HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 28

 CAPÍTULO 28


Jimin POV:

 

Despierto con el sonido lejano del televisor. La voz de una especie de telediario o cadena de noticias. La voz de un reportero dando una noticia cualquiera. Oigo también, de vez en cuando con un intermedio de un minuto, el sonido de una taza de porcelana sobre la mesa. Es un sonido tranquilo, agradable. Un poco de luz entra por entre las rendijas de la persiana y puedo distinguir las sombras del cuarto en una semioscuridad amable. Me revuelvo unos segundos bajo las sábanas y noto una extraña presión en mi cadera. Me duele y me siento incómodo. De súbito recuerdo lo que aconteció anoche y suspiro largamente con el rostro escondido en el almohadón.

Pasados varios minutos no me queda otra opción que levantarme con una mueca de dolor y quedarme sentado en el borde de la cama, sintiendo el frío invadir mis piernas desnudas. Me encuentro tan solo con la ropa interior y la parte superior del pijama a rayas. Suficientemente adormilado como para buscar la parte inferior del pijama por el cuarto me levanto tal como estoy  y salgo del cuarto recibiendo la cálida luz de un día medio soleado invadiendo el espacio en el salón. Mis pasos hacen que Jeon recaiga en mí y me mira con una sonrisa en su rostro. Una dulce sonrisa que poco a poco se desfigura en una un tanto sucia, mirándome de arriba abajo.

—Buenos días, pequeño mochi de fresa… —Dice canturreando y yo ignoro sus palabras frotándome los ojos con el dorso de la mano y conduciéndome a la cocina para coger una taza y servirme leche caliente.

—Buenos días. –Contesto al rato, cuando él ha vuelto su atención al televisor.

—¿Cómo amaneciste?

—Bien, supongo.

—¿Supones? –Pregunta mientras me acerco al salón con la taza de leche y me siento a su lado en el sofá.

—Me duele todo. –Murmuro y desvío mi mirada a mi muñeca, levemente amoratada en la parte de sus dedos se cernían.

—Lo siento. –Se queja, triste—. Prometo que la próxima vez seré gentil. –Susurra con una dulce sonrisa amable y yo me limito a hacer un mohín y mirar como él el informativo. No hay nada reseñable por lo que no le presto el total de mi atención, sin embargo no puedo evitar desviar mi mirada a JungKook, sentado con las piernas cruzadas y con una expresión infantil, como si no se acordase de nada de lo que sucedió ayer. Rescato una galleta de un plato que tiene al lado de su taza en la mesa y me mira con una sonrisa, como si se sintiese agradecido de que coma de su mismo plato. Me llevo la galleta a los labios pero no pasa de ahí. Dejo la galleta sobre mi labio inferior, en la línea que este y el superior forman al cerrase y me quedo pensativo largo rato.

—No puedes seguir así. –Suelto, de repente, como quien acaba de soltarle la correa a un dóberman furioso. Este sale corriendo hacia su presa que se muestra despistada, de espaldas, ajena a todo lo que sucede. Igual que este, Jeon me mira de reojo confuso, con una tonta sonrisa en su rostro.

—¿Hum?

—No puedes seguir así, Jeon. –Suspiro de nuevo, más arrepentido que la primera vez porque ahora sí recibo su mirada y me parece levemente ofendida.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que esto te está destrozando. –Suspiro de nuevo con la galleta aun cerca de mis labios. Él no parece entender una de lo que estoy hablándole pero cuando cae, me mira hiriente.

—¿A qué viene esto? ¿Ahora, en serio?

—Solo digo que no te veo bien…

—¿No me ves bien? Te recuerdo que eres el que está sin casa y sin dinero…

—Y sin familia, sí. –Asiento—. Pero al menos yo no me estoy viendo obligado a…

—¿Esto es por lo que hicimos anoche? –Pregunta ofendido—. Porque si no te gustó no volveremos a hacerlo así…

—No es por eso. –Niego con el rostro, comenzando a sentirme frustrado ante su confusa necesidad de evadir la conversación—. Sabes de lo que estoy hablando. No puedes seguir con esta mentira. Te estás engañando a ti mismo.

—No es cierto.

—Ya has conseguido lo que querías, seguir trabajando con tu padre y vivir conmigo. ¿Cuánto tiempo va a durar esto?

—Genial, ahora encima tengo que aguantar tus estupideces. –Dice sentenciando la conversación y levantándose junto con el plato de galletas y la taza de su café. Se encamina a la cocina y deja ahí ambas cosas. Se apoya con las manos en el mármol de la encimera y baja el rostro, suspirando con tranquilidad.

—Solo te digo que no me gusta verte como estabas anoche.

—Vale, he aprendido la lección. –Me dice con una sonrisa sarcástica—. La próxima vez me quedaré simplemente a dormir en el sofá. –Dibuja un interrogante con la mirada para preguntarme si me parece bien su propuesta y yo suspiro negando el con rostro, volviendo la mirada a la taza en mis manos. La leche humea menos que antes y bebo un pequeño trago.

—Si no quieres seguir haciendo estas cosas, simplemente háblalo con tu padre. Llegad a un acuerdo. –Él comienza a reír a carcajadas y se lleva una de las manos al vientre. De verdad ríe. Le ha debido parecer tremendamente gracioso.

—Para, Jimin. Que me muero.

—No estoy siendo gracioso.

—Pues lo has conseguido. –Dice, apaciguando la risa—. ¿No me ves? ¿No ves como me rio? –Se acaba cruzando de brazos apoyado en la encimera y me mira serio.

—Perdóname. –Recapacito—. Es tu trabajo, y además estoy viviendo de gratis aquí, no debería haber dicho nada. Lo siento. –Vuelvo la mirada a mi taza y al televisor, fingiendo que no ha pasado nada, pero él ya no puede apartarme la mirada.

—Te crees muy listo, ¿hum? Y muy valiente porque has decidido librarte de la carga de tu padre. Seguro que tu trabajo no era tan malo…

—Lo siento. –Reitero.

—No, no. Ya lo has dicho. Y tienes razón, debería plantarle cara a mi padre. Pero… ¡ah! Es que también es mi jefe. ¿No habías caído en eso?

—Ya lo sé…

—Si simplemente le menciono la idea de librarme de mi trabajo me pegará tal paliza que no podré contarlo. Lo mejor que hará será dejarme vivo para ver como poco a poco me consumo en mi mismo cuando me desherede y me eche de la empresa.

—Es tu padre. –Digo—. Si es estricto es solo porque te quiere y quiere que todo te vaya bien. –Él me mira con una ceja en alto—. Eso quería mi padre de mí, y me arrepiento de haberle traicionado.

—¿Sabes? Me importan una mierda los líos de tu familia. Yo no tengo de eso. Para mí mi padre no es más que mi jefe. –Me le quedo mirando, un tanto serio—. ¿Qué es un padre? ¿Qué se supone que debe ser un padre?

—Un padre debe ser alguien que te apoye con tus sueños. Decirle a su hijo que aunque le haya ido mal en algo que deseaba la próxima será mejor. Preguntarle a su hijo por cómo le fue en el día para luego ver su sonrisa forzada y darle un abrazo sin necesidad de decirle nada. Decirle al dijo que si no escogió una buena carrera al menos con ella aprendió algo. Enseñarle a ser agradecido con lo que tiene y con lo que se pierde. Enseñarle que el mundo es una mierda pero si encuentras a alguien que mejore tu día todo sería un poco más ameno.

—¿Sabes eso por experiencia o lo has leído en algún libro? ¿En alguna revista adolescente?

—Eso es lo que es un padre, punto.

—¿Tú has tenido eso? –Me pregunta con una ceja en alto y yo estoy a punto de responderle pero dado que mi respuesta es una negativa y eso no afianzaría mi tesis, me quedo en medio del silencio con la boca abierta y rápido desvío la mirada comiendo la galleta que tenía en las manos—. Ya imaginaba yo. Así que no me des sermones inútiles.

—Solo decía que…

—¿Qué importa cómo es un padre? Nosotros no tenemos de eso. Así que deshazte de la idea de que contamos con su presencia. No podemos confiar en nuestros padres, no podemos esperar algo a cambio cuando sabemos que su nivel de preocupación es mínimo ante el más alto o bajo sinónimo de ayuda de parte de nosotros.

—Gracias a ellos somos lo que somos… —Susurro mirando la televisión.

—Y no hemos salido muy bien, ¿no crees? –Frunce el ceño mientras pregunta y como yo no respondo a su interrogante acaba cediendo al final de la conversación y se encamina al cuarto de baño para encerrarse ahí. A los minutos suena la ducha activarse. Yo ruedo los ojos y suspiro largamente dejando la taza en la mesa con una mueca culpable. Comienzo a torturarme los labios, a fruncir el ceño. Hace ya tiempo que no estoy atento a las noticias en la televisión, la leche se ha quedado fría. Él ya ha salido de la ducha y se pasea en toalla por la estancia de un lado a otro. Cuando se queda en el salón, cerca de la cocina donde está metiendo algo de ropa en la lavadora, yo suelto mi labio inferior para hablar.

—Perdóname, no quería hacerte enfadar. –Susurro a lo que él suspira largamente y me mira, más calmado. Chasquea la lengua mientras camina hasta donde estoy sentado en el sofá, apoya su mano en el respaldo y se inclina para quedar cerca de mi rostro, intimidante—. Y te prometo que no volveré a hablar sobre eso. Y que desde el lunes empezaré a buscar de nuevo trabajo. Y…Hum… —Me interrumpe con un dulce beso y cierro los ojos sintiendo su respiración sobre mi mejilla. La sensación de sus labios como forma de aceptar mi disculpa es lo que necesitaba.

 

 

 

 

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