SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 32

 CAPÍTULO 32


Jungkook POV:

 

Vuelvo en mí poco a poco. Todo mi cuerpo está sintiendo cosquilleos y escalofríos impropios de un estado normal. Tengo el cuerpo semidormido, no paralizado porque siento que puedo moverlo pero me encuentro muy drogado. Pensar me cuesta, abrir los ojos me cuesta, hablar es demasiado. El mayor de los cosquilleos está en mi hombro, sobre el pectoral. 

Lentamente muevo mi cabeza y abro los ojos viendo la oscuridad ante mí. Oscuridad que desaparece poco a poco por la pequeña lámpara de Dooly sobre mi cabeza, alumbrando mi cuerpo. Y le veo a él a mi lado, de rodillas concentrado en su tarea. 

—Hyung… —Gimo algo confundido por la situación en la que despierto.

—Hola, no hables. Descansa. –Me miro el cuerpo como puedo y le veo cosiéndome una herida ya nada ensangrentada en mi cuerpo. Estoy sin camisa y si me fijo un poco más, toda la cama de Dooly en la que estoy tumbado está empapada de sangre. Esta ha sido mi camilla y su cuarto el quirófano. 

—¿Qué ha pasado? –Le pregunto sin hacer caso a su petición porque me mantuviera en silencio. 

—Te han disparado Jungkook. —Tira de su nariz—. Te trajimos aquí y te cosí las heridas. Te desmayaste pero conseguí estabilizarte. –Miro su rostro empapado de agua y sangre.

—¿Por qué lloras, hyung? –Sonríe con mi pregunta.

—No estoy llorando. 

—Mentira. –Intento levantar la mano para acariciar su cara pero él me detiene.

—Deja de hacer el idiota. Cálmate y descansa. 

—¿Voy a morir? –Le pregunto temeroso de su respuesta.

—No, amor. No vas a morir. 

—Lo siento hyung, la he fastidiado.

—No es verdad. Ha sido culpa mía. –Suspira cansado—. Si te llegas a morir sin…

—¿Sin…?

—Perdóname Jungkook, he sido muy cruel contigo, pensé que sería mejor que no lo supieras pero no quiero perderte así, amor. 

—Hyung… siento mi cuerpo extraño. –Le corto porque no quiero verle llorar, no podría soportarlo. 

—Te he administrado un poco de droga que te ha donado V. –Dice la palabra donar para que, dentro del contexto, suene gracioso. 

—Le daré las gracias más tarde. –Asiente—. Hyung…

—¿Qué pasa Kookie…?

—Tú sabes medicina, ¿verdad? 

—Sí. Mis padres me pagaron los estudios. Me encanta la medicina. 

—Eres rico, como yo, ¿cierto?

—Sí, amor. 

—La vida de rico es difícil, ¿verdad? Nunca tuve más que un solo amigo. –Sonrío recordando los buenos tiempos.

—Yo igual. –Me dice pero yo estoy en el pasado, en mis recuerdos. 

—Qué casualidad, —le digo acordándome—, mi mejor amigo también quería ser médico. Le encantaba curar y salvar vidas. Siempre curaba las heridas que me hacía cuando jugábamos. Era mayor que yo, cinco años exactamente, pero no teníamos a nadie más, y eso era lo mejor. Éramos propiedad del otro. 

Ambos reímos por mis estupideces. 

—¿Te acuerdas bien de él? –Niego con la cabeza. Dooly sigue cosiendo mi carne.

—No, he olvidado cosas como el sonido de su voz, su rostro… —dejo que pasen unos segundos—. Pero recuerdo el día que nos conocimos. Unos días después de que se mudara yo estaba jugando en mi jardín cuando de repente su curiosa cabeza se asomó por encima de la valla que dividía nuestras casas. Yo tenía cinco años y él diez. 

—¿Te acuerdas de eso? Eras muy joven…

—Fue el mejor día de mi vida. Por fin tuve un amigo. Él era el mejor, me gustó tanto que le regalé mi peluche de Dooly… —quería continuar hablando pero mi cerebro me lo prohíbe porque está analizando demasiada información en este momento. 

Las palabras aparecen ante mis ojos quemándome. Médico, cinco años de diferencia, Jimin, familia adinerada, Dooly. Todas las cosas extrañas que me ha dicho estos días, cómo supo cosas privadas de mí. Como sabe tratarme, como hablarme…

Respiro profundamente y le miro a los ojos, los cuales están centrados en su tarea. Aun así, llorando. Está derramando grandes lágrimas de sus preciosos ojos con una sonrisa enorme en su rostro. Aprieto mi mandíbula porque mis ojos pican y quiere imitar los suyos. Quiero llorar y gritar, saltar, bailar. Quiero abrazarle, pero también golpearle. 

—¿Jimin? –Su sonrisa se hace aún más grande sin necesidad de contestarme. 

Entonces lloro yo también. Pero no me basta con dejar salir mis lágrimas. Lloriqueo cubriéndome el rostro con un brazo y gimoteo allí como un niño pequeño. Mi barbilla tiembla y mis hombros se convulsionan sin permiso. Todo mi drogado cuerpo reacciona temblando. 

El rostro de Jimin se acerca al mío y lo esconde en mi cuello para llorar allí también mientras me abraza. 

—Perdóname Jungkook.

 

 

 

 

  Capítulo 31                       Capítulo 33                            

 Índice de capítulos

 

 

Comentarios

Entradas populares