SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 4
CAPÍTULO 4
Jungkook POV:
Siento mis piernas flaquear y mis actos los veo
demasiado torpes para mi gusto. Pienso constantemente: “Lo sabe”. “Va a descubrirme”, pero miro una vez más por
encima de mi hombro para verle entretenido y siendo completamente riguroso a la
hora de poner los platos en la mesa con los cubiertos y las servilletas.
Todo mi cuerpo tiembla cuando vierto en uno de
los dos vasos el contenido de dos cápsulas que he obtenido de la medicación de
mi padre aquí en un mueble frente a mí. Somníferos. Si se bebe toda esta copa
no notará el sabor y se dormirá en menos de treinta minutos. O al menos eso
espero porque de lo contrario me temo que no tengo otra alternativa.
Tiro las cápsulas en el fregadero esperando que
no las encuentre y llevo a la mesa las dos copas sabiendo perfectamente cuál de
las dos debo darle a él y cual beberme yo.
—Aquí están. –Dejo ambos vasos en la madera
proporcionándole más facilidad para coger el que está envenenado.
—Ups, —se levanta de su asiento—, he olvidado
la soja.
—¡NO! –Le detengo con mi grito inesperado,
inducido por el miedo de que viese las cápsulas—. Yo lo cogeré. No te
preocupes. –Él me mira por unos segundos receloso pero confiado de mi inocencia
accede a dejarme ir a mí. De todas maneras es mi casa.
La saco de la nevera rápidamente intentando
aparentar normalidad y me siento en la mesa frente a él ya comenzando a comer.
Se ve extraño con la máscara algo levantada aun sin dejarme ver su rostro. Debo
estar completamente loco por comer también la comida que él ha preparado y por
entablar una conversación. O al menos intentarlo.
—¿Puedo ver tu cara?
—No. –Me dice firme.
—¿Por qué llevas una máscara? ¿Quieres ser como
el protagonista de V de Vendetta?
—No, yo no represento un ideal revolucionario.
–Me gusta la forma en la que habla. Sabe lo que dice.
—Entonces… —pienso unos segundos—, ¿El fantasma
de la ópera?
—No, no soy una pasión por nada, ni mi rostro
está desfigurado.
—Entonces eres un superhéroe. –Digo animado
degustando la comida en mi boca y hablando con los carrillos llenos. Él niega
con la cabeza.
—¿Realmente me ves como un ideal de superhéroe?
—Eres como Robin Hood. Robas a los ricos para
dárselo a los pobres.
—¿Por qué darle el dinero a los pobres cuando
puedo quedármelo yo?
—Vaya… que egoísta. –Lo veo catar el vino por
primera vez y tan solo con esta ha ingerido media copa de golpe. Esto no
tardará demasiado.
—Tengo curiosidad, y sé que no me dirás la
verdad, pero… —titubeo unos segundos—, ¿cómo te llamas?
—¿No quiero que veas mi rostro y voy a decirte
mi nombre? –Asiento. Él deja de comer y piensa unos segundos inventándose un
nombre aceptable y su infantil mente no puede decir nada mejor que—: Dooly*.
—¿Dooly? –Pregunto haciendo memoria porque este
nombre lo he oído antes—. ¿Cómo el dibujo animado? –Río agarrándome el
estómago.
—Sí. –Su voz grave de nuevo me hace dejar de
reír—. ¿Algún problema? A lo mejor una bala entre los ojos deja de ser divertido.
—Lo siento. –Dejo cualquier acto infantil y
regreso a comer. Pasados unos minutos en silencio vuelvo a oír sus palabras.
—¿Te gusta la comida? –Asiento—. Has vomitado
¿verdad? –Asiento de nuevo avergonzado—. No te preocupes, come, se pasará tu dolor
de estómago enseguida. —¿Cómo sabe que tengo dolor de estómago? –Después de
unos minutos en silencio me obligo a probar el vino igual que ha hecho él y su
sabor repugnante me desagrada pero él sonríe ante mi reacción. Ahora si puedo
ver su sonrisa y estoy completamente absorbido por ella—. Aprenderás a coger su
gusto en unos años. Con el tiempo aprendemos a tolerarlo todo.
—Nunca he bebido antes.
—En ese caso me alegro de haber compartido este
momento contigo a pesar de que la situación no sea la más adecuada. —Ríe de
nuevo y no entiendo por qué, yo rio con él. Ambos nos reclinamos en nuestras
respectivas sillas una vez hemos terminado nuestros platos. Delicioso.
—Entonces… —digo con una enorme sonrisa en mi
cara—, la máscara no significa nada…
Remata su copa y yo le imito sintiendo un
pequeño ardor en la garganta y una pequeña dificultad para respirar. Se coloca
de nuevo la careta y me mira a través de los agujeros.
—Nada en absoluto. –Se cruza de brazos frente a
mí.
—Que decepcionante…
—La vida no es como las historias fantásticas
ni como las películas de acción. –Siento un ligero cosquilleo por todo mi
cuerpo. Me encanta esta sensación.
—La vida es maravillosa.
—Dese luego que lo es siempre y cuando vivas
del buen sueldo de unos padres adinerados.
—¡Ahí está! –Grito dejando de ser dueño de mis
acciones—. Tú eres el pobre por el que robas. Al fin y al cabo no eres tan mala
persona.
—Yo no me he clasificado de mala persona, sin
embargo tú sí lo has hecho nada más verme y por ello no eres mejor que yo.
—Yo no violo niños inocentes.
—Permíteme que dude de tu inocencia… ¿acaso no
estás hablando animadamente con tu secuestrador?
—¿Estoy secuestrado? –Pregunto sonriéndole.
—En cuanto pretendas salir te dispararé.
—De igual manera no estoy retenido contra mi
voluntad porque el poder elegir un destino ya es acto de libertad. –pone los
ojos en blanco exasperado por mis palabras y no contesta. Pero yo no puedo
evitar continuar con esto—. ¿Has matado a alguien alguna vez? –Me mira serio y
sigue sin contestarme. Pero mi cuerpo si lo hace pidiéndome más delicioso vino
y me levanto de la silla un poco torpe—. ¿Quieres otra copa? Yo sí. –Tengo mi
copa en la mano cuando su voz me hace girar para mirarle. Siento mis
movimientos lentos e imprecisos.
—Eres como una vieja bruja rencorosa con una
manzana envenenada. –Sus brazos siguen cruzados en su pecho. Sus ojos me miran
intensamente. Dejo de lado la estúpida sonrisa en mi cara y siento un miedo
irracional invadiendo mi cuerpo—. Solo que esta vez, Blancanieves ha sabido ver
la maldad en los ojos de la anciana.
La copa de cristal se resbala de mi mano y el
sonido que esta hace al romperse en miles de pedazos es lo último que oigo
antes de caer a su lado con los párpados pesados y mi cuerpo inmóvil. Duermo
con la imagen de sus ojos mirándome, haciéndome comprender que cambió las
copas, carente de confianza por mi falsa inocencia.
———.———
*Dooly: Dooly el pequeño dinosaurio (coreano: "아기 공룡 둘리") es una caricatura de Corea del Sur 1983
y la película de animación creada por Jung Soo Kim. Dooly es uno de los
personajes más respetados y con éxito comercial de la animación de Corea del
Sur. Dooly se convirtió en el primer carácter manhwa para ser presentado en un
sello. Fue impreso en 1995 en Corea del Sur. Dooly tiene una tarjeta de
registro de residente, lo que significa que es un ciudadano de Corea del Sur.
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