BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 11
CAPÍTULO 11
YoonGi POV:
La semana comienza de nuevo. El sol sale
radiante y luminoso. Tremendamente poderoso tras el horizonte y mientras
desayuno un par de tostadas con café, miro los jardines a lo lejos sintiendo
curiosidad por la amplitud de la finca. Espero hoy tener tiempo, lo cual dudo
entre limpieza y comida, para pasearme y saber que se esconde entre tanta
maleza. Ni siquiera sé si tengo el permiso para ir a inspeccionar como un niño
curioso, pero me mata la incertidumbre y cada mañana cuando desayuno con las
mismas vistas, acabo cediendo a la costumbre de preguntarme por el más allá en
el horizonte.
Cuando termino mi café ya me preparo para
acomodar la mesa de los señores y estos bajan sin prisa alguna. El señor Park,
a diferencia de otros días, porta en sus manos un pequeño ordenador en vez de
su móvil o tablet y la señora Park, lejos de verla con un libro de literatura
en las manos, una revista de moda de Londres. Miro la portada de lejos y pongo
los ojos disimuladamente mientras una esquelética mujer se contonea como si de
curvas presumiera mientras un vestido tres tallas inferior que ella le oprimen
el poco aire que tiene.
El café ya humea en ambas tazas de los dos
señores pero entonces, unos pasos acelerados y animados bajan corriendo unas
escaleras que se me hacen más vertiginosas cuando le veo saltar los últimos dos
escalones con una energía desmesurada. La señora Park habla en alto para todos,
porque no mira a nadie.
—No hagas eso. Compórtate.
—Lo siento~—Canturrea Jimin mientras, ante mi
rostro de sorpresa, deja la mochila en el suelo y se sienta en la silla con los
ojos clavados en mí y después en su parte de mesa vacía—. ¿Cómo? ¿No estoy
invitado a desayunar? –Yo le miro con ojos curiosos.
—Normalmente no lo hace, señorito. –Él se
encoge de hombros.
—La vida está en constante cambio. Heráclito*.
–Pongo los ojos y palmea divertido la madera frente a él—. Un café y una
manzana en rodajas. ¡No, mejor! Sírveme el café aquí. –Coge una taza vacía y se
la pone en frente mientras yo camino a su lado con la jarra de leche y mientras
él mira la mesa divertido yo vierto la leche. Una mano, fría como el hielo pero
al mismo tiempo ardiente como el fuego, me acaricia el muslo en mi pierna y yo
me retiro asustado. Nadie más se ha dado cuenta de mi reacción pero le miro
confuso y él se torna autoritario y cruel—. He dicho que quiero un café. Vamos.
¿No vas a obedecerme?
Rápido leo en sus ojos la verdadera amenaza y
suspiro resignado mientras cojo la cafetera y sirvo en su taza el café que me
ha pedido. Lo hago lo más rápido que la gravedad me proporciona pero es
suficiente como para que él cuele la mano bajo el traje y sobre mis glúteos
gustoso. No me mira lascivo, como podría haber pensado, sino que mira su café e
incluso parece entretenido, como si yo no fuera más que parte del mantel que
soba para entretenerse. Así me siento y me hace verme tremendamente denigrado.
Cuando termino con el azúcar me marcho y él me despide con una suave y tierna
caricia en el muslo que me hace olvidar la vergüenza. Solo me queda el rubor en
las mejillas no por el enfado, sino por la lascivia.
Cuando llego a la cocina me dejo caer exhausto
sobre la silla y paso mi mano instintivamente y con vergüenza por mis piernas
mientras intento borrar de ella los rastros de sus huellas dactilares. Por una
parte me siento asqueado, sucio y utilizado, por la otra simplemente acariciado
con manos sucias y lascivas. Con un resoplido me levanto por la voz de la
señora Park y camino hasta el salón para darme cuenta que Jimin ha desaparecido
y su taza de café se ha disipado.
…
La mañana me cunde menos de lo que esperaba y
antes de darme cuenta, la comida regresa y me veo obligado a prepararla de
antemano. Llevo una de mis manos, sin querer, al estático de mi braguita de
donde tiro y me siento aliviado. Estas de lazos son más incómodas de lo que me
esperaba ya que el material de raso con el que los lacitos están hechos me
pican en el pubis y me molesta. Llevo una de mis manos bajo mi falda y me rasco
cerrando los ojos mientras con la otra mano remuevo la salsa de tomate con
cebolla en la sartén. Muerdo mis labios, tremendamente aliviado, mientras que
sin querer queriendo introduzco la mano entera dentro de la diminuta prenda
hasta que una voz a mis espalda me hace dar un respingo.
—¡Yoongi! –La voz da la señora Park entra por
la cocina y rápido saco mi mano, viendo como del susto derramo la sartén al
suelo con todo el tomate esparcido. Es en ese momento cuando la señora Park
entra y ve el desastre que han provocado sus voces—. ¡Oh! Pequeña lo siento…
¿Te he asustado? –Pregunta preocupada pero yo niego con el rostro avergonzado
mucho más tranquilo porque solo haya descubierto la parte en que soy un
desastre.
—No hay problema, señora. ¿Necesita algo?
—Te informo de que Jimin no vendrá a comer. –La
miro sorprendido mientras camino hasta la fregona y comienzo a recoger el
tomate derramado.
—¿Y eso?
—Ha quedado con unos amigos para comer. Vendrá
antes de las cinco, su hora de hacer deporte, ya sabes.
—Sí, entiendo. ¿Entonces solo cocino para
ustedes dos?
—Exacto. –Asiente y yo me inclino mientras la
veo marchase con el móvil entre las manos, entretenida con algo en su pantalla.
yo suspiro terminando de limpiar el estropicio que me ha hecho crear y regreso
a la comida para reducir levemente los ingredientes dejando tan solo para dos
raciones y algo de sobra con lo que pueda alimentarme yo después.
Cuando la pasta con tomate está lista después
de haberme visto obligado a preparar una salsa nueva, me encamino con ella en
dos platos para ambos dos señores que comen gustosos y yo me quedo de pie
frente a ellos en la puerta de la cocina mientras terminan de comer y hablan,
lo que resulta tremendamente extraño. La conversación no comienza a tomar
sentido hasta que el nombre de Jimin no aparece reflejado en ella.
—Si no quiere ir…
—Ya hemos hablado de esto muchas veces, amor.
–Dice el señor Park con el ceño fruncido.
—Pero no es un niño, tiene derecho a elegir lo
que quiere…
—Exactamente, y como es un adulto ya debe
acatar sus responsabilidades y una de ellas es saber sociabilizar con sus
amigos, que un día serán compañeros de negocios. Las relaciones empresariales
lo son todo…
—Pero él no quiere. Sabes que no le gusta estar
con ellos…
—¿Qué te hace pensar eso? Seguro que lo único
es que le da vergüenza.
—No le gusta que el trastoquen la rutina, es
eso…
—¿Ahora habláis? –Pregunta el señor con cierto
recelo.
—Jimin es un chico sociable, amable y muy
listo. Pero a la vez es maniático, no le gusta que le trastoquen la rutina…
—Me da igual. No puede basar su vida en una
estúpida rutina de dormir, comer y salir a comprar como tú. Él no es una mujer
y un día heredará mi dinero. Debe aprender a manejarlo y cuidarse de las
personas.
—¿Yendo a comer con sus amigos es la mejor
forma de llevar una empresa?
—Conociendo a las personas sí lo es. –La señora
Park suspira mientras sigue comiendo y me mira de reojo mientras yo le aparto
la mirada al suelo tímido y sintiéndome maleducado. Ella no hace ningún
comentario más pero el señor Park no puede dejarlo así. Con la última palabra
no se conforma—. Tanto que ahora habláis, le darás tú la noticia.
—¿Yo? –Ella parece mucho más asustada que
enfadada.
—Sí. Prefiero que no piense que ha sido solo
cosa mía.
—Pero así ha sido. –Él se encoge de hombros y
yo suspiro mientras miro mis pies en el suelo. Nadie se percata de mi más
sincero aburrimiento pero en medio del silencio, la señora Park acepta a lo que
quiera que se haya visto obligada a hacer y se retira limpiando sus labios y
desapareciendo por la puerta. Yo me quedo unos segundos más hasta que el señor
Park también se levanta y recojo los platos. La curiosidad me es tan esquiva
como las ganas de limpiar la cubertería.
———.———
*Heráclito
de Éfeso (en griego: Ἡράκλειτος
ὁ Ἐφέσιος Herákleitos ho Ephésios), conocido también como «El Oscuro de Éfeso»,
fue unfilósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a.
C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia
Menor (actual Turquía). Como de los demás filósofos griegos anteriores a
Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen
sus aportes gracias a testimonios posteriores
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