HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 12
CAPÍTULO 12
Jimin POV:
—¿Te has vuelto loco? –Pregunto con una
entonación severa pero en susurros mientras nos adentramos dentro de su cuarto
en el pequeño recibidor antes de entrar al dormitorio. Cierro detrás de
nosotros asegurándome de que nadie nos ha seguido y ha podido escucharme.
Cuando me vuelvo a él, su expresión es de total indiferencia mientras se encoge
de hombros con una mueca desinteresada. Muestra sus palmas abiertas, reflejando
sumisión e inocencia.
—¿Por qué dices eso? –Sabe perfectamente por
qué lo digo pero él no parece sorprendido. Más bien confuso.
—¿Qué por qué? ¿Estás idiota? –Pregunto
intentando hacer de él una expresión más viva pero solo logro que frunza su
ceño, tal vez levemente ofendido. Me gustaría creer que se ha ofendido, tanto
como yo me he sentido en la cena.
—Jimin. No me insultes. –Me dice.
—¡Estás completamente chiflado! –Me llevo las
manos a la cabeza, en un gesto de hacerle ver una representación de locura.
—¿A qué viene esto?
—¡No! ¿A qué ha venido que les digas que
estamos en una relación? –Él parece perplejo.
—Ya te lo he explicado, te amo, estoy enamorado
de ti. –Suelta, casi con valor. Yo me quedo mirando su rostro levemente
sorprendido. Me muerdo el labio inferior.
—Solo nos conocemos desde hace un mes,
JungKook. –Le digo como excusa pero él parece no querer entenderlo.
—¿Tú no me amas? –Pregunta con un deje triste.
—No me hagas chantaje emocional, sabes
perfectamente que me gustas, pero tan solo llevamos unas semanas como pareja.
Quería esperar…
—¿Esperar a qué? –Pregunta, levantando sus
hombros.
—¿A qué? A saber qué siento realmente por ti. A
conocernos dentro de una convivencia de pareja. Quería asegurarme de que
realmente todo podría salir bien.
—Todo saldrá bien, mi amor. –Suspira con una
sonrisa esperanzadora mientras se acerca a mí y me coge las manos, sujetándolas
con cariño y ternura. Después de unos segundos me suelto de él y me alejo unos
pasos alrededor de la habitación, mirando a cualquier lado que no sean sus ojos
de cachorro abandonado.
—Esto puede traernos muchos problemas. –Suelto
como si llevase un tiempo oprimiéndome el pecho.
—¿Qué? No, mi amor. No va a…
—¡En cuanto a tus padres se les vaya la lengua
llegará a oídos de mi padre!
—Eso no ocurrirá, te lo prometo. –Pone su mano
en el pecho—. Ellos conocen la complicada situación de tu familia…
—Me importa una mierda, JungKook. Parece que no
entiendes que lo que me importa no es que mi padre me pueda dar una paliza,
sino que no me hayas tenido en cuenta a la hora de contarle lo nuestro a tus
padres. –Él baja la mirada, levemente arrepentido y suspira mientras se pasa la
mano por el pelo.
—Ya veo. No sabía que fuera tan importante para
ti…
—Creí haberlo dejado claro. –Digo cruzándome de
brazos.
—Lo siento. –Me mira, curioso—. ¿No crees que
nuestra relación sea tan importante? –Me pregunta, casi ofendido—. Mis padres
son lo más importante para mí y en la cena me he sentido el chico más
afortunado del mundo teniendo a las personas que más quiero sentadas… —Yo le
interrumpo.
—Pacerías más concentrado en engullir el pollo
asado que en el resto de la mesa. –Le digo, frunciendo el ceño. Él me mira, con
un deje de ira en sus ojos y yo alzo el mentor, intentando no parecer
intimidado.
—Intentaba que conocieses a mis padres por ti
mismo…
—¿Qué clase de respuesta es esa? –Pregunto.
—¿Qué quieres que diga? Jimin, por el amor de
Dios, ¿Qué es lo que esperas que solucione ya? ¿Qué esperas conseguir
enfadándote de esta manera? –Suaviza su tono—. Ya está hecho y te prometo que
en la próxima decisión tomaré en cuenta tu opinión, pero por favor, no te
enfades conmigo, no lo soporto…
—Solo estoy ofendido, avergonzado por la situación.
—Pero no ha sido para tanto. –Se encoge de
nuevo de hombros—. Se lo han tomado bien. Les encantas. –Sonríe pícaro mientras
se acerca a mí y posa sus manos sobre mis hombros. Yo giro el rostro para no
enfrentar su mirada, pero eso a él parece darle igual—. A mí también me
encantas, amor. –Susurra cerca de mi rostro y yo me vuelvo de nuevo a
avergonzar y cierro los ojos mientras su aliento choca con una de mis mejillas.
La expuesta hacia él.
—Sigo resentido… —Susurro e intento que suene
convincente, pero besa suavemente mi mejilla y yo retiro mi rostro de él, con
frialdad y mirándole con dureza. Él hace un puchero y yo le aparto la mirada.
—Te quiero. –Susurra de nuevo acercándose a mí
con su rostro a mi altura—. Eres lo mejor que tengo. Lo daría todo porque no
vuelvas a enfadarte conmigo… amor… —Susurra
mientras comienza a acariciar mi pelo en gesto de buscar mi atención. Yo cierro
los ojos y disfruto del dulce contacto mientras poco a poco su rostro se hunde
y se esconde en la línea de mi cuello y comienza a susurrar allí—. No te
enfades, hyung… tu dongsaeng ha sido malo, perdónale…
—No hables así. –Le digo—. Pareces un
pervertido. –Él se ríe escondido en mi cuello y besa mi piel con un chasquido
electrizante. Yo poso, casi como un instinto, mis manos sobre sus hombros y lo
acerco un poco a lo que él aprovecha para hundirse más a en mí y besar y morder
mi piel. Comienza desde el cuello a través de la mandíbula hasta mis labios.
Cuando llega allí una parte de mí quiere separarse y negarme a un beso que
resulte demasiado incómodo, pero el sabor de sus labios me incita a continuar
sin objeciones y acabo sucumbiendo al beso en el que me veo obligado en cierto
momento a rodear su cuello con mis labios y a ponerme de puntillas. Esto me
hace sentir inferior y pequeño con lo que empujo de él para que se agache y lo
hace, pero acaba por cogerme en sus brazos y enredo mis piernas alrededor de su
cadera, sintiendo una deliciosa fricción en mi entrepierna. Sus manos me
sujetan por la parte baja de los glúteos y su rostro mira hacia arriba buscando
mis besos. Los recibe gustoso y abre su boca para que yo introduzca mi lengua
en su interior.
El sonido que sale de nuestros besos llena la
estancia junto con el sonido de su respiración y la mía, algo emocionada.
Comienzo a revolverme en su regazo, buscando algo más de contacto. Sus manos
sobre mi cuerpo me incitan a ello, están calientes, son estimulantes. Acaba por
ceder a mi peso en sus brazos y se sienta en el sofá conmigo en su regazo
subido. Eso en cierto sentido me hace creer que tengo el control de la
situación, pero verle desabrocharme de forma hambrienta la corbata de mi cuello
me muestra como es él el que se ve más necesitado del contacto.
—Despacio Kookie. –Le susurro mientras le ayudo
a desabrocharme los primeros botones de la camisa. Él ataca con violencia mi
pecho a base de besos.
—Estás delicioso, hyung. –Susurra él entre beso
y beso y yo me escondo en su coronilla mientras acaricio su cabello impregnando
en mí mismo el olor de su champú y su colonia. Una mezcla cítrica deliciosa.
Cuando muerde uno de mis pezones yo gimo sobre
su cabeza y doy un respingo, encontrando una forma de fricción aún mejor. Me
acerco más a él y comienzo a restregar mi entrepierna con su vientre. Sus manos
algo nerviosas, comienzan a toquetearme por todas partes. Primero las dirige a
mis piernas acercándome más, después a mi espalda para acentuar el contacto
contra su boca, y después, a la hebilla de mi cinturón sobre mi pantalón.
—¿Cómo quieres hoy, hyung? Pregunta, sumiso—.
Lo hacemos como mi hyung quiera….
—¿Te vendes por sexo? –Pregunto. Él parece
confuso y me mira como en cierta manera ofendido, pero a la par, extrañado y
receloso.
—No. –Sentencia.
—Era broma, mi amor. –Beso de nuevo sus labios,
pero es ahora él que me reniega—. Era broma…
—Solo quería complacerte de la mejor manera…
—Para que deje de estar enfadado contigo.
–Niega.
—Has demostrado que no lo estás en cuanto has
decido a besarme…
—Perdóname. –Suspiro y él mira hacia abajo, con
las mejillas acaloradas y una expresión desorientada. Yo cojo su barbilla con
mis manos y le hago mirarme, aunque al principio parece receloso pero acaba
subordinándose—. Mi pequeño, no quería ofenderte. Eres mi príncipe, Kookie…
Claro que tú no harías eso…
—Hyung… —Suspira—. ¿Cuánto me quieres?
–Pregunta de la nada y yo sonrío, amable.
—Todo esto. –Extiendo mis brazos en toda mi
envergadura con una expresión infantil a lo que él niega con el rostro.
—Eso no es suficiente. Quiero más. –Pide,
ambicioso. Parece perder poco a poco el mohín en su expresión y yo frunzo el
ceño.
—No puedo abarcar más. –Digo, triste.
—Tienes que quererme tanto como yo te quiero a
ti.
—¿Y cuanto es eso? –Piensa unos segundos.
—Tanto como fuego tiene el sol. Tanto como agua
hay en el mar. –Me besa—. Tanto como para enloquecer de amor.
Yo hago un puchero enorme por sus palabras
mientras él sonríe, casi avergonzado, y estoy a punto de besarle de nuevo pero
alguien llama a la puerta con lo que yo, de un brinco, bajo de su regazo y me
arrullo en el sofá abrochando a prisa mi camisa. Jungkook parece del todo
relajado y pregunta con un sonoro “¿Sí?” En dirección a la puerta.
—El chofer para el señorito Park espera… —Oigo
la voz de quien parece ser uno de los mayordomos y yo suelto el aire
tranquilamente ante la divertida mirada de Jeon que me sonríe. Yo acabo recogiendo mi corbata del suelo y
mientras me la anudo, él comienza a arreglarse el traje pasando las manos por
encima de las arrugas que se hayan formado.
—Perdóname. –Dice sentenciando la discusión que
ha degenerado en manoseos.
—No pasa nada. Está todo bien. –Sonrío.
—¿Te gustó la rosa y los bombones? –Pregunta,
con picardía—. No me atrevía a entregártelos yo en persona y menos en la
empresa de tu padre…
—Comprendo. Me encantó, pero no vuelvas a
hacerlo. No quiero arriesgarme a…
—Sí, sí. Entiendo. La próxima vez que te quiera
colmar de regalos los haré llegar directamente a tu piso. –Me dice, guiñándome
un ojo.
—¿Tienes que comprarme con regalos…? —Dejo sin
terminar la pregunta a lo que niego con el rostro—. No importa. Vamos, estoy
listo.
Tras que él asiente ambos salimos del cuarto y
nos desplazamos por los pasillos de su casa hasta llegar al hall donde sus
padres me esperan para despedirme. Me despido cortésmente de ellos y estos me
invitan a considerar la idea de que volvamos a cenar juntos pronto. Yo me
muestro sumiso ante sus deseos y la madre de Jeon me despide con un abrazo
mostrándome la excusa de que ahora soy uno de su familia. Esa sensación de su
cálido gesto me deja acongojado el corazón, con una melancolía y una añoranza
de los abrazos de mi madre. Me despido casi con lágrimas en los ojos de
agradecimiento y Jeon me acompaña a través de la entrada hasta la puerta
metálica. Me despide con un dulce beso en los labios y me adentro en uno de sus
coches con el conductor vestido de uniforme. Ya le han dado la dirección de mi
piso y sin decirle yo nada comienza a conducir en silencio mientras veo como me
alejo de la casa de Jeon con una extraña sensación dentro de mi pecho. Como
quien deja escapar una ganga. Como quien pierde una valiosa confianza y
compañía. Me giro mirando por la ventanilla trasera como Jeon se adentra en la
casa y me quedo un segundo mirando a la nada, como un idiota pensando en que
tal vez, y solo tal vez, haya juzgado demasiado duro a una familia que no es la
mía solo porque mi padre me inculcó ese odio.
Ya no es odio lo que alberga mi corazón. Es una
amarga pero sutil concordia.
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