ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 14

 CAPÍTULO 14


Jimin POV:

 

10:30 a.m.

Acabamos de dar una segunda capa de pintura roja al coche y la bicicleta ya está seca con lo que la sacamos de la sala de pintura para observarla a la luz natural. Es sin duda alguna un buen trabajo, muy profesional, y me siento mucho más orgulloso de ello ya que yo he colaborado aunque sea en lo mínimo.

–Ahora sí parece una bicicleta de chica. –Dije y él ríe de mis palabras.

–Que machista. Otorgándole el color rosa a un sexo determinado. –Me encojo de hombros ignorando sus palabras abusivas y me acerco a la bicicleta para acariciar con cuidado las partes en las que la pintura estaba ya seca.

–¿Quieres probarla? Vamos, sube. –Me la extiende incluso olvidando que está recién pintada y puedo estropearla.

–No. No hyung, no quiero.

–Vamos. –Vuelve a extender el manillar esta vez más convencido y con una sonrisa mucho más pícara que antes, reconociendo en mis palabras el miedo a montar–. No sabes, ¿cierto?

–Mamá dice que es peligroso. –Me alejo de la bici y él sonríe al fin complacido.

–Mamá dice tonterías. –Imita mi voz tornando la suya más aguda e infantil. Yo hago un puchero enfurruñado–. Te lo pasas bien cuando vamos en la moto. Esto no es muy diferente.

–Mentira. –Me cruzo de brazos y él suspira–. Y no vuelvas a decir que mi mamá dice tonterías. ¡Tú dices tonterías!

–Blah blah. –Vuelve a imitar mi voz.

–¡Blah blah blah!

–¿Señor Min? –Oímos detrás de nosotros y nos giramos a la puerta donde un chico llega y mira a todas partes hasta encontrarnos con la mirada. Yoongi rápido suelta la bici rosa posándola en mis manos y se dirige al muchacho tornándose serio y profesional de repente, como si segundos antes no hubiera estado haciéndome burla.

–Sí, disculpe. ¡Oh, Zelo! Bienvenido. –El muchacho es un chico de sonrisa agradable y permanente, mucho más alto que YoonGi y más alto que yo, desde luego. Va vestido con ropa cómoda aunque llamativa y lleva una tabla de skate en la mano. Esta también está tuneada con tonalidades verdes llamativas sobre un fondo negro.

–Yoongi, hola, he venido a por… –Yoongi le interrumpe.

–¡Sí claro! Aquí la tienes. –Rápido va a por la bicicleta negra y se la muestra recibiendo una cara pensativa de su cliente. Yo sin moverme de donde estoy observo la escena de cómo YoonGi activa los neones y hace rodar la bici produciendo luz de sus ruedas. El rostro del muchacho se impresiona al instante y rápido toma él el control del manillar. Ni siquiera puede evitar subirse en el sillín y pedalear él unos segundos.

–¡Esto es maravilloso! –Sonríe haciendo que sus ojos desaparezcan y extrañamente me hace sonreír a mi también. Yoongi le explica durante unos segundos el mecanismo y completamente satisfecho, el cliente le paga y se despiden amablemente. Cuando el minuto ha transcurrido, Yoongi vuelve a prestarme atención y rápido parece enfadado y decepcionado.

–Deja de comportarte como un crío, Jimin. –Me reprende y rápido me siento culpable.

–Hyung…

–Me estás haciendo perder el tiempo con tus tonterías. Hay que trabajar en serio. –Se acerca a mí y me quita la bicicleta de la mano conduciéndola hasta una plataforma en el suelo donde puede anclarla para que se quede erguida y estática. Yo le sigo con la mirada en todos sus movimientos hasta que recoge una caja de madera del suelo y la pone delante de mí esperando por algo.

–He comprado un montón de cosas para la bicicleta. Quiero que me des tu opinión.

–¿La clienta no te ha especificado qué es lo que quiere? –Niega con la cabeza.

–Solo “que sea muy kawaii”. –Dice con voz desagradable y afeminada. Tras escucharla me doy cuenta de que ha imitado de igual modo la mía antes pero intento no empezar una batalla de nuevo.

–Bueno, veamos. –Me siento en el suelo con cuidado y él lo hace igual pero con un quejido como hace un anciano. Me río de ello mientras abro la caja descubriendo dentro una cesta metálica, trozos de tela de pelo rosa, varios botes de brillantina, varios pompones, pegatinas rosas y algunas cursiladas más–. ¿De dónde has sacado estas cosas?

–Las he ido comprando para otras cosas y creo que pueden servir.

–Yo no tengo sentido artístico, ni nada de eso.

–Digamos que no se me dan bien las cosas kawaiis. Como el primer día que nos conocimos parecías un oso de peluche, tal vez…

–Me llamaste gordo. –Le recuerdo y con un puchero me levanto con la cesta metálica de la mano y me acerco a la bicicleta–. Si pintamos la cesta de color blanco y la ponemos aquí, estaría genial. A juego con los manillares. ¡Ah! Y el pelo rosa para el asiento. Seguro que le encantará sentarse en pelito rosa. –Acaricio el sillín.

–¡Gran idea! ¿Crees que así quedará “adorable”?

–Seguro que sí. –Regreso a donde él está sentado y le extiendo la cesta pero repentinamente mis tripas suenan y me llevo una de mis manos a mi vientre confuso. Recuerdo de golpe que no he desayunado–. ¡Oh, hyung! –Rápido entiende mi sentimiento y se incorpora otra vez con ese quejido y se cruza de brazos angustiado. Mira su hora y asiente cavilando.

–Son casi las once. Creo que debemos comer algo. –Recoge todo lo de la caja y la aparta a un lado mientras yo me quedo estático mirándole–. Quédate aquí, no te muevas. Voy a coger algo de comer. ¿Sí? Si viene alguien dile que se espere, que vuelvo enseguida. –Asiento y le veo marcharse a paso rápido fuera del local. Desaparece por uno de los laterales caminando y yo me quedo solo mirando todo a mi alrededor buscando con la mirada cualquier cosa que pueda entretenerme. Mis ojos se posan en el escritorio y me siento sobre la silla que es al contrario de lo que parece, bastante cómoda. Me dejo caer en ella y poso mis manos en la tabla de madera. En esta hay una superficie grande y de plástico trasparente cuadriculada y con medidas especializadas para el diseño. En los cajones hay folios, material de pintura, y muchos más utensilios necesarios. Sobre la mesa tiene varios botes de aluminio con lápices y rotuladores. Algunas libretas con garabatos y sobre un corcho a la altura de mis ojos un horario del mes con algunas fechas señaladas con encargos, un calendario más pequeño pero de todo el año, algunos números de teléfono con posits y algunas tarjetas de especialistas. Las leo más detenidamente y una de ellas es una con el mismo logotipo del almacén de coches donde fui a buscarle la semana pasada. Sonrío ante el desagradable recuerdo y sigo mirando por todas partes deteniéndome en unas pequeñas fotografías pinchadas en la pared con chinchetas. Me acerco a ellas arrastrando la silla de ruedas hasta allí y acerco mi rostro. Las fotografías son del tamaño de la palma de mi mano y hay ocho distribuidas en dos filas horizontales.

Llevo a una de ellas las yemas de mis dedos y acaricio el papel con mi mano, es brillante y el rostro ahí me resulta familiar. Un niño que he visto antes. Sus labios están ligeramente abultados y su nariz predomina en las fotografías en las que está más cerca el objetivo. Sus ojos miran sonrientes sin embargo en algunas, esa felicidad se torna un hieratismo preocupante. Frunzo el ceño y busco con los ojos más fotografías pero no hay ninguna más. Solo ocho bien distribuidas y ordenadas. Perfectamente colocadas y hechas sin duda con cariño. Hago un mohín con los labios y me pregunto quién diablos es este chico que tanto me suena.

–Ya estoy aquí. –Oigo la voz de Yoongi regresar pero yo no separo mi visa de las fotos e incluso aprieto mis dientes ante el desasosiego que me han producido–. ¿Todo bien en mi ausencia?

–Solo has tardado dos minutos. –Digo y él sonríe mientras coloca un vaso de plástico a mi lado, color chocolate pero que sin embargo desprende un fuerte olor a café negro. Rápido aparto mis ojos de los retratos mirando el vaso con decepción–. Lo siento, pero no tomo café. No me gusta. –Esto provoca en él una sonrisa mucho más exagerada y posa sobre mis manos un pequeño tetrabrik de leche con dibujitos infantiles. Yo sonrío ante ello y él me devuelve la sonrisa.

–Ya lo suponía. Espero que te guste la leche y las galletas de chocolate. –De su otra mano, dos paquetes pequeños de galletas Oreo aparecen y yo amplío mi sonrisa completamente satisfecho con ello. Él, sentándose en la mesa con una pierna colgando, comienza a saborear su café y yo abro mi leche ya con la boca encharcada.

–¿Nunca desayunas, hyung?

–Normalmente no. Algunos días hago descansos a las doce para tomar un café y después a las tres para comer.

–¿No es más sencillo desayunar en casa? –Niega con la cabeza.

–Me obligo a salir corriendo cada día porque si me siento a desayunar me quedo dormido. –Admite levemente avergonzado y yo asiento.

–¿Y a qué hora cenas?

–A las ocho y media o nueve. Depende del trabajo que tenga, o del dinero que lleve encima.

–¿Dónde has comprado esto?

–En la tienda de la gasolinera de ahí enfrente. –Señala fuera.

–¡Ahora entiendo porque tan delgado! No te alimentas bien, hyung. –Niega con la cabeza–. Esto no puede ser. No. No. –Cojo una de mis galletas y sintiéndome tremendamente culpable se la meto en la boca con rudeza. Él la acepta atragantándose y riendo al mismo tiempo pero no me importa en absoluto demostrando mi descontento con la situación.

–Es algo a lo que mi cuerpo se ha acostumbrado. Mi trabajo lo requiere así y punto. –Se encoge de hombros y yo miro a mi alrededor entre la chatarra y las obras de arte que él ha creado.

–¿Por qué trabajas en esto? Es decir, ¿por qué dejaste de ir a la universidad para esto?

–Nunca me ha gustado estar en un aula. Depender del maestro, depender de los alumnos. –Niega con el rostro ante los recuerdos–. Digamos que no se me da bien la convivencia y siempre supe que quería dedicarme a algo que fuera a la vez algo creativo y que me permitiera tener mi sitio en soledad.

–Pero aun así tienes que tratar con clientes y…

–Pero no es lo mismo porque con un cliente hay unas normas establecidas de educación y profesionalidad. Cuando se sobrepasan esos límites y te ves obligado a convivir con alguien surgen los roces y las peleas. Aish. Es desagradable. Yo a mi padre le quiero mucho pero no le aguanto. –Sonríe y me hace sonreír a mí también.

–Te entiendo. Mi mamá es la mejor del mundo pero cuando me recuerda lo del pelo, es insoportable. –Acaricio mi pelo y rápido la mano de Yoongi va allí junto con la mía para acariciarme igual que hacía yo conmigo mismo. Sonríe ante el tacto de mi pelo rubio en sus manos y asiente.

–A mi me encanta. –Muerdo mis labios avergonzado.

–Gracias hyung… –Miro de nuevo el cartón de leche en mis manos buscando una salida a mi vergüenza y pregunto por el dinero que le ha costado la comida.

–No te preocupes por el dinero, lo he pagado yo.

–Déjame devolverte mi parte cuando lleguemos a casa. –Le pido pero niega con la cabeza.

–No hay problema. –Miro el coche a través de la puerta abierta que da a la sala de pintura.

–¿Ganas mucho dinero con este trabajo?

–Más del que me pensé al principio. Como comprenderás no gano una nómina fija mensual, depende de los encargos que me hagan, pero más o menos 2.500 dólares al mes.

–¡Wow! –Eso está genial.

–No tanto si tienes en cuenta que de ese dinero tengo que pagar los materiales que uso y esas cosas. Entre materiales, comida y caprichos solo consigo ahorrar 600 al mes. No puedo permitirme aún vivir fuera de la casa de mi padre. Algún día compartiré el pago de un piso con algún amigo. –Asiento y me giro en la silla para señalar las fotografías de antes.

–Hyung, ¿quién es él? –Rápido una sonrisa se dibuja en su rostro y me mira triste–. Es mi amigo Jeon. Mi mejor amigo.

–¿De qué me suena?

–Es el chico que estaba aquél día en el almacén de coches de lujo. Al que golpeaste en la mano. –Su ceño se frunce y yo tiemblo. Él no aparta los ojos de las fotografías.

–¿Por qué tienes fotos de él ahí?

–Él las puso. Yo se las hice y en vez de quedárselas me las puso ahí. Dijo que así pensaría en él mientras trabajaba. –Se encoge de hombros y rápido sonrío por sus adorables palabras pero me siento tremendamente envidiosos y hago un puchero enfadado.

–¿Y no tienes fotos de tu hermano pequeño? Que desagradable, hyung… –Chasqueando su lengua y dejando la comida a un lado se levanta y se conduce hacia las fotos y al lado de ellas en la mesa hay un estuche negro del que saca una cámara de fotos y la enciende con paciencia. Es grande y en sus manos se ve pesada pero parece conocerla bien y a los segundos, ya está apuntándome con ella con lo que yo me escondo tras mi brazo avergonzado de estar comiendo galletas como un niño pequeño–. ¡No hyung! ¡Era broma, era broma!

–¡Ya me has hecho sacar la cámara, vamos ponte ahí! –Me señala la pared blanca y yo me incorporo en la silla limpiándome las comisuras de los labios con la manga de la camisa–. Vamos remolón, ponte ahí y no te muevas–. Deja de mirarme directamente para mirarme a través del objetivo y yo sonrío como un acto reflejo de la cámara a unos metros de mí. No parece muy convencido y baja la cámara de sus ojos para mirarme enfadado–. No es una foto para el DNI. No sonrías.

–¿Por qué no? ¿No me veo bien sonriendo?

–No es eso. Te ves adorable. No quiero una foto tuya así. –Suspira buscando las palabras adecuadas que no me hagan sentir ofendido–. Piensa que te estoy fotografiando porque has cometido un gran delito y te estoy haciendo la ficha policial. –Ambos sonreímos con sus palabras pero tras respirar profundo endurezco mis facciones y le miro sintiéndome tremendamente enfadado y desganado con la propuesta. Al parecer funciona porque no solo viene una ni dos fotografías. El flash de la cámara santa tantas veces como quiere y él me va indicando cómo debo colocarme para su agrado. Pongo mi mano sobre mi hombro cuando él me lo indica y giro mi cuerpo quedándome de lado para que pueda apreciar mejor mi perfil. Cuando al fin baja la cámara y mira las fotos que ha hecho sonríe tremendamente complacido y susurra.

–No lo creía posible, pero mi Dios puede ser también un chico malo. –Rápido me acerco a él temeroso de sus palabras y veo en la pantalla de la cámara mi rostro serio y endurecido. Ni siquiera me reconozco al principio pero he de reconocer que me veo bien aunque este no sea yo.

–¿Dónde está mi sonrisa? –Pregunto decepcionado y él sonríe aun más.

–Perfecto. –Apaga la cámara y la guarda de nuevo en su sitio–. Se acabó el descanso. Es hora de seguir trabajando, Jimin.   

 

 


 Capítulo 13         Capítulo 15                                             

 Índice de capítulos                                                


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares