ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 22

CAPÍTULO 22


YoonGi POV:

 

La lluvia cae fuera. Desde mi cuarto se puede oír bien el sonido de cada una de las gotas golpeando el cristal y como este vibra por el viento haciéndolo mover. La casa está en completo silencio a pesar de que son tan solo las nueve de la noche en un día cualquiera y me siento extraño, ya que debería estar trabajando pero mi jefe me ha dado el día libre porque cerraba el taller por su aniversario de boda. Yo me he visto obligado a cerrar mi tienda de tuneados adosada al taller a pesar de haber insistido en que me dejase ir al menos a pintar, sin atender clientes. Tras sus palabras amables pidiéndome, no, rogándome que descansara un día, he accedido aunque aun estando en casa frente a mí tengo los dibujos que debo pasar a plantillas y los folios en blanco caen desordenados y revueltos, hechos bolas bien apelotonadas cerca de la papelera. El silencio es demasiado. No hay un chiquillo revoltoso y de pelo rubio que me perturbe.

Miro el reloj de nuevo y el olor de la cena ya asciende por las escaleras hasta mi cuarto por lo que deduzco que ya debe estar sobre la mesa, preparada y lista para consumir, pero como nadie sube para invitarme, no me siento digno de ella y con un suspiro y un repentino vacío en el estómago continúo dibujando con la luz del flexo iluminándome. Miro de nuevo fuera tras haber centrado durante demasiado tiempo la vista en el papel y apoyo mi barbilla en mi mano pensando que Jimin debe estar regresando de la universidad. Suspiro decepcionado conmigo mismo pues debí ir a buscarlo para que no se mojase por el camino pero ya es demasiado tarde, él está entrando por la puerta.

–Hola. –Saluda con una voz alicaída, cansada y sin duda somnolienta.

–¿Qué tal hijo…? –Su madre deja la pregunta a medio formular y un tenso silencio se produce. Yo intento concentrarme en mis dibujos pero el lápiz en mi mano no funciona, nada en mi cabeza funciona y me limito a mirar el papel en blanco mientras mis oídos prestan atención a la conversación que se produce en la planta inferior–. ¿Qué es esto? –Pregunta de nuevo la voz de su madre pero esta vez mucho más firme y autoritaria. Incluso a mí me parece perturbadora–. ¿Un suspenso en Derecho Penal? –Sonrío recordando tiempo que me trae la conversación.

–Lo–lo siento, mamá.

–¿Se puede saber qué te pasa? –Miro la puerta, de donde viene el ruido. Aprieto mi mano en el lápiz.

–Lo siento, yo no…

–¡No has estudiado! ¿Verdad?

–Claro que sí…

–¡Y una mierda! ¿Te crees que soy tonta, Jimin?

–Estudié mucho, lo prometo, es solo que en el examen…

–¡Basta de mentiras! –Oigo el golpe de una piel golpeada. Rápido me incorporo y ante el silencio repentino que se produce me detengo ya que no tengo excusa para salir pero los lloriqueos de Jimin me hacen coger la puerta con fuerza.

–¡Mamá! ¡Lo siento mucho! ¡No volverá a pasar! –Sus llantos son la cosa más dolorosa que jamás pasó por mis oídos. Salgo veloz fuera del cuarto empujando la puerta con todas mis fuerzas sin importarme en absoluto que choque contra la pared o que se parta, apenas me importa siquiera matarme mientras bajo a toda velocidad las escaleras encontrándome una escena tan desagradable como repulsiva. Su madre, sujetando con fuerza el brazo de Jimin a pesar de que este tiene más fuerza, y con su otra mano, golpeando su mejilla con todas las ganas y fuerzas que saca de la rabia momentánea. Los ojos de Jimin, encharcados y escondidos en sus brazos que intentan interponerse en los golpes de su madre, están cerrados. Presas del pánico. Su madre intenta apartar los brazos de su hijo para propinarle más bofetadas y cuento todas y cada una que se producen delante de mí y todas y cada una se marcan en su piel, enrojeciendo cada vez más la zona, provocando un triste contraste entre ambas mejillas. Solo se ceba con una para que el dolor sea más intenso.

–Saliendo de fiesta con Yoongi… ¿Hum? ¡No saldrás de casa en tu vida! ¿También dejas de ir a la iglesia? ¿Hum? ¡Desgraciado! No vas a volver a…

–¡Basta! –Salto el último escalón para interponerme entre ambos y sujeto le brazo de su madre mientras la miro con ojos desorbitados y el ceño fruncido por un enfado más provocado por el amor que siento por Jimin que por el odio que ella me irradia. Jimin se queda a mi espalda y no reacciona cuando tiro el brazo de su madre lejos de ambos haciendo que ella retroceda chocando con la mesa. Se apoya en ella a pesar de que hace caer algunos platos al suelo.

–¡Yoongi! –Dice mi padre que se levanta de repente de la mesa y le miro apretando los puños con ira.

–Ahora te levantas, ¿no? Hijo de puta…

–¡No me hables de esa forma! –Jimin sigue lloriqueando detrás de mí mientras mi padre grita–. Y discúlpate con la señora Park, no eres nadie para decidir cómo educar a su hijo. –Me giro a Jimin ignorando las palabras de mi padre para verle esconder su mirada de la mía avergonzado. El papel del examen aún está en sus manos. Yo llevo una de las mías a su nuca y le atraigo a mí para que me abrace y eso hace, apoyando su rostro en mi hombro y sollozando ahí mientras sus temblorosas manos me sujetan de la cintura. Yo me giro a mi padre para verle y recriminarle, mientras Jimin no se suelta de mi abrazo.

–Mamá sabía educar a un hijo, no como vosotros. No dejaré que nadie le ponga una mano encima. ¿Entendido? Os las veréis conmigo. –Mi padre llega hasta la señora Park, rodea su cintura comprobando que no le he hecho daño y después ambos me miran furiosos. Intentando no prolongar más la riña, conduzco a Jimin por las escaleras y les abandono dejándoles seguramente con una posible discusión conmigo como principal tema.

Cuando hemos llegado a la planta superior se separa de mí y camina en dirección a su cuarto con el papel arrugado en su mano pero yo le sigo y en la puerta le detengo haciéndole que me mire, disgustado con su llanto pero él me aparta el rostro, como si yo fuera el verdadero culpable de la discusión y se encierra dándome con la puerta en las narices. Eso no hace sino enfurecerme más y entro sin su permiso para verle confuso por mi reacción, casi indignado y decepcionado. Me mira a sabiendas de que iba a entrar de todas maneras.

–Déjame ver tu mejilla. –Me acerco de nuevo y nuevamente se escabulle de mí ocultando en todo momento su rostro avergonzado–. Deja de ser infantil. –Cojo su brazo y le zarandeo unos segundos para que me preste atención pero tras que fija sus ojos en los míos me doy cuenta del repentino valor que ha obtenido de repente de la nada y eso me hace sentir inquieto–. ¿Estás enfadado conmigo, acaso?

–¡Claro que sí! ¡Es culpa tuya! –Río aun sin soltarle el brazo.

–¿No creerás en serio en lo que dice tu madre?

–Ella no sabe nada. –Susurra temiendo que realmente alguien nos oiga y eso me hace sentir inquieto.

–¿A qué te refieres?

–¡Por tu culpa no pude hacer el examen! ¿Cómo podía pensar cuando dos noches antes nos besamos? ¿Hum? –No contesto, impactado por sus frías palabras y sintiéndome de repente tan culpable por su examen. No pensé en eso cuando le besé, no pensé en nada–. Ni siquiera te acuerdas, ¿verdad? ¿Cómo ibas a hacerlo? Ibas como una cuba.

Se suelta de mi brazo con violencia y se fija en su papel en la mano, tornando su rostro de nuevo triste y alicaído. Suspira y deja el papel sobre el escritorio para sentarse y al fin deshacerse de su abrigo que no me había dado cuenta hasta ahora, está empapado. Igual que su pelo. Suspiro yo también y viendo que ya no precisa de mi compañía me marcho enfadado conmigo mismo pero una vez estoy fuera voy al baño y recojo una toalla de color blanco que hay sobre un calienta toallas eléctrico y me la acerco al rostro para comprobar que está tibia y agradable.

Regreso a su cuarto sin pensar.

–¿Otra vez aquí? –Me pregunta sin mirarme, sentado en su escritorio y ante el examen–. ¿No te he dejado claro que…? –Sus palabras se ven silenciadas a medida que cubro su cabello con la toalla y siente la calidez de la tela. Dando un respingo con el primero contacto lleva su mano a su pelo y acaricia la toalla topándose con mi mano en medio. Se gira y me sonríe tan agradablemente que sé que ha olvidado toda la disputa.

–Vas a coger un resfriado.

–¿Qué importa? –De nuevo esa mirada pesimista y se gira al escritorio mientras seco su pelo. No puedo evitar que el olor de su champú me llegue. Eso me enloquece.

–Deja de ser así. –Aparezco al lado de su rostro y evita mirarme. Aprovechando que no me mira susurro en su oído–. Y sí me acuerdo del beso. El mejor beso que me ha dado nadie nunca. –Beso su mejilla. Enrojecida e hinchada. Él se aparta tímido y enfadado. No me importa. Me marcho dejándole con su confusión.

 


 


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