ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 20
CAPÍTULO 20
Jimin POV:
4:33
am
Miro nuevamente el teléfono y las tres llamadas
perdidas de mi madre ante las que he preferido responder con mensajes ya que de
contestar, escucharía la música y el estruendo que se ha formado de un momento
a otro, comparado con una hora antes.
“No sé cuando volveremos”
“Tal vez estudiemos toda la noche”
“Los dos últimos temas son los más difíciles”
A las tres ellas se ha ido a la cama pero me
sigue preocupando que no se duerma esperándome o que se le antoje llamar a casa
de alguno de mis compañeros esperando obtener de mí alguna información más que unos simples
mensajes. Respiro profundamente el aire cargado y ahumado del ambiente y
sorprendentemente esto me hace sentir más calmado. Ya no tengo una deliciosa
cachimba de menta para entretenerme y ya voy por la cuarta copa de Malibú
cuando he decidido no beber una sola más porque incluso he llegado no sentirme
responsable de mis propios actos. Verme mover la mano y preguntarme a mí mismo
quien es ese que se mueve delante de mí, quien lo controla y qué es esa deforme
cosa pequeña y con cinco cortos apéndices que se mueven tan descaradamente.
Hace media hora se han empezado a turnar con un
par de cigarrillos entre hombres y mujeres. Yo aquí sentado no he llegado a
catarlos, sin embargo su olor a hierba se ha extendido por todo el cuarto. No
es hasta ahora que Yoongi lo coge y se lo lleva a los labios aspirando
fuertemente de él encendiendo la punta. Suelta el humo y sus ojos se cierran.
Habla a la nada con ellos cerrados.
–¿Marihuana? –Pregunta.
–No, Hachís. –Le responden.
–Hum… –Murmura y me lo pasa. Yo lo cojo con
manos temblorosas y lo llevo a mis labios sin pensarme cómo de mal estoy para
aceptarlo a pesar de que sé qué es lo que contiene. No me importa demasiado, no
al menos cuando estoy tirando una calada de él y los plumones se me parten. No
toso pero el fuerte sabor me golpea el pecho dejándome sin respiración. Cuando
suelto el humo soy consciente de que he aspirado demasiado fuerte, acostumbrado
a la fuerza que tenía que ejercer sobre la cachimba y nada más me lo arrebata
Taehyung de las manos, me desplomo en el sofá mareado. Más de lo que ya estaba
antes. Yoongi a mi lado está un poco más decente que yo. Las luces se
distorsionan. Todo mi cuerpo deja de pesar hasta que pesa de repente y me
alarmo por ello viendo frente a mí, sentada sobre mis piernas, a una chica.
–Hola, Jimin, ¿cierto? –Asiento con una sonrisa
mientras mis manos van inconscientemente a su cintura para acomodarla más sobre
mi regazo a pesar de que lo único que pretendo es que no me haga daño con su
peso sobre mis piernas. Ella interpreta el contacto como una muestra de
acercamiento y se deja acomodar más cerca. Se sienta mucho más cerca de lo que
quisiera hasta que veo su desmesurado escote frente a mis ojos. En otras
circunstancias habría cerrado los ojos, ahora tan solo miro sus senos embobado,
más por mis propios delirios que por la imagen frente a mí. Ella se mueve sobre
mí, sobre mi regazo con sus piernas a un lado de mí. Ella me mira, creo. Su
pelo rubio y corto no me deja ver bien sus ojos. Pero sí veo sus labios,
pintados de rojo como las furcias. Me recuerda a algo que estudié hace meses.
–Jimin. Vamos, levántate. –Oigo la voz de
Yoongi mientas me siento tirado por el brazo. Él, de pie, me hace incorporarme
y me pone a su lado con su mano aferrando fuertemente la muñeca. La chica que
estaba en mi regazo nos mira caída en el sofá algo enfadada. Yoongi intenta
tirar de mí hacia la puerta pero yo me giro y miro a la chica que se ve
esperanzada por mi atención.
–¿Sabes? –Le digo acordándome de aquello que
tanta curiosidad me ha provocado–. La moda de pintarse los labios viene del
antiguo Egipto. Las prostitutas que mejores felaciones hacían se pintaban los
labios de rojo, –la señalo como objeto de mis palabras–, y así podían
diferenciarse de las que solo realizaban el acto sexual.
Alguien lejano ríe de mis palabras que ha podido
escuchar y ella abre sus labios en una expresión de ira y enfado. ¿Tal vez se
haya sentido ofendida por mis palabras? La verdad es que no pretendía hacerle
sentir mal, tampoco me noto con un filtro para poder cribar las palabras.
–¿A dónde lo llevas? –Oigo a Namjoon y sin
detenernos, Yoongi le contesta.
–A que se acueste, ¿no le ves? Ya no aguantará
más.
Sin esperar tampoco una respuesta, salimos de
la estancia y a medida que nos alejamos y nos deshacemos del humo del ambiente
y lo cargado que estaba, puedo respirar mejor lo que me hace ver y sentir todo
con más claridad. Poco a poco me reencuentro siendo aferrado por la mano de
Yoongi y arrastrado escaleras arria hacia las dependencias. Incluso puedo ver
que él no está mucho mejor que yo, al contrario, él no camina recto ni mucho
menos, al contrario que yo que al menos me veo autosuficiente, solo un poco
atontado.
Los pasillos están tan solo, y suficientemente
iluminados por las luces del exterior, tanto de otros almacenes como de los
coches que aún circulan a estas horas. El sonido es lo único que se escucha a
parte de nuestras respiraciones fuertes y nuestros pasos. Las luces, en
constante movimiento, hace que no tenga un firme y fijo punto de referencia por
lo que me dejo guiar por la mano de Yoongi hasta que acabamos en una habitación
igual de oscura que el pasillo. Por entre las siluetas distingo una cama de
matrimonio, una ventana como foco de luz y un pequeño escritorio, vacío excepto
por una pequeña lámpara de estudio.
–Hyung… –Me atrevo a decir mientras le veo
poner el pestillo bajo el pomo–. ¿Cuándo vamos a volver a casa? No sé si estás
en condiciones para…
–No vamos a volver hasta mañana. –Rápido siento
un pequeño vuelco.
–Hyung, mi madre se asustará si se despierta y
no me ve.
–No es mi problema. –Se gira a mí y me mira con
los brazos cruzados, estamos a menos de un metro y me siento terriblemente
lejano y a la vez, demasiado cerca. Camina hasta estar a mi altura y me coge
del brazo enfadado, al fin liberando su ira contenida–. ¿Qué crees que hacías
con esa? –Frunzo el ceño.
–¿Con la chica?
–Sí. ¿Cómo se te ocurre tocarla de esa manera?
–¿Es mucho para mí? –Pregunto casi altivo pero
él escupe una risa con ojos furiosos–. Más quisiera ella poder ser tocada por
alguien como tú.
–¿No lo ha conseguido ya? –Sonríe de nuevo
apretando su agarre en mi brazo.
–No me refiero a ese tipo de tacto, seguro que
aunque tus manitas son pequeñas, son muy laboriosas en su coño. –Rápido mis
ojos se abren por sus obscenidades e intento zafarme de él sin conseguirlo, tan
solo haciendo que retrocedamos hasta que me veo en el borde de la cama y me
detengo por miedo de caer en ella y quedarme desprotegido. Aquí al menos la
altura es igualitaria.
–Suéltame. –Le exijo pero él sigue demasiado
ebrio como para cambiar de tema.
–¿No me escuchaste cuando te dije que eras un
Dios? ¿Creíste que estaba bromeando acaso?
–Otra vez esto no, hyung…
–Eres solo mío, solo yo puedo tocarte. ¿Hum?
–Has bebido, hyung. –Le recuerdo–. Para esto,
te estás dejando en ridículo. –Hace oídos sordos y sujeta mis dos brazos
impidiéndome moverme. Me mira, y veo la oscuridad del color de sus ojos y en
ellos, el reflejo de las luces de los coches moverse de un lado a otros. Ellas
se mueven pero su mirada no se aparta de mí y eso me inquieta. Mis manos
tiemblan, me siento flojear y comienza a susurrar lo cual me estremece pero al
mismo tiempo le permite hablar sin que le detenga, no tengo la fuerza.
–¿Sabes cuánto me cuesta contenerme contigo en
la habitación del al lado? –Contengo el aliento–. Tengo ganas de probarte tanto
como nunca he querido antes. ¿Eres homófobo? No me importa una mierda, ¿sabes?
Solo quiero violar esa pequeña y jugosa boca…
–H–hyung… –Sus labios rozan con los míos y me
siento paralizado. No me muevo un ápice esperando que se arrepienta o bien que
recapacite instantáneamente para recobrar
la compostura. Lo que va a hacer es pecado, es delito, es lujuria y sin
duda, algo que aborrezco por encima de todo y sin embargo, no me alejo. Tengo
miedo.
–Déjame besarte, te lo suplico. –Susurra e
interpreta como un sí el hecho de que no me muevo por lo que termina de unir
nuestros labios en un cálido beso. Solo sus labios se mueven alrededor de los
míos y parece serle suficiente por lo que se entretiene a su antojo delicada y
sutilmente. Dado que los míos son algo más abombados, los lame, los besa
individualmente y después los degusta obligando a nuestras narices a coincidir
un par de veces. Su aliento choca desde su nariz en mi mejilla y probablemente
yo haga lo mismo con él. ¿Quién sabe?
Sus manos han soltado mis brazos y se dirigen a
mis manos. Me sujeta y esperando que torne el beso algo más intenso, no lo
hago. El sonido de los coches es algo permanente que nos acompaña igual que una
excéntrica pieza de piano que interrumpe, no, que amena el silencio en el
cuarto. El alboroto de abajo ha desaparecido igual que su seriedad y brusquedad
para conmigo. Tan solo queda la ternura de sus labios enredándose con los míos
y el sonido de nuestras salivas cuando nos despegamos. He de recordar que yo
sigo sin colaborar en el gesto e incluso mis ojos están abiertos. Mis manos
tensas, pero en las suyas. Él sabe que no lo disfruto tanto como él lo hace
pero es más algo que se ve obligado a hacer que más que un deseo interno. Se ha
reprimido tanto tiempo, que no le importa si es un simple gesto, disfruta de
cada momento.
Y sin embargo, cometo el error de sucumbir a un
pequeño muerdo en mi labio inferior lo que me hace abrir los labios,
incitándole muy lujuriosamente a entrar en mi cavidad con su lengua a lo que yo
me aparto y caigo sobre la cama sentado. La diferencia de altura ahora es
brutal y me siento intimado retrocediendo hasta llegar al cabecero donde no
solo me siento acorralado, también acabado. Él gatea hasta donde estoy y se
cuela en la línea de mi cuello para oler profundamente allí.
–¿Por qué me haces esto, Jimin? ¿Por qué te has
puesto un perfume tan tentador…?
–Hyung… por favor…
Sus manos descuidadas y nada pudorosas recorren
mi cintura y mis muslos tirando de ellos para tumbarme sobre la cama y dejarme
con la cabeza sobre el almohadón. Sintiendo que sus besos en mi cuello se han
vuelto frenéticos y violentos, y controlado por la adrenalina, interpongo mis
manos entre ambos pretendiendo alejarle y a medida que se me cansan las
fuerzas, a él también y le siento poco a poco desvanecerse cayendo a un lado de
mi cuerpo con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, suspirando. No,
roncando.
Con un suspiro de alivio me incorporo mareado y
sintiendo el cansancio apoderarse de todo mi cuerpo. Desagradado limpio mi
cuello y mis labios con el dorso de la manga de la camisa y me levanto para
rebuscar una manta a los pies de la cama y recogerla para regresar al colchón y
arroparme con ella dejándome acurrucar por el cansancio.
–Perdóname Señor. –Susurro–. Por mentir a mamá,
por todo lo que ha pasado hoy, y perdona a Yoongi, está ebrio, no sabe lo que
ha hecho. Hazle entrar en razón y líbrame del demonio en su interior. Amén.
Muerdo mis labios conteniendo un suspiro
mientras los brazos adormecidos de Yoongi me abrazan y me veo obligado a
arroparle con la manta por miedo al frío que pueda sentir. La palidez de su
rostro es extrañamente evidente con la luz de la noche. Sus mejillas, sus
párpados cerrados, el pequeño trozo de frente que trasluce entre su negro
cabello. Sus labios, hinchados por nuestro beso. Trago saliva. Más bien parece
un ángel.
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