BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 10
CAPÍTULO 10
YoonGi POV:
Es domingo y la rutina comienza a instalarse en
mi cuerpo como una niebla invisible que poco a poco se amolda a mí. La señora
Park no ha querido desayunar y ha madrugado para ir con unas amigas de una
urbanización cercana a hípica o algo por el estilo. El señor Park me ha hecho
prepararle un rápido desayuno para poder ir al campo de golf a dos kilómetros
para jugar con sus compañeros de trabajo. La mañana se vislumbra tranquila y
sosegada con lo que me dedico a poner un par de coladas, una remesa en el
lavavajillas y a tender la ropa aprovechando el buen sol que hace hoy. El poco
pero suficiente viento que hace ayudará a secar la ropa.
Cuando son las doce casi del medio día un grito
quiebra la casa.
—¡¡Yoongi!! ¡Un café! –Suspiro amargamente
escuchando la voz proveniente de la habitación de Jimin. Imaginarme tener que
aguantar su humor de resaca tras una noche de fiesta se me hace muy pesado de
afrontar pero aun así hago un café bien cargado y lo vierto en una tacita
blanca que coloco sobre una bandeja con una cuchara y camino con todo escaleras
arriba donde ya oigo mi nombre de nuevo a voces. No quiero ponerme a su nivel
así que espero hasta llegar a la puerta de su cuarto para hacer acto de
presencia y encontrarme a un Jimin remolón que se revuelve en la cama ya con
las persianas levantadas de su propia mano y con el olor característico de una
noche de alcohol y tabaco.
—Aquí le dejo el café. –Le digo mientras le
dejo la taza en la mesilla y él asiente con un quejido que muere en su
garganta. Yo salgo, de nuevo dispuesto a conducirme a la cocina pero es llegar
y meter las manos de nuevo en el fregadero para escuchar unos pasos por las
escaleras que me ponen los pelos de punta. Más lo hace su voz con gritos y desvaríos.
—¡Qué asco, joder! ¡Está demasiado amargo!
¡Odio el café amargo! –Cuando Jimin entra en la cocina se acerca al fregadero y
derrama ahí el café soltando la taza y el plato dentro.
—¿Quiere que le suba otro?
—Me lo tomaré aquí mismo. –Me dice y se sienta
en la mesa detrás de mí y yo me le quedo mirando con el ceño fruncido. Asqueado
por su altivo comportamiento, rencoroso por destrozar mi moto. Apoyo mis manos
en la encimera, suspiro largamente y él ni siquiera me deja concienciarme de no
abofetearle—. Vamos. ¿A qué esperas? ¡Necesito despejarme!
Apretando los dientes cojo la cafetera y sirvo
media taza de café y la otra media de leche. Hecho dos terrones de azúcar y la
sostengo en mi mano antes de dársela. Él habla para hacerme sentir más furioso.
—¿No seguirás enfadado por lo de la moto? –No
contesto girándome a él y cruzándome de brazos soltando el café a mi lado—.
Vamos, era solo una broma. –Apoya su cabeza en su mano, cansado y somnoliento.
—Una broma… —Repito curioso—. La broma me ha
dejado sin moto.
—Eso era un triciclo. Y además, más viejo que
una tartana.
—Pero era mía, no tenías ningún derecho a…
—¡Eh! ¡Eh! –Me detiene con ojos atentos—.
¿”Tenías”? “Tiene usted, señorito” –Me corrige y yo suspiro con paciencia. La
paciencia se agota rápidamente. Él hace que la pierda—. Dame mi café ya.
Desagradecida. Estoy asqueado de verte cada día, mejor tenía que haberte
atropellado a ti…
Apoyo mi cuerpo en la encimera y cojo el café
en mis manos para ponerlo bajo mi rostro y dejar caer un escupitajo que
desciende lentamente hasta que cae dentro y remuevo con la cuchara delante de
él. Él deja de apoyarse en su mano y me mira completamente pálido y asqueado.
Más lo está cuando se lo dejo delante con intención de que se lo beba.
Ofendido, como es normal, da un manotazo al café que sale volando con taza y
plato. La cuchara se ha mantenido en la mesa, pero los otros dos trastos caen y
se rompen en pedazos. Eso no parece preocuparle, a mí menos.
—¡Serás guarra! –Se levanta dando un puñetazo a
la mesa y yo me cruzo de brazos sonriéndole con perspicacia.
—No es la primera que te cuelo, gilipollas…
—¿Cómo? –Palidece aún más.
—¿Estaba rico el bibimbap? ¿Hum? ¿Y tú bebida
energética?
—¿Escupiste dentro? –Pregunta con curiosidad
más que para saber qué es lo que va a vomitar de un momento a otro más que por
saber hasta qué punto estoy dispuesto a llegar. Yo me encojo de hombros.
—¿No se te ocurre nada peor? –Alzo una de mis
cejas y dejando la pregunta en el aire le veo coger aire para aguantar las
nauseas repentinas y rodea la mesa hasta ponerse frente a mí con intención de
golpearme. Pero no lo hace—. ¿Creías que iba a quedarme de brazos cruzados
mientras me martirizas? ¿Te crees gracioso por correrte por todo tu cuarto?
Jamás me había sentido tan humillada en mi trabajo. –Él ríe de mí.
—Eres una chacha. ¿Esto es lo peor que has
hecho? Puedo hacértelo mucho más difícil. No me tientes…
—Has superado el límite, jodiendo mi moto.
—Si ese crees que es el límite es que no me
conoces. –Frunzo los labios.
—Ten cuidado. –Le amenazo—. Yo no me quedaré
atrás. ¿Sabes? No deberías amenazar a quien entra en tu cuarto cuando no estás
en casa, a quien te prepara la comida o a quien le mandas limpiar tu mierda.
—Tú, jovencita, no deberías cabrear a quien te
da de comer…
—Dime… ¿saben tus padres que pierdes el culo
por las pollas? –Rápido abre sus ojos y me mira temeroso.
—¿Qué tonterías dices?
—Lo que has oído. ¿Cuántas corridas te haces
pensando en el jardinero? ¿Hum? ¿Saben tus padres de las revistas bajo la cama?
–Su mano va al cuello de mi uniforme y me hace dar un respingo mientras me
agarro con ambas manos al brazo extendido hacia mí.
—¡Ni se te ocurra decírselo a nadie o te juro
que hundo tu vida! ¡Puta! –Con mis manos intento deshacerme de su agarre en mi
cuello pero es demasiado fuerte y solo me suelta cuando él desea pero ojalá no
lo hubiera hecho porque desde su reloj se engancha uno de mis mechones y se
lleva con él toda la peluca en su muñeca.
Rápidamente el extraño frío de la falta de la
peluca me hace llevarme las manos a la cabeza y él se queda un segundo en
shock. Lo suficiente como para dejarse arrebatar de nuevo la peluca en su reloj
enganchada y me la recoloco dándole la espalda. La adrenalina controla todos
mis movimientos y en mis mejillas arder el calor por la situación. No ha sido
el mejor momento para descubrirme, ahora que tiene tan fácil despedirme. Con
mis manos peino mi peluca pero él apoya una de sus manos en mi hombro y me hace
girar hacia él. Yo escondo mi mirada entre el flequillo pero él me tira de
nuevo del pelo y me arrebata la peluca. Me dejo hacer porque ya no hay solución
alguna. Pienso en mil excusas. Ninguna serviría.
—Yo… yo es que tengo un problema en el pelo… no
me crece y claro…
—¡Basta! –Dice alto y firme. Yo me paralizo y
acaricio mi pelo real mientras lo peino amoldándolo a mi verdadero gusto—. Eres
un hombre… —Dice confuso pero no del todo sorprendido. Ya se sospechaba algo
aunque afirmar sus sospechas es una situación demasiado compleja. Suspiro
amargamente mientras cubro mi rostro con mis manos. Verme sin la peluca me hace
sentir indefenso y desarmado. Despojado de la personalidad confiada y altiva
que tenía. Siento vergüenza viéndome así vestido sin tener el conjunto
completo. Me siento una aberración.
—Lo siento… señor…
—Me has mentido. Has mentido a mis padres. Te
has hecho pasar todos estos días por quien no eres… ¿por qué? –Su voz es la más
seria que le he visto hacer en todo lo que le conozco.
—No tengo estudios. –Le soy sincero—. Y mi
físico no me permite trabajar en algo que requiera un esfuerzo… Esta es mi
única opción…
—¿Hasta cuanto tenías planeado esconderte?
—Hasta que se pudiera… —No me deja terminar.
—¡Estoy hablándote! ¡Mírame cuando te hablo!
–Me retira las manos del rostro y tira la peluca sobre la mesa. Mis manos
tiemblan con lo que las uno frente a mi cuerpo y él da un paso atrás para
mirarme de arriba abajo. Suspiro mientras le retiro la mirada avergonzado y
acaba suspirado, terminando por asimilar la información. Con una de sus manos
se dirige a mi cabello y me acaricia suavemente, enredándose con uno de mis
mechones negros. Después pasa alrededor de mi oreja derecha y sigue con sus
dedos la línea de mi mandíbula—. ¿Ya no eres noona? –Pregunta con una sonrisa
tímida.
—Hyung. –Le corrijo y él asiente aún más
risueño.
Su mano va al cuello de mi camisa y abre el
primer botón para descubrir el tirante rosa de un sujetador y me mira
ojiplático. Me sonríe y yo le retiro la mirada.
—¿Tienes el conjunto completo, hyung? –Se
arrodilla en el suelo pero yo me alejo de él retrocediendo un par de pasos
mientras sujeto con firmeza mi falda.
—¡No se te ocurra!
—¡Cállate! ¡Solo tengo curiosidad! –Me acorrala
contra la encimera y se inclina de nuevo para levantar el borde de mi falda y
colarse debajo. Ríe dentro y yo muerdo mis labios con las manos temblorosas
mientras habla divertido—. ¡Son adorables! ¿Pero no son incómodas? –Pregunta y
siento como la yema de su dedo toca mi pene lo que me hace dar un respingo y
levantar mi falda para verle con el rostro divertido de un chiquillo con un
nuevo juguete.
—¡No toques! –Me alejo de él y él me deja ir,
pues se ha divertido suficiente.
—Está bien… está bien…
—¿Y ahora qué? –Pregunto y él no entiende a qué
de mi pregunta—. ¿Vas a decírselo a tus padres?
—Claro que no. –Me sorprende su rotundidad—.
Ambos podemos perjudicarnos mutuamente. Sabes demasiado. –Me mira serio.
—Entiendo…
—Te propongo un trato. –Se cruza de brazos y
eso me hace entrecerrar los ojos desconfiado.
—¿Ahora te pones parlamentario?
—¿Escuchas o prefieres…?
—¡No! ¡Está bien! Habla…
—Bien, yo no digo nada de que eres un chico, si
tú mantienes en secreto que a mí me gustan los hombres. ¿Bien?
—No es justo. –Frunzo el ceño.
—¿Hum?
—De que se enterasen de ambas cosas el castigo
sería peor para mí…
—¿Eso crees?
—¿No? –Se encoge de hombros y yo le miro
inquieto.
—Si eso crees entonces hagamos otra cosa. Yo no
les digo que eres un chico si tú no solo no dices nada de mí sino que también
haces todo lo que te pida sin rechistar. Nada de malas caras, y nada de
escupirme en las comidas. –Suspiro alicaído. ¿Tengo opción?
—Está bien. Acepto. –Estrecho su mano en el
aire y la muevo unos segundos mientras le veo pasar por mi lado en dirección a
la puerta. Yo le detengo—. ¿Ya no quieres el café?
—He tenido suficiente estímulo por hoy. –Dice
sonriendo pero yo le detengo una vez más.
—¡Espera! Hablando de estímulos. Esto es tuyo.
–Saco del cajón la revista gay y se la paso. Él la mira enfadado por habérsela
robado pero al fin, cansado de la conversación respira y asiente. Mira la
revista y sonríe. Me mira y me habla pícaro.
—¿Te gustan?
—Hum. No están mal. –Me encojo de hombros—. Para
una rápida está bien. –Jimin asiente sonriendo y mientras se marcha no pierde
ojo a la revista. La mira y su sonrisa desaparece momentáneamente.
Paulatinamente. Muy poco a poco hasta que se gira y me mira ajustado.
Tremendamente acongojado.
—¿Qué diablos has hecho con esto?
—¿Cómo que qué he hecho? Aliviarme… —Jimin
traga saliva—. Si quieres saber donde… mejor no te lo digo, vaya a ser que te
arrepientas de nuestro trato.
Rápido veo como los colores de sus mejillas
desaparecen y pasa a una palidez que asusta.
Su mente es lo suficientemente sucia como para intuir que he hecho.
Comentarios
Publicar un comentario