SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 21
CAPÍTULO 21
Jungkook POV:
—No me voy tranquilo. —Estamos en la puerta de
la habitación de V y hyung se está despidiendo de mí.
—Ya me encuentro mejor. Te lo prometo. –Le sonrío
para mostrarle toda mi entereza aunque por dentro aun sigo algo nervioso.
—Recuerda, si te hace algo, defiéndete como
puedas, no va a haber nadie aquí.
—Lo sé. –Frunzo el ceño—. Ya hablamos de esto,
no me trates como a un niño.
—Lo sé. –Baja el rostro avergonzado y sonriente—.
Solo controla tu narcisismo. ¿Ok?
—Vale… —Coge mi rostro con ambas manos y besa
mi frente haciendo un gran sonido, evidente de una desesperación por contacto
personal—. Eww… no hagas eso. Es raro.
—Ve ya a la furgoneta. –Aparece Namjoon dándole
órdenes que él acata sin titubear. Se despide de mí y nos deja a solas—.
Jungkook. –Asiento—. Volveremos de madrugada. Sobre las seis. ¿Entendido?
—Sí.
—Os he dejado algo de ramen abajo, pero le he
pedido a mi hermano que cenéis ambos aquí dentro. No quiero tonterías. Si puedo
evitarlas mucho mejor. –Asiento de nuevo—. Te he dejado un colchón para que no
tengas que dormir con él. Nada más. Hasta mañana. –Parece que se va pero antes
de que pueda perderle de vista se gira y vuelve a hablarme—. Cuida de él.
¿Vale? –Asiento de nuevo tan solo siendo consciente del valor de sus palabras
una vez se ha ido.
Me giro y golpeo la puerta un par de veces.
Nada, nada en absoluto.
—¿V? –Vuelvo a llamar—. ¿Estás ahí?
Rápidamente la puerta se abre y sale de ella
una nube de humo denso y con un fuerte olor que no sé distinguir. Su cuerpo me
observa desde dentro impidiéndome pasar.
—¿Qué?
—Es la hora, se han ido todos y yo… —No sé como
continuar la frase porque supongo sabe qué diablos hago aquí.
—Está bien, pasa. –Entro y el olor aquí dentro
es mucho más fuerte, incluso me estoy mareando por no decir que todo mi
estómago se ha revuelto en segundos.
—¿Has estado fumando? –Ríe a mi espalda por lo
que entiendo que sí—. Ya veo…
Observo el cuarto a mi alrededor, exactamente
la misma distribución que el de Dooly pero en más metros cuadrados, con una
cama más grande para él y con un colchón para mí en el otro extremo del cuarto.
Pero algo que destaca es que no hay un solo objeto personal aparte de lo
esencial, como ropa tirada por las esquinas, su móvil, cigarrillos…
—Ponte cómodo, como si estuvieras en tu casa.
–Ríe hasta agarrarse el vientre. Yo aun sigo en el centro de la habitación
inerte.
—¿Qué tiene de gracioso?
—¡Que no vas a volver a casa en tu vida! –Ríe
aún más con la explicación de su chiste que me trae de cabeza.
—¡Cállate! ¿Se puede saber que has estado
fumando?
—¿También te vas a preocupar por mí?
—En absoluto. –Me resigno a su comportamiento y
me siento en su cama que parece mil veces más cómoda que el colchón tirado en
el suelo.
—Bueno… ¿y qué quieres hacer?
—¿La verdad o te digo algo tribal como
“cualquier cosa divertida”?
—La verdad es siempre más divertida. –Coge una
silla con ruedas de su escritorio y la acerca un poco a la cama.
—Quiero que me des una explicación. –Hace
aspavientos raros.
—¡Ah…! Que aburrido eres… —Me aprovecho de su
lamentable situación para sonsacarle todo lo que quiero.
—Quiero saber por qué yo.
—¿A qué te refieres?
—¿No ves los golpes de mi cara?
—Hermosos… —Ríe de nuevo. Su sonrisa me está
poniendo muy nervioso y sus ojos casi cerrados me dan la sensación de que
apenas me ve cuando le hablo. No sé siquiera si recordará esta conversación.
—Hablo enserio. Taehyung te llamas, ¿cierto?
–Asiente—. ¿Por qué me hiciste esto?
—¿Intentas interrogarme ahora que estoy
drogado? Muchacho, te queda mucho por aprender… —De repente parece despertar de
su ensoñación y se toca la barriga relamiéndose—. Tengo hambre—. Palmea sus
piernas y salta de su asiento poniéndome nervioso.
—¿A dónde vas? –Le veo salir del cuarto dejando
la puerta abierta y me gustaría tener el valor para salir pero nada me asegura
que ellos no van a estar aun abajo por lo que me mantengo inmóvil hasta que
regresa.
Entra y cierra con llave de manera torpe porque
lleva en sus manos un gran cuenco con algo de comida humeante. Se sienta en el
suelo y desde esa perspectiva veo que es el ramen que nos ha dejado su
hermano.
—¿Has dejado la mitad abajo?
—No.
—¿Cómo?
—Esto es todo lo que hay. No es mucho pero me
quitará la gula.
—Ha dicho tu hermano que eso es para los dos y…
—Me atonto viéndole zampar tan desesperadamente los fideos. Se me hace la boca
agua.
—Lo siento. –Habla con la boca llena—. Te
jodes.
—Ni en broma. –Me levanto de la cama y me
arrodillo delante de él para recibir mi parte de alimento pero, igual que un
niño pequeño se aleja de mí y esconde entre sus brazos los fideos que a pesar
de la situación sigue ingiriendo.
—Para o me harás derramarlos.
—¡No es justo!
—La vida no es justa, Jungkook.
—¿Y ahora qué? ¿Me quedaré sin cenar? –Me mira
serio, pero al mismo tiempo dándome una respuesta afirmativa a mi pregunta. Por
hoy, ya he comido suficiente.
—Esto no es un hotel, ni tampoco eres un
invitado, métetelo en la cabeza cuanto antes.
—Ya me he dado cuenta…
—Eres un cobarde, y eso es un serio problema.
—¿Cobarde?
—Por supuesto. No eres capaz de afrontar tu
realidad—. Le miro sin comprender—. Odio a las personas como tú, que antes de
afrontar una situación prefieren acostumbrarse a ella.
—¿Alguien como tú? –Es él ahora quien no
entiende—. Alguien que usa las drogas para huir de su vida.
—No huyo de mi vida, sino de mi pasado,
presente y tal vez mi futuro.
—¿Acaso no es lo mismo?
—Tú has sugerido que busco un mundo alternativo
para evadirme pero lo que hago es simplemente desconectar.
—Mira… —suspiro cansado ya de esta conversación—.
No me importan tus mundos de Alicia en el país de la cocaína. Solo me gustaría
que me dieras una explicación sobre…
—¿Otra vez con lo mismo? Eres inaguantable, no
me extraña que tus padres no te hayan encontrado ya, no quieren saber de ti.
–Respiro hondo calmando mi ira.
—¿Vas a decirlo o…?
—No te creas especial, muchacho.
—¿Hum?
—No eres el primero al que doy una paliza.
–Frunzo el ceño—. Es una buena manera de conseguir que te respeten.
—El respeto no es lo mismo que el miedo.
—Cierto, el miedo es mucho más valioso. –Ríe
con la boca llena de comida.
—Estupideces, yo no te tengo miedo. –Traga todo
de golpe y hace un amago de levantarse lo que me obliga a retroceder el cuerpo
asustado. Tras comprobar mi cobardía ríe enloquecido y termina la comida en el
cuenco.
Yo me incorporo y me siento en la cama contra
el cabecero. Miro la calle afuera y veo una furgoneta negra desaparecer en la
lejanía. Esto será largo.
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