HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 34
CAPÍTULO 34
Jimin POV:
Me hundo más dentro de la manta alrededor de
mis hombros. Acaricio con suavidad la manta a mi alrededor y apoyo mi cabeza en
el respaldo del sofá mientras delante de mí se reproduce un programa de
televisión. Hace horas que está la televisión encendida y la noche ha caído
sobre nosotros. Ya no importa si es de día, o no. No importa qué es lo que la
reportera está diciendo. Se me pueden llevar los diablos porque estoy
completamente absorto en mi propia mente aun cavilando. Cavilando por horas.
Desde esta mañana no me he separado de este sofá más que para mis
responsabilidades biológicas. No he atendido nada alrededor. No he hecho
absolutamente nada. Me siento perdido, desazonado, confuso. A veces he sentido
náuseas ante la posibilidad de considerar como válida una de las ideas que
pasaban por mi mente. No importa cual, todas resultan vomitivas y
desagradables. La sola mención de aceptar alguna de las propuestas que se me
plantean es algo horrible. Una dura sentencia por la que no estoy dispuesto a
pasar. Quitarme la vida es una última alternativa pero nunca he considerado
esta una solución. Sin embargo ahora se me hace mucho más llamativa de lo que
habría esperado.
Afuera aún escucho un tanto de tráfico. Son las
doce de la noche, algunas personas regresan a sus casas después de agitados
días de trabajo y sin embargo yo no he hecho otra cosa que devorarme la mente a
la espera de obtener una conclusión. Una idea en claro y no he conseguido más
que producirme un fuerte dolor de cabeza y una dolorosa irritación de ojos por
las horas ante el llanto. Cuanto más pienso más ideas surgen en mi mente.
Cuando intento evadirme acuden a mi imágenes que no quiero reconocer como
verdaderas. Niego con el rostro y me hundo aún más en la manta alrededor. Oigo
a lo lejos el sonido del ascensor ascendiendo por el edificio. Ya van tres
veces que me sobresalto con el sonido, y esta vez sí sube hasta esta planta y
unos pasos salen de él con agilidad. Y se encaminan por el portal hasta quedar
junto a la puerta. El sonido de unas llaves tintineando y una de ellas en la
cerradura haciendo que la puerta ceda a su movimiento. Al principio intenta
abrir despacio, considerando la posibilidad de que yo esté dormido, pero al
toparse con la luz entra mirando alrededor buscándome con la mirada y
encontrándome en el sofá sentado. Le saludo con una sonrisa en el rostro y él
me la devuelve.
—¿Cómo es que estás despierto?
—No tengo sueño. –Digo mientras le veo
deshacerse de la bufanda sobre su cuerpo y del abrigo para colgar ambas cosas
sobre el perchero al lado de la entrada—. No hago nada en todo el día…
—Entiendo, no te preocupes. –Asiento.
—He dejado algo de cena en el microondas. Si
quieres caliéntalo…
—¡Oh! Genial. –Exclama entusiasmado—. Tengo
mucha hambre… hoy ha sido un día muy atareado.
—¿Sí?
—Sí. Dos reuniones. Una con el equipo de
márquetin por la mañana y otra con la directiva de recursos humanos por la
tarde. –Suspira negando con el rostro—. De esta vengo, agotado.
—Espero que todo haya ido bien. –Digo y él
asiente mientras mete un bol de fideos con soja en el microondas y los
calienta. Mientras espera se deshace de la corbata y de los zapatos, dejándolos
por ahí.
—¿Qué tal tu día? ¿Llamaste para el trabajo
ese? –Pregunta y yo tengo que hacer memoria para saber de qué trabajo está
hablando. Acabo negando con el rostro.
—Creo que tienes razón, me merezco algo mejor.
Tengo una carrera, creo que puedo aspirar a algo mejor que eso… buscaré algo de
lo que yo he estudiado.
—Haces bien. –Dice asintiendo con el rostro y
yo me muerdo el labio inferior, sintiendo como una parte de mí intenta
contenerse para no contarle todo lo sucedido hoy. Necesito decirle que su padre
ha estado aquí. Desearía que él percibiese su olor como un sabueso sentado aquí
en el sofá. No lo hará y él no sabrá nada. No por el momento. Cuando termina de
calentarse la comida viene a mi lado en el sofá y se sienta cruzándose de
piernas mientras come del cuenco caliente. Yo me quedo apartado de él, escondido
en mi manta mientras por primera vez caigo en que estoy viendo una película—.
¿Qué estás viendo?
—No… no sé… —Murmuro avergonzado porque
realmente no tengo ni idea. Él me mira un tanto divertido pero debe notar algo
en mi expresión y frunce el ceño.
—¿Estás bien? –Asiento, mostrándole una sonrisa
confiada y él parece perder el interés en mi expresión—. ¿No estarías viendo
porno o algo así? Puedes seguir viéndolo…
—No, no. Solo estaba pensando y no estaba
atento a la tele…
—¿Y en qué pensabas que es tan importante?
–Pregunta con la boca llena a lo que yo niego el rostro en forma de querer
olvidar la conversación cuanto antes. Él se encoge de hombros y sigue comiendo
en completo silencio. Sentirle cerca es una sensación extraña. Me siento por
primera vez en muchos días haciendo algo que no debiera. Me envuelve la
sensación de tenerle cuando ambos éramos los herederos de nuestras respectivas
empresas. Me siento de nuevo sucio, pecaminosos. Me siento triste y distante de
él. Pero hay algo nuevo. Me siento férreamente unido a él sin saber porqué. No
lo comprendo. Me siento con una responsabilidad sobre él, con un sentimiento de
preocupación—. Voy a darme una ducha. –Dice y se levanta del sofá dejando el
cuenco dentro del lavavajillas y desaparece por la puerta del baño. Me quedo en
silencio escuchando como suenan las mamparas de la ducha y como a los segundos
se oye el sonido de la ducha y el agua al caer. Ya he escuchado esto antes. Ya
me que echo antes con la sensación de su cuerpo mojándose por el agua pero nunca
me había pareció tan lejana, tan doliente. Estoy muriendo por dentro. Siento
como cada fibra de mi cuerpo se rompe por el uso, se desgasta, se agrieta. Se
roe como la madera y se deshace como unos castillos de arena por el agua. El
polvo movido por el viento me aleja de esta estancia, me aleja de mí mismo. Soy
incapaz de pensar con la cabeza fría y temo tomar una decisión en caliente, sin
haberla madurado, sin haberla reflexionado.
Es en el momento en que Jeon sale de la ducha
solo en el pantalón del pijama y puedo ver todas sus marcas al descubierto que
comprendo que nunca seré capaz de tomar esta decisión de una forma racional. La
racionalidad y la sangre fría desaparecen en cuanto puedo ver el daño en su
cuerpo, en cuanto miro el brillo de sus ojos. La forma de sus labios al
curvarse en una hermosa sonrisa. Su aliento en mi piel, sus dedos en mi cuerpo.
Su cuerpo sobre el mío. Pierdo la cabeza tan rápido como la cordura y la
sensatez. Con él todo parecía tan sencillo. Ahora todo se ha precipitado y no
puedo evitar sentir como caigo al vacío sin paracaídas. O me salvo yo, o le
arrastro conmigo. Me quedo mirando su cuerpo moverse por el salón con la parte
de arriba del pijama en una mano mientras se pasa la mano por el pelo levemente
humedecido. Pasarse una toalla no ha sido suficiente pero no parece
preocuparle. Cuando termina vuelve a sentarse a mi lado y me llega una oleada
de su olor, de su perfume, de su champú, del olor de su gel. Aprieto con fuerza
mis manos en la manta. Él se queda levemente absorto mirando la televisión pero
yo no puedo contenerme por más tiempo a hacerle la pregunta que necesito
resolver. Una cuestión que lleva tiempo golpeando latente en mi mente.
—Jeon, ¿qué sientes por mí? –Su nombre en
primer lugar le hace ser consciente de que estoy requiriendo de atención, la
entonación de pregunta sabe que algo debe responder, el resto de las palabras
son las que le dejan levemente confuso y desorientado. Piensa unos segundos,
saca una sonrisa de sorna, y vuelve a la seriedad de la confusión. Mira a un
punto indefinido. No me mira ni a mí ni mira a la televisión. Se ha quedado
perdido en algún punto de la estancia.
—¿A qué viene esa pregunta? –Pregunta como
respuesta y yo me limito a encogerme de hombros, al igual que él, con la mirada
en ningún sitio.
—No lo sé. Solo… quiero saberlo. No sé…
—Vaya tenería. –Contesta, como si fuera tan
sencillo de responder pero la verdad es que intenta buscar dentro de su mente
las palabras y tarda algunos segundos en los que me quedo en tensión—. ¿Para qué
quieres saber eso?
—Para nada… —Niego con el rostro—. Ha sido una
tontería preguntarlo.
—La verdad es que eres mi amigo. –Asiente,
conforme y convencido de su respuesta—. Eres un buen amigo con el que puedo
hablar. Nada más. No siento nada más. –Se encoge de hombros y regresa con su
atención a la televisión. Yo asiento—. Eso no significa que no podamos tener
relaciones sexuales. –Me mira con una sonrisa cínica y yo asiento de nuevo.
—Vale. –Asiento.
—¿Por qué? ¿A qué viene eso?
—A nada. Solo quería saberlo. Era curiosidad.
—Qué raro estás… —Se queja y se queda ahí
quieto, con la parte superior del pijama en el regazo y con una expresión seria
mirando hacia la televisión. Puedo ver que la marca que rodea su cuello sigue
ahí. Ha rebajado su tonalidad pero ahí sigue. Veo las de sus brazos y muñecas.
Siento como no apoya por completo la espalda en el respaldo porque sus heridas
aún están algo recientes y como intenta no hacer muecas al girar su cuello. Me
muerdo el labio inferior y siento picor en los ojos.
Con un suspiro me acerco a él en el sofá
deshaciéndome de la manta y me quedo a su vera con el rostro vuelto hacia él,
me incorporo, me siento de rodillas y hundo mi rostro en su cuello. Él sonríe,
divertido, y con su brazo me rodea la cintura. Yo le rodeo los hombros con los
brazos y comienzo a dar suaves besos a través de la marca rojiza en su cuello.
Su sonrisa se hace más grande a medida que mis besos se van prolongando y me
mira de reojo.
—Me has echado de menos… ¿Eh? —Dice y yo
asiento mientras acaricio su cabello y besos sus mejillas. Con mi mano sobre su
hombro comienzo a descenderla a través de su pecho, paso por encima de uno de
sus pezones, la conduzco sobre sus abdominales y la interno en su pantalón
chocando con la tela de la ropa interior. Él da un leve respingo por el
contacto y abre un poco sus piernas para dejarme una mejor disposición de su
entrepierna. Comienza a gemir despacio, solo cuando intensifico el contacto y
rodeo con mi mano su pene por completo, aun dormido. Sus manos toman el control
sobre mi cuerpo y me sienta sobre su regazo, para que la fricción sea más
intensa. Saco la mano de su entrepierna y él presiona más sobre sus glúteos
para unir nuestros cuerpos con más intensidad. Yo me escondo en la línea de su
cuello y evito llevar mis manos a su espalda.
Me separo de él para mirar su rostro y él me
devuelve la mirada mientras me besa. Un sello rápido pero intenso, con una
fuerte resonancia en la estancia.
—Sé gentil. –Susurro en sus labios y él me
mira, un tanto curioso por la petición pero yo no le hago caso y vuelvo a besar
sus labios con tranquilidad y dulzura. Él comprende mi sentimiento y me besa
siguiendo el mismo ritmo. Ninguno de los dos tiene prisa y él cuela sus manos
por mi pecho, asciende hasta que topa con el cuello de la camisa del pijama.
Despacio comienza a desprenderse de cada uno de los botones y yo rompo le beso
para verle desabotonar cada uno con cuidado, dejando al descubierto mi pecho,
mi vientre subiendo y bajando por la respiración, mi ombligo, la línea de mis
pantalones. El pequeño bulto creciendo entre mis piernas.
—Eres precioso. –Murmura mirando mi pecho y se
inclina para besar mis clavículas con sus manos en mis caderas, acercándome más
a él. Después desciende a lo que yo tengo que levantarme un poco impulsándome
con las piernas a cada lado de su cuerpo. Mis manos van a sus cabellos que
desprende un dulce aroma húmedo. El pelo de su frente arrastra por mi pecho,
sus labios devoran mi piel. Me siento nervioso, excitado, tembloroso por su
contacto, privado del verdadero disfrute de la escena. Muerde uno de mis
pezones y yo doy un respingo junto con un gemido involuntario. Cuando regresa
con los besos hundo mi rostro en su coronilla y aspiro su aroma. Me agarro con
fuerza a su cabello y me dejo llevar por la sensación de sus labios
presionándose contra mi piel. Él termina por quitarme la camisa del pijama y la
deja por el sofá. Conmigo en sus brazos se levanta, apaga el televisor y se
encamina a paso lento conmigo en su regazo mientras yo beso su cuello, oculto
ahí. Va apagando las luces de la casa hasta meternos en el cuarto y apaga esta
luz también. Tan solo nos guiamos por la luz que entra por la ventana. La luz
de las farolas de la calle iluminando las sombras y contorneando las formas de
los muebles. Es suficiente, solo necesito tener el roce de sus manos en el
cuerpo.
Cuando llegamos a la cama me deja
cuidadosamente sobre ella y me quita la parte inferior del pijama junto con la
ropa interior, dejándome totalmente expuesto a él. El aire rozando por cada
pequeña parte de mi cuerpo me hace sentir pequeño, inofensivo, pero su mirada
protectora acomodándose sobre mí me hace querer sentirme así siempre,
desprotegido para que sean sus brazos los que me recojan en el aire antes de
caer. Él termina de desprenderse también del resto de su ropa y se tumba sobre
mi cuerpo, más bien sobre mi vientre con su rostro sobre mi pecho. Me rodea la
cadera con sus brazos y se coloca entre mis piernas, con cada una de estas a
cada lado de su cuerpo. Me mira y hunde su rostro en mi abdomen, comenzando a
mordisquearme, a tentarme con sus labios. Soy el primero que se endurece y sus
labios caen en la punta de mi pene besándome delicadamente. Un sonido frágil,
ardiente a la par. Mientras su mano masturba el resto de la longitud él besa y
chupa mi glande. No necesito que haga nada más para saciarme con la sola imagen
y le detengo, posando mi mano sobre su hombro, y le retiro de mí poco a poco.
Él queda con una mueca de perplejidad pero yo le siento con la espalda en el
cabecero y me siento a cuatro delante de él masturbando su longitud. Es en este
instante cuando me doy cuenta de que no muchas veces me ha pedido que haga esto
y me siento en la necesidad de recompensarle de la misma forma.
Con una de sus manos acariciando mis cabellos y
la otra en mi espalda, comienzo a chuparle despacio y tranquilo. Él comienza a
gemir y yo continúo tal como lo estoy haciendo. Su mano en mi cabello acaricia
mi pelo enredándose con él en sus dedos, moviéndolo, cambiándolo de forma y
devolviéndolo a su sitio. La mano en su espalda de vez en cuando se desvía a mis glúteos y aprieta uno de ellos en su
mano, casi de forma inevitable. Mis manos me ayudan a chuparle y a acariciar
sus testículos. Está a punto de venir y él me avisa pero yo hago oídos sordos y
hago que se corra dentro de mi boca. Lo trago entre una tos y él me incorpora
para sentarme sobre él. Nos besamos con el acelerado ritmo de nuestras
respiraciones, con sus manos un tanto temblorosas con las mías, posesivas.
El beso se vuelve intenso, necesitado. Sus
brazos me tumban sobre la cama tal como me había dejado en un primer momento y
con sus dedos humedecidos se introduce dentro de mí. Al principio dos pero
acaba con tres. Mi interior le recibe gustos y sus dedos dentro de mí intentan
expandirse, pero después solo quieren darme placer mientras vuelve a
endurecerse. Yo gimo agarrándome a las sabanas y abro mis piernas para él. Me
mira, con una dulce sonrisa en el rostro y yo le retiro la mirada, con las
mejillas ardiendo.
—Mírame. –Me pide en un susurro y yo obedezco
mordiéndome el labio inferior con una mueca de satisfacción. Cuando me cree
dilatado se coloca entre mis piernas y se inclina para quedar tumbado sobre mi
cuerpo. Con mis piernas a cada lado de su cintura y con mi trasero a su
disposición. Me penetra despacio, con cuidado, mientras siente mis paredes
aprisionarle. Yo cubro mi espalda chocando mi pecho con el suyo y gimo con los
párpados apretados. Cuando está dentro se queda un instante y después empieza a
moverme mientras me abraza. Yo le correspondo el abrazo y me sujeto a sus
hombros mientras con sus embestidas ambos nos movemos. Gemimos a la par cuando
el éxtasis nos golpea con su dulce lengua. Sus manos hoy se sienten posesivas,
caprichosas. Una de ellas se cuela en mi vientre y me masturba con cuidado, al
ritmo de sus embestidas. Yo, con los ojos abiertos y el rostro hundido en uno
de sus hombros comienzo a perder el control de mi propio cuerpo.
—Te quiero. –Susurro entre una de sus
embestidas, a lo que él detiene sus movimientos, me mira de reojo con una dulce
sonrisa, y me besa una de las mejillas de forma infantil. Yo cierro los ojos y
volvemos a sumirnos en las embestidas. Con mis manos alrededor de su espalda
puedo notar los cortes, las heridas superficiales, sus músculos moviéndose
sobre mí, la fuerza de sus embestidas, la dureza de sus huesos. Me abrazo
fuertemente y entre su olor y el sonido de su respiración nos venimos los dos
entre gemidos y el sonido de nuestras pieles chocando. Él disminuye poco a poco
la velocidad y acaba saliendo de mí tumbándose a mi lado de la cama. Me abraza,
y yo me dejo rodear nuevamente por sus brazos. Tras un par de besos se gira en
la cama y me da la espalda acomodándose para dormir. Yo me quedo un tanto
pensativo, rodeando de su olor, rodeado de su voz dentro de mi cabeza. Me
muerdo el labio inferior y me giro a él para posar mi mano sobre su brazo para
zarandearle un poco a lo que él se gira nuevamente con un interrogante escrito
en el rostro.
—¿Qué ocurre? –Pregunta.
—No tengo sueño. –Le digo con un involuntario
puchero en los labios y él me devuelve una sonrisa infantil.
—¿Quieres una segunda ronda? –Niego con el
rostro y me incorporo en la cama para inclinarme sobre su cuerpo y alcanzar con
mi brazo uno de los libros que adornan su mesilla de noche. Se lo extiendo y él
se sienta en la cama con la espalda en el cabecero. En sus manos mira el libro
de Tiziano que le regalé y me mira con una expresión confusa—. ¿Para qué es
esto?
—Háblame de Tiziano. –Le pido mientras me
acurruco en su pecho. Él frunce el ceño.
—¿Mis clases de historia del arte son un buen
somnífero?
—Solo quiero escucharte… —Suspiro decepcionado
y él me rodea con uno de sus brazos mientras abre el libro borrando la
confusión de su rostro y cambiándola por una ilusión infantil e emocionada. Da
la luz de la mesilla y nos rodea una atmósfera cálida y acogedora. Solo falta
que la luz tintiné como lo haría la llama de una vela para que el momento fuese
perfecto, pero no lo hace. Aun así, me apoyo en su pecho y él abre el libro por
una página cualquiera.
—¿Quieres que hable de algún cuadro en
concreto? –Pregunta, a lo que yo niego con el rostro y acaba cediendo ante uno
cualquiera, abriendo el libro por esa página y apoyándolo en mi regazo. Yo
sujeto su mano y acaricio sus falanges con cuidado, con cariño, mientras él con
una voz tranquila, dulce y emocionada comienza a narrar como quien cuenta un
cuento a un niño que no puede dormir. El sonido de su voz me reconforta, sentir
los latidos de su corazón en mi espalda me sobrecoge, su olor me salvaguarda,
su presencia me alivia.
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