EMPÉDOCLES (JiKook) - Capítulo 4
CAPÍTULO 4
JungKook POV:
Puedo pasarme tal vez incluso media hora mirando
la puerta paralizado. Dubitativo y pensativo sobre qué hacer. Se me plantean
diversas posibilidades, todas ellas infantiles, estúpidas y sin embargo, algo
claro hay en mi mente que al contrario de lo que pueda sentir, no he probado
empíricamente. Tengo la certeza, de que la llave que cuelga de mi mesilla, es
la de esta puerta.
Los bordes de la puerta y la madera que la
compone son exactamente igual que el suelo. Apenas sé distinguirla si no fuera
por la pequeña hendidura entre el suelo de verdad y la puerta y que en uno de
los laterales de esta hay una especie de agarradera de metal tan oxidado como
la llave y bajo el nivel del suelo, lo que explica que no lo viese una vez
agachado mirando bajo la cama. Suspiro y me vuelvo loco a la par que intento decidirme
por hacer algo. Lo primero y casi como un instinto, me arrodillo sobre la
puerta e intento buscar un pequeño agujero por donde mirar a través no
atreviéndome a abrirla.
Al no encontrar ningún agujero apoyo mi oído
sobre la madera y si me concentro lo suficiente puedo percibir una débil
respiración. Es muy tranquila pero incluso así, creo que respira contra la
madera y golpea mi cara en el otro lado. Pienso en la posibilidad de que al
otro lado haya otra persona como yo intentando escuchar qué maravillas se
esconden a este lado pero lo descarto al instante tachándolo de locura.
-¿Hola? –Pregunto casi en un susurro y los
crujidos regresan alejándose de la puerta. Algo huye de mi presencia y rápido
me levanto del suelo asustado. Sintiendo la curiosidad a flor de piel cojo
rápido la llave y arrodillándome de nuevo en el suelo la introduzco en la
ranura. El sonido al entrar es extrañamente reconfortante porque entra a la
perfección sin la más mínima resistencia al girarla. La puerta cede ante ella y
cuando no puedo continuar saco la llave y sujeto firmemente la hendidura de
hierro que levanto y tiro de ella para que la puerta se abra hacia mí.
Ante mis ojos se me muestran unas escaleras con
los escalones recubiertos de tablas de madera pero que en realidad están
trazados en la tierra. Todo alrededor es tierra excavada en el suelo. Una cueva
a donde no alcanzo a ver el fondo aparece de la nada y me quedo de nuevo
paralizado a la espera de algo. De alguien. Antes de poder controlarme cierro
la puerta de nuevo y me desvisto para cambiarme de ropa y ponerme unos vaqueros
rotos y sucios y una sudadera negra vieja. Me calzo las botas y cojo la
linterna en el llavero. La llave me la cuelgo del cuello y suspirando un par de
veces regreso a abrir la puerta asomándome dentro desde la superficie.
Miro la puerta de mi cuarto rezando por que mi
madre aparezca y me impida continuar. No lo hace y me veo en la obligación de
obedecer a mi curiosidad de saber a dónde conduce el túnel. Piso el primer
escalón y reconozco el sonido ya que llevo oyéndolo noche sí y noche también.
Cada noche se me presenta el mismo sonido para interrumpir en mi descanso. El
segundo es similar y a medida que desciendo debo encender la linterna para
intentar vislumbrar el fondo. Nada ayuda.
Cuando la puerta queda ya sobre mi cabeza la
dejo atrás y continúo bajando sintiendo el terrible olor a humedad rodeándome.
La claustrofobia de estar descendiendo por el suelo me es agobiante y pensar
que esto puede hundirse, venirse abajo y derrumbarse conmigo dentro no ayuda
así que intento no pensarlo mientras continúo caminando. Con mis manos me
sujeto en ambas paredes de tierra negra desde donde salen algunas raíces y
macho mis manos con la humedad y la tierra que de vez en cuando limpio en mis
vaqueros.
Tras un minuto descendiendo llego a un pequeño
espacio donde terminan los escalones y se abre ante mí una pequeña cueva
rodeada de tierra por todas partes y aunque mi linterna no parece ser
suficiente como para ver los detalles de cada pequeño grano de tierra si puedo
ver que este lugar no tiene salida más que de regreso y que de las paredes
cuelgan las raíces en busca de su agua tan preciada.
La luz de arriba aún ilumina un poco y me sirve
como guía, como punto cardinal para situarme y tras comenzar a mirar centímetro
por centímetro de pared apuntando con la luz descubro un pequeño bulto en la
esquina más alejada a mí a la derecha. Lo apunto nervioso y excitado, preparado
para salir corriendo si es algo peligroso o para atacarlo si me va a devorar.
La adrenalina me consume cuando esa cosa comienza a moverse muy lentamente
mientras se cubre con unas manos temerosa de la luz de mi linterna.
Espera un momento, ¿manos?
Unas pequeñas, blancas y rollizas manos
aparecen delante de esa cosa para protegerse de mí. Temblorosas y poco eficaces
porque no le ayudan. Yo no dejo de apuntarle porque si le sumo en la oscuridad
yo me sumiré en la ignorancia.
-¡Tú! –Grito casi enfadado porque le
responsabilizo de ser quien perturba mi sueño cada noche. Nada más escuchar mi
voz descubre su rostro de la oscuridad y unos grandes ojos oscuros y
temblorosos me miran con unos labios carnosos, grandes, jugosos y húmedos. Una
pequeña nariz de la que no veo más que su sombra entre las luces y sus mejillas
tan voluptuosas como sus manos y sus labios. Su rostro en conjunto me muestra
una inocencia propia de un niño, su tenebrosidad por mí, no es más que la que
yo siento por él pero mi orgullo me prohíbe mostrarla-. ¿No me oyes? –Le grito
de nuevo.
-Te oigo. –Me dice mientras se levanta poco a
poco del suelo y yo retrocedo pero al verme retroceder él no avanza porque
comprende mi miedo. Al verle de pie ahí veo que ambos tenemos una altura
semejante y se me antoja incluso curioso y algo irreal. Debo no apartar la
mirada de él para convencerme de que verdaderamente hay un hombre delante de
mí. Es un hombre, con cuerpo de hombre, complexión de hombre, voz de hombre, un
rostro, de niño.
-¿Qui-quién eres? –Le pregunto no sabiendo muy
bien qué preguntarle-. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado hasta este lugar?
¿Estabas encerrado? –De repente y sin previo aviso sonríe mostrándome sus
dientes blancos en todo su esplendor. Es un golpe en mi pecho que me hace
fruncir el ceño confuso. Él ríe de mi nerviosismo curioso y a medida que su
sonrisa se intensifica, yo me quedo sin voz.
-Soy un Terra.
-Dice en mi idioma y con toda la naturalidad
del mundo.
-¿Un qué?
-Un Terra. –Suspira-. Sé que es complicado de
entender, lo siento. Y no, no estoy encerrado aquí. –Miro a todos lados.
-Pero no hay más que una salida. –Digo. Él se
encoge de hombros-. ¿Eras tú quien me molestaba por las noches?
-Sí. –Sonríe de nuevo con las mejillas
enrojecidas y da unos pequeños pasos para que la distancia entre ambos se
reduzca hasta que nos separan dos escasos metros-. Lo siento.
Sus ojos son mucho más intensos de lo que
pensaba y su pelo blanquecino, rubio platino, está decorado con pequeñas
cuerdas verdes, finas y diminutas, formando trenzas con su propio pelo. En sus
orejas brillan varios pendientes de colores diferentes todos ellos de piedras
preciosas y sus ropas, algo más difícil de escrutar, están hechas de lo que
parecen ser telas curtidas de pieles de animal, cosidas con lianas parecidas a
las de su cabello y sobre su pecho, una prenda de pelo de animal unida en su
tórax con cuerda marrón. En sus pies unos zapatos de piel.
-Eres un humano, ¿Verdad? –Me pregunta
emocionado. Yo asiento y él sonríe abiertamente ante la noticia. Parece de todo
menos sorprendido-. ¡Lo sabía! Estaba seguro que por esta puerta se daba a la
casa de un humano.
-No entiendo nada. –Reconozco. Él no parece
prestarme atención y recorre uno de los dos metros que nos separaban. Toda su
timidez desaparece con la noticia de que soy humano.
-¡No puedo creerlo! Al fin conozco a uno.
¡Pensé que nunca te dignarías a bajar! Llevo días esperándote.
-¿A mí?
-¡Sí! Te he estado observando desde fuera.
-¿Desde fuera?
-Sí. ¡Me encantas! ¡Estaba deseando conocerte!
-¿A mí?
-¡Sí! ¿No serás un humano tonto? –Pregunta
escéptico-. ¡Nah! Seguro que eres muy listo. ¡Al fin tengo un amigo humano! ¡Ya
verás cuando los demás se enteren!
-¿Los demás? ¿Hay más como tú?
-¡Claro! ¡Hay muchos como yo!
-¡Espera! –Le digo comenzando a agobiarme-.
¿Cómo me has observado? ¿Cómo se sale de aquí si no es por la puerta? ¿Qué
diablos eres?
-Un Terra. –Dice simple.
-No avanzamos, eh… -Suspiro cansado de la
información y casi de manera inconsciente llevo mi mano al frente porque
necesito palparlo para creerlo. Él se deja tranquilo y comprensivo y tras posar
mi mano en su cabeza él cierra los ojos y yo acaricio su pelo que a diferencia
de lo que pensaba es suave y sedoso. Se entrelaza entre mis dedos de manera
sensual y sinuosa. Lo hace literalmente porque este tiene vida. Asustado retiro
la mano de él pero se limita a sonreír-. ¿Qué ha sido eso? –Casi susurro.
-Mi virtud. –Se encoge de hombros-. Soy un
Terra. Mi pelo puede crecer moverse y retorcerse como las raíces en una planta.
-Esto es muy raro…
-¿Cómo te llamas, amigo? –Me pregunta pero se
contesta él solo-. ¿Jeon Jungkook? –Asiento-. Sí, tu madre no para de gritarlo.
–Sonríe aún más y yo me veo obligado a sonreír con él.
-¿Tú?
-Jimin. –Dice.
-¿No tiene un nombre fantástico y mágico?
-No. ¿Lo tienes tú? –Niego con la cabeza y se
encoge de hombros, suficiente como para tener razón.
-Eres raro. –Digo y sonrío pero él no me
entiende e incluso parece triste y ofendido. Forma un puchero con sus labios y
yo entristezco al instante.
-¿No quieres ser mi amigo?
-Yo ya tengo amigos. Están en Seúl.
-Nunca he conocido a ningún humano. ¿No podemos
ser amigos? –Suspiro.
-Lo que quieras. Pero tenemos que salir de
aquí. –Cojo su brazo sin darme cuenta para conducirlo fuera pero él se detiene
y me mira confundido-. Vamos, tenemos que ponerte ropa normal de humano, darte
de comer y llevarte a un psiquiátrico. –Digo sincero.
-No lo entiendes, ¿verdad?
-¿Hum?
-No se puede separar a la tierra del resto de
elementos.
-¿De qué hablas? –Su expresión seria se torna
divertida y graciosa al mismo tiempo, como si acabase de acordándose de algo
muy importante y es ahora él quien aferra con fuerza a mi muñeca y tira de ella
para conducirme a uno de los laterales de la cueva donde las raíces caen de
manera perpendicular desde el techo hasta internarse en el suelo-. ¿A dónde
vamos?
-¡Voy a presentarte a mi amigo Yoongi! ¡Se
morirá de la envidia porque tengo un amigo humano! –Sin más detalles ni
aclaraciones de una extraña conducta corre conmigo de la mano hasta la pared y
se deja engullir por las raíces que se mueven igual que se movía su pelo
segundos antes para abrazarnos y adentrarnos en la pared de tierra. Llega tal
punto en que no veo nada y tampoco pretendo porque cierro los ojos con fuerza.
Las ramas me abrazan, me acarician y me asfixian pero no suelto la mano de este
tal Jimin por miedo de sumirme en la más absoluta desorientación.
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