BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 12

 CAPÍTULO 12


YoonGi POV:

 

El sol está golpeando fuerte contra la ventana de la cocina y no puedo evitar sentirme nervioso por la fuerza con la que está haciéndome sentir incómodo. La luz, acaramelada por las hojas de los árboles y el ruido de la fuente a lo lejos se resquebraja en el brillo de las cacerolas y sartenes puestas a secar sobre la encimera. El sonido de los pájaros es lo único que se escucha dentro de la cocina a parte del ruido del agua cayendo en mis manos mientras termino de limpiar los últimos platos de la comida.

El sonido de la puerta me hace dar un respingo y rápido miro a mi espalda como a lo lejos veo la puerta cerrase de golpe y un cuerpo caminando deprisa escaleras arriba. Distingo la figura de Jimin en esta extraña situación pero no puedo evitar sentirme confuso ante la idea de que algo malo haya ocurrido. Con un trapo en las manos me las seco mientras me conduzco fuera de la cocina y lo último que alcanzo a ver es la sombra del agitado cuerpo de Jimin entrando en su cuarto en la segunda planta. Subo las escaleras a prisa sin llamarle porque sería demasiado pretencioso teniendo en cuenta que su padre aún está en casa, encerrado en su despacho.

No me resisto a caminar hasta la puerta entreabierta del cuarto de Jimin y antes de entrar me asomo dentro sin ver absolutamente nada y juraría que no ha pisado por aquí si no fuera por la mochila tirada en el suelo al lado de la puerta del baño. Frunzo el ceño y descorro la puerta para entrar y divisar mejor en su busca. El sonido de la taza del váter me hace mirar hacia allí al instante y camino sin pensármelo para acercarme y descubrir de nuevo que no debe estar acostumbrado a cerrar detrás de él porque puedo ver su cuerpo arrodillado al lado del retrete mientras desabrocha el primer botón de su camisa y retira su flequillo hacia atrás con unas mejillas encendidas y acaloradas. Con unos ojos llorosos y tremendamente titilantes. No hago el menor sonido a pesar de que me gustaría entrar y ofrecer mi ayuda en todo lo que se me requiera, pero tengo la extraña sensación de que yo no debería estar presenciando esto, y mis dudas se confirman cuando le veo arremangarse y utilizar dos de sus dedos, el índice y el corazón, para introducirlos en su boca.

La arcada es instantánea y rápido la comida sale de su boca a borbotones que cae dentro del retrete. Me aparto de la puerta nada más ver lo sucedido pero me puede el ser morboso, y me acerco de nuevo para escuchar con claridad como escupe y tose, buscando en la tos más arcadas que le hagan soltar más comida. Es un gesto que en él se ve tan natural y cómodo que juraría que no es la primera vez que lo hace. Sin embargo sus lágrimas me indican que es débil, y que sucumbe a esto no por voluntad. Me aparto de la puerta una vez se levanta y camino despacio lejos, fuera del cuarto temiendo que me encuentre y me vea obligado a reconocer mi curiosidad.

Bajo escaleras abajo hasta la cocina y me siento en la mesa con las piernas un tanto temblorosas y el corazón palpitándome con fuerza. No es la primera vez que veo a alguien vomitar, pero sí es la primera vez que me sorprendo a mi mismo escrutando la escena con más tristeza que curiosidad. Apenas han pasado cinco minutos, el chico que estaba soltando la bilis frente al retrete aparece por la puerta y me hace dar un respingo incorporándome mientras me mira embutido en su traje de deporte esperando por algo de mi parte. Yo no sé qué decirle y espero que vea en mis ojos la tristeza que me ha provocado su situación, pero de los suyos ha desaparecido cualquier rastro de arrepentimiento y tan solo en su desgarrada voz puedo escuchar lo realmente sucede.

—¿Qué se le ofrece? –Pregunto nervioso pero él me mira indignando.

—¿Y mi mochila? Es la hora de hacer deporte. –Miro por todas partes hasta darme cuenta de que debía ser yo quien la preparase y disculpándome como un estúpido me pongo a ello ante su atenta mirada que no hace sino fruncir su ceño y resoplar cada vez que se siente impaciente. Está todo preparado y nada más que se lo doy desaparece por la puerta trasera para conducirse lejos, donde no pueda verle. Su expresión no parecía la de alguien que me había sobado el muslo en la mañana, ni tampoco la rota de alguien que sucumbía ante el retrete para vomitar. Era una expresión dura, de un odio que probablemente no me correspondiera a mí responder ante él.

 

 

La libertad de elegir la comida es algo que es gratamente agradable. Poder cocinar a mi propio gusto lejos de del resto de habitantes en la casa se me hace muy cómodo y agradable, y más aún, se acomoda a mis ganas de cocinar. Hoy, lejos de sentirme asqueado por la escena que presencié hace horas, me siento creativo y con un cuchillo ya pico una cebolla para trocearla y cocinarla junto con un puerro en la misma situación y medio calabacín. Miro el reloj, Jimin tarda en regresar de su entrenamiento lo que me hace ponerme alerta de lo que pueda suceder porque desde lo que he visto en la tarde, ya nada puede sorprenderme por mucho que me equivoque.

Cojo una sartén en la que vierto un poco de aceite y la pongo al fuego vertiendo en ella toda la verdura que he troceado pero antes de encender el fuego, a lo lejos, entre los árboles que se empeñan en permanecer a oscuras por la noche que se aproxima, veo el cuerpo de Jimin aparecer de la nada con una expresión cansada, fatigada, enferma. Mucho más pálido de lo que esperaba, de lo que recordaba. Los últimos pasos no puede disfrutarlos corriendo por lo que se detiene a caminar pero no se para en el camino. Continúa pero cada vez sus pasos son más lentos, hasta el punto en que se desploma. El sonido de su cuerpo contra el suelo, intentando no ceder ante él, le hace parecer tan frágil que suelto todo lo que estoy haciendo y camino hasta salir fuera. Cuando al fin le veo ya no parece tan inconsciente e intenta, sin conseguirlo, levantarse por su propio pie.

—¡Jimin! –Grito con mi verdadera voz, con una voz gutural y asustada su nombre mientras corro hasta arrodillarme a su lado y colocar mis manos en sus hombros. Pero él me rechaza.

—¡No me toques!

—¡Jimin! ¿Qué ha ocurrido? –Yo sé exactamente lo que ha ocurrido pero me muestro inocente ante él. Al menos en un principio. Tan solo por caridad. Intento levantarle, pero no me deja.

—¡He dicho que te apartes, furcia asquerosa! –Me grita, a sabiendas de que soy un hombre y de un manotazo me hace caer al suelo mientras él se incorpora a duras penas y camina de nuevo dentro de casa con las piernas temblorosas y los hombros caídos, cansado y derrotado. Yo me quedo ahí, paralizado por sus frías palabras mientras mi corazón duele con fuerza. Mucho más de lo que me habría imaginado. Mucho más de lo que me esperaba.

Cuando entro dentro veo la mochila sobre la mesa y él ha desaparecido. Siento la necesidad de ir a buscarle a donde quiera que haya ido. Probablemente a su cuarto a ducharse o simplemente se haya vuelto a desplomar subiendo la escalera. No solo ha aumentado una hora su entrenamiento sino que nada en su estómago le ha dotado de fuerza para soportar la carrera. Suspiro alicaído mientras continuo, sin ánimo alguno, a seguir preparando la cena.

Pero lo hago al fin y al cabo y cuando es la hora, los señores Park se sientan en el salón y como siempre, con la ausencia de su hijo a esta hora. Yo espero varios minutos mientras su comida espera caliente en un plato en la cocina pero como no aparece, aunque sea para sobarme, le pregunto a la señora Park que parece un poco más comprensiva con su hijastro.

—Me preguntaba si podría subirle un plato de comida. No me gusta que no se alimente bien.

—No es preocupación tuya… —Me corta el señor Park pero yo hago un puchero.

—Es que ya le tengo el plato preparado en la cocina… —El señor Park, sintiendo que lo ha dicho todo no hace ningún comentario más, pero su esposa, conmovida por mi gesto y mis palabras asiente y me incita a ello. Yo, con un suspiro de alivio me encamino a la cocina y regreso con el plato al salón para pasar por él y llegar al cuarto de Jimin que no me espera en absoluto. Con un par de toques aporreo la puerta y una voz desde el interior me pone los pelos de punta.

—¿Quién es? –Su pregunta es más curiosa que convencional.

—Soy Yoongi, ábreme. –No lo hace y ante ello me tomo la libertad de abrir por mi cuenta y adentrarme con un plato de verduras y un poco de arroz con curry para que me mire con un odio mucho mayor del que he podido llegar a ver en rostros que no quisiera recordar.

—¿Quién diablos te ha dejado entrar? –Cierro detrás de mí para buscar un acercamiento de complicidad y él parece asustado, retraído.

—Te he traído la cena. –Mi voz se regula a una mucho más natural en mí—. Cena. Ahora. –Le extiendo el plato y él me mira desagradado. De pie en medio de la nada se cruza de brazos y yo camino hasta el escritorio para dejar el plato ahí, con los palillos dentro de este—. Si quieres agua baja a buscarla.

—Llevarte esto. –Me dice mientras coge el plato y me lo extiende tan fríamente como yo se lo he dejado al alcance. No lo acepto de vuelta—. Sabes que no ceno.

—Pero no sabía que vomitabas la comida. La poca que consumes. –Me mira ojiplático y rápido su mano con el plato parece perder la fuerza. Deja el plato en su escritorio y me mira por una parte ofendido pero por otra asustado de que, tal vez, use la información en su contra.

—No viste nada. La comida me sentó mal. –Se intenta excusar rápido y con un mal teatro.

—No vi nada. –Repito—. Tampoco he visto como te desvanecías antes, porque no has comido nada en todo el día.

—Solo es que estaba cansado…

—Ya, lo que sea. Vas a cenar, y no vas a dejar un solo grano de arroz…

—No. –Me corta autoritario.

—Entonces no tendré más remedio que decirle a tus padres…

—El asco que le tengo a esta mierda es mucho más grande de lo que puedas hacer tú. –Me extiende de nuevo el plato y yo me quedo mirándole con tristeza. 

—Me preocupo por ti, Jimin. Vamos, come…

—No. –Niega de nuevo y yo  me quedo, al final, con el plato en la mano, obstinado a dejárselo, obligado a llevármelo. Cediendo a su negación.

 


 

 

 

 


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