SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 11
CAPÍTULO 11
Jungkook POV:
El agua cae tibia sobre mi cabeza y asciendo mi
rostro para despejar mi semblante con ella. Estoy en apenas un metro cuadrado
lo cual me resulta claustrofóbico en comparación con mi gran bañera. No
importa. Estoy muy agradecido de poder darme una ducha y eliminar la mierda de
mi cuerpo. Sin embargo la que aún permanece en mi alma, esa no se va por mucho
que frote mi piel.
Cada vez que el agua me lo permite respiro
hondo y suspiro. Una, otra y otra vez hasta que me siento suficientemente
limpio. Cuando abro la mampara me espera fuera algo de ropa que me ha dejado
hyung esperanzado en que me quede bien. Me acerco a ella cubriendo mi cintura
con una toalla blanca y cojo en mis manos el calzoncillo rojo y blanco que me
pretende prestar y lo palpo por todas partes no solo comprobando que esté
limpio sino que sea de buena calidad. Me sorprendo al darme cuenta de que así
es aunque se vea algo desgastado.
Me lo pongo gustoso al comprobar que es de mi
talla y después unos pantalones de chándal negros holgados, y una sudadera
negra también. Mi pelo sigue mojado y busco un secador para ayudarme. Lo
encuentro por ahí y lo enchufo.
Dooly se ha vestido nada más se ha despertado y
ha bajado para convencer a los demás en dejarme desayunar con ellos. No estoy
muy seguro de su labia para estas situaciones pero tampoco lo conozco tanto.
Aun así, a pesar del poco tiempo que llevo aquí ya he podido comprobar que no
es él exactamente quien corta el bacalao aquí.
Cuando salgo del baño él ya me espera dentro
sentado en la cama y se levanta nada más verme.
—¿Y bien?
—Dicen que no les importa, —sonríe—, mientras
te sepas comportar.
—Por favor, mis modales son de lo más refinado…
—No me deja terminar.
—A eso me refiero. No alardees de tu dinero,
que por cierto ya no tienes, ni de tu educación, o de tus modales.
—¿Entonces que me queda? –Digo como si al
quitar el ego de mi personalidad ya no quedase nada.
—Un pequeño niño inocente que juega con un
muñeco a solas en medio de su jardín. –Me sonríe dulce mientras habla y yo no
entiendo una sola palabra de lo que me dice.
—¿A qué viene eso?
—Olvídalo. –Pasa una mano por mis hombros y me
saca de la habitación.
Bajamos las escaleras y llegamos afuera. Sabe
que podría parecer raro si nos ven con tantas confianzas, que siendo sincero no
sé de donde salieron, y me agarra del brazo algo posesivo. Entramos en la
cocina y el agobio claustrofóbico vuelve a mí en este espacio tan pequeño y
abarrotado. Tienen toda una explanada y deciden desayunar todos aquí. Conmigo
ahora mismo somos seis personas.
—Aquí estamos. –Dice Dooly a mi lado pero nadie
se esfuerza en levantar la vista de sus propios asuntos.
Veo sentado en la mesa al que llamaron Namjoon,
comiendo algo que desconozco. A su lado su rival en el juego de cartas con el
móvil en sus manos jugando a algo que desconozco también. Y a la derecha de
este otro hombre de pelo moreno entretenido con un corcho de vino y su navaja.
Muy bonita escena familiar. A los fogones hay otro más alto que yo preparando
el desayuno tan ansiado por todos. Bueno, al menos sí por mí.
Yo, inducido por la timidez que me proporciona
este ambiente no me separo de Dooly en ningún momento. Permanezco aún en la
puerta pero unos pasos rápidos se oyen a mi espalda y antes de poder darme la
vuelta un cuerpo fuerte y rápido me aparta de ella de un solo empujón
haciéndose paso para entrar. Su pelo castaño claro destaca entre los demás.
Yo veo un asiento libre en la mesa frente a mí
y no me lo pienso posando ahí mi culo. Pongo mis manos sobre las piernas
temeroso y observando a mi alrededor. Nadie pone la vista sobre mí y yo la
verdad es que lo agradezco hasta que el hombre que estaba cocinando se gira y
me ve allí sentado. Se detiene al instante y a los segundos renueva sus
movimientos receloso.
Yo miro confundo a mi alrededor y cuento las
sillas. Una, dos, tres… cinco. Solo hay cinco sillas y yo he ocupado una sin
permiso alguno. Rápidamente y sin llamar la atención demasiado me levanto y
regreso a ponerme contra la encimera, aún tímido.
—Hyung. –Digo dirigiéndome a Dooly—. Siéntate
tú.
Me mira sonriendo pero no me obedece a pesar de
haber comprendido mi subordinación. Entiendo que ambos nos quedaremos de pie.
—¿Hyung? –Pregunta Namjoon sin apartar la vista
de su plato. El cual ya no es el único en la mesa—. ¿Qué clase de confianzas
son esas? —¿Me está recriminando algo? Muerdo mi lengua para no saltarle a la
yugular y bajo la mirada fingiendo respeto ante sus palabras.
—Me llama hyung porque no sabe mi nombre. –Me
defiende Dooly justificando mi acto.
—Será mejor así. –Dice el hombre a su lado. El
que no aparta la vista de su móvil—. Como esta rata se escape y nos delate
estamos muertos.
—En ese caso. –Dice Namjoon dirigiéndose a mí—.
Yo soy para ti Rap Monster. –Alguno ríe por ahí por su apodo supongo
improvisado. Pero él con una sola mirada consigue callar las risas.
—No es necesario. Sé que te llamas Namjoon.
–Sus ojos me miran directos y ahora entiendo el silencio de la risa anterior a
mis palabras. Dooly me mira reprendiendo mi actitud pero tenerle informado me
ha parecido lo más correcto.
—¿Cómo lo sabes? –Mira a Dooly—. No creo que
hayas sido tan idiota de decirle…
—Estoy tan sorprendido como tú. –Levanta las
manos al aire como si le apuntaran.
—Menos drama, por favor. –No puedo evitar
mantener mi bocaza abierta. He conseguido la atención de todos y cada uno en
esta sala—. Antes de que me golpeases, ese de ahí te llamó así. –Señalo al
chico con el móvil.
—Maldito hijo de puta. –Dice este mirándome muy
serio.
—Olvidarás ese nombre. –Asiento. Ya han
repartido platos para todos menos para mí y cuando pienso en ello el chico que
los repartía ahora me ofrece uno. Lo cojo agradeciéndole con una sincera
inclinación de cabeza y los palillos que dentro se mantienen me ayudan a dar el
primer bocado a lo que quiera que sea esto. Verduras fritas con soja. Punto.
Vaya desayuno.
—Yo soy Suga. –Me llama la atención el que unos
segundos antes me insultó. Es fácil describir su rostro. Ojos muy pequeños,
pelo negro algo desaliñado, piel clara, labios finos y por lo que me permite
ver es bastante delgado. Su camiseta blanca me permite ser consciente de sus
clavículas.
Una navaja se clava brutalmente en la mesa al
lado de Suga provocándome un respingo tan solo a mí. El chico que estaba
diseccionando el trozo corcho ahora me mira mostrando algo de su sonrisa. Solo
para provocarme algo de miedo por su reacción anterior.
—Llámame Hope. –Ojos igualmente pequeños, pelo
oscuro y algo más corto que el anterior, grandes dientes blancos y mejillas
alzadas.
Ya están todos sentados en la mesa menos Dooly,
yo, y extrañamente el chico de cabello claro que va de aquí para allá
hiperactivo. Su cuenco espera paciente en un asiento vacío y por lo que puedo
ver en la actitud de los demás su comportamiento es extrañamente normal.
—Nuestra cocinera se llamará Princesa Pink.
–Dice Namjoon mirando de reojo a aquel a quien se dirige, que justamente se
sienta a su lado. Nadie ríe más que él. Dooly a mi lado está más centrado en
comer.
—Un día pondré matarratas en tu comida.
Ellos siguen hablando de esta manera por un
buen rato pero me distraigo de la interesante conversación cuando el chico de
cabello claro pasa por mi lado tan eufórico como antes golpeando mi brazo y
tirando mi cuenco de comida al suelo. Como si no hubiera sido su culpa mira
sobre su hombro y se sienta en su asiento más preocupado en comer. Pero yo sé
que ha sido a posta.
Me quedo por un momento inerte porque el sonido
del cuenco al caer aun retumba en mi cabeza pero los rostros de todos mirándome
me obligan a reaccionar. Doy gracias que no se ha roto y lo alcanzo del suelo
devolviéndolo al fregadero pero la comida en su interior se ha desparramado por
todas partes. No sé qué me duele más, un desayuno perdido porque estoy seguro
de que no hay más comida para nadie más o mis dientes mordiendo mi lengua
desesperados por no decirle cuatro cosas a ese maldito…
—¿Para eso me esfuerzo en hacer comida de más?
Maldito niñato. Más te vale dejar el suelo reluciente porque comerás ahí cada
día. –Oigo al tal Princesa pero no me molestan sus comentarios sino la mirada
del hijo de puta sentado ahí, riendo hacia dentro, saboreando mi humillación.
¿Qué diablos le habré hecho?
Miro a Dooly en el mismo sitio en el que estaba
sin mover un dedo. No debe hacerlo, no debe colocarse en una posición inferior
a la mía. Así que no me queda más remedio que coger una bayeta, humedecerla con
un poco de agua y arrodillarme de espaldas a la mesa evitando las miradas
dictatoriales.
Veo toda la suciedad a mí alrededor e intento
no tocar el suelo asqueado por él. Probablemente la comida sobre él le haga
parecer aún más limpio de lo que realmente es. Suspiro y me inclino un poco
alcanzando la cebolla y el pimiento troceados y oscurecidos por la soja a medio
metro de mi pero al hacerlo siento un fuerte impulso en mi culo y caigo de boca
en toda la mierda. Intento frenarme poniendo las manos pero estas han resbalado
y todo mi rostro está contra el suelo
Las risas producidas por la bota del chico
golpeando mi trasero es demasiado divertido y todos se carcajean de la
situación menos Dooly que me mira desde su lugar ahí de pie sin hacer nada en
absoluto. No espero menos de él. Al fin y al cabo, no es tan hombre como yo.
Me recompongo todo lo deprisa que puedo y sigo
limpiando a pesar de tener el pelo, el rostro y el torso manchados de comida.
—Creo que acabamos de encontrarle una buena
función. –Dice el chico de pelo claro y nada más decirlo le miro por encima del
hombro. Sus grandes ojos rasgados y su sonrisa rectangular son todo lo que veo
en él—. Te compraremos un uniforme sexy a juego con tu cara de chupapollas.
De nuevo con su bota roza mis nalgas pero esta
vez de una forma más suave y pausada, tentadora y caliente pero a mí no me
excita. Al contrario, me enfurece y me levanto de golpe tirando al suelo la
bayeta sucia en mis manos. Me encaro a él pero Hope a su lado recupera la
navaja en sus manos y Namjoon se levanta de su silla desafiante. Él por el
contrario, el verdadero motivo de mi ira se mantiene sentado, comiendo
pacíficamente y me mira de reojo para hacerme saber que no me tiene miedo en absoluto.
Está cubierto por todos los flancos.
La situación se ha vuelto tensa de repente y no
me queda otra opción que subordinarme sin embargo Dooly se adelanta y su
pistola ya me tiene en el punto de mira. Me agarra un brazo y me guía fuera de
aquí para calmar la situación. Cuando subimos las escaleras me habla.
—¿Se puede saber qué diablos te dije? ¡Qué
moderases tu comportamiento! –Llegamos a las puertas del cuarto y él me mete
dentro quedándose él fuera.
—Han sido groseros, a la par que maleducados.
—¿Cómo quieres que sean?
—¿Saben quién soy? Yo… —Golpea mi mejilla con su mano abierta y me
hace callar de inmediato. Me sorprendo
al verle serio al mismo tiempo que nervioso por su acto repentino.
—Olvídate de eso. No eres nadie. ¡Nada! –Me
mira serio y yo aprieto mis dientes—. Quédate aquí mientras yo limpio tu
estropicio abajo.
Cierra la puerta y lo oigo caminar escaleras abajo como si nada. Yo me quedo allí acariciando mi mejilla que acaba de ser golpeada. Suspiro sonoramente y bajo la cabeza sintiendo lágrimas nacer en mis ojos. Muerdo mi labio que tiembla involuntariamente. Quiero regresar a casa.
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