ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 26
CAPÍTULO 26
Jimin POV:
Cada día nos adentramos más en el frío invernal
de la estación propia del año. La lluvia cae golpeando contra los cristales y
no es hasta que no me fijo más detenidamente que no distingo los copos de nieve
entre todo el paisaje. No es lluvia sino nieve que poco a poco se queda en los
pequeños resquicios de las aceras y en la caída de los tejados de las casas
cercanas. En algunos árboles aparece tan solo una pequeña capa sobre las hojas
pero poco a poco se cae de ellas y no parece querer permanecer mucho tiempo
ahí.
–Deja de mirar por la ventana y ayúdame a poner
la mesa. –Me dice mi madre mientras ella hace un esfuerzo por colocar los
platos para cenar. Mientras yo me giro y camino a la cocina me quedo mirando al
señor Min sentado en la mesa con el periódico en las manos y pasa despreocupado
las páginas sin darse por aludido en colocar la mesa. Me recuerda a mi padre y
a su costumbre machista de presidir la mesa sin mover un dedo. Tal vez el
problema no sea suyo, sino de la comodidad de mi madre y su sumisión
conformista.
Cuando llego a la cocina me sorprende el pollo
asado aun en la bandeja del horno mientras mi madre lo coloca en una fuente
algo más cómoda para la mesa y a su alrededor, pone patatas asadas que sirvan
de guarnición. Cogiendo varias copas y una jarra de agua me conduzco al salón
pero mi madre me detiene con una voz gris y resentida. Aún está enfadada por lo
sucedido.
–Dile a tu hermano que baje. –La primera vez
que menciona a Yoongi como mi hermano. No es por el repentino cariño que tiene
sino porque yo me he rebajado al nivel de YoonGi con mis palabras y mis actos.
Genial.
–¡Yoongi! –Grito para que mi madre se siga
escandalizando–. ¡Baja! ¡Es la hora de cenar!
–No te he dicho que grites. –Me dice ella
mientras sale al salón con la bandeja del pollo en sus manos. El señor Min no
se mueve de su asiento ni tampoco abre sus labios para decir nada en contra de
mi madre. Tampoco a su favor. Inerte, pasivo. Acomodado–. Para gritar también
puedo hacerlo yo.
–Haberlo hecho. –Digo por lo bajo sin que ella
me oiga con lo que consigo hacerla creer que me he subordinado a sus palabras
aunque no es cierto. Frunzo el ceño y me siento en mi asiento frente a uno
vacío que en pocos segundos se ve ocupado por Yoongi que nos mira a mi madre y
a mí con el ceño fruncido, confuso por nuestro humor. El señor Min suelta al
fin el periódico y se sirve agua para beber un leve trago.
–Recemos. –Dice mi madre y me da un vuelco al
estómago cuando la mano de YoonGi, ya acostumbrado a este comportamiento, me
estrecha la mano el primero. Yo estrecho con fuerza el agarre y mi madre me da
la otra mano mirándome–. Espero Jimin, que esta mañana cuando fuimos a la
iglesia confesases todos tus pecados.
Yoongi alza la mirada y el señor Min nos mira
alternativamente no demasiado interesado. Frunzo el ceño un poco nervioso.
–¿Pecados? ¿Qué clase de pecados tengo que
confesar? –Yoongi aprieta el agarre en mi mano y yo suavizo el mío con mi
madre, disgustado con su comportamiento.
–Tus mentiras, Jimin. Tus palabras impuras y
sucias.
–¿Decir la verdad es mentir?
–¿Qué es lo que dices? No recrimines mis
palabras. He rezado por ti, Jimin, estás desviándote del camino del señor.
–Frunzo el ceño.
–No creo que sea verdad. Yo solo…
–Reza. Jimin. –Me corta y cierro los ojos con
mis manos ocupadas mientras ella bendice la mesa–. Dios, te pido por el alma de
mi hijo que se ve tentada por ciertos temas impuros y pecaminosos. No le dejes
caer como a otros. Él te pide perdón por sus palabras del otro día que tanto
daño me hicieron a mí y a ti, señor…
–No pido perdón por ellas. –Suelto la mano de
mi madre y ella me fulmina con la mirada mientras yo hago lo propio. Yoongi
también suelta mi mano nervioso y a acaba interviniendo. El señor Min comienza
a comer. Yo también, cansado del dilema.
–¿Qué es eso tan malo que ha dicho nuestro
Jimin? –Pregunta Yoongi con una sonrisa nerviosa a la par que divertida.
–Mintió. –Condena mi madre y yo los miro
alternativamente.
–¿Qué dijo? ¿Qué era alto? –Ríe de repente sin
poder contenerse y yo pateo su pierna debajo de la mesa con mi pie desnudo. Da
un respingo frunciendo el ceño pero sigue divertido por sus palabras. Yo hago
un puchero enfadado.
–No. –Dice mi madre–. Comenzó a defender
absurdas teorías de que pintores y artistas eran gays. –Yoongi frunce el ceño.
No entiende hasta qué punto mi madre se escandaliza–. El mismísimo Miguel
Ángel, gay. ¿Quién dice eso? Nadie. Solo la sucia lengua de mi hijo. –Yoongi
agacha la cabeza a su plato y comienza a comer. Yo, más interesado en sus pies
bajo la mesa comienzo a jugar con ellos y los piso haciendo que me mire de
reojo con una sonrisa. Mis pies en calcetines junto con los suyos igual se
siente agradable.
–No le des importancia. –Dice el señor Min–.
Seguro que no sabe ni lo que dice. –Rápido le miro frunciendo el ceño y me
corta la lengua. No sé qué decir. Mientras, YoonGi se deshace de mis pies sobre
los suyos y aprisiona mis piernas entre sus pies. Yo río por lo bajo.
–Prefiero no pensar en ello. –Dice mi madre–.
Incluso se atrevió a decirme que si le querría de ser gay. –Niega con la cabeza
decepcionada con mis palabras y los pies de YoonGi me sueltan mientras me mira
confuso, causa de las palabras de mi madre. Yo regreso a poner mis pies sobre
los suyos, pero él ya no se muestra tan receptivo al juego.
–¿Sí? Qué tontería. –Dice el señor Min–. Si
tuviera yo un hijo gay me suicidaba. O le ahogaba al nacer. –Mi corazón da un
extraño vuelco y miro a Yoongi que ha dejado de mirarme. Mira su plato mientras
come.
–Eso… es un poco fuerte. –Digo tragando saliva
pero el señor Min da un golpe en la mesa con su puño cerrado mientras me mira
intensamente.
–Un hijo mío jamás sería gay. Solo un bastardo
hijo de puta. Antes que naciera muerto. –Frunzo el ceño. ¿Qué sabe él de su
hijo?–. A Yoongi le acepto que se drogue, que fornique con guarras, todas las
que quiera. Pero él sabe que ser gay está por encima de todo. Él lo entiende,
¿verdad, hijo? –Yoongi alza la mirada para verme y sus ojos, han cambiado. Son
fríos distantes. Me dan miedo.
–Son una plaga peor que la peste. Los mariquitas
me dan un asco terrible. –Dice él. Rápido retiro los pies de los suyos y me
encojo en mi mismo en la silla. El señor Min palmea el hombro de su hijo y
siento como toda mi sangre arde en mis venas no sé si por sentirme tan
indefenso frente a quienes creí decentes o por sentirme traicionado y engañado
por Yoongi. ¿Qué diablos sucede? Yoongi deja de mirarme y regresa a comer
mientras nuestros padres siguen hablando.
–Quieren que todos nos volvamos gais, como
ellos. –Dice el señor Min mientras mi madre asiente y suelto los palillos para
beber agua y aclarar mi garganta. Tal vez mis ideas.
–Si mi hijo supiera... Vive en su mundo. –Estoy
delante y sus palabras duelen demasiado–. Los sodomitas van al infierno de
cabeza, no quiero que mi hijo se vea arrastrado por eso.
–No lo hará. Tu hijo es un hombre de Dios. –El
señor Min me mira con unos ojos brillantes–. ¿Verdad, muchacho? Solo eres
curioso, nada más. Un hombre de Dios debe encontrar a una esposa y tener tantos
hijos como pueda. ¿No quieres darle nietos a tu madre? –Los miro a ambos,
alternativamente y con el corazón encogido. Acabo de descubrir qué es lo que
les ha unido. La religiosidad de mi madre con su fanatismo. Una mezcla
demasiado peligrosa.
–Cl–claro mamá. –La miro con ojos temblorosos–.
Te daré muchos nietos para que te acompañen en tus tareas y les lleves a la
iglesia. Dos niños, y dos niñas. –Miro a Yoongi que me aparta la mirada para
dirigirla a su plato donde parece que ha encontrado un buen lugar de
aislamiento–. La primera niña la llamaré como tú, mamá.
–Oh, mi amor. Eres un cielo.
–¿Cuántos hijos quieres darle tú a tu padre,
Yoongi? –Le pregunto curioso más de que sepa responder que de la propia
respuesta.
–Me conformo con un hijo, fuerte y sano.
–¿Y cómo será ella? Tu mujer. –Me mira, y sé
que me odia, pero más puedo yo odiarle a él en este preciso instante.
–La más hermosa del mundo. No te quepa la menor
duda.
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