SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 30
CAPÍTULO 30
Jungkook POV:
Salimos uno tras otro, deprisa, sin tropiezos
ni errores. Cruzamos la acera para llegar a la puerta del banco y la gente que
paseaba tranquilamente por la calle se horroriza por ser testigo de esto. Huyen
despavoridos seguramente a refugiarse en sus humildes casas.
Nada más estamos todos dentro, uno de nosotros
–yo no, desde luego— dispara al aire llamando la atención en nosotros. Todo
pasa muy rápido o tal vez sea la sobredosis de adrenalina que corre por mi
cuerpo.
Unos pasos más adelante veo a V aun disparando
a la nada pero con buenos resultados porque todos los presentes ponen sus manos
en la cabeza y se tiran al suelo escandalizados. Oigo gritos y lloros de bebé.
Súplicas por doquier y amenazas de mis compañeros que consiguen aplacar a la
población.
Cojo el fusil en mis manos y lo coloco en
posición para disparar pero sin hacerlo. Miro a Dooly a mi lado como controla a
las personas que voluntariamente se han tirado al suelo y lo imito lo mejor que
puedo. A pesar de la situación intento relajar mi cuerpo para que no me falle y
poder tenerlo todo bajo control.
Jin, Suga y Hope desaparecen, con una mujer en
su posesión, por una puerta que supongo, conduce a la caja fuerte del banco. En
el otro extremo están Namjoon Y su hermano reduciendo a los policías y
desarmándolos evitando que puedan ser un problema. V suelta alguna patada a las
costillas de los policías pero supongo que debía hacerlo.
—¡Si nadie hace ninguna estupidez, —grita
Namjoon—, nadie saldrá herido!
—Seis minutos. –Oigo la voz de Suga desde dentro
de la cámara avisándonos del tiempo que queda hasta que debamos marcharnos. Mi
función, mantenerme aquí plantado mientras guardan el dinero.
—Ve por ahí. –Me dice Dooly para que vigile a
las personas en la parte más alejada de la puerta.
Lo hago y cuando estoy por la zona apunto a las
cabezas de las personas para mantenerlas a raya, subordinadas a mi autoridad,
una autoridad que detesto. Me fijo en todas las personas que veo. Una madre con
sus dos hijos pequeños. Lloriqueando y abrazándose unos a otros temeroso de la
muerte.
Veo a mis pies a medida que camino un pequeño
peluche de Pororo*que está caído y perdido. Miro a mí alrededor y el único niño
que pueda ser el propietario es cualquiera de los dos que he visto antes. Cojo
el peluche y me giro comprobando que efectivamente, el niño más pequeño de los
dos me mira receloso porque tengo su juguete pero a la vez preocupado porque,
de nuevo, YO tengo su peluche.
Me acerco a ellos y la madre abraza a sus hijos
preocupada por su integridad física. Doy un paso más y se vuelve histérica.
—¡No nos mates por favor!
No la estoy encañonando pero aun así ella
siente un miedo irracional a mí. Sin embargo no tengo ninguna intención de
dañarlos, le extiendo el peluche en mi mano y el pequeño se siente esperanzado
aunque su madre no se fíe. Como ella no le va a dejar acercase a mí, yo me
acerco a él y coloco sobre sus manos, las del niño, el pequeño peluche que una
vez lo ha recuperado se siente a salvo, aunque no lo esté.
Su madre me mira confundida, extrañada por mi
sutil muestra de humanidad. Lo siento, pero yo tengo más miedo que ella si es
posible.
—¡CUATRO MINUTOS! –Grita Suga otra vez.
Desde donde estoy puedo verlos a los tres
rellenar bolsas y bolsas de dinero. Veo sus manos codiciosas apresar los billetes
y tirarlos dentro sin importar si uno o dos caen fuera porque un segundo
después sus manos ya tienen otro taco más.
—¡He dicho que te tires al suelo! –Oigo la voz
de mi hyung gritarle a un hombre con traje y corbata, con una pequeña plaquita
donde está su nombre. Es uno de los trabajadores. Ante la prepotencia de este
señor, Dooly le propina un golpe con la culata del fusil dejándolo inconsciente
en el suelo.
Otra trabajadora a su lado grita desquiciada y
se lanza al cuerpo del hombre para zarandearlo. Es escandalosa y asustadiza
porque cuando el cuerpo de Dooly se le acerca ella se protege con sus propios
brazos no para evitar un golpe que es probable que se lleve sino para ocultar
la imagen de su vista. Ilusa.
Oigo sirenas. La policía está llegando y no
tardará mucho en darnos alcance si no salimos ya. Dooly y yo nos miramos
pensando exactamente lo mismo y acto seguido Suga, Hope y Jin salen cargados de
bolsas de viaje repletas de dinero.
—¡Vámonos! –Namjoon y V les ayudan con las
bolsas y salimos corriendo.
Todos van delante de mí y Dooly tan solo dos
pasos más pero su forma física les permite correr más rápido que yo. Los veo
cruzar la puerta uno a uno, los billetes caen de las bolsas, mis pasos van
rápido y me encantaría poder volar pero oigo un ruido muy fuerte a mi espalda.
No entiendo la relación entre el ruido que oigo y la fuerza masiva que me
golpea en la espalda haciéndome caer de bruces al suelo. No lo he tocado aún y
ya siento un dolor agónico en mi brazo, en mi hombro más específicamente. Pero
es tal que lo siento en cada nervio de mi cuerpo.
Al caer la máscara sale de mi rostro disparada
y la veo unos metros más delante de lo que yo estoy. El arma de igual manera ya
no está en mi posesión y me siento desprotegido a pesar de no saber usarla.
Quiero incorporarme pero el gran charco de sangre que hay bajo mi cuerpo me
asusta hasta límites inesperados.
El sonido ha alarmado a todos mis compañeros
pero solo uno de ellos se gira para verme. Dooly.
—Hyung… —Me mira a través de los ojos de la
máscara y puedo sentir su miedo ante mi pérdida. Estiro mi brazo esperando su
ayuda. Pero él se mantiene ahí de pie seguramente pensando en las palabras que
nos dijo Namjoon antes de bajar: “Si alguien cae, se le deja atrás”.
———.———
*Pororo el pequeño pingüino (coreano: 뽀롱 뽀롱 뽀로로): es una serie de dibujos animados por ordenador de Corea del Sur creado
por Iconix Entertainment, SK Broadband, Ocon and Channel Onecon la compañía de
Corea del Norte Samchŏlli en Kaesŏng. La producción comenzó en 2002 y el
programa comenzó a transmitirse en Corea del Sur en la plataforma EBS en 2003. La
serie gira en torno a las aventuras de Pororo y sus amigos que viven en el
pueblo nevado de Porong Porong Bosque, que a menudo se encuentran con desafíos
y aprenden lecciones prácticas y morales en cada episodio.
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