ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 13
CAPÍTULO 13
YoonGi POV:
El sonido de la alarma en mi móvil se hace
evidente en el momento exacto cuando me incorporo en la cama y retiro las
sábanas de mi cuerpo. El sol aún es demasiado tímido como para hacer presencia
y a pesar de que levanto las persianas y abro las ventanas él no aparece. Sin
embargo el frío de madrugada en esta extraña estación otoñal choca contra mi
rostro y rápido me despejo sin necesidad de una ducha. Escogiendo la ropa
adecuada de toda la de mi armario y recorriendo con la mirada mi cuarto antes
de salir, me conduzco a la habitación de Jimin y toco la puerta recibiendo un
ronquido como respuesta. Entro sin permiso alguno y como levantar las persianas
no serviría, palmeo mis manos repetidas veces cerca de su rostro dormido pues
no encuentro mejor manera para hacerle despertar. Su cuerpo sufre unos espasmos
involuntarios y se incorpora asustado, amarrado con fuerza a las sábanas. Me
mira adormecido pero rápido, tras comprobar que nada extraño sucede, se
desploma de nuevo sobre el almohadón.
–¿Qué quieres, hyung? ¿Qué hora es? –Mira su
teléfono móvil en la mesilla y descubre que son las siete de la mañana y rápido
gruñe confuso y enfadado.
–Vamos. –Le sujeto por el brazo y le zarandeo
hasta que se deshace de mi agarre internándose entre las sábanas cubriéndose
con ellas incluso la cabeza. Yo voy a su armario y saco de él la ropa que más
adecuando me parece para el día de hoy–. Te dije que ibas a pasar el día
conmigo, ¿no te acuerdas? –De nuevo un gruñido.
–Hoy no tengo clase, hyung. Déjame descansar.
–Nada de eso. Vamos. Tengo que abrir el taller.
–Le tiro la ropa que he escogido para él sobre su cuerpo en la cama y curioso,
se destapa mirando lo que le he lanzado.
–Esta ropa no me gusta, hyung. Está vieja ya.
–¿Y qué quieres? Vas a ayudarme con el trabajo.
¿No querrás ponerte un traje con corbata? –Me mira aún con un ojo sin poderlo
abrir y yo me conduzco a la silla de su escritorio para sentarme y cruzarme de
piernas a la espera de que reaccione pero sigue mirándome con esa fea expresión
aniñada que me causa incluso ternura–. Vamos, remolón. Como llegue tarde por tu
culpa me las vas a pagar.
Gruñendo nuevamente se quita las sábanas de
encima con mal carácter y se pone en pie mostrándome su pijama de dibujitos. Es
ridículo y no puedo evitar sonreír al verle. Él hace caso omiso de mi sonrisa y
comienza a buscar entre los cajones ropa interior a la espera de que me vaya
pero eso no sucede.
–¿No piensas irte? Tengo que cambiarme. –En sus
manos me enseña el bóxer gris y yo me encojo de hombros.
–Ve al baño.
–Es mi cuarto. –Dice enfurruñado y no debe
estar aún muy lúcido porque ante mi segundo encogimiento de hombros él olvida
mi presencia frente a él y dándome la espalda comienza a desvestirse sin
preocupación alguna. Primero la parte inferior del pijama dejándome a plena
vista sus glúteos enfundados en un bóxer rojo. Después su espalda bien
estructurada y después, los bóxers tan tentadores caen al suelo obligándome a
tragar profundo mientras me muerdo los labios con un impresionante autocontrol.
Solo en ese momento soy plenamente consciente de que debería avisarle cuanto
antes de que me gustan los hombres. Prefiero esperar a otro momento en que no
le tenga desnudo delante de mí. Cuando poco a poco se viste de nuevo vuelve a
olvidar su pudor mostrándose de cara a mí y comienza a hacer la cama.
–¿Qué vamos a hacer todo el día? –Pregunta
aburrido, más bien resignado.
–Trabajar. ¿Tú qué crees?
–¿Tus jefes no te dirán nada si me ven por ahí?
–Soy mi propio jefe, no pasa nada. –Pone los
ojos en banco y alisa las sábanas sobre la cama–. Vamos, no seas así. Será un
día genial.
Jimin POV:
Mis manos están nuevamente alrededor de su
cintura mientras la velocidad nos domina a causa del motor de su moto en sus
manos. Su cuerpo se siente terriblemente relajado en comparación con el mío
pero tras varios minutos conduciendo lejos de la ciudad y el tráfico, donde él
puede acelerar sin miedo a chocarse con nada, incluso yo disfruto de la
sensación aunque de madrugada la ciudad se vea mucho más triste y cansada
después de una noche de fiesta. Los coches se han aglutinado ya que es hora
punta para conducirse al trabajo pero la moto tiene más libertad por lo que nos
hemos deshecho de ellos rápidamente. Tras llegar a un gran edificio nos
detenemos frente a él y en la fachada se puede leer “motores” como el nombre de
la empresa.
–Aquí es. –Me dice mientras ambos descendemos
de la moto y me da su casco para portarlo yo en lo que él lleva la moto a mano
hasta la trapa metálica bajada de una de las alas del edificio–. Esta es la
parte trasera, donde yo trabajo. En la otra parte está la entrada al taller en
donde arreglan todo. Aquí solo es la sección de “maquillaje y peluquería” –Dice
sonriendo dando a entender que su función es embellecer los coches y motos.
A nuestro alrededor hay varias motos viejas y
desguazadas tiradas en el suelo al igual que unos cuantos coches. Su moto en
comparación con la chatarra a nuestro lado se ve tremendamente hermosa y
pulida. Perfecta sin duda aunque no tenga un solo adorno. Cuando detiene la
moto en un lateral de la pared, saca de su bolsillo en la chaqueta de cuero
unas llaves unidas por una anilla de metal y un llavero de la empresa y abre la
trapa ascendiéndola con un terrible sonido metálico que me hace encogerme en mí
mismo. El interior se torna de repente algo más luminoso, pues el sol está
saliendo ya. Dentro puedo ver un gran espacio ocupado por cien cosas que debo
detenerme a mirar con cuidado. En la parte izquierda hay un coche, tres motos y
dos bicicletas colocados con un gran espacio entre ellos pues se puede ver
claramente que están siendo trabajado. En la parte frontal hay varias
estanterías con miles de materiales diferentes y herramientas con las que
trabajar. Y en la parte derecha, un amplio escritorio donde seguramente atienda
a los clientes y donde diseñe sus trabajos. Es minuciosamente ordenado y sin
duda muy perfeccionista. Nada está fuera de su sitio, nada está sucio a pesar
de ser un taller, y desde luego, todo este espacio huele a él. Se puede ver su
mano en él y sin embargo me cuesta reconocer tanta minuciosidad en un hombre
que lleva vaqueros rotos.
–Este es mi lugar de trabajo. Tú trabajarás en
un bufete de abogados pero no hay nada como tener un espacio para ti solo. –Yo
no tengo palabras pues me siento tan absorto en mis propios pensamientos que ni
le oigo.
Ambos nos adentramos dentro y deja sobre una
estantería los dos cascos que me ha quitado de las manos, al lado de otros
tantos en los que no me había percatado. Estos, negros, brillantes y simples,
se ven sosos y aburridos en comparación con los que están dibujados y tuneados.
Tampoco me había fijado en la puerta de metal enorme que hay a la izquierda.
–¿Qué hay ahí? –La señalo y él me mira primero
a mí y después a la puerta de metal.
–Es la sala de pintura. Allí doy la pintura
para que no me apesten todo el taller y tengan un sitio seguro donde dejarse
secar. –Coge una pistola de pintura y unas mascarillas–. Con esto.
–Ah, ya veo. –Asiente y yo me conduzco cerca de
él porque me siento perdido. El se dirige al escritorio y tras coger una
carpeta con una hoja encima, comienza a leer concentrado. Yo me mantengo en
silencio por miedo a interrumpirle, así que espero a que sea él quien hable
primero.
–Hoy vienen a recoger la bicicleta de las luces
de neón y la moto dorada. Las terminé el martes ambas. Y la moto no se ha
secado hasta ayer. –Las señala y puedo distinguir perfectamente la moto dorada
del resto pero de las dos bicicletas, ambas me parecen igual de insulsas.
Yoongi sigue hablando–. Hoy tenemos que terminar la otra bicicleta y dar una
capa de pintura roja al coche. –Se encoge de hombros ante sus propias palabras
y tira la carpeta sobre la mesa mirándome curioso. Yo estoy embobado con todo,
pero sobre todo por la curiosidad de distinguir la bicicleta acabada de la otra.
–¿Una bicicleta de neones? –Pregunto y como si
él esperase mi pregunta se conduce a una de ella y la señala alzándola con sus
brazos hasta colocarla frente a mí. Es una bicicleta normal, pintada y
brillante, desde luego, pero tan solo con un negro elegante. Las ruedas sin
embargo se ven tremendamente nuevas, sin un solo defecto, sin una sola piedra
enganchada. Nada.
–Los neones están en la cara interna de las
ruedas. –Lo señala–. Funcionan con una batería igual que las bicicletas con
faro–. Hace rodar la bicicleta delante de mí y a medida que las ruedas giran,
las luces de neón cobran intensidad dibujando la circunferencia interior de las
ruedas–. Por la noche y a toda ostia, tiene que verse genial, ¿no crees?
–Asiento mientras veo la luz azul brillar e iluminar todo el interior del
taller. Él no resiste, igual que un niño pequeño, a montarse sobre el sillín y
dar una vuelta con ella por el interior del taller todo a mi alrededor. Yo me
giro a él sonriendo y es tremendamente divertido como a medida que coge
velocidad, la luz se hace más intensa–. El cliente ha sido tremendamente
minucioso. Quería neones azules, con el resto pintado en negro, con un acabado
brillante, y con un interruptor que pudiese desconectar las luces. –Detiene la
bicicleta y la regresa a su sitio, junto a la otra–. Tuve que encargar unos
neones especiales para ello pero el precio del arreglo merecerá la pena. –Me
guiña un ojo y yo sonrío por el gesto mientras me acerco a él y coge la otra
bicicleta por el manillar.
–¿Qué hay que hacer con esta? –Sonríe con mi
pregunta. La respuesta que me vaya a dar parece divertida.
–Esta es de una chica que vino el lunes con
esta chatarra. Tenía un neumático pinchado y la cadena rota. –Miro la bicicleta
perfectamente arreglada–. Pero no solo quería arreglarla. Me ha pedido que la
pinte de rosa, le ponga una cesta y esas cursiladas que les gustan a las
chicas.
–¿Hay que hacerlo todo hoy? –Pregunto asustado
y él sonríe asintiendo.
–Por eso te he traído, para que me ayudes. –Me
guiña nuevamente un ojo y yo saco la lengua completamente decepcionado.
–Podemos estar aquí hasta la noche. –Digo
asustado y él me mira como si ya lo supiera.
–Claro. ¿Qué te crees? ¿Que esto es fácil?
–Si no te fueses de fiesta tan a menudo,
tendrías más tiempo…
–¿Irme de fiesta? ¿Yo?
–¡Sí! ¡Tú! ¿O te crees que no te oigo llegar
todas las noches de madrugada? –Me mira compasivo por una parte pero por otra,
divertido.
–¿Crees que llego de fiesta? –Pregunta y rápido
niega con la cabeza–. Estoy aquí desde que me levanto hasta que me acuesto. Si
me fuera de fiesta no regresaría a casa.
–Mira a todas partes–. Tal vez debería ponerme una cama por aquí.
–¿No estás de fiesta, sino que estás
trabajando? –Se encoje de hombros y camina cerca del coche y palmea su capó de
color gris en comparación con el resto del coche que es blanco con algunos
rasguños y marcas negras.
–Este es un BMW que sufrió un accidente hace
unos meses y lo han arreglado por completo. Tenía el capó abollado y han tenido
que ponerle uno nuevo. Las luces delanteras rotas y la luna hecha pedazos. El
padre quiere restaurarlo para dárselo a su hijo por su boda. –Suspira–.
Meteremos el coche y la bicicleta en la sala de pintura y les daremos la
primera capa. Vamos. –Rodea el coche para abrir las puertas de metal pero mis
palabras le detienen.
–Lo siento. –Me mira y se gira a mí para
sonreír como aceptación de la disculpa y hace como si nada abriendo las puertas
que de su interior desprende un fuerte olor a pintura. Regresa a mi lado y me
da un traje de plástico trasparente, parecido a un mono que me cubre incluso el
pelo con un gorro. Me da unas gafas de plástico trasparente también y una
mascarilla que me coloco con dificultad. Unos guantes es lo último que me pongo
y tras estar ambos vestidos, yo introduzco la bicicleta en la sala mientras
Yoongi conduce el coche desde su interior. Una vez allí cierra las puertas y
nos quedamos a oscuras unos segundos hasta que unas luces brillantes y claras
iluminan todo el interior.
–Tenemos que cubrir las ruedas, los cristales y
las luces con papel y cinta de carrocero para que no se manchen de pintura.
–Poco a poco va obteniendo los materiales que ha mencionado de una estantería
lejana al coche y conmigo de espectador va haciendo la primera rueda. La sube
con un gato y se aprovecha de ello para cubrirla con papel y cinta. La
siguiente la hace él solo pero en las otras dos yo le ayudo partiendo trozos de
cinta y el tiempo que ha tardado se ha reducido a la mitad. Hacemos lo mismo
con los cristales delantero, trasero y las ventanas y con las luces tanto de
delante como de atrás. También cubrimos la matrícula y los agarres de la puerta
y el logotipo del BMW.
Mientras está sujetando una de las pistolas de
pintura rellenándola con una base de pintura blanca, no puedo evitar mirarle de
arriba abajo viéndole tremendamente divertido y cómico con la ropa que lleva
pero rápido me doy cuenta de lo patético que debo verme yo también y la sonrisa
desaparece de mi rostro bajo la mascarilla. Mis mejillas arden y siento la
tentación de deshacerme de la ropa pero como no hay espejos en el interior de
la sala, no puedo sentirme avergonzado ante mi imagen.
–Primero daremos una capa de blanco a todo el
coche y cuando esté seca daremos otra capa de rojo. ¿Entendido? –Asiento y él
me aparta mientras poco a poco de manera uniforme va extendiendo la pintura con
el difusor por uno de los laterales del coche. Yo le miro admirando el cuidado
y la elegancia de su trabajo hasta que termina con esa cara y se detiene a
mirarme. Me habla a través de la mascarilla–. Ve cubriendo las ruedas de la
bicicleta con papel y cinta. Así avanzaremos trabajo.
Le obedezco y con sumo cuidado cubro los
neumáticos en lo que él termina el coche. Reaparece a mi lado para cubrir los
manillares blancos y se aleja de nuevo para coger otra pistola, esta vez con
pintura rosa, y gasear por completo la bicicleta que ha colgado de una
plataforma con ganchos para que se sostenga en vertical y se pueda distribuir
correctamente la pintura por toda la superficie. Al parecer, esto le cuesta más
que el coche porque debe doblarse y pintar bien los recovecos de entre los
hierros que se esconden entre ellos. Cuando termina me mira y se cruza de brazos
satisfecho con su trabajo.
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