EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 9
CAPÍTULO 9
Yoongi POV:
Hoy no es un día muy soleado. Al parecer el sol
se ha escondido tras varias nubes, mostrándonos una atmósfera del todo
tenebrosa que no oscura. Un gris niebla invade las calles y entra, casi como un
intruso camuflado por la ventana cerrada convirtiendo en un gris apagado el
color de las paredes que de por sí anima al suicidio. Las cortinas están
estáticas cayendo como inmensas cascadas hasta el suelo. Inmensas pero
estáticas. Inertes. Un blanco azulado que daña la vista por el contraste con el
resto de la estancia. De estar las ventanas abiertas estas se moverían con una
sutil brisa pero hoy han bajado las temperaturas y no es apropiado llenar esta
vacía estancia de la niebla que amenaza con abarcarnos a todos.
Frente a mí, en la sala de terapia como
siempre, Jimin sentado cubre su labio inferior con el superior, como un nuevo
hábito a tener en cuenta pero no es nada repentino. Simplemente intenta
ocultarse el pequeño socavón en el labio que ayer le hizo Jin con la palmada en
su rostro. A veces, con el mero roce se siente dolorido y le veo fruncir el
ceño con una mueca infantil. Otras se limita a pasar su lengua sobre el labio,
registrando las coordenadas de la herida, y vuelve a sumergirlo en la oscuridad
de su boca. Sus manos hoy tiran más que nunca de las mangas de la camisa. Hoy
no es una cuestión de manía, sino de ocultar las marcas que los electrodos
dejaron ayer en su carne lechosa. Mientras él mira hacia su regazo yo apunto la
fecha y la hora en la libreta, y los cambios que he observado en Jimin.
-¿Te has tomado la pastilla? –Le pregunto como
empieza a ser un hábito. Él asiente sin mirarme y yo apunto en la agenda-. ¿Has
rezado? –Niega con el rostro y yo no digo nada al respecto con lo que él
tampoco levanta la mirada para ver mi reacción, nula-. ¿Quieres que hablemos de
lo de ayer? –Pregunto y él se encoge de hombros-. Esta hora en las mañanas es
para que tú hables. No para que yo te haga preguntas y tú hagas gestos
robóticos. –Él levanta la mirada y me recibe con una fría mirada de impasividad
e incomodidad.
-Es lo que hemos hecho estos días. Hablar de lo
que tú quieres hablar. Siempre acabas llevando la conversación a tu campo, para
sacarme conclusiones que solo tú interpretas de forma subjetiva.
-Ese es mi trabajo. –Digo y él cae la mirada a
su regazo de nuevo.
-¿Qué toca hoy? –Pregunta sabiendo que esta
tarde tiene que pasar por algo, como ayer.
-Una mera habituación al prototipo de hombre
masculino. Nada de lo que preocuparse. –Digo negando con el rostro, dándole
poca importancia y él parece desinteresarse a los segundos.
-¿Has visto mis cosas por ahí? –Pregunta y yo
le miro cargándome de paciencia y entornando los ojos. Él me devuelve una
mirada esperanzada. Niego con el rostro y la tuerce en una de decepción.
-¿Alguna pregunta más que hacerme? –Piensa unos
segundos y acaba negando con el rostro a lo que yo asiento y él mira a otro
lado. Remarco su interés por sus cosas en la libreta y cuando alzo la mirada le
encuentro rozándose con un dedo el labio inferior haciendo un puchero para
palpar mejor la herida. Una escena del todo adorable. Demasiado-. No hagas eso.
Te ves idiota. –Le digo a lo que rápido él vuelve a su postura original, se
tira de las mangas y baja la mirada-. ¿A qué esa manía de bajarte las mangas de
la camisa?
-Me han dejado heridas los…
-Antes ya tenías ese hábito. –Digo y él parece
darse cuenta a lo que me responde sin mirarme.
-No me gustan mis manos. –Yo le miro y ruedo
los ojos.
-Bien, como quieras. ¿Hablamos de algo? –Él se
encoge de hombros-. ¿Hablamos del amor? –Él niega con el rostro y yo me
sorprendo-. ¿Por qué no?
-No quiero hablar de ello. –Dice convencido
pero yo frunzo el ceño y doy con un tema interesante. Su negación hacia el tema
implica que tiene mucho que contar al respecto. O bien no tiene las ideas
claras o no quiere contármelas.
-Pues vamos a hablar de ello. Dime. ¿Qué es el
amor para ti? –Pregunto y él suspira largamente y piensa unos segundos, los
suficientes como para ponerme impaciente por los pensamientos que pueden estar
pasando por su mente. Comienza a hablar con propiedad.
-El amor es un sentimiento de calidez. Es
ilusión por alguien, esperanzas de un futuro, es dependencia de la otra
persona. Querer verla, querer estar con ella, querer protegerla y que todo esté
bien. Que sea feliz. –Dice pensativo-. ¿Estás casado? –Pregunta y estoy a punto
de negarle una respuesta pero en su mirada veo que tan solo intenta
ejemplificar sus palabras con un caso práctico y abro mis labios pero acabo
negando con él rostro. Él frunce el ceño con mi respuesta y piensa en una
alternativa a lo que iba a decir a continuación, dependiente de una respuesta
positiva por mi parte. Piensa en algo pero acaba sucumbiendo a la curiosidad-.
¿No lo estás?
-No.
-¿Por qué no?
-No deberías hacer ese tipo de preguntas. –Le
advierto-. No es de tu incumbencia. –Él quiere rebatirlo pero acaba asintiendo,
comprendiendo y sigue hablando del tema que nos trae aquí.
-En ese caso no sé si alguna vez has estado
enamorado, pero supongo que es un sentimiento de compresión por parte de la
otra persona. Una sensación irracional de querer pasar tiempo juntos y, a
partir de la experiencia, una vida en común.
-Que optimista. –Digo a lo que él se sorprende.
-Soy una persona optimista. –Dice y sonríe
mostrándome una sonrisa rota por la sangre en su labio lo que la torna triste y
sucia.
-¿Alguna vez has sentido amor? –Pregunto a lo
que se encoge de hombros.
-Creo que sí. –Dice-. Por el chico del que te
hablé. Al que le escribí la carta.
-Eso no es amor. –Digo y él parece sentirse
ofendido por la frialdad de mis palabras-.Dos hombres no pueden sentir amor
entre sí. Si Dios hubiera querido que los hombres se amasen le habría regalado
a Adán un hombre, y no una mujer.
-Yo puedo sentir amor hacia un hombre, tanto
como tú puedes sentirlo por una mujer. –Dice con la mirada desafiante y yo
ruedo los ojos.
-¿Por qué eres tan difícil, Jimin? –Pregunto.
-Porque yo no me dejo engañar por tu
palabrería.
-Lo que tú sentiste por ese chico. –Retomo la
conversación-. No es más que una atracción sexual condicionada por sucesos en
la infancia que te evocaron a sentir aquello. Pero ese sentimiento es
reversible…
-¿Qué es el amor para ti? –Me pregunta y yo
vuelvo a mirarle de la misma forma que antes, fría y calculadora.
-No te excedas en tu confianza, Jimin. Yo no
soy una persona violenta, pero puedo llamar a cualquier enfermero para que
rebaje tu osadía. –Le amenazo.
-No malinterpretes mis palabras. –Se ofende-.
No lo he dicho de forma personal. ¿Qué es lo que se supone que debo entender
como amor? –Yo pienso pero no sé qué responderle al respecto.
-Tu definición de amor está bien. –Digo a lo
que él frunce el ceño y después se sorprende.
-¿Entonces?
-El concepto de amor aplicado a un hombre con
otro es lo que no puede ser.
-¿Por qué no?
-Porque que tu sientas eso no es normal. Es una
completa aberración. –Él frunce el ceño, pensativo-. La religión cristiana no
permite ese tipo de cosas. No se entiende. ¿Cómo vas a procrear con un hombre?
-Le pregunto a lo que él piensa.
-¿Y si no quiero hijos?
-¿Qué tal si nadie tiene hijos? –Exagero-. ¿Y
si todos nos volvemos homosexuales y nadie procrea?
-Eso no es así tampoco… -Frunce el ceño,
confuso.
-Está mal desde cualquier punto de vista que
quieras verlo. La homosexualidad es una aberración a los ojos de Dios. Su
creación mancillada de esta forma tan atroz. Desde la evolución, la procreación
es inútil. La humanidad se extinguiría.
-¿Por qué hablas así? –Pregunta con una
expresión humillada.
-Yo solo estoy aquí para curarte, Jimin. –Le
digo-. No me preocupa lo que puedas hacer aquí. Los pecados que puedas cometer.
Dios sabe que tienes un problema y las personas como yo estamos para curarte,
¿hum? Solo quiero ayudarte a comprender los pecados que estás cometiendo y que
pidas perdón por ellos para que Dios acoja tu alma en su cielo.
-¿Y si no creo en Dios? ¿Qué otra alternativa
me queda?
-Dios está ahí, para los que creen en él y para
los que no. Quieras o no, él está protegiéndote y te ayudará a salir de esta
pero tienes que dejarle entrar en tu alma…
-A los que han fallecido en estas terapias,
Dios no les ha ayudado demasiado…
-Aquellos que han muerto aquí Dios sabe que lo
han intentado con todas sus fuerzas, pero quienes no se arrepintiesen de sus
pecados han acabado devorados por los demonios.
-Venga allá. –Murmura inclinando su cuerpo un
poco hacia delante-. No puedes estar hablándome en serio. –Yo miro a todos
lados por su repentina expresión de confidencialidad.
-¿De qué hablas?
-Un hombre como tú, inteligente, pensador,
razonable, no puede estar diciéndome tales disparates. ¿Hola? ¿Quién está ahí?
–Teatraliza-. ¿Es Dios? ¿Viene a por mi alma?
-No es un juego, Jimin. –Digo serio dándome
cuenta de sus intenciones.
-No crees en Dios, ¿verdad?
-Claro que sí.
-Si lo haces no es más como una mera costumbre
que te han inculcado de pequeño. ¿No es cierto? Eres como Nietzsche*. –Dice a
lo que yo doy un respingo en la silla.
-¿Qué?
-Sí, una constante confusión, el eterno debate
entre inteligencia y creencia. Convives con ambas y la convivencia no es muy
agradable. Ahora lo entiendo.
-¿Qué diablos te crees que estás diciendo?
–Pregunto, de nuevo he caído presa de su verborrea.
-¿Crees que eres el único que ve a través de
los gestos y las miradas? Yo no he estudiado psicología y no me hace falta. Los
humanos somos demasiado simples… -Le corto.
-¡Basta! –Me levanto pero me arrepiento al
instante. Ha conseguido lo que pretendía, hacerme callar y marcharme, para
dejarle con su soledad-. Estás tomándote esto como un juego pero no entiendes
nada…
-Entiendo muchas cosas, y la primera es que tú
no tienes el valor que hay que tener para este trabajo. –Me suelta y yo doy un
paso cerrando la agenda y viéndole levantar la vista.
-No juegues conmigo, marica. –Le insulto. Él no
se ofende.
-Que elegante… -Alardea.
-Te crees muy inteligente, ¿verdad, Jimin? Te
crees el centro del mundo, un niño de vacaciones ¿hum? Seguro que aquí, lejos
de tus padres te sientes como en un campamento, pero te prometo que voy a
borrarte todo rastro de inteligencia, de valentía y de arrogancia. Y cuando
seas un pelele inútil borraré cada recuerdo de tu estúpida mente para que no
tengas una sola palabra que soltar creyéndote algo que no eres. –Le suelto y él
se me queda mirando serio, con los labios fruncidos y las manos ocultas por su
camisa. Sus ojos son tremendamente intensos. Son lo más oscuro que he
encontrado nunca y sin poder aguantar un solo segundo más su mirada me marcho
de la sala dando un portazo a mi espalda con una expresión enfadada y me
encamino a mi consulta pisando con fuerza, alejándome del lugar y liberándole
de mis pensamientos, apretando con fuerza la pluma en mi mano y con una
constante sensación de que ha conseguido lo que pretendía. Pero a partir de
ahora, no va a volver a atreverse a levantarme la mirada con esa expresión de
soberbia en la que me veo tan reflejado.
———.———
*Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844-Weimar, 25 de
agosto de 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado
uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX.
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