BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 2

 CAPÍTULO 2


YoonGi POV:

 

De nuevo en la estridente ciudad del tráfico infinito. Sobre mi parte trasera en el asiento una mochila de viaje me acompaña mientras que a mi espalda, una mochila con mis más preciadas pertenencias. Sonrío alegre a pesar de tener la incertidumbre de un piso a parte sobre mi cargo. Este es probablemente uno de los mejores empleos que me he encontrado en toda mi vida y no pienso desperdiciarlo jugándomela. Tiemblo al pensar en descubrirme sin querer tan solo por un accidente o incluso al agacharme y verme descubierto por un mirón que ha descubierto mis testículos al aire bajo la falda. Por eso en mi ropa, llevo unos pantalones dispuesto a amoldarme a ellos en cuanto pueda.

Ya pienso en mi cuarto. Grande, espacioso, suculento y acogedor. En realidad cualquier cosa será mejor que un pequeño colchón en el suelo del comedor—cocina que es mi casa. Un cuarto para mí es más que suficiente y a pesar de ello siento incertidumbre por la necesidad que me supone tener que amoldarme a una nueva casa y un nuevo empleo. He vagado de empleo en empleo los últimos años sin encontrar una estabilidad. Los señores Kim, a los que serví meses atrás se mudaron a Japón y a pesar de que querían llevarme con ellos yo no quise marcharme de mi país así por las buenas por lo que me despidieron del trabajo amablemente y me dieron la carta de recomendación que estoy seguro me ha facilitado este empleo.

Ya es casi la hora de comer cuando llego a la casa y puedo ver, como en el recibidor, ya me espera la señora Park con los brazos abiertos mientras me conduce a mi cuarto. Nunca calla, siempre hablando de tonterías, me encanta.

—Después de que te instales te enseñaré las disposiciones de todo el lugar. Me gustaría tener más tiempo pero entiende que ya es casi la hora de comer y mi hijo llegará de un momento  a otro. No le gusta esperar así que si no quiero tenerlo de morros todo el día, será mejor que te des prisa.

—Claro, señora.

—Recuerda que estás en periodo de prueba y que pase lo que pase no se te garantiza el empleo. Procura ser cuidadosa y minuciosa, sobre todo con las disposiciones de mi hijo. Ya te explicará él sus manías. –Asiento.

—¿Qué desean comer hoy?

—Con algo rápido será suficiente. Comprendemos el poco tiempo que tienes. Una sopa y algo de verduras. ¿Bien? –Asiento mientras llegamos a una de las habitaciones contiguas a la cocina donde tras abrir la puerta me muestra un cuarto de tal vez veinte metros cuadrados con una gran ventana que da al patio y a los jardines y una cama el doble de grande que mi colchón. Sonrío ampliamente mientras suelto las maletas a la puerta de la habitación mirando dentro por todas partes y sonriendo ante la maravillosa vista. Sobre el techo tan solo unos halógenos, nada de lámparas maravillosas y esperpénticas como las del resto del palacio, pero es suficiente. En la pared derecha hay un armario de madera un poco estropeado y a cada lado de la cama, una cómoda. No hay nada más pero es mucho más de lo que puedo pedir—. Entiende que el alojamiento y las comidas son gratis, por eso tu sueldo no asciende a más. –Asiento—. Podrás comer cuanto te plazca siempre y cuando no descuides nuestros horarios de comidas.

—Bien.

—Aunque no parece que necesites demasiada comida. –Me mira de arriba abajo mientras yo le sigo la mirada por mi cuerpo. Ella sonríe mucho más envidiosa de mi frágil estructura y después me aparta la mirada como si nada. Mientras miro a otro lado yo me ruborizo porque ojalá ella supiera lo que se esconde debajo de esta ropa femenina y cuanto desearía no tener este aspecto—. Esto es todo. De los jardines se encarga el jardinero que viene un par de días a la semana, y de los problemas que la casa pueda tener, como desconchones de pintura, problemas en los tejados, el seguro los arregla. No tienes que preocuparte de esas cosas, solo comunicármelas y yo llamaré.

—Solo limpiar, cocinar...

—Exacto. Hay algunas normas al respecto. No puedes limpiar el despacho de mi esposo cuando esté trabajando en él, ni tampoco el cuarto de nuestro hijo cuando esté en casa. –La señora Park comienza a revolver con el ceño fruncido mis sábanas en la cama como si realmente no le gustase tener que tocarlas. No se siente a gusto con ellas pero lo hace para eliminar una arruga de ellas. Por lo que veo es maniática. Eso es un punto a favor, yo también.

—¿Puedo preguntar por qué despidieron a la anterior, si no es descarado? –La señora Park niega.

—Acosaba a mi hijo. –Se encoge de hombros—. Espero que tú no seas así o ya sabes cuál es tu lugar. –Niego con el rostro sonriendo.

—No se preocupe, señor Park. Mi único cometido en esta casa es trabajar para ustedes. –Me inclino y ella se siente agradecida por mis palabras. Rápido suspira, mira a todas partes y da por finalizada la presentación.

—Es hora de que te cambies, tendrás que hacernos la comida.

—¿Me cambie? –Pregunto confuso. Ella me mira de arriba abajo y con su mirada me indica que la ropa que llevo no debe ser adecuada para la función que voy a desempeñar.

—Claro, en la cocina tienes tu nuevo uniforme.

—¿Uniforme?

Efectivamente y sobre la pared en un perchero colgado, un uniforme. Un traje, no, un vestido negro y blanco más parecido al disfraz de una camarera porno de esos de los que me he cansado de ver. Unos sutiles volantes de ganchillo cuelgan del borde de la falda negra que se abulta por un forro interior. Desde la cintura cuelga un pequeño mandil blanco de igual bordado y sobre el pecho, unos botones hasta el cuello. Las mangas cortas y abultadas más bien parecen de un verdadero disfraz de princesa y junto con toda la vestimenta, una pequeña diadema blanca a juego.

—No sé si es tu talla, pero parece que no vas a tener problemas para entrar. Las zapatillas que llevas son suficientes. No necesitas calzado apropiado. Con lo que tú estés cómoda. –Me dice la señora Park mientras entrelaza sus manos a la espalda y mira, igual que yo, el traje colgado de una percha iluminado por la luz que entra desde la terraza.

—¿Tengo que ponerme…?

—Sí. Vamos. Date prisa si quieres tener la comida terminada. –Asiento y la señora se va mientras cojo entre mis manos el denigrante traje que me veo obligado a ponerme. Suspiro acongojado y camino con él a mi cuarto cerca de las cocinas. Dentro comienzo a desvestirme y me acomodo rápidamente al traje el cual me hace sentir como si realmente no llevase nada debajo. Frente a un pequeño espejo levanto mi falda descubriendo debajo el pequeño bulto de mi entrepierna sobresalir de entre todo el conjunto femenino. Mis mejillas enrojecen y comienzo a preocuparme de compararme ropa interior femenina porque en el caso de inclinarme inapropiadamente o que alguien curioso me espíe mientras subo las escaleras, verá unos calzoncillos y me veré obligado a dar explicaciones. Suspiro de nuevo y me bajo la falda mientras con una mano me cubro mis partes sobre ella sintiéndome incómodo con el frío que entra por debajo. En la casa de los Kim me dejaron usar mi ropa de calle. Hijos de puta. Recoloco mi peluca y camino fuera. Mi primer día de trabajo.

 

 

 

 


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