ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 24

 CAPÍTULO 24


Jimin POV:

 

Suspiro amargamente mientras la llama de una vela roja baila y se contonea frente a mí en la mesa con un aire erótico y a la vez cómico. Algo sátiro. Sentado a la mesa con mis manos sobre mi regazo me contraigo en mi mismo avergonzado tremendamente tan solo con estar en la presencia de mi madre y cada vez que me mira a los ojos creo que puedo sentir como me juzga y me recrimina lo sucedido, porque si de alguien ha sido la culpa de lo que ocurrió, tan solo la tengo yo, por sucumbir a la habilidad indiscutible de sus labios sobre mi pene.

–¿Quieres agua o zumo? –Me pregunta ella mientras está en la cocina terminando de poner la mesa y aunque vive en la ignorancia podría jurar que lo sabe mejor que yo. Debió escucharme gemir porque recuerdo mi aliento salir tan ferozmente de mis labio que todo temblaba a mi alrededor. Si me esfuerzo, incluso puedo sentir aún el roce de las manos de Yoongi por mis muslos y como me tenso ante su contacto. Es algo extravagante y maravilloso a la par. Pero la culpabilidad me corroe en cuanto me siento satisfecho con lo sucedido porque no puedo negarlo, fue algo asombroso y novedoso. Algo que jamás había experimentado y lejos de hacerme daño, el placer y la intensidad del orgasmo, han superado con creces todas mis masturbaciones impudorosas.

–Agua, mamá. –Suspiro mientras ella camina de regreso al salón y se sienta frente a mí en la mesa y coge mis manos pero yo las aparto de ella sintiéndome sucio y asqueado. No por ella, por mis lujuriosos actos.

–¿Estás bien? –Con su preocupado tono asiento haciendo como si nada y le estrecho las manos mientras sus palabras inundan el salón donde ambos estamos cenando–.Dios, bendice estos alimentos que vamos a consumir y te damos gracias por este día tranquilo de paz y armonía. Amén. –Ha recurrido a las palabras típicas para no alargar el discurso. Ella tampoco se siente cómoda con sus manos en las mías pues es de los primeros contactos que tenemos después de haber discutido. Ella me golpeó el rostro y ese fue el último contacto que recuerdo de ella. Con una sonrisa más falsa que amable, coge los palillos y comienza a bailar con ellos sobre los platos para escoger de todos un poco de alimento. Yo imito sus gestos pero antes de hablar, bebo agua.

–¿Mamá? –Alza el rostro–. ¿Dónde está el señor Min?

–Ha ido con unos amigos. –Asiento.

–¿Y Yoongi? ¿Trabajando?

–Supongo. –Dice sin mucha importancia. Mentar su nombre ha sido sin duda un error.

–Mamá, ¿qué sientes exactamente por el señor Min? –Pregunto curioso pero ella no parece tomarse a bien mis inocentes palabras y me contesta simple y seca.

–Amor, hijo. Punto.

–¿Se siente bien? El amor…

–¿A qué te refieres? –Suspiro bebiendo agua de nuevo.

–¿Cómo sabes que estás enamorada? –Ella saca una endeble sonrisa.

–¿Hay alguna chica que te guste, amor? –Niego con el rostro.

–Solo es curiosidad, madre. No saque las cosas de contexto. Solo, no quiero que el señor Min te haga daño.

–Oh, hijo. No tienes que preocuparte por esas cosas, ya soy mayor. –Asiento mientras como un poco de arroz–. Cuando encuentres a la chica adecuada, ya sabrás lo que es el amor. –Asiento de nuevo pero una pregunta atenaza mi cabeza, no de repente, sino que se rememora desde hace unos días. Desde lo sucedido.

–¿Me querrías incluso si nunca estoy con una chica? –Mi madre frunce el ceño.

–Claro, hijo.

–¿Incluso si estoy con un hombre? –Intento sonreír para que no se noten mis verdaderas intenciones en la pregunta, tan solo como una broma jocosa, pero ella, lejos de ser comprensiva, desvaría.

–¿Qué clase de pregunta es esa? Tú no vas a estar con un hombre, deja de decir tonterías.

–¿Sí?

–Claro, amor. ¿Qué ibas a hacer tú con un hombre? Los gays son promiscuos, alcohólicos, drogadictos. Desperdicios de la sociedad.

–¿Sí?

–Claro que sí. Mi hijo no es un gay. No es eso. –Hago un pico con los labios y frunzo el ceño confuso.

–¿Los gays son desperdicios? –Ella asiente convencida y yo ataco sus debilidades. Sus dogmas–. Mamá. ¿Te gusta la bóveda de la Capilla Sixtina? –Ella asiente y rápido parece confusa.

–Claro que sí hijo, es una de las mayores obras de arte. La mejor representación del génesis…

–Mamá. –La interrumpo–. Miguel Ángel no es un desperdicio. –Ella no entiende.

–¿Te gusta La Mona Lisa? –Asiente mientras deja de comer para escucharme–. Da Vinci tampoco es un desperdicio. ¿El nacimiento de Venus de Botticelli? La vocación de San Mateo, El martirio de San Mateo, El entierro de Cristo  de Caravaggio… Mamá, Caravaggio era un gay que gustaba de acostarse con niños. Con jóvenes adolescentes y siempre que puedes miras sus obras, completamente convencida de que era un hombre de Dios. ¿Sabes? Podría serlo pero su Dios no le frenaba en cuanto a sus relaciones. ¿Por qué el mío debe prohibirme nada?

–¡Basta! –Grita escandalizada más con las verdades de mis palabras que con mis intenciones–. ¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Quién te ha contado esas mentiras?

–No son mentiras, se cree que…

–No permito que me insultes a la cara, Jimin. ¿Qué diablos te ocurre?

–Nada, mamá. Solo digo que grandes personajes en la historia fueron… –No me deja terminar.

–Todos muertos por los vicios, no te engañes.

–Eso sí que es mentira. –Alzo la voz sin querer, disgustado más con su ignorancia que con sus intenciones.

–Vete a tu cuarto. –Dice en un tono más que normal. Acomodándose mejor en la silla y colocando su servilleta en su regazo, da por finalizada la conversación–. Estás castigado.

–¿Por qué? –Pido explicaciones. La primera vez en mi vida que lo hago.

–Por mentiroso.

–Yo…

–¡Largo! –Tiro mi servilleta sobre la mesa y me levanto enfurecido pero no es sino lo que deseaba porque la conversación tampoco me agradaba y de haberme mantenido en la mesa, habría sido una cena incómoda. Cena al fin y al cabo y el hambre en mi estómago reclama por comida y la comida, se ha quedado abajo.

Suspiro mientras asciendo por las escaleras y cuando llego a mi cuarto me tiro sobre la cama. Cierro los ojos y suspiro mientras siento la calidez del colchón abrazarme. Mi ropa estorba y me deshago de mi camiseta y mis pantalones dispuesto a ponerme el pijama pero mi mano se desvía, casi como un acto reflejo a mis testículos y me sobo unos segundos hasta que recuerdo el contacto de la lengua de Yoongi sobre mi piel lo que me hace apartar la mano de mi mismo. El pudor me gana pero algo mucho más fuerte que mi fiel creencia a la sobriedad y la templanza comienza a controlarme y apagando por completo todas las luces, me adentro en la cama sintiendo mil veces mejor el contacto de la tela sobre mi piel desnuda. No necesito un pijama que me ampare, tampoco una pequeña luz que me sostenga. Nada más que la oscuridad que facilita la imaginación y el recuerdo para una experiencia mucho más placentera. Hace semanas que no me masturbo y con la alta expectativa que han dejado los labios de Yoongi en mi cuerpo, me será difícil superarle, pero tal vez la memoria me facilite una corrida rápida y agradable.

Mi mano camina sola por mi vientre y se cuela por el elástico de los bóxers. El simple roce de mis dedos con el glande me hace sentir escalofríos por todo el cuerpo desde los pies a la punta de la cabeza. Muerdo mis labios mientras suspiro y aprieto mi mano en la longitud imitando la estrecha boca de Yoongi alrededor de mi polla. No está igual de caliente, tampoco tan sabrosa y húmeda. Quiero escupirme en la mano para lubricar mejor pero incluso eso me parece demasiado y me limito a seguir con movimientos lentos hasta que el propio presemen salga y me ayude. Rozo el glande con mi pulgar, mi pene responde endureciéndose por momentos.

–¡MMM! –Gimo con mi otra mano libre cubriendo mis labios–. Yoongi… –Susurro mientras me imagino su cuerpo sobre el mío y solo pensarlo, ya me hace enrojecer pero he creado un grave problema en mis manos y tengo que resolverlo lo antes posible. Duele, el problema duele mucho más de lo que me gustaría porque mientras lo disfruto con un placer que no había imaginado, también me acompaña la culpabilidad de mis pensamientos impuros–. ¡Ah! ¡Uf! –Muerdo la palma de mi mano no pudiendo controlar ya los espasmos. Me corro entre las sábanas y cuando mi cuerpo se nota exhausto, me desplomo cerrando los ojos cansado. Me duermo antes de darme cuenta.

 

 


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