SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 38
CAPÍTULO 38
Jimin POV:
~FLASHBACK~
Camino tranquilamente por el jardín tan
espacioso de mi nueva casa. Nos hemos despedido de toda nuestra familia para
que mis padres y yo pudiéramos venir aquí. Sin duda echaré de menos a mi
familia pero soy una persona materialista y me encanta esta nueva casa. La miro
desde aquí y el sol de verano me ciega pero consigo alcanzar a respetar su gran
diseño arquitectónico y todo lo que esto representa. Podremos tener una vida
mejor que la de antes.
Mi madre aún sigue organizando todo a pesar de
que llevamos aquí unos días. Es difícil y la entiendo, acostumbrarse a todo
esto pero merece la pena el esfuerzo. Mi nuevo cuarto es gratamente
impresionante. Enorme y con una cama de matrimonio solo para mí. A mis diez
años no entiendo lo que puede suponer esto pero me encantará descubrirlo con el
tiempo.
Sigo caminando hasta que oigo unas voces al
otro lado de la valla blanca que separa mi casa de la del vecino. Son voces de
un niño y tan solo de él aunque mantenga para sí mismo una conversación interna
alucinante. Sin poderlo evitar me pongo de puntillas y por el borde me permito
ver el causante de todas estas voces
Es un niño, mucho más joven que yo pero
increíblemente adorables. Sus grandes mejillas hacen juego con sus intensos
ojos negros que se ocultan de vez en cuando por su pelo también negro. Es
verano y tan solo lleva una camisa de manga corta algo grande para su
cuerpecito y unos calzoncillos rojos. Pero lo que más me gusta de él son sus
encantadores y llamativos dientes de conejo.
Está sentado en medio de la hierba jugando con
unos camiones de plástico, una pelota por ahí perdida y en sus manos un peluche
de Dooly. Creo que he estado horas mirándolo hasta que él es consciente de mi
presencia allí y me obligo a esconderme entre las vallas. Me agacho allí
esperando que no me haya visto pero por el hueco entre madero y madero puedo
verle de nuevo.
Se levanta del suelo torpemente y viene a mí
corriendo tan ridículamente. Llega hasta donde yo me asomaba y mira en esa
dirección esperando que yo aparezca de nuevo. No lo hago por lo que intenta
ponerse de puntillas inútilmente, porque es enano. Se cansa de eso y busca una
salida mejor, es inteligente porque me ve tras las vallas escondido.
Se acerca tímido pero divertido al hueco y
apoya ambas manos en la madera. Sonríe como un idiota cuando me ve y no me
queda otro remedio que asumir que me ha encontrado.
—Ho—hola… —Tartamudea intentando hablar de una
manera dulcemente empalagosa. Yo me pongo de puntillas para que me vea de
nuevo.
—Hola niño.
—¿Quién eres? –Me pregunta abrazando su muñeco
de Dooly entre sus brazos.
—Mi nombre es Jimin.
—Yo soy Kookie.
—¿Kookie? –Frunzo el ceño—. Qué nombre más feo.
—¡No es feo! –Se enfada—. Soy Jeon JungKook.
Pero mis papás me llaman así.
—Ah… —entiendo—. ¿Y cómo te llaman tus amigos?
—¿Amigos?
—¿No tienes amigos? Qué raro eres…
—No hay niños como yo aquí. –Se encoge de
hombros—. ¿Cuántos años tienes? Yo tengo cinco.
—Yo tengo diez.
—¡Oh…! –Sonríe emocionado—. Entonces eres una
noona…
—¡No! –Le corrijo ofendido—. Soy hyung, no
noona.
—Ah… —Pienso que esta conversación no merece la
pena y pienso en marcharme cuando habla de nuevo—. Hyung… ¿Vienes a jugar
conmigo?
—No sé si puedo. Mi mamá no me dejará salir de
aquí… —Titubeo por una posible reprimenda de mi madre.
—Entiendo. ¿Entonces puedo ir yo a jugar
contigo? –Habla de venir a mi jardín y asiento no encontrando algo que pueda impedírselo.
Lo veo recoger todos los juguetes que ahí tiene
y soportarlos en sus pequeños brazos como puede. Rodea toda la valla con ellos
y entra en mi jardín. Lo veo y guardo en mi mente cada decidido paso que da y
como los juguetes caen de sus brazos sin poder evitarlo. Cuando llega a mi
altura apenas le quedan dos. Los deja caer a mis pies y me enternezco por sus
mejillas coloradas del esfuerzo, o tal vez del calor veraniego. Exhala aire
decepcionado por su propia fuerza.
—Eres muy patoso, Kookie.
—Ayúdame a traerlos todos, hyung. –Le obedezco
sin rechistar y después de eso nos pasamos horas jugando a banales tonterías
sin importancia. Es adorable en todos sus gestos infantiles, en su forma de
hablar y en su mirada. Nos divertimos en sobremanera y me confesó que era yo el
primer amigo que tenía. Tanto era el sentimiento que adoptó hacia mí que me
regaló su peluche favorito el primer día de conocernos, cuando ya oscurecía y
era la hora de retornar a casa.
—¿Por qué me regalas esto? Es tuyo.
—Me gustas hyung…
—No digas cosas raras Kook.
—Pero quiero que lo tengas tú. –Me lo da y lo
empuja a mí. Ya no puedo deshacerme de él.
—¿No lo echarás de menos?
—No, espero que me dejes verlo a veces.
—Todas las que quieras, será nuestro juguete
especial. –Ambos reímos como los niños que somos.
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