con pequeños detalles en color sobre las corbatas o los pañuelos en sus bolsillos en las americanas. Nada vanguardista aunque el estilo de la casa sea del todo moderno. La vanguardia no está en la mentalidad de los hombres y mujeres a nuestro alrededor. En cuanto a edad, he de reconocer que nos veo de los más jóvenes aquí a excepción de algún chiquillo igualmente trajeado corriendo de un lado a otro y alguna joven de nuestra edad mirándonos disimuladamente mientras susurra a su compañera de algo que parece de relevancia. Jimin a mi lado posa de nuevo su mano en mi hombro y se dirige conmigo a los alrededores, mirando por todas partes mientras me habla.

—Estos son los Kim. Están celebrando esta fiesta porque van a ceder su empresa a su hijo mayor.

—¿Solo por eso montan este pifostio? –Pregunto sorprendido.

—Sí, esto es otro mundo, Yoongi. Tenemos que encontrar a la señora Kim para saludarla y avisar de que hemos llegado y al muchacho, para darle nuestra enhorabuena. –Asiento mientras nos conducimos por entre los grupos de personas y la muchedumbre embotada en conversaciones banales con una copa de vino tinto en las manos. En uno de esos extravagantes grupos encontramos a una mujer mucho más parecida a mi madre en lo que recuerdo de ella que a la de Jimin, en donde apenas se llevan diez años. Es una señora adulta, mayor, un poco encorvada pero con ropa mucho más cara de la que me podría yo permitir. Su aspecto la denota de cincuenta años pero se la ve desmejorada y cansada, a pesar de que una sonrisa permanente en su rostro la rejuvenece y la copa de agua en las manos la infantiliza.

—¡Jimin! ¡Querido! –Exclama la mujer y el círculo de mujeres a su alrededor se abre para mostrárnosla mejor. Nos dejan paso hasta ella y ella camina hasta ponerse enfrente de nosotros y nos inclinamos ante ella con respeto.

—Cuanto tiempo, señora. Su fiesta es insuperable. ¿Cuánto hacía que no nos mostraba este despliegue de lujo? –La señora nos retira la mirada tímida.

—¡Oh! Muchacho, hoy es un día de celebraciones, no pasa nada por tirar la casa por la ventana. –Ambos ríen y yo miro a mi alrededor mientras su conversación se desarrolla—. Me han dicho que te has prometido con Susan. ¿No me digas que me toca comprarme un vestido de boda?

—Eso es, señora Kim. Seguro que irá preciosa. –Las mujeres a nuestro alrededor se ríen, tímidas por las palabras de Jimin que halagan a la señora de la casa.

—¡Eres un chico con suerte! Lo señores Won son de lo mejor. –La señora niega—. Y la chica es un buen partido. –Yo aprieto los dientes mientras a lo lejos puedo ver un jardín con una piscina. Allí es donde la mayor parte de la juventud se concentra y todos caminando de un lado a otro, hablando animadamente, con copas en las manos cuando estoy seguro de que ni la mitad sabe beber.

—Muchas gracias, señora Kim. Me preguntaba si sabría dónde está su hijo, me gustaría felicitarle por su…

—¡Sí! ¡Claro! –Me doy cuenta de que habla alto y descubro en su oreja un pequeño audífono. Es más mayor de lo que me creía—. Está en la piscina, hijo. Ve, corre. Te está esperando. –Asiente y con el brazo de nuevo en mis hombros camina lejos del grupo de mujeres de las que he pasado desapercibido y nos encaminamos hacia el jardín en el que me he fijado antes. Jimin se acerca a mi oído para hablar, bien evitando el ruido a nuestro alrededor o bien porque necesite el acercamiento.

—¿No es una señora agradable? Me hubiera gustado tenerla como madre en vez de la fulana que me ha tocado. ¿Hum? –Asiento.  Su voz en mi oído no me deja pensar con claridad.

—¿Hasta cuándo tenemos que estar aquí? –Pregunto como un niño impaciente.

—¡No me digas que no te lo estás pasando bien! –Grita sarcástico pero le miro enfadado—. Hasta que haya cumplido con la parte que me toca. Hacer acto de presencia, esperar que la gente comience a habituarse a la fiesta y después, marcharnos. –Un camarero pasa por nuestro lado con una bandeja de copas de vino y Jimin coge una de tinto para él y yo hago lo mismo con una de vino blanco. El sabor de este al catarlo es sorprendentemente agradable, mucho más de lo que me habría imaginado y me veo en la tentativa de coger un par de copas más, pero el camarero se aleja y yo me encamino, impulsado por la mano de Jimin, hacia el jardín donde un montón de personas se concentra para aumentar mi sentimiento de la claustrofobia.

—¿Jimin? –Oímos ambos a una voz masculina a nuestro lado y nos giramos para ver un rostro aniñado en un cuerpo de hombre que nos saluda con una mujer de su brazo.

—¡Jin! –Exclama Jimin y se abrazan dejándonos a la chica y a mí a un lado. Esta y yo nos miramos sin poder evitarlo y ella me sonríe, con una hermosa y amplia sonrisa de dientes blancos que me hace corresponderla con la misma gentileza. Su pelo es negro, corto y con un flequillo recto en su frente. Parece un muñequita y junto con su vestido rojo de vuelo en cascada es mucho más adorable. No es oriental. Tiene ojos grandes y verdes, delineados en negro. No puedo creerme su altura, porque a pesar de llevar unos tacones de infarto es tan alta como mis hombros. Sonrío mucho más cuando me doy cuenta y para entonces, Jimin y Jin, el que parece ser el anfitrión de la fiesta, se han separado y comienzan una denigrante conversación igual que la que ha mantenido con su madre—. ¡Cuánto me alegro de que por fin hayas heredado la empresa de automovilística de tu padre! –Él asiente, orgulloso.

—¿Qué esperabas? Tarde o temprano tenía que ser. –Miro a mi espalda. Al fondo del jardín es de donde viene la música y varias parejas bailan, acompañadas del ritmo—. ¿Quién es él? –Rápido regreso a la conversación y encuentro al Jin señalándome con el dedo.

—Es mi amigo Yoongi, no quería venir solo porque mis padres se han ido a Busán. Espero que no te importe…

—Que va. Encantado. –Me habla a mí—. Soy Kim SeokJin. –Asiento y me inclino.

—Yo Min Yoongi, enhorabuena por la noticia.

—Muchas gracias. ¿De qué os conocéis? No me habías hablado de él.

—Antes vivía en la urbanización. –Miente—. Ahora se ha mudado al centro y hemos vuelto a recobrar el contacto. –Jin asiente y se da por satisfecho mientras parece acordase de algo y da un respingo que me hace temblar.

—¡No me habías contado que estabas con Susan! ¡Pillín! Te has cogido a la mejor. –La chica a su lado pone los ojos en blanco y me roba el gesto que estaba a punto de hacer yo.

—No estamos… es decir. Ya sabes. Nos casamos en mayo.

—¿Enserio? Estaré invitado, supongo…

—Claro. ¿Cómo no? –Miro a Jimin y este hace como si nada pero yo sonrío con ver tan solo su delineado e infantil perfil que me recuerda a un pequeño niño perdido e inocente. Sus mejillas hinchadas hacen ver a sus labios mucho más apachurrados de lo que me habría imaginado y siento la tentación de besarlos. Continúa con su conversación pero a mí no me apetece escucharla. Solo verle me hace sentir bien a pesar de que duela.

—Sentémonos ahí. Vamos. –Nos dice Jimin mientras caminamos a unos poyos de piedra en el césped. Los cuatro sentados en uno Jimin y Jin en medio mientras que yo me siento al lado de Jimin y la chica que colgaba de su brazo se sientan a la otra punta. La conversación entre ellos dos se alarga al menos durante media hora en la que no participo lo más mínimo. Jimin ríe avergonzado mientras que Jin me tacha de tímido y algo serio. No es la seriedad lo que me caracteriza, sino un férreo sentimiento de desorientación en la fiesta. En todo el rato las personas van, vienen, bailan, se mueve. Hablan, se ríen, cantan. Yo ya voy por mi segunda copa de vino.

—Jin se levanta al rato con su móvil de la mano mientras mira algo curioso en él. Habla sin darle más vueltas.

—Hoseok ha llegado. Dice que está en la entrada. Regreso enseguida con él. –Sin más desaparece y la chica se queda como si nada sentada a nuestro lado, con las manos sobre las piernas y la mirada baja, tímida. Jimin me mira curioso y sin darme cuenta me veo en la misma postura inofensiva de la chica a nuestro lado. La sonrisa de Jimin me hace sentir más desenvuelto y su mano en mi pierna, caliente. La copa de vino casi está vacía y estoy dispuesto a levantarme a por otra pero una sombra frente a nosotros nos quita la luz de sol igual que se lleva la alegría y el íntimo momento que compartíamos. Un vestido, de color azul con volantes acabados en un ganchillo blanco horrible. Un escote demasiado pronunciado para tan poco pecho. Un rostro infantil mirándonos celosa.

—¡Jimin! ¿Dónde te habías metido? ¡Te he estado buscando! –Su prometida nos mira y como si nada, revuelve el pelo de Jimin de nuevo contenta—. Vamos, quiero bailar. Ven conmigo. –La chica tira de su mano y él se levanta pero no avanza, mirándome triste. La chica no me ha mirado un solo segundo y de hacerlo, no creo que se hubiera dado cuenta de la falta de mi disfraz en mi cuerpo. Yo miro a Jimin, sonriendo, animándole a ir aunque no quiera que se vaya. Él hace un puchero con los labios como disculpa y desaparece para caminar de la mano con la chica y alejarse hasta perderse entre la gente que danza despreocupada.

A mi lado, la chica de Jin sigue en su lugar con la misma pérdida expresión. Obligado a romper el silencio la saludo como si no hubiéramos estado media hora alejados de una conversación que nos correspondía.

—Soy Min Yoongi, ¿cómo te llamas? No he escuchado tu nombre hasta ahora.

—Me llamo Olivia. –Ella me mira de repente sonriente. Animada y con unos ojos enormes que me hacen sentir inquieto. Creo que puede verme más allá de mi expresión fingida de convencionalismo.

—¿De dónde eres?

—Italiana. –Se encoge de hombros.

—Hablas bien mi idioma.

—He nacido aquí, si es lo que te preguntas, mis padres, ambos son italianos.

—Ah. –Asiento y vuelvo a perderme en la gente yendo de un lado a otro. Tan solo un grupo de personas se ha detenido frente a nosotros a unos cuantos metros, al borde de la piscina. Varios chicos, varias chicas—. ¿Eres novia de Jin? –Niega.

—Esposa. –La miro y rápido ella se encoge de hombro de nuevo.

—Oh, ya veo. Qué bien… Jin tiene suerte. –Ella sonríe agradecida mientras hace un puchero al terminar su risa.

—Gracias. Jimin también. –Señala a lo lejos a la pareja que baila con una sonrisa ambos que me hace refugiarme en mi copa.

—Supongo. –Ella sonríe más ampliamente que antes. Creo que no he sido buen actor.

—¿No es gracioso? –Frunzo el ceño mientras la miro pero su mirada está perdida en el grupo de personas frente a nosotros. Solo una persona de todas ellas recae en nosotros. Otra chica con el pelo largo y castaño. Una chica de ojos negros con un vestido del mismo color. Su expresión es de enfado, de odio. Un odio ciego que nos hace sentir incómodos pero como no sé de qué diablos va esto, no me siento identificado—. La vida… digo.

—Yo no la describiría graciosa, sino más bien aburrida.

—Aburrida no es la palabra. –Niega convencida—. Conformista sí. ¿No me entiendes? He visto como le miras. –Frunzo más el ceño mientras la miro y ella me mira de refilón.

—No sé a qué….

—Entre nosotros nos entendemos. –La chica a lo lejos se agarra al brazo de un hombre a su lado y retira la mirada, celosa y orgullosa—. Conmigo no tienes que fingir. Si no es amor lo que he visto en tus ojos es entonces una férrea admiración con un instinto sexual irrefrenable. –Sus palabras me hacen reír a la vez que me siento derrotado por ellas.

—¿Me entiendes? –Se encoge de hombros y esa expresión comienza a parecerme muy adorable en ella.

—Digamos que no llevo un anillo en el dedo por gusto. Ninguna de aquí lo lleva, quien lo lleve ya…

—¿Qué quieres decir? Jin parece un buen chico…

—¿Quién ha dicho lo contrario? Es un buen hombre.

—¿Entonces?

—Ese es el problema… —Suspira mientras mira de nuevo al horizonte como la chica nos ha borrado de su mirada y el chico al que sujeta en su brazo mantiene una conversación con el resto de personas a su alrededor—. Es un hombre…

—¿Tú…?

—Shh… —Pone un dedo en sus labios pintados de carmín—. Ya lo sabe todo el mundo pero nadie quiere recordarlo. Todos aquí lo saben ya, pero hacen como si nada. Ella es la que más pena me da. Yo aun no estaba prometida pero ella si cuando nos acostamos…

—Creo que no soy el más indicado para que me cuentes… —No sé qué decir ante la repentina sinceridad de la tan desconocida chica sentada a mi lado.

—Te acabarías enterando tarde o temprano. Todos lo saben, todos lo murmuran por las esquinas. Levantas una piedra y nos encuentras… —Algo me dice que la chica no está en su sano juicio y achacaría al alcohol su estado pero no tiene una copa en la mano.

—Ya veo…

—¿Quieres un consejo? No luches por nada. Nada vale la pena. Algo más grande que nosotros nos conduce hacia la perdición.

—¿Estás bien? –Se encoge de hombros.

—La tristeza te enloquece… —Suspira y de repente, un “oh” se oye a lo lejos en la pista de baile y ambos miramos en esa dirección para ver como Jimin y Susan se besan en un dulce y apasionado beso que me hace sentir un vuelco en mi interior. La adrenalina se mezcla con una depresión tremendamente atronadora. Ahora puedo ver hasta qué punto la chica a mi lado puede haber sufrido pero ella se lo toma a broma y se levanta retirando mi copa vacía de la mano—. Te traeré otra. La necesitarás.

 

 

 

 

 

 


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