HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 15
CAPÍTULO 15
Jimin POV:
El apartado de los refrigerados hace que mis mejillas
se sientan de repente frías y me sienta tentado de cubrirme de nuevo el rostro
con mi bufanda beige sobre mi chaqueta de cuero, me cohíbo y me acerco a las
vitrinas donde se guardan la leche y cojo un par de tetrabriks. Los miro un
tanto confuso y escucho los pasos de Jeon seguirme, como un niño que acompaña a
su madre a hacer unos recados. La leche, la guardo en la pequeña cesta verde
que porto en una de las manos y me quedo mirando la distribución dentro y los
productos que aún me quedan por coger. Al final la cesta me pesará más de lo
que habría esperado y me alegro de haber traído a Jeon conmigo. Él ni siquiera
sabe que le tocará llevarme la cesta en lo que yo meta un par de frascos más.
—¿Y cómo fue la cena con tus padres y sus
invitados? –Pregunto mientras le veo coger una bolsa de gominolas de fresa.
Mira la bolsa curioso, cotilleando en su interior por la parte transparente del
plástico. Unas pequeñas gominolas en forma de gusanos.
—Bien. Ya sabes cómo son estas cosas. 99%
convencionalidades y el uno por ciento restante meras conversaciones de
negocios que no resuelven nada.
—La sociedad y sus cosas. –Digo y me acerco a
él con una sonrisa condescendiente, le quilo de un tirón la bolsa de gominolas
de las manos y la meto dentro de mi cesta ante su mirada que pasa de ser
curiosa a una muy divertida y animada. Seguimos caminando alrededor de los
estantes y me conduzco a la parte de productos enlatados para rescatar una par
de botellines de soja y uno de salsa de chile picante. Él sigue mis pasos con
las manos dentro de su chaqueta color kaki. La misma con la que le conocí. Me
contengo de recordárselo porque parecería demasiado obsesionado con los
detalles.
—Mi madre me preguntó por ti. –Dice—. Parece
atontada contigo.
—¿De veras? –Enrojezco y hago un puchero—. Tu
madre es todo un encanto. De veras que siento envidia de ti. Tienes una familia
de ensueño.
—Tiene sus cosas, como todas. –Dice aburrido
mientras me sigue un par de pasos por detrás.
—¿Te aburres? Ya te dije que tenía que hacer
algo de compra…
—No me aburro. Estoy bien. Quería verte y estar
aquí, compartiendo un momento tan normal, es de agradecer.
—¿Verme hacer la compra es más agradable que
tomar un café en una cafetería?
—Sí. –Dice, sentenciador.
—Venga allá…
—Sabes de lo que hablo. Un poco de normalidad
nunca viene mal. –Pongo los ojos en blanco ante su confusa explicación y camino
hasta la sección de comida rápida cogiendo un par de botes de fideos
instantáneos, un pequeño saco de macarrones, y un poco más lejos, rescato de
una de las baldas inferiores tres pequeños saquitos de arroz. El peso repentino
me hace andar un poco de lado y una mano se estira hasta alcanzarme y
arrebatarme la cesta con una facilidad asombrosa. Me quedo un segundo mirando a
Jeon mientras comienza a cargar con ella y me señala el pasillo adelante para
que siga caminando. Sonrío avergonzado y estoy a punto de plantearme la idea de
darle un beso, pero en un lugar público no creo que le agrade, por lo que
continúo caminando.
—¿Cómo va en tu empresa? Si no es extraño que
sea yo quien te lo pregunte…
—Bien. Como siempre. ¿Y en la tuya?
—Bien. –Digo, encogiéndome de hombros.
—¿Y tu padre?
—Sigue en Busán. No sé nada de él. Ni tampoco
de mi madre.
—Estarás tan a gusto… —Suspira—. Yo estos días
tengo que estar casi permanentemente en casa de mi padre porque tiene reuniones
y fiestas casi a diario. Este hombre creo que si lo encerrase en un pequeño
piso como el mío, no sobreviviría.
—Hablando de eso. –Le inquiero, girándome a él—.
No he visto tu piso aún. –Le digo con una ceja en alto y como si se diese
cuenta de lo que ha hecho, mira a todas partes.
—No ha surgido la oportunidad….
—¿Hoy tienes fiesta, cena especial o reunión
familiar? –Pregunto—. Dadas las horas y estando aquí conmigo creo que no. ¿Hay
algo que te impida ir?
—La verdad es que me vendría bien pasarme… —Dice,
pensativo—. Tengo que regar un par de plantas que tengo en las ventanas y
tendría que asegurarme de que no tengo comida caducada en la nevera….
—¡Decidido! Esta noche cenamos en tu casa.
–Digo mientras alcanzo una pequeña botella de aceite y me encamino al estante
de las verduras. Oigo a Jeon suspirar de lejos.
—¿Quién te ha invitado? –Pregunta, divertido.
—Me auto invito. –Sonrío.
—Ah, ya veo. Si te lo hubiera pedido yo habría
sonado a que tengo segundas intenciones, pero si tú mismo te invitas a venir a
mi casa, ¿eso no es casi peor?
—No pareces muy contento de que vaya. –Le digo
con una ceja en alto. Cojo un pepino y comienzo a apuntarle, a lo que él
retrocede un paso—. Te advierto, como me encuentre unas bragas por ahí tiradas
más vale que sean tuyas, porque no respondo de mí… —Él ríe con mis palabras.
—Tal vez eso no, pero algún sujetador… —Menciona
con aire inocente y yo le fulmino con la mirada con lo que él ríe levantando
las palmas de las manos, mostrando inocencia.
…
En el ascensor tan solo suena el sonido de las
bolsas de plástico aplastadas por nuestros dos cuerpos. Él lleva una, colgando
de su mano, y yo llevo otra sujeta en mis brazos ya que dentro hay varias
piezas de cristal que no quiero que se rompan por el gesto de la bolsa al
caminar formando el movimiento de un péndulo. Él se ha ofrecido para llevarme
ambas dos bolsas pero yo me he negado alegando que con que lleve el cincuenta
por ciento del peso es más que suficiente. Él me ha dicho que sugerirlo es
convencionalidad. Yo he rodado los ojos y él ha sonreído por mi gesto. Y ahora
este extraño silencio mientras el ascensor sube planta a planta hasta que llegamos
a la parte más alta del edificio, lo cual son diez pisos, más la buhardilla.
—¿Vives en la buhardilla? –Pregunto con una
curiosidad que le hace extrañar.
—¿A qué esa mirada? –Me pregunta mientras
salimos del ascensor y yo niego con el rostro.
—Una buhardilla… es tan impropio de ti…
—¿Qué se supone que es propio de mí? –Me
pregunta mientras nos encaminamos a la única puerta de este piso. Una puerta de
madera pintada en blanco. Introduce en la cerradura la llave con un llavero
colgando que choca con el resto de llaves. Al verlo lo reconozco como el
logotipo de su empresa.
—No lo sé. Te pega una mansión en primera línea
de playa. Con columnas jónicas en la entrada y una enorme balaustrada de
mármol. –Le digo mientras le guiño el ojo y él me muestra una expresión casi
ofendida.
—No me conoces, entonces. –Dice y yo niego con
el rostro.
—Claro que te conozco. Aparte de gustos caros,
también tienes cierto estigma con los hábitos de la gente común, como pasear
hasta una librería y hacerte tu propia cena. –Él rueda los ojos con una
expresión cansada y ambos entramos en su casa. Apenas queda una hora de sol
pero eso me permite ver mejor toda la luminosidad que desprende su piso. Nada
más entrar me sorprende un salón con un blanco llamativo, de muebles concisos y
pocos contrastes.
No es un escenario demasiado compaginado y eso
contrasta con mi piso, más bien parecieran unos cuantos muebles puestos al tun—tun.
Un sinsentido. Un falso decorado. Solo las muestras de vida humana alrededor me
demuestran que realmente este es su piso, y su cítrico olor inunda la casa. Es
sin duda su casa.
—Ya veo que no soy el único que vive dentro de
un decorado del Ikea. –Sonrío y él me devuelve la sonrisa pícara.
—¿Y bien? –Pregunta parándose en medio del
salón aun con mi bolsa de la mano y extendiendo sus brazos alrededor—. ¿Qué
opinas?
—Opino que no es nada de lo que imaginaba. –Al
parecer mi respuesta le deja algo decepcionado. Baja sus brazos.
—¿Y eso? ¿Esperabas una estatua de mí bañada en
oro puesta en el centro del salón? –Asiento.
—Algo así.
—Ya veo. Ya te dije que aquí no vas a encontrar
obras de arte ni nada parecido.
—¡Ah! Ya veo. Este es un sitio neutro, donde
despejar la mente de cualquier fuerza y estímulo. –Me mira, al principio un
tanto sorprendido de que haya llegado a la conclusión y acaba asintiendo—.
Entiendo, no te preocupes. Todo el mundo necesita algo así.
—Me alegro de que lo comprendas. Es al fin y al
cabo una casa como cualquier otra. Un lugar con techo, luz, agua y comida. No
necesito más para vivir. –Suspira dando por finalizada la conversación y mira
alrededor—. Siento si huele un poco a cerrado—. Me extiende la bolsa de la
comida—. Ve a meter lo que necesites que esté en la nevera allí, en la cocina.
–Señala una parte del salón que conforma la cocina dentro de este—. Que yo voy
a abrir un poco las ventanas antes de que se haga de noche y venga el frío y
voy a ordenar un poco esta mierda… —Mira alrededor.
—¿Te tiro lo caducado de la nevera? –Pregunto y
asiente mientras me giro a la cocina y le veo recoger un par de cuencos sucios
del fregadero, y meterlos en el lavavajillas. Después se dirige a una tercera
puerta en el salón, que entiendo es el dormitorio por lo que puedo ver hay un
pequeño escritorio y alcanzo a ver parte de una cama bien confortable. Le veo
ir de un lado a otro mientras oigo una ventana abrirse y yo comienzo a sacar
las cosas de las bolsas del supermercado. La carne y las verduras que he
comprado lo meto en una de las bolsas en la pequeña nevera pero antes de
hacerlo, me quedo mirando el interior de esta con apenas un par de botes de
salsa como kétchup, mostaza, y mermelada de fresa. Todo está bien. Sigo con un
pequeño apartado para fruta y verdura y me asomo mostrando una mueca de asco.
El olor comienza a hacerse presente y rebusco buscando un par de plátanos
podridos y una manzana con moho. Tiro todo lo que se vea afectado y meto ahí dentro
mi bolsa cerrada.
—¡Se me olvidaba! –Dice Jeon con un grito desde
el cuarto. Saco la cabeza de la pequeña nevera para oírle mejor—. Siéntete como
en tu casa.
—Gracias. –digo.
—¡Ah! Mete unas cervezas del mueve a la derecha
de la nevera ahí. Para que estén frías luego.
—Vale. –Me acerco al pequeño armario que me ha
dicho y lo descubro repleto de varias marcas de cerveza, refrescos, bebidas
energéticas y juraría que al fondo hay varias botellas de alcohol que distingo
son whiskey, ron y algo de ginebra—. ¿Qué marca de cerveza? –Pregunto—. ¿Mahou?
¿Heiniker?
—La que quieras. –Sentencia y yo me encojo de
hombros metiendo un par de Mahou dentro de la nevera. Termino de meter lo que
yo necesito y la cierro llevando a la basura lo que he sustraído de ella. Una
vez me quedo mirando alrededor abro el lavavajillas para descubrirlo vacío a
excepción de los dos platos sucios que acaba de meter pero la suciedad parece
más reciente de lo que esperaba. Jungkook aparece por la habitación y se dirige
a las ventanas dentro del salón para abrirlas de par en par, pero el frío que
entra es demasiado y se limita a dejarlas entornadas.
—¿Cuánto hace que estuviste aquí?
— Vine ayer, pero solo porque me había olvidado
un par de cosas de la empresa. Me tomé un emparedado y me fui. –Me dice, porque
entiende que habiendo restos de comida me extrañaría que los hubiera dejado ahí
como si nada—. Antes que eso llevaba una semana sin aparecer. Ya te he dicho,
estas últimas semanas con todo el tema de la navidad estoy muy encima de mis
padres…
—¿Dónde te gusta estar más?
—La verdad es que depende del momento. Cuando
quiero estar como un rey, calentito y dentro de una burbuja de confort me gusta
estar en casa de mis padres, pero cuando quiero alejarme de todo, vengo aquí.
—¿Qué sueles hacer aquí? –Señalo la televisión—.
Solo veo una tele. –Él niega con el rostro y me conduce con él hacia el
dormitorio, donde a parte de una cama acolchada y preciosa encuentro una gran
estantería con libros. –Este es mi tesoro. Aquí es donde tengo la mayoría de
libros. Cuando estoy en casa con mis padres no suelo leer, aparte de que no
tengo tiempo. Pero cuando estoy aquí es lo que más hago.
—Estás lleno de secretos…
—No tienes ni idea. –Me dice, mirándome con una
sonrisa pícara mientras levanta una de sus cejas—. ¿Has visto la mermelada de
la nevera? –Asiento—. Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar más tarde… —Deja
la frase a medias y doy un respingo cuando me da un pequeño azote y desaparece
del cuarto dejándome embobado en el interior.
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