HEREDEROS (Jikook) [PARTE II] - Capítulo 5
CAPÍTULO 5
JungKook POV:
Hemos entrado ya hace días en un abril lluvioso
que trae consigo una estación de tormentas muy deseadas. Las temperaturas han
ascendido levemente, ya no es necesario correr para refugiarse del frío. La
noche ha caído ya sobre Seúl. Hace mucho tiempo que llevo pensando que es en
las noches, cuando el sol desaparece, que se lleva conmigo la máscara que me
acompaña de cara al público. Tres semanas desde que Jimin desapareció de mi
vida. He intentado esta última semana contactar con él, tal como me dijo que no
hiciera, pero sus palabras en el poema son su último recuerdo y en el teléfono
suenan pitido tras pitido al principio, hasta que una voz femenina me avisa de
que el teléfono al que estoy llamando ha dejado de existir. Yo frunzo el ceño y
como no me creo una sola palabra de lo que ella me dice, vuelvo a marcar con
insistencia hasta que acabo insultando a la mecánica voz programada del
teléfono.
Haberme visto rodeado por su presencia en mi
hogar varias horas al día ha acabado por desquiciarme, he dejado de dormir por
días y sentir como el cariño que albergaba por él se ha ido convirtiendo en una
pútrida sensación empalagosa y dolorosa, me ha convencido a regresar a casa de mis padres ya ahora, mientras me
revuelvo en el sofá del recibidor a mi cuarto, miro distraído la televisión con
mi teléfono móvil perdido por algún lugar en el cuarto una copa de whiskey
decora la mesa entre yo y la televisión. Ha sido dar dos tragos y sentirme más
desazonado. Más perdido. De regreso a mi hogar y ahí la he dejado, esperando a
que se evapore o bien que alguien se ofrezca a beberla, porque he descubierto
que bebiendo atraigo su recuerdo y con ello solo consigo perder el sueño y con
suerte no romper más copas alrededor.
En la televisión se retransmite un documental
de animales. Un tedioso documental de animales de la estepa rusa que aumenta mi
sopor. Me dejo acunar por el sonido de la voz del reportero mientras intento
por todos los medios alcanzar el ansiado sueño. Ya se marcan unas pronunciadas
ojeras en mi rostro. Mi madre ha intentado aconsejarme algo de maquillaje
mientras que mi padre solo desea que pase una buena noche para estar
presentable hacia sus clientes. Siempre prensando en ellos, siempre
anteponiéndolos a mis prioridades. Siento que me muero por dentro y a él solo
le importan mis ojeras. He creído, falsamente, que el dolor en mi pecho iría
apaciguándose con el paso del tiempo, pero no hace sino aumentar a medida que
los recuerdos comienzan a llegarme como duras oleadas. Crueles oleadas de
realidad que solo consiguen embrutecer más mis sentimientos. Sentirme engañado
es algo que nunca antes había experimentado y sin embargo es algo tan doloroso
cuando ha venido de la persona que menos esperaba.
Frente a mí y al lado de la copa de whiskey hay
una pequeña pastilla blanca, con forma redondeada, que me asegura una noche de
sueño. La miro desde lejos de brazos cruzados en el sofá con unos pantalones
grises holgados que uso de pijama y una camiseta negra con cuello de pico. De
manga corta. No me hace falta más, tengo la calefacción puesta. Afuera está
lloviendo suavemente, mañana no tendré que ir a trabajar y puedo dormir hasta
tarde. La idea es reconfortante pero el solo sentimiento de que voy a soñar con
él, de que voy a ver su rostro tan solo en una mera ilusión temporal me hace
querer arrancarme el corazón del pecho. Me muerdo la parte interna del carrillo
derecho, pensativo. Tiene que haber una solución al dolor que está
atravesándome el tórax. Tiene que haber una salida.
En todo este tiempo he llegado a preguntarme si
esto es lo que Jimin estuvo sintiendo todo el tiempo después de que yo le
echase de esta casa. Ese sentimiento de desazón y nostalgia. La ira del rencor,
la tristeza por la desilusión. La desesperación, la decepción. Recuerdo la
mueca de su rostro al presentarse en mi casa tras tres meses de soledad.
Abandonado por su familia, por mí, por mis padres. Me hace sentir hipócrita
pensar que yo estoy pasando por lo mismo pero mi dolor no me deja pensar que
esto es sencillo, que tengo ayuda de alguien, porque no es cierto. Y esa
soledad es la que no me ata a nada. Me entran unas ganas terribles de
presentarme en la puerta de su nueva casa tal como hizo él y partirle la boca
de un puñetazo para después volverme y continuar con una apacible vida bajo el
seno de una familia. Pero ni siquiera sé dónde vive. ¿A quién diablos engaño?
Quiero verle. Quiero pedirle explicaciones y estoy dispuesto a ello.
Con una decisión bastante arriesgada entre
manos y con los pies enfundados en calcetines camino hasta la puerta de mi
cuarto y me quedo apoyado con el oído sobre la madera, esperando escuchar algo
pero el silencio me corrobora que no hay nadie al otro lado que pueda
escucharme salir. Doy por hecho que al ser las tres de la mañana mis padres
están ya acostados pero no puedo fiarme de que mi padre no esté en su despacho
por lo que con mucho cuidado y a sabiendas de que el cuarto de mis padre está
al fondo de este mismo pasillo, giro con cuidado el pomo y echo una mirada
fuera, descubriéndome en medio de la oscuridad. Rescato el móvil de mi cuarto y
salgo apuntando con la linterna al suelo. La puerta de la habitación de mis
padres está entornada, por lo que no creo que perciban la endeble luz que
despide el teléfono móvil. No me lo pienso mucho y me escabullo pasillo
adelante siempre apuntando hacia el suelo unos pasos delante de mí. Oigo como
muy a lo lejos el documental sigue reproduciéndose en la televisión pero solo
como un murmullo, imperceptible.
Cuando llego a las escaleras comienzo a subir
por ellas muy en silencio, despacio, mucho más de lo que he hecho nunca,
apoyando mis pies sobre la alfombra roja en el suelo evitando que mis pies
hagan más ruido del necesario. Las cámaras de seguridad me están grabando, pero
no soy ningún ladrón aunque me sienta como uno. El guardia de seguridad que
está en la garita en el jardín puede estar viéndome ir a hurtadillas hacia el
despacho de mi padre, pero no creo que diga nada dado que yo soy uno de los
residentes de la casa. Aunque la escena es sospechosa y yo no me siento muy
inocente, no estoy haciendo nada que mi conciencia me diga que no debo hacer y
es por eso que no detengo mis pasos hasta no llegar al despacho de mi padre y,
aunque cerrado, sé que no hay nadie dentro porque no veo luz saliendo de la
parte baja de la puerta. No oigo nada en el interior ni tampoco veo luz salir a
través de la cerradura bajo el pomo. Me muerdo el labio inferior mientras llevo
mi mano al pomo y lo giro muy lentamente sintiendo como se abre la puerta con
el giro y como suena la fricción de la puerta al desplazarse hacia dentro del
despacho. No lo suficiente como para despertar a nadie pero sí para hacerme
sentir cosquillas en la espalda.
Una vez dentro comienzo a alumbrar a todas
partes reconociendo las siluetas de cada uno de los muebles. Me encamino a
prisa hasta el escritorio y evitando hacer ruido al abrir los cajones comienzo
a rebuscar el expediente de Jimin que me enseñó mi padre. Ahí viene la
dirección de su casa, su número de teléfono, todo lo que necesita la empresa de
mi padre para tenerle como trabajador. Todo lo que necesito yo para
encontrarle. Al verme frustrado en su búsqueda ya que no está en el cajón donde
vi que lo metió comienzo a buscar en más cajones arreglándomelas con el móvil
en mi boca mientras apunto a todas partes como un completo desquiciado,
pensando en donde puede haber metido el maldito expediente. Verme rodeado de
estanterías con documentación de la empresa no me ayuda a decidir en dónde
tengo que buscar, pero dado que mi padre es un hombre terriblemente ordenado y
maniático comete el error de colocar una pequeña tarjetita en los lomos de los
archivos de forma que identifique rápido lo que hay en cada una de las carpetas
de documentación. Comienzo por una estantería cualquiera a mirar y a leer lo
que hay inscrito en los lomos hasta que, pasados al menos dos minutos, me topo
con una que pone: “Empleados (EEUU) 2017”. Es decir, los admitidos este mismo
año en las sucursales de Estados Unidos. Yo cojo el gran archivador en mis
manos y lo dejo sobre la mesa, con una mano apuntándolo con el móvil y con otra
pasando las páginas. Dado que están en orden alfabético solo tengo que irme a
la P de Park y allí encuentro toda la documentación que mi padre me enseñó
dentro de unas láminas transparentes sujetas a las anillas del archivador.
Rescato esa información y dejo el archivador en su sitio.
Cuando está todo tal como se espera de mi
padre, con la información entre los dientes y una mano apuntándome con el
teléfono, cierro despacio la puerta de su despacho y bajo las escaleras a
hurtadillas, en completo silencio y con sensación victoriosa en el rostro. Mis
manos tiemblan por la excitación, todo mi cuerpo se siente en un éxtasis
desconocido antes. Cuando llego al pasillo miro la puerta de la habitación de
mis padres entornada de la misma forma, por lo que no se han movido de allí.
Tras meterme en mi habitación con cuidado cando para que nadie entre y dejo al
información sobre la mesa de la entrada mientras me desplazo al dormitorio y
rescato mi portátil dejándolo al lado de la información sobre la mesa. De nuevo
vuelvo a sucumbir a morderme el interior de los carrillos y abro la carpeta
topándome de primeras con el rostro de Jimin en una fotografía de DNI. Suspiro
largamente y obvio detalles como la edad y los estudios para dirigirme
directamente a la dirección de su nuevo domicilio.
“Piso 4º B. Portal 2. Calle 9º con la 5º
avenida. Nueva York.”
Rápido busco esa dirección en el ordenador y
descubro que está unas manzanas al norte del parque Washington Square. Ya tengo
mi objetivo, solo me queda ir.
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