HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 17
CAPÍTULO 17
Jimin POV:
Su olor es lo primero que percibo. Su
inconfundible olor cítrico que me excita como el mejor afrodisíaco, como el más
adictivo opio. Me revuelvo unos segundos entre las sábanas, acariciándolas con
mis manos alrededor. Me quedo unos segundos pensativo y noto que la textura de
estas no es nada parecido a lo que mi cerebro haya registrado antes y cuando me
quedo paralizado, consciente de que no me encuentro en un hábitat conocida,
abro los ojos lentamente encontrándome con la oscuridad de la habitación, rota
por una rendija de la puerta por la que se cuela la luz del exterior.
Adecuo mis sentidos a la situación. Todo yo me
encuentro en una confortable cama tan caliente como una estufa y tan agradable
como una bola de algodón. Me sumerjo en el olor y aspiro con fuerza los
pigmentos de aroma bañando la tela. Llevo esta a mi nariz e inhalo con
intensidad. Todo él está representado en este dulce olor que se entremezcla con
algo frutal como la fresa y dulce como el chocolate. Hay restos de ello por
algunas partes y a pesar de sentir mi cuerpo pegajoso y un tanto sucio, me
siento relajado, agotado y tremendamente endorfínico. Con un suspiro me
incorporo mirando alrededor y a lo lejos, fuera de la habitación, se suceden
una serie de sonidos típicos de una casa a las nueve de la mañana. El sonido de
tazas sobre pequeños platos de porcelana. El sonido de la nevera abriéndose y
cerrándose. El olor del café impregnando poco a poco la habitación, el sonido
de una música a bajo volumen, de forma apenas imperceptible.
Me levanto de la cama pero sentir el frío del
invierno rodeándome me hace arrullarme de nuevo entre el edredón nórdico y
llevármelo conmigo hasta el salón. Cuando aparezco por el cuarto con una mueca
de sueño y daño visual por la luz entrando por las ventanas JungKook me
sorprende con una infantil sonrisa y me saluda con tan solo unos calzoncillos y
una camisa blanca, impoluta.
—Buenos días. –Me dice con una sonrisa de oreja
a oreja—. Te seré sincero, quería que te quedases a dormir solo por ver esa
cara de sueño. –Me dice mientras vierte un poco de zumo en un vaso de cristal—.
¿Zumo? –Pregunta y yo gimo con los ojos entrecerrados mientras me encamino al
sofá para tirarme allí y acurrucarme con el edredón. Él me mira con una mueca
de confusión y acaba encogiéndose de hombros—. Eso es que sí.
Dice y sirve otro vaso de zumo. Cuando tiene
los dos los pone sobre la mesa frente al sofá y después vienen unas pequeñas
tazas de café con una pequeña fuente de pastas de té.
—Pensé en hacer unas tostadas con mermelada,
pero entiéndeme, no iba a comerlas sin reírme… —Dice y yo aun sigo un tanto
dormido con lo que subo los pies al sofá y me envuelvo con la manta, aún
desnudo. Cierro los ojos mientras le oigo sentarse a mi lado comenzando a
desayunar—. Come algo, mi amor. –Me dice, comenzando a preocuparse y yo abro
uno de mis ojos mientras le miro escondido dentro de la sábana.
—Hum… —Digo y viene hasta mí para besar mis
labios con cuidado, cogiendo mis mejillas y aplastándome para abultar mis
labios. Produce un par de chasquidos y yo comienzo a despertar poco a poco,
impregnándome del olor de su cabello recién limpio—. Te has duchado. –Digo a lo
que él asiente y coge un par de galletas para comerlas de golpe.
—Claro. –Dice.
—Hueles genial… —Él sonríe avergonzado y me
extiende una galleta que muerdo con una expresión tranquila y pensativa—. ¿Qué
horas es?
—Las diez. –Asiento—. ¿Por qué? ¿Tienes prisa?
–Niego con el rostro.
—He dormido muy bien. –Digo sonriente.
—Claro, después de todo lo que hicimos caíste
rendido.
—Como si tu no… —Le saco la lengua y él me
devuelve el gesto, de forma condescendiente.
—¿Cuándo vuelve tu padre de Busán? –Pregunta
aburrido.
—¿Por? –Pregunto, frunciendo levemente el ceño.
—Nada. Solo intentaba empezar una conversación.
–Dice levemente ofendido.
—El día cinco, por la tarde. ¿Y tu padre?
¿Cuándo comienza el trabajo?
—El día seis.
—Hum.
—¿Y tu madre? ¿Cuándo regresa?
—Yo qué sé. Cuando hace viajes así lejos, fuera
del país, no sé cuándo regresa. Se va por ahí se coge una semana más, conoce a
alguien y en un mes no vuelve.
—Ella sí que vive bien.
—Ya, bueno. La pensión que le pasa mi padre es
suficiente como para que se la pase así…
—Ya puede ganar bien tu padre… —Murmura—. Pero
la pensión no será siempre tan buena…
—¿Qué? –Pregunto, aún medio adormilado y
mirándole con la taza de café en las manos, a medio camino de mis labios. Jeon
me mira, un tanto nervioso y niega con el rostro sonriendo y con una expresión
despreocupada.
—Nada. Nada. Ni caso.
—¿A qué ha venido eso? ¿Qué quieres decir con
que la pensión no será tan buena siempre…?
—Nada, Jimin. –Insiste con voz más fuerte, pero
se evidencia que no ha sido algo intencionado—. Olvídalo, ha sido una tontería.
–Me da una galleta—. Come. –Yo le retiro la galleta con la mano.
—Explícame qué ha sido eso. –Le exijo. Él
suspira, derrotado y deja su vaso de zumo sobre la mesa con una mueca preocupada—.
¿Qué ocurre, Kookie? ¿Qué pasa?
—Es complicado, bueno, supongo que tú ya lo
sabrás…
—¿Qué? ¿Qué sé? ¿Algo sobre mi padre?
—No sobre tu padre, sino sobre la empresa. La
tuya.
—¿Qué le sucede a mi empresa?
—Mi amor. –Dice de forma cariñosa—. Sé que eres
tan consciente como yo de que tu empresa está en pleno declive. –Sentencia—.
Ambos sabemos que la estética pronto sustituirá a la funcionalidad y no se
augura un buen futuro a tu empresa…
—¿Ambos? –Pregunto—. ¿Ambos sabemos? Mi
empresa…
—Jimin, no me digas que no lo habéis estudiado
a fondo.
—Claro que sí, los estudios demuestran que los
países miembros de la ONU fomentaran el consumo de automóviles con energías
renovables…
—¿Confías en esos chupasangres? ¿En esos
hipócritas? No son más que máscaras con el nombre de su país tatuado en la
frente. Su nombre es lo único que los identifica con su propio país. La
sociedad es consumista, es débil, es egocéntrica y egoísta. –Me mira triste—.
Lo sabes tan bien como yo, no te dejes engañar por la visión fantástica y
utópica que os venden los hippies pro—animales…
—Jeon, no hables así. –Suspiro mientras dejo la
taza en la mesa y me oculto dentro de la manta dejando al descubierto tan solo
mi rostro.
—No te pongas así, como si te estuviese
insultando a ti. Tan solo no quiero que vivas en una mentira.
—No es una mentira…
—En la mentira que tu padre te cuenta…
—Jeon. –Le detengo—. Por favor, no quiero
hablar de esto. Eres mi pareja, no estamos en una reunión de empresa.
—Solo me preocupo por ti. –Dice con un tembloroso
puchero y se acerca a mí para buscar mis labios entre la manta y besarlos con
sutileza. Yo le correspondo con una mueca triste y él besa también mis mejillas
produciendo ruidos infantiles con sus labios.
—JungKookie… —Ronroneo—. ¿Qué querías decir con
que mi empresa…?
—Se va a hundir, mi amor. Temo por tu futuro.
—¿Por qué dices que se va a hundir? No es
cierto. Los parámetros estadísticos…
—Si has estudiado gestión de empresa sabrás que
las visiones de una gráfica son del todo subjetivas.
—¿Insinúas que me han engañado?
—No, sino que habéis querido ver tan solo la
parte positiva. Habéis creído que los ingresos serán mayores que las pérdidas o
incluso tal vez no habéis contado con la posibilidad del interés de la
población.
—¿Vosotros habéis hecho estudios al respecto? —Pregunto
y JungKook deja lo que tiene en la mano sobre la mesa y se levanta con un
quejido y un suspiro.
Se encamina hasta la habitación y le veo,
asomándome un poco, revolver unos documentos en uno de los cajones de la
estantería. Cuando regresa lo hace con una carpeta negra con el logotipo de su
empresa en la esquina inferior derecha. Vuelve a sentarse a mi lado y con la
espalda apoyada en el sofá comienza a abrir la carpeta. Yo me descubro de la
manta dejándola por mis hombros y me siento más a su lado para que me enseñe,
con una mueca triste, unos cuantos gráficos de los pronósticos de las compras
de sus productos para los próximos años. También unas cuantas que han hecho
basándose en sus conocimientos en respecto a nuestras comparas y el resultado
es francamente decadente. Mientras que su empresa despega en una línea vertical
la nuestra decae poco a poco hasta la misma ruina. Yo me quedo un tanto
perplejo, mirando todos y cada uno de los gráficos, pronósticos en cuanto a
automovilista en Seúl, en el extranjero, en zonas rurales...
—¿Qué datos habéis usado para crear estas
deducciones? –Pregunto mientras él me mira con tristeza y rebusca más en la
carpeta hasta sacar un pequeño fajo de folios. Folios y folios de los
presupuestos de mi empresa.
—¿Estos datos son correctos? –Me pregunta
mientras me extiende mis propias cuentas y yo me muerdo los labios.
—No estoy en contabilidad, pero diría que sí…
¿De dónde los habéis obtenido?
—Como verás, los ingresos decaen un cero coma
cinco por ciento cada mes. A los veinte meses serán el diez por ciento el nivel
de las pérdidas. En dieciséis años las perdidas llegarán al 100%. Antes de que
eso suceda, ponle diez años, la empresa quebrará. No podrá sostener el sueldo
de los empleados y acabará siendo un círculo vicioso. No sé cuál es el plan de
tu padre, si morir junto con la empresa o dejarte a ti el marrón y
desentenderse, pero de veras que esto no pinta bien. –Me dice mientras me
señala poco a poco la información en los papeles.
—¿Estás gastándome una broma? –Pregunto con un
deje de incredulidad. Él niega con el rostro sin mirarme.
—No, mi amor. –Me mira de repente con una
expresión triste—. Deja la empresa a tiempo, hyung. Antes de que tu padre te
hunda con él.
—No puedo dejar a mi padre. –Susurro, mirando
de lejos los papeles. Los retiro de mi lado y me siento en el otro extremo del
sofá, con el apetito cortando y con una sensación de cansancio general que poco
a poco se cuela dentro de mi cabeza hasta producirme un sonoro dolor que rebota
dentro de mi cráneo. Cierro los ojos y me hago una bolita agazapado y con las
sábanas alrededor de todo mi cuerpo.
—Perdóname, mi amor. No quería hacerte sentir
mal. –Yo me quedo mirando un punto frente a mí que no significa nada y él
suspira un par de veces, recoge los papeles despacio y se pone en pie para
regresarlos a su sitio. Cuando regresa tiene la intención de volver a desayunar
pero me mira, de lejos, y comienza a ronronear—. Jiminie…
—¿Qué? –Pregunto seco.
—¿Te has enfadado conmigo? –Pregunta mientras
se acerca a mí y se tumba a mi espalda, abrazándome con uno de sus brazos, a lo
que yo me deshago de su agarre y me quito la sábana, sintiendo el frío aire
colándose por cada rincón de mi anatomía desnuda. Él se queda un tanto cortado
por mi rechazo pero parece olvidarlo cuando me vuelvo a él, desnudo.
—Me voy a duchar. –Digo, evitando mirarle a los
ojos.
—¿Quieres que te acompañe?
—No. —Niego con el rostro—. Tú ya te has
duchado. Gracias por el desayuno. –Digo mientras me conduzco al baño—. Pero no
tengo más hambre.
—¿Vas a quedarte a comer? –Pregunta cuando
estoy a punto de entra en el baño.
—No. Será mejor que regrese a casa. –Digo y me
encierro en el baño, apoyándome casi como una necesidad en la puerta cerrada.
Suspiro largamente sintiendo todos mis músculos doloridos y me muerdo el labio
inferior con fuerza. Con una ira contenida. Con indignación. Con miedo, con
rencor.
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