ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 21
CAPÍTULO 21
Jimin POV:
El dolor en mi cuerpo es lo primero que siento,
nada más durante mucho tiempo y cuanto más tiempo pasa, peor es el dolor y más
condicionado estoy a no moverme y dejarme acariciar por la inconsciencia que me
proporciona el sueño siempre tan placentero, siempre sumiso a mi deseos pero la
adrenalina me domina en el instante en que siento, al rededor de mi cintura,
una mano desnuda acariciando mi vientre con cuidado, en movimientos circulares
en sus dedos y una constancia perturbadora. Son unos movimientos mecánicos,
completamente fríos, inconscientes y lo que más me preocupa, bajo mi ropa. Un
suspiro a mi espalda. Un gemido y un ronquido. Con el corazón encogido en un
suspiro abro los ojos vislumbrando entre las tinieblas que me proporcionan las
rendijas de la persiana una habitación que no reconozco, un cuarto desconocido
a mi recuerdo, un lugar extraño que no me suena en absoluto.
Como absorbido por el recuerdo, un brutal
choque de adrenalina impacta en mi pecho y las náuseas aparecen junto con el
vértigo y el miedo. Sumado todo ello con el dolor de cabeza cuyo origen estaba
en ese primer dolor que acaba de tomar forma y se instala sin piedad alguna
entre mi sien y la cuenca del ojo derecho. Muerdo mis labios y tomando como
posibilidad la idea de que una de las mujeres que nos acompañaron anoche sea la
que se acomoda a mi espalda me giro lentamente con miedo de despertarla, con
miedo de que ya esté despierta. Temblando porque esté desnuda, palideciendo si
yo me he beneficiado de ella. No es sino el rostro de Yoongi el que aparece
escondido en mi nuca con la expresión más dulce que he tenido el privilegio de
ver en él. Suspiro liberado de una angustia que me cortaba el aliento pero al
ver la forma de sus labios, el brillo en ellos y la pequeña y suave textura del
pálido rosa en la piel, como golpeado duramente, me incorporo y me alejo de él
sin importarme en absoluto despertarle o siquiera dañarle. Busco un baño en el
cuarto, nada hay a mi alcance por lo que sentándome en el borde de la cama me
limpio los labios en la manga de mi camisa ayudándome con el dorso de mi mano.
Muerdo mis labios culpable, enrojecido, tremendamente furioso conmigo mismo por
no haberle detenido a tiempo y dejar que fuera el sueño quien le hiciera parar.
–Buenos días. –Murmura con voz grave y
revolviéndose aun en la cama somnoliento. Ha debido verme y me giro a él para
mirarle pero él ya no parece prestarme atención y mira hacia la ventana
comprobando que efectivamente se está haciendo de día y busca entre los
bolsillos de su pantalón su teléfono móvil. Mira la hora y regresa a
desvanecerse sobre el colchón. Eso me hace sentir curioso y tras rebuscar entre
mi propia ropa, rescato el teléfono del bolsillo y el mundo se me cae encima.
–¡Las diez de la mañana! –Algo mucho peor hay
para mí en la pantalla–. Cinco llamadas de mi madre. –Hablo en voz alta para
intentar infundirle a Yoongi el mismo miedo que siento pero no parece que se
inmute y yo mismo me regaño–. Joder, Jimin...
–Esa boca... –Me dice por la palabrota y rápido
me doy cuenta de hasta qué punto he dejado de ser yo. El dolor en mi cabeza no
me deja asimilar bien la situación e incluso pienso que con su comentario se
refiera a lo sucedido anoche pero hasta me cuestiono que se acuerde por lo que
me levanto y rebusco por el cuarto mis cosas, sin encontrarlas.
–Es tarde. –Digo a la nada, al parecer, porque
nadie me contesta–. Mi cabeza... –Sujeto mi frente con mis manos haciendo un
gran puchero que pasa desapercibido.
–Mmm. –Gime y me lo tomo a mal sintiendo que
con su gesto me manda a la mierda por lo que camino hasta él y tiro de su brazo
zarandeandolo con fuerza hasta que consigo que reaccione. Mal, pero al menos
reacciona.
–¿Qué mierda te pasa? ¿Quieres irte a casa?
Vete, ¿quién te retiene?
–Hyung, muévete, vamos, tenemos que irnos…
–Miro por encima buscando nuestras pertenencias sin encontrarlas y eso me pone
mucho más nervioso con lo que, sin pensarlo, palmeo fuertemente su espalda lo
que le hace dar un respingo y revolverse hasta levantarse. Rápido, y entre
cientos de insultos a mí y a mi madre, se incorpora y camina agarrándose el
costado hasta la puerta. Camino a paso acelerado hasta que él me hace caminar
más despacio y con sigilo, obligándome a imitarle a él. Al principio no lo
entiendo pero cuando llegamos al pasillo de la planta inferior y pasamos por
delante de la sala donde anoche nos emborrachamos, lo comprendo.
Gente dormida en sofás descolocados y sucios.
Otros tirados por el suelo aún con algún botellín de la mano y el olor a
cigarrillo y humo en el ambiente aún se nota. Por lo que parece no hace mucho
que terminaron la juerga, al contrario que nosotros. Entro junto con yoongi sin
ninguna intención de despertar a nadie y rebusco entre los cadáveres en el sofá
mi mochila y en el perchero mi abrigo. Lo huelo y, asqueado, me aparato de él
que ha absorbido todo el olor de tabaco, sudor y alcohol. Me giro a la puerta
donde YoonGi ya ha recuperado su chaqueta de cuero y se ha quedado mirando a
Jeon sentado durmiendo en uno de los sofás con una chica en su brazo y otra
recostada en su regazo. La imagen es del todo deprimente pero no creo que sea
por eso que Yoongi frunce el ceño de esa manera. Mira a todas partes exasperado
y al fin, al fijarse en mí y comprobar que he cogido lo mío, se gira y se
conduce a la puerta.
…
El sonido de la moto es de todo menos
reconfortante. Exasperante y perturbador.
No hace sino agravar lo que creo que siento, que es una buena resaca y
no solo está en el dolor físico, moralmente me siendo derruido. Triste y sucio,
traicionado por la confianza de quien es mi nuevo hermano y decepcionado
conmigo mismo por dejarme arrastrar a estas situaciones. Y mientras me
recrimino a mí mismo, me abrazo a la cintura de YoonGi que no parece darse
cuenta de lo mucho que me duele su comportamiento. Ni siquiera se acuerda de
nada, estoy seguro. No parece comportarse diferente excepto por el pequeño
detalle de que parece somnoliento al volante y eso me hace temer por mi propia
vida. Quiero aferrarme con más fuerza a él, y al mismo tiempo me encantaría
soltarme y dejarme caer para que al menos reaccione a mis incitaciones por
atención.
Cuando llegamos y la moto se detiene el
silencio es tan aliviador que suspiro y me llevo las manos a mis sienes que
duelen tanto como mi estómago o mis pulmones, consecuencias del tabaco y el
alcohol. Ya no importa y me aliviaré con un vaso de leche caliente y no
volviendo a consumir nada de lo visto. Aun así, me siento cansado, adormilado y
de muy mal humor por lo que caminamos YoonGi y yo al lado el uno del otro hasta
el ascensor y subimos en silencio mirando el suelo o el espejo a nuestro lado.
–No deberías enfadarte con JungKook por mi
culpa. He sido yo quien fue anoche, él no me obligó ni nada así… –Yoongi
suspira y de inmediato sé que algo he dicho que le ha tocado la fibra porque
aparece una tímida sonrisa cómplice de extraños sentimientos.
–No te preocupes por eso, todo está bien.
–¿No estás a malas con él? Anoche, le pegaste…
–Se lo tiene merecido, ¿no crees? –Niego–. No
importa. ¿Te encuentras bien? –Me pregunta y asiento.
–Cansado. Y de mal humor, me duele la cabeza.
–Yo igual. Voy a seguir durmiendo ahora. Pídele
a tu madre que haga el gran esfuerzo de no molestarme. –Asiento sonriendo.
–¿Seguro que estás bien? Si tienes que
enfadarte con alguien es conmigo.
–También estoy enfadado contigo aunque no se
note. –Me dice fríamente y yo le retiro la mirada sorprendido.
–Oh, hyung… lo siento.
–¿Por qué lo sientes? –Me pregunta mirándome
como si verdaderamente quisiera que le respondiera, para tal vez incluso
acertar en mi propio error.
–Por presentarme anoche… yo… no debí.
–Perdonado por eso. –Las puertas se abren y
salimos pero él pretende mantenerse en silencio. Yo le detengo.
–¿He hecho algo más? Puedes decírmelo, y pediré
perdón.
–¿Pedirías perdón por algo que no has hecho
mal?
–No entiendo. –Sus ojos me miran compasivos.
–Deja de pedir perdón y limítate a respetar mi
espacio. ¿Sí? –Asiento aun confuso pero él debe dar por terminada la
conversación porque se refugia en la búsqueda de las llaves en sus bolsillos y
al encontrarlas abre la puerta de nuestro hogar haciendo que unos pasos
acelerados se acerquen corriendo. Los de mi madre. Yo suspiro prediciendo ya
sus palabras.
–¿Jimin? –Oigo su voz y cuando entro me la
encuentro ya vestida y de brazos cruzados. Su voz es preocupada pero su
expresión enfadada–. ¿Dónde has estado? ¿Ha ocurrido algo malo? ¿Por qué no
cogías el teléfono? –A medida que me deja entrar veo a Yoongi escabullirse de
la conversación caminando despreocupadamente, o tal vez fingiendo
despreocupación, hacia las escaleras, pero no pasa desapercibida para mi madre
que le detiene con sus palabras–. ¿Y porqué venís juntos? ¿Te ha ido a buscar?
¿Y tú de dónde vienes a estas horas? –Le habla a él y eso le hace fruncir el
ceño–. ¿No ves las horas que son para estar de fiesta hasta las tantas? Vienes
apestando a alcohol. –Probablemente fuera yo quien desprendiese el cincuenta
por ciento de lo que ella había notado. YoonGi, parado en el comienzo de las
escaleras y mirándonos alternativamente con una expresión hierática, hace oídos
sordos sin dar una respuesta. Espera a que yo salte con una excusa convincente
al menos para salvarme yo porque a él no le importa lo que le digan. Sin
embargo, a mí sí.
–Estuve con él. –Le digo a mi madre mientras
sus ojos se desvían a mí, igual que los de Yoongi. Su mirada, la de ambos a la
vez, me hace enrojecer levemente.
–¿Cómo? –Pregunta sintiéndose aturdida–. No
intentes defenderle, vamos, amor. Cámbiate, dúchate que tenemos que ir a la
iglesia. –Suspiro y el dolor de cabeza se hace mucho más intenso tan solo con
la simple idea de estar horas arrodillado escuchando el sermón del padre.
–No quiero, madre. –Me froto los ojos cansado–.
Me duele la cabeza, no quiero ir. –Los ojos de YoonGi se abren de par en par
aun apoyado en la pared de las escaleras y mi madre se horroriza llevando una
de sus manos a sus labios de forma teatral. Siempre le ha encantado el teatro.
La farsa y la comedia.
–¿Te encuentras mal, hijo? –Pregunta
esperanzada de una razón de peso.
–Tengo resaca, eso es todo.
–¿Se puede saber qué diablos has estado
haciendo? –Pregunta como si mi explicación de antes no hubiera entrado en su
cerebro.
–¿No me has oído antes? He estado con Yoongi,
de fiesta. –Yoongi cada vez está más confundido y yo cada vez más cansado de
dar explicaciones. La cabeza me estallará en cualquier momento. Mi madre,
ingenua aún, no me cree.
–Aprovecharse de la inocencia de un niño para
encubrirte… –Dice mi madre al rostro perplejo de YoonGi–. ¿Le has dicho que
diga eso? ¿Hum?
–Déjalo, madre. Si no me quieres escuchar no es
mi problema, y no la pagues con Yoongi. –Paso por su lado sorteando torpemente
su cuerpo con el cual choco, para dirigirme a las escaleras–. ¿No somos ahora
hermanos? Déjame que me divierta con mi hermano mayor y sus amigos, mamá.
–Haciendo un esfuerzo por no fruncir el ceño y que mi mal humor sea mucho más
evidente, suspiro lentamente y asciendo las escaleras con el cuerpo de YoonGi
siguiéndome al mismo paso. Cuando llego arriba, oigo la puerta de la calle
cerrarse de golpe y aunque el sonido es doloroso, al mismo tiempo me crea una
paz maravillosa. Sin preámbulos me dirijo al baño y entro para lavarme el
rostro que siento sucio y demacrado. Sin darme tiempo a más, Yoongi está a mi
lado y rebusca en los cajones al lado del espejo entre las medicinas. Coge dos
aspirinas y con un vaso que uso para enjuagarme los dientes, se traga una de
ellas. La otra me la extiende y realizo el mismo gesto.
–Duerme un poco, te hará bien.
–Hum. –Contesto mientras asiento y él sale del
baño pero se detiene en la puerta mirándome como yo mismo me recreo en mi
propio reflejo en el espejo.
–¿Jimin?
–¿Hum? –Le miro.
–No tenías que defenderme. Tu madre es tan
tonta como para creerse que realmente has estado estudiando con amigos.
–Es tan tonta incluso que aunque le haya dicho
la verdad, no va a creerme. –Él sonríe casi orgulloso de mis palabras y la
sonrisa en su rostro es muy juguetona.
–No sé si ha sido el hachís o el vodka, pero te
sienta muy bien. Me gusta este Park Jimin. –Yo sonrío y como no le contesto se
marcha. Me miro en el espejo y duele reconocerme que a mí también me gusta la
libertad que me produce decir por un momento lo que realmente siento o no
cohibirme tan solo porque no sea “adecuado” o “moderado”. Probablemente el
chico delante de mi desaparezca en el momento en que despierte de un mal sueño
pero nada me ha reprimido hoy. Y me encanta.
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