EMPÉDOCLES (JiKook) - Capítulo 11

 CAPÍTULO 11


JungKook POV:

 

Tras despedirnos de Taehyung Jimin vuelve a aferrar mi mano y caminamos poco a poco hasta introducirnos en una especie de extraña arboleda donde ni siquiera la luz de la luna se atreve a atravesar las columnas de vegetación. Ambos nos detenemos y Jimin suelta mi mano para comenzar a escalar uno de los troncos verdes con espinas enormes a cada lado que le ayudan a subir apoyándose en ellas. Cuando lleva un par de metros me mira expectante.

-Vamos, quiero enseñarte algo.

-¿Otra cosa más? –Pregunto ya cansado y él sonríe ante mi poca iniciativa. Sigue subiendo y no tengo más remedio que obedecerle y subir junto con él hasta que su cuerpo desaparece tras un revoltijo de pétalos rojos. Su mano inconfundible aparece entre ellos y me sujeto a ella atravesando los pétalos tal como él ha hecho. Antes de darme cuenta estamos sentado en el centro de una rosa que reconozco a la perfección: es una de las rosas del jardín de mi madre y las vistas que contemplamos es la fachada trasera de mi casa. Allí, en ese banco de madera es donde me siento todas las noches. Ahí estaba yo hace unas horas y pensarlo así se me hace muy difícil porque parece que han transcurrido días desde aquello.

-Vives ahí. –Me dice Jimin como si no lo supiera.

-Sí, lo sé.

-Te veo a veces. –Me dice-. Antes de irte a dormir te sientas ahí a mirar a la nada y yo vengo aquí y me siento a verte hasta que te vas. Por las mañana trabajo y a estas horas salgo de mi habitación para venir a verte.

-¿En serio?

-Sí. Pasado un rato te vas y yo también. A veces me imagino que me miras a mí y que sabes que existo. Otras simplemente pareces ausente y tengo que ser yo quien te hable aunque no me escuches.

-¿Y qué dices?

-Te hablo de mi día, de cómo me han ido las cosas…

-Eso es muy bonito. -Digo mientras entrelazo su mano con la mía.

-Tú no lo sabes, -dice después de pensar unos segundos-, pero yo te conozco desde hace mucho tiempo. Desde que eras tan pequeño como un grano de arroz. –Sonríe y me hace sonreír a mí-. Hace años venías aquí con más frecuencia, ¿no es cierto?

-Sí.

-Recuerdo un día hace mucho tiempo que no hice mi trabajo propiamente y uno de los túneles se vino abajo. No fue de mucha importancia pero aun así hice que nuestro trabajo se retrasara. También hice enfadar a Yoongi y me quemó este brazo y la ropa en su mayor parte. –Señala su brazo derecho-. Por aquél entonces el odio predominaba en todos nosotros y en mí aquel día hizo mella. El odio se convirtió en una ira irrefrenable que me hizo dejarlo todo y salir de allí a la superficie temiendo hacer daño a alguien a quien apreciase. Fue la primera vez que me alejaba tanto de mi mundo y cuando subí aquí te vi. Era por la tarde y tú jugabas con un avión de plástico pequeño. Apenas tendrías cinco años cuando gritabas y saltabas haciendo volar el juguete. Te caíste al suelo y temí por un segundo que te hubieras hecho daño pero rápido te levantaste y seguiste jugando como si nada. Sonreías y hablabas tú solo dentro de tu mundo. Me senté aquí por horas para verte jugar y todo el odio en mí había desaparecido al finalizar el día. Cuando te adentraste a cenar te esperé y de nuevo saliste a la noche. Ya no tenía ira dentro de mí. ¿No lo entiendes? Aquello no tenía sentido para mí porque cuando el odio reina en nosotros, no tenemos voluntad para deshacernos de él. Es una etapa que debemos superar ajena a nosotros pero que nos influye. Sentir como al mirarte toda mi naturaleza se tornaba cambiante y diferente me llenó de angustia. Pero no importaba, ya nada importaba porque todo valía nada en comparación con verte sonreír. Verte jugar y divertirte me quitó el odio y sonreí yo también.

-Oh, Jimin…

-Te vi crecer porque necesitaba verte para ser feliz, para sonreír. Y nada era tan maravilloso cuando el resto del mundo se sumergía en el más profundo odio y yo podía venir aquí y verte jugar tan tranquilamente. Te vi crecer pero un día, dejaste de venir.

-Oh, sí. Ya, bueno…

-Te esperé durante días aquí, durante horas, pero nadie había ya en la casa. Pensé que regresarías al año siguiente como hacías en verano pero el verano siguiente solo vinieron tus padres. No volviste nunca más. ¡Hasta hace una semana! He venido aquí desde que te vi la última vez y yo nunca he faltado. Cuando te vi ahí sentado en el porche con una manta sobre tus hombros nos sabes lo que pude llorar. Me decidí a conocerte en persona. Necesitaba hablarte de verdad, abrazarte, besarte. Tenerte en mis brazos y decirte que te quiero, que te necesito.

-No lo has hecho. –Le corto de repente y me mira confuso-. Decirme que me quieres, que me necesitas. –Sonríe nervioso y niega con la cabeza.

-Dalo por dicho, idiota. –Sonrojado miro al frente con ojos vidriosos y suspira cansado por el esfuerzo de revelarme sus sentimientos hacia mí-. ¿Por qué llorabas anoche? –Me pregunta y rápidamente soy yo quien se avergüenza.

-¿Me viste?

-Claro. ¿No te he dicho que te veo siempre? –Suspiro apesadumbrado.

-Sí, bien. Lloraba porque no me gusta estar aquí. –Jimin suelta mi mano y me mira con sus ojos llorosos-. Han metido a mi padre en la cárcel injustamente y nos han embargado la casa. No tenemos otro sitio donde vivir.

-Vaya… lo siento.

-En cuanto todo se aclare volveremos a Seúl y volveré a estar con mis amigos y en mi escuela.  Todo habrá pasado y… -suspiro-, todo será como antes.

-¿Y qué pasa conmigo? –Pregunta de repente y me giro a él para ver sus labios torturados por sus dientes-. ¿Tú y yo no somos amigos? –Yo no contesto dándome cuenta de hasta qué punto mis palabras le han herido-. Venga, vayámonos, está amaneciendo. –Miro al horizonte a nuestra derecha y veo el sol salir muy poco a poco. La luz comienza a hacerse evidente.

 

 

Caminamos por el túnel de tierra hasta que a lo lejos veo la puerta abierta que da a mi cuarto. Verla me produce una extraña sensación de paz y calma, algo que no he tenido en horas. Sin embargo estoy a punto de ascender por las escaleras cuando Jimin sujeta fuertemente mi muñeca y me giro a verle. No ha hablado en todo el camino y ahora pareciera que necesita hacerlo.

-Jungkookie…

-Dime.

-Ya verás cómo lo de tu padre se soluciona. –Me tranquiliza y sonrío agradecido.

-Gracias, Jimin. –Me giro de nuevo pero me detiene una vez más y me acerca a él para sujetar firmemente mi cuello y besarme intensamente. Sus labios devoran los míos y acompañado de la adrenalina por la sorpresa de su gesto, devuelvo el beso gustoso. Sus manos van a la tela de mi sudadera en la espalda y me aferran a él con fuerza y desesperación. Cuando el beso termina por la ausencia de aire en nuestros pulmones nos separamos y miramos al otro con una triste sonrisa en nuestros labios.

-Te echaré de menos, Jungkookie.

-Volveremos a vernos, Jimin. –Digo como algo normal pero él niega con la cabeza y se desmorona rompiendo a llorar mientras le abrazo para reconfortarle. Con mis manos acaricio sus cabellos y respiro su aroma sintiendo como me acompañará por días enteros.

-Te quiero, JungKook. –Susurra-. Te amo mucho. Te necesito.

Beso nuevamente sus labios y nos separamos al fin y asciendo las escaleras para llegar arriba y una vez me encuentro casi en la superficie me giro para verle.

-Yo también te… -Nadie hay al otro lado y suspiro mientras busco con mis ojos en la oscuridad su rostro. Nada. Jimin ya no está.

Sin otra alternativa salgo del agujero y tras cerrar la puerta con llave coloco la cama en su lugar. Me desvisto y me dejo caer en la cama donde al fin cierro los ojos y me permito unos segundos de descanso. Antes de quedarme completamente dormido saboreo la saliva de Jimin en mis labios. Los muerdo y sonrío. Tiemblo ante el recuerdo.

 


 

Capítulo 10          Capítulo 12 [Final]

 Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares