SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 14

 CAPÍTULO 14


Jungkook POV: 

 

Salimos de la cocina y vamos a dar directamente a la terraza. Yo me detengo pensando que esto es lo más que puedo caminar pero él me mira desde la distancia esperando que lo siga, no me lo pienso demasiado.

—¿Damos una vuelta entre la chatarra? –Me dice refiriéndose a las pilas de coches amontonados que entre ellas forman caminos algo extraños—. ¿Quieres? —Yo camino hasta ponerme a su altura y le muestro mi agradecimiento con una gran sonrisa en mi cara.

Miro al cielo donde se enmarca una preciosa luna casi llena. Es hermosa y es la que alumbra nuestros pasos por la tierra.

—¿No tienes miedo de que me escape? –El paseo es lento, agradable. Dos chicos caminando solo por caminar.

—No. No podrías aunque quisieras.

—¿Ah no?

—No. La puerta de la alambrada está cerrada con llave y el que la tiene es Namjoon. –Nuestra voz no es alta, al contrario, es más bien baja y pausada—. De querer escalarla tendrías que sobrepasar el alambre de espino que hay en el borde. Pero todo eso puedo evitarlo porque podría reducirte al suelo nada más que pretendieras huir.

—En ese caso supongo que no me queda otra alternativa. –Me encojo de hombros y él se ríe por lo fácil que ha sido convencerme.

—Vaya abogado que se conforma tan fácilmente de la derrota. –No digo nada. Estoy ahora mismo demasiado feliz respirando aire libre como para querer rebatirle.

—Hyung. –Detengo mis pasos y él lo hace unos segundos más tarde. Se gira y me mira confundido—. Escapémonos. –Mis palabras son muy animadas, son felices. Ilusionistas, tal vez demasiado inocentes e infantiles.

—Recuerda que eres tú el que está aquí contra su voluntad, no yo.

—No puedes querer esta vida. –Me hace un gesto para que siga caminando y le obedezco.

—No tengo otra alternativa.

—Sí.

—No, les debo lealtad.

—Pero ellos pueden entender que si tienes otra alternativa, puedas prescindir de ellos.

—No es una colaboración por el sustento ni tampoco algo como amistad fraternal.

—¿Entonces?

—Una vez que has estado dentro de esto, cuando te han mostrado tantas cosas, ya no puedes salir de aquí. Tengo dos alternativas. Vivir para ellos o morir. Y sinceramente no me llama la atención lo segundo.

—No entiendo. Te estás contradiciendo. Dijiste que estás aquí…

—Jungkook. –Me detiene—. ¿Te has dado cuenta que las ventanas de mi cuarto tienen cerradura como una puerta? –Me paro de nuevo asimilando sus palabras—. Yo no tengo la llave. Y hasta hace poco tampoco la de mi propio cuarto.

—Estas tan secuestrado como yo. –Sonríe por la capacidad que le proporciona haberse acostumbrado a esta situación.

—Assshh… —Revuelve su cabello con la palma de su mano algo nervioso—. No sé ni porque te cuento estas cosas.

—Intentas justificarme tu comportamiento.

—Sí, pero no entiendo el por qué.

—¿Por pena? –Sonríe y yo camino rápido hacia él para colocar mi brazo sobre sus hombros. Sonrío con él para detener esta conversación—. Dejemos de hablar de cosas tristes, no me gustan estos temas.

—Es la realidad JungKook. Y no hagas esto. –Quita mi brazo de sí mismo.

—¿Te hago sentir inferior?

—Me haces sentir más pequeño.

—Porque lo eres. –Saco mi lengua al lado de su cara y su rostro se ensombrece—. ¿Veintidós años? Te quedaste en los dieciséis.

—No me provoques Jungkook… —Me advierte pero ya no le tengo miedo.

—No me asustan tus amenazas. –Digo alardeando de una confianza ficticia.

—Tú te lo has buscado. –No sé cómo pero antes de darme cuenta uno de mis brazos está retorcido a mi espalda, sujetado por su mano y su otra palma en mi nuca clavando sus dedos allí en mi cuello donde puede. Con esta última me impulsa hacia abajo y con una patada en mis rodillas me hace hacer al suelo. Me mantiene así durante varios segundos en los que el dolor aumenta.

—¡PARA HYUNG! ¡Me haces daño!

—Te lo he advertido. –Dice tranquilo como si aún reduciéndome no hiciese un gran esfuerzo.

—¡Duele mucho hyung! ¡SUÉLTAME! –Me obedece inducido por mis gritos y yo caigo al suelo aun dolorido. Me siento en la tierra mientras él, ahí de pie, se dedica a recriminarme  condescendientemente y a alardear de toda su fuerza bruta.

Mientras, yo froto mi brazo que recupera la sensibilidad poco a poco sin escuchar sus palabras. Es un dolor penetrante que va desde mi cuello hasta la punta de mis dedos en las manos. Bajo la cabeza preocupado tan solo de mi propio orgullo herido y suspiro haciendo un puchero involuntario. Hyung detiene su discurso y lentamente se acerca a mí hasta quedarse de píe a mi lado.

—Venga, que no ha sido para tanto… —Su ego poco a poco cae a al suelo al mismo tiempo que él se acuclilla a mi lado para acariciar delicadamente mi hombro—. ¿Eh? ¿Estás bien?

Busca mi rostro bajo mi flequillo, enterrado en las sombras, pero lo que encuentra no es lo que se esperaba. Una sonrisa adorna mi rostro y mis ojos bien abiertos, expectantes, mostrándole la poca inocencia que ya me queda. Me abalanzo a él haciéndole que caiga de espaldas contra el suelo. Está tan sorprendido que no es capaz de reaccionar y se deja hacer por mí.

—Me has engañado… —Me dice cuando estoy sentado sobre él. Impidiendo que se mueva un solo centímetro.

—Tu pena por mí es tu debilidad. –Frunce el ceño.

—Debería haberte golpeado más fuerte.

—Ahora te arrepentirás… —Mis manos van velozmente a su vientre y agito mis dedos para provocarle un ataque de cosquillas. Tantas que no pueda respirar. Hasta que su rostro se vuelva rojo de impotencia. Pero apenas se ha revuelto dos segundos cuando se impulsa con sus piernas y su torso y me deja bajo él para ser ahora yo la víctima de sus cosquillas.

No me importa la arena en mi pelo ni tampoco todo su peso quitándome el aire. He olvidado que estoy aquí a la fuerza y que mi enemigo está torturándome a cosquillas. Ya no recuerdo a mi familia ni tampoco el peligro al que está expuesta. Siento que estoy volviendo por un momento a mi infancia.

—Como pueda, voy a matarte. –Le espeto entre carcajada y carcajada. Cuando me oye se detiene y me mira expectante.

—Alcánzame si puedes. –Se levanta de mí y sale corriendo, confiando en que yo le siga. No entiende que tengo muy a mi alcance la salida, la escapatoria de este lugar porque corre lejos de mí y lo veo alejarse. Y sin embargo yo no me lo pienso, corro detrás de él para alcanzarle.

—¡Cobarde! –Grito sin tener en cuenta nadie que pueda oírme.

—¡Tortuga! –Me llama retrocediendo su rostro para mirarme, pero no puede ser más torpe y caer tropezando con cualquier cosa que se haya interpuesto en sus pies. O tal vez ellos mismos remarcando su torpeza. Cae de bruces contra el suelo.

—¡HYUNG! –Salgo corriendo a una velocidad de vértigo hasta alcanzarle y le encuentro aun asimilando su caída—. ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

Gime un poco en señal de aprobación y se incorpora hasta sentarse en el suelo. Me siento a su lado. Sin decir nada, no queriendo agobiarle me mantengo en silencio viendo como se mira cada parte del cuerpo que siente dañada y no encuentra nada demasiado grave.

—Ven aquí. –Le digo y con la manga de mi sudadera le quito algo de tierra que tiene en su rostro. Él se deja hacer delicadamente y me observa al milímetro.

—Por mirarte, me he caído por tu culpa.

—Déjalo ya, hyung. –Sonrío para él, para que se sienta feliz a pesar del golpe—. ¿Te duele algo?

—Nada importante. No ha sido para tanto.

—Me alegro.

—Ya te ha dado el aire, —intenta incorporarse—, será mejor que vayamos dentro…

—Espera, ¿estás bien? –Vuelvo a sentarle a mi lado y me mira algo serio.

—Sí, es solo que no debería haberte dejado salir de esta manera, si alguien… Aww… No debería tomarme tantas confianzas, en serio.

—No importa, hyung. Muchas gracias por todo. –Sonrío mostrándole todos mis dientes y él tan solo me tortura con sus duras palabras. Lo peor de todo es que sonríe a la par que yo.

—Eres como un pequeño conejito. –Mi felicidad momentánea desaparece y mi sonrisa se evapora poco a poco, paulatinamente regreso a la realidad, a una realidad en la que no me siento a gusto. Odio como me hace revivir pequeños fragmentos de una infancia que ya no está conmigo. O como con una simple palabra trastoca todo lo que siento. Le odio por llamarme conejito porque es lo que me llamaba mi único amigo en la infancia. Es lo que me llamó desde el primer día porque mis dientes le recordaban a uno.

Intento apartar mi mirada de él desviándola al edificio que tengo enfrente y en una de las ventanas, entre las oscuras cortinas destacan las facciones de un rostro curioso. Unos ojos titilantes ante las reacciones que estos vislumbran. No sé cuánto tiempo lleva ahí, ni por qué diablos a pesar de saber que le estoy viendo no se aparta disimuladamente. No me importa, siempre y cuando no me muestre su maldita sonrisa cuadrada que tanto odio le he cogido.

—Volvamos dentro hyung. —Le digo despreocupado al fin—. Tengo mucho sueño.

 

 

 


 

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