HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 29
CAPÍTULO 29
Jimin POV:
La televisión retransmite un programa de
entrevistas de famosos cualquiera. Hay demasiados programas parecidos en las
cadenas surcoreanas, hay demasiada basura hoy día en la televisión pero si he
de ser sincero no sé exactamente muy bien qué es lo que estoy viendo. Hace ya
rato que he perdido el hilo, desde el momento en que JungKook se ha colado
entre mis piernas. Yo, vestido con ropa informal y él con una camisa y un
pantalón de vestir está arrodillado en el suelo frente al sofá y entre mis
piernas abiertas con su boca bien ocupada. Un domingo al medio día después de
que él haya ido a comprar algo de comer y yo me haya dado una vuelta por la
manzana hemos hablado de la reciprocidad en cuanto al sexo.
—Me va a gustar a mí esto de la reciprocidad.
–Comento gracioso mientras él, con una mano me masturba la base del pene y con
su boca se introduce el grande. Su única expresión es rodar los ojos y yo
sonrío con ese gesto divertido. Con una de mis manos libres comienzo a
acariciar su cabello, peinándole en las patillas y detrás de las orejas y
agarrándole con más intensidad en la coronilla, desde donde puedo dirigir un
poco sus movimientos. Pero no le hace falta, sabe muy cómo conducirse y sabe
muy bien como me gusta.
El sonido de su boca contra los fluidos de mi
pene rodea la estancia con una sinfonía deliciosa. Apoyo mi espalda en el
respaldo y me muerdo el labio inferior, con ganas de reírme por la forma tan
adorable con la que me devora pero también quiero mostrarme levemente sumiso,
porque aunque sea yo quien quiera coordinar sus movimientos, es él quien me
controla a mí con su deliciosa y caliente boca. Húmeda, profunda, habilidosa.
—Uff… Kookie… —Él me mira mientras se traga mi
longitud y yo le hago un puchero con las mejillas ardiendo. Él me retira la
mirada y sigue poco a poco acercándome al límite. Con mis pies en calcetines
comienzo a moverlos sobre la tarima, nervioso, excitado, inquieto. Su mano
libre me suelta el pene y se introduce debajo de mi sudadera para buscar a
tientas uno de mis pezones. Me pellizca ahí con fuerza a lo que yo comienzo a
gemir más alto—. Auuchh… Kookie…
Una musiquilla suena a lo lejos, de fondo,
interrumpiendo mis gemidos. Comienzo a moverme inquieto y lo primero que hago
es mirar a Jeon y me mira con mi glande en sus labios. Ambos nos quedamos
paralizados y me saca de su boca para incorporarse con un largo suspiro
resignado.
—¿Qué es eso? –Pregunto frustrado mientras
llevo mi mano a mi pene, ya lubricado con su saliva, y me masturbo subiendo mis
pies al sofá y con rostro de frustración. Él se acerca a la encimera en la
cocina y rescata su móvil que estaba cargándose. Lo mira un tanto confuso,
alguien le está llamado. Con un suspiro descuelga y se lleva el auricular a la
oreja. Se gira a mí con el dedo índice en los labios para avisarme de que me
mantenga en silencio pero más bien pareciera que lo dice por el sonido de mi
masturbación. Yo me dejo caer en el sofá y me cubro con una manta cercana
masturbándome. Me acurruco y me pongo de lado ralentizando el ritmo de mi mano.
—¿Padre? –Pregunta Jeon con una mueca confusa—.
Es domingo, ¿ocurre algo? –Un largo silencio de al menos un minuto en el que
puedo ver la transformación del rostro de Jeon pasar de una confusión a una
mueca de decepción y preocupación—. ¿Cómo que no ha aceptado? ¿Qué hice? Nada… —Otro
largo silencio en el que aprovechar para mirarme de reojo y reconsiderar que
tal vez delante de mí no sea un buen lugar para discutir. Se marcha al cuarto y
cierra detrás de él sin tener en cuenta que la casa es pequeña y los tabiques
de papel. Yo sigo masturbándome acercándome al límite pero su voz interrumpe
constantemente mis pensamientos—. Padre, no hice nada malo… ¡Claro que quedó
satisfecho! ¿Te dijo eso? Pero, padre… padre escúchame. –Suspiro y larga pausa—.
Padre, estuvimos… —Otro suspiro y un insulto por lo bajo—. Quiere que haga
cosas por las que no estoy dispuesto a pasar, padre. –Un largo silencio el
sonido de su voz ha sido extraño, temeroso, infantil, tembloroso. Dejo de masturbarme,
poco a poco mi erección desciende y me quedo pensativo, en silencio, escuchando
la conversación—. ¿Cómo? No puedes pedirle algo así a tu hijo. Sé que la
empresa es lo más importante pero mi dignidad… yo… —Otro suspiro—. Sí, lo sé,
padre.
Yo me incorporo en el sofá y me cubro con la
ropa de nuevo. Me quedo sentado en el sofá con una expresión perdida y con el
ceño fruncido. Con los labios apretados. Confuso, miedoso. Sigo con la manta
alrededor pero ya no siento nada, todos mis sentidos están concentrados en el
cuarto de al lado y me contengo para no levantarme y apoyarme contra la puerta.
—¿Qué? ¿Cómo que una nueva cita? ¿Cuándo?
–Silencio—. ¿Hoy? ¿En dos horas? Debes estar de broma. –Un silencio de unos
cuatro segundos—. Padre, no quiero ir. –Suplica con voz temblorosa. Tras al
menos un minuto en que el silencio ha rodeado la casa, sale al fin del cuarto
con paso ágil y dejando el teléfono de nuevo cargando donde estaba. Se apoya
con las manos sobre la encimera y baja su rostro. En el tiempo que llevo aquí
me he dado cuenta de que esta es su forma de contener sus sentimientos.
Apoyarse ahí, respirar dándome la espalda y volverse, como si nada. Cuando me
mira de nuevo me regala una sonrisa triste y como si yo no hubiese escuchado
nada, se acerca con paso ágil, vuelve a arrodillarse en el sofá pero yo niego
con el rostro, poniendo mi mano sobre uno de sus hombros. Le empujo levemente
hacia atrás.
—No, no, ya da igual, cielo… —Suspiro y él
asiente, resignado, mirándome con una sonrisa que intenta ser amable. Solo lo
intenta. Con una expresión cansada se levanta y comienza a caminar inquieto por
la casa. Se desplaza hasta el cuarto y rescata su americana de alguna parte y
sale de este poniéndosela. Se mete al baño, se echa colonia y se peina. Se pone
dos pendientes que tiene por ahí tirados y se calza unos zapatos en la entrada.
Unos lujosos zapatos negros de cuero. Se coloca en la muñeca izquierda un reloj
plateado y camina hasta la cocina para rescatar su teléfono móvil y se come una
galleta por ahí tirada. Mientras mastica se pone un abrigo negro sobre todo el
conjunto y se anuda una corbata en su cuello. Antes de salir rescata una
bufanda del pechero y tan solo cuando está a punto de marcharse despego los
labios—. ¿Todo bien?
Como un resorte a mi voz, él se detiene y me
mira, un tanto confuso, pero sonríe y asiente, como respuesta. Piensa en volver
a marcharse pero vuelve a girarse a mí como una necesidad de darme una
respuesta más clara que un mero asentimiento de rostro. Yo le miro, con las
manos agarrando la manta en mi regazo.
—Todo bien. No sé cuando volveré. –Asiento.
—No te preocupes, no tienes que darme
explicaciones. –Él sonríe y yo hago lo mismo—. Solo quería saber si estás bien…
—Bien. No te preocupes. –Vuelve a hacer el
amago de marcharse, pero se corrige nuevamente—. Hoy ponen en la tele la
película “Un método peligroso” de David Cronenberg. –Señala la televisión con
la mirada—. Está bien, te gustará. –Asiento con una tonta sonrisa y se marcha,
como si me hubiese dejado la información como forma de entretenimiento sin él.
Como remedio al pensamiento, como una fuerte excusa para no pensar en lo
sucedido, dado que haberle preguntado por su estado confirma que he escuchado
toda la conversación y, evidentemente, eso puede tener muchas interpretaciones
sin saber las palabras de su padre ni el contexto en el que se ha entablado la
conversación. Sigo su consejo y dejo de pensar. Es muy peligroso hacerlo y más
aún cuando la mayor distracción está en la televisión. La caja tonta que me
hará perder la conciencia de mi propio ser con tan solo sentarme frente a ella.
No me resisto. Quiero perderme a mí mismo.
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