EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 38

 CAPÍTULO 38


Yoongi POV:

2 días después

 

Cuando entro en la sala, ahí le encuentro, sentado en la misma silla de siempre mirando directamente a la ventana cubierta con las cortinas. Entra la luz intensa de una mañana radiante que hace brillar desde sus orbes oscuros hasta la humedad de sus labios en una sonrisa contorsionada. Cuando es consciente de mi presencia me devuelve la mirada con un saludo y una formal inclinación de cabeza. Parece que ha sido hace unas horas cuando aun le tenía en mis brazos pero han pasado dos tediosos días de sonrisas incómodas y de sesiones banales sin importancia. Yo me siento aclarándome la garganta y él sonríe incómodo, con las manos sobre su regazo jugando con la tela de sus pantalones.

-Buenos días, Jiminie… -Le digo con una sonrisa a lo que él me devuelve una similar pero avergonzada y con las mejillas encendidas. Se encoge en sí mismo y me mira con ojos iluminados. Me gustaría poder abrazarle entre mis brazos y protegerle de todo daño pero sé que eso no va a pasar-. ¿Cómo has amanecido?

-Bien. ¿Y tú?

-Bien. –Miro alrededor y suspiro largamente mientras golpeo el reverso de mi pluma en el papel de mi libreta, con una expresión pensativa-. ¿De qué quieres hablar hoy?

-No lo sé… -Dice mirando a través de la luz de la ventana. Suspira, estira un poco sus brazos como un pequeño gato desperezándose y me devuelve una mirada con una sonrisa que me destrozaría el alma si yo no bajase la mirada a tiempo.

-Piensa. Podemos hablar de lo que quieras. –Acaba negando con el rostro a mis palabras dado que no se le ocurre nada y yo le miro con ojos curiosos-. ¿Te importaría si hablamos de Jeon?

-Pensaba pedirte hablar de lo del otro día. –Me dice avergonzado-. Aún no hemos hablado de ello.

-Está bien… pero no creo que haya nada de qué hablar. –Le respondo mientras oculto mi mirada entre las líneas de la libreta a mi alcance. Suspiro largamente y él sigue hablando con voz avergonzada.

-Yo creo que sí. Lo hicimos… -Susurra y yo asiento, consciente de ello-. Hicimos el amor…

-Lo sé. Estuve ahí. –Le digo a lo que él sonríe avergonzado, retirándome la mirada.

-¿Por qué lo hiciste?

-No lo hice yo solo. –Le digo frunciendo el ceño, sintiendo que me recrimina el acto.

-Lo sé, solo te pido explicaciones por… ahh… -piensa-. Se supone que eres el doctor, no deberías haberlo hecho…

-¿Y qué tú quisieras hacerlo es normal?

-Sí. –Asiente seguro y yo me doy cuenta de mi error.

-Está bien, está bien. –Digo con voz más calmada-. Lo que hice estuvo mal, no volverá a repetirse…

-Yo no he dicho que esté mal. –Dice pensativo-. Al contrario…

-¿Insinúas que volverías a repetirlo?

-Sí. –Dice con la misma convicción que antes. Yo me quedo un tanto paralizado a lo que él lo interpreta como una mala señal-. ¿Tú no?

-No estoy aquí para acostarme con mis pacientes.

-¿Lo haces a menudo? –Me pregunta con una sonrisa traviesa a lo que yo me sobresalto y enrojezco rápidamente.

-No. –Niego con el rostro-. Claro que no.

-¿Entonces por qué lo has hecho conmigo? –Me pregunta con la misma sonrisa y yo le retiro la mirada.

-No pude controlarme. –Le soy sincero y él se lo toma bien, sonriendo de lado con algo de vergüenza pero con el ego elevado hasta las nubes. Yo pongo los ojos en blanco y golpeo de nuevo la libreta con la pluma-. ¿Qué es lo que esperabas conseguir de hablar de esto?

-Esperaba una explicación o al menos un interés por mis sentimientos.

-Lo siento. Una explicación no puedo dártela, no es algo que ni yo mismo comprenda. Pero, ¿estás bien?

-Sí, todo lo bien que puedo estar sin recibir una explicación al respecto.

-Fue tu primera vez, ¿cierto? –Asiente, avergonzado-. Mi primera vez tampoco fue muy especial, fue algo incómoda y complicada.

-Para mí ha sido genial. –Dice Jimin mirándome con orbes negros y brillantes. Me hace sentir honrado y muy agradecido de haberle tenido entre mis brazos, pero a la vez, deshonesto e indigno de ello.

-¿De verdad? –Asiente, sincero.

-Sí. Y la compañía fue agradable. –Sonríe y yo me hace sonreír a mí a lo que yo me siento avergonzado.

-Gracias.

-No tienes que darlas. Eres un hombre inteligente, adulto y guapo. ¿Qué más puedo pedir?

-No estar en esta institución. –Digo a lo que él parece ser por primera vez consciente y asiente, dándome la razón-. Podrías haberlo hecho en una cama decente, sin un traje de enfermo, sin tener que cuidar de que nadie te vea…

-Sí, sí lo entiendo… pero podría haber sido peor. –Asiento dándole la razón y él se mira las manos sobre el regazo.

-Podría haber sido con el chico que amas. –Le digo hablando de Jeon a lo que él no levanta la mirada encogiéndose de hombros.

-No creo que él hubiera accedido a ello, y de hacerlo, habría sido en un momento de debilidad que habría acabado arrepintiéndose y torturándose por ello.

-¿Era tan frágil como eso?

-Lo era mucho más, pero apenas me di cuenta de ello. Solía ocultarlo muy bien, pero a veces en sus palabras se desmoronada sin evitarlo. Le preocupaban cosas que a la gente normal no suele preocuparles, era muy exigente consigo mismo y se ponía muchas normas.

-¿Quieres que hablemos de él?

-Ha surgido el tema. –Dice encogiéndose a de hombros, lo que yo tomo como una respuesta afirmativa y le señalo con la pluma para que continúe con sus palabras.

-¿Sobre qué cosas se preocupaba?

-Se solía preocupar por que con su edad no había tenido logros reseñables. Ya me dirás, veinticuatro años no son nada. Aun era joven, pero decía que quería haber escrito alguna gran novela, o investigar algo muy importante. Solía enfadarse cuando le recordaban su edad o cuando hablábamos del futuro.

-Ya veo. En las cartas que leí no parecía que tuviera ese problema.

-No era algo de lo que solía hablar. Yo creo que no se daba ni cuenta, pero cuando surgía la conversación solía fruncir el ceño y hacer un mohín diciendo “Si no he logrado nada ya, ya no lo haré” Y cosas así…

-¿En qué se exigía o se ponía normas?

-Era estricto sobre todo con sus horarios. No es que su madre le hubiera puesto este estilo de vida, al contrario, creo que su madre hubiera estado más agradecida de que saliese más y esas cosas, pero Jeon no quería. Cuando dejaba de hacer cosas por quedar conmigo yo me sentía muy agradecido y pronto me di cuenta de que pasé a formar parte de su rutina. Cuando regresaba a casa de la universidad estudiaba un par de horas, y su tiempo libre lo invertía en leer, investigar cosas por su cuenta y, en raras ocasiones, escuchar música.

-¿Crees que tenía una personalidad obsesiva?

-No lo creo. Lo sé y la padecí. Era difícil sobrellevarla  a veces. Cuando quedábamos era del todo normal. Un par de conversaciones de filosofía, una de literatura y algo de música, pero en cuanto la convencionalidad se diluía comenzaba a hablar de sí mismo y eso en cierto modo lo arruinaba todo.

-¿No te gustaba su verdadera personalidad? ¿Te enamoraste del ideal de la convencionalidad?

-Me enamoré de él y luego cuando descubrí su verdadera forma de ser, ya era demasiado tarde. Le habría ayudado si él me lo hubiera pedido hasta el último segundo de su vida.

-¿Por qué?

-Porque yo le quería y no podía entender cómo alguien tan brillante podía tener tantos problemas consigo mismo.

-Todos los grandes genios acaban por sucumbir a sus demonios.

-Pero él no era un genio, era solo un niño con problemas… -Dice con los ojos vidriosos y yo le aparto la mirada con un suspiro.

-Todos tenemos nuestros problemas, unos más que otros…

-Lo sé, pero si me hubiera dejado ayudarle…

-Lo siento. –Le digo a lo que él me mira triste. Pasamos al menos veinte segundos en un incómodo silencio del que solo sé salir con una extraña pregunta que queda varios segundos en el aire-. Si pudieras deshacerte de todos tus recuerdos, ¿lo harías?

Él no responde nada, se queda pensativo en mi pregunta mirándose las manos en un punto fijo entre sus dedos. Más bien pareciera que intenta captar mis palabras, más que pensar en una respuesta para ellas. Yo le miro directamente con curiosidad pero él no se atreve a enfrentarme la mirada. Cuando al fin lo hace, es una mirada ofendida y enfadada. Sus ojos me miran entrecerrados y sus labios apretados como signo de su estado desconforme.

-¿Qué clase de pregunta es esa? –Me pregunta pensativo a lo que yo me encojo de hombros, inocente.

-Una pregunta rutinaria… -Digo pero él me mira de forma sospechosa.

-No. –Niega en rotundo-. No me desprendería de un solo recuerdo de los que tengo.

-¿Ni siquiera el del cuerpo de Jeon muerto? –Pregunto y él niega en rotundo-. Mi personalidad se forma a partir de todos mis recuerdos y me gusta quien soy. –Yo asiento conforme con su respuesta y lo apunto en la agenda. Después de sus palabras viene de nuevo un incómodo silencio que nos sume a ambos en un aura de melancolía e incomodidad. Acabo rompiendo el silencio con unas duras palabras.

-Yo sí lo haría. –Afirmo a lo que Jimin levanta el rostro confuso por mis palabras y me mira directo a los ojos con esa mueca de confusión que tanto me gusta de él. Pareciera que no comprende, pero lo ha hecho perfectamente.

-¿Qué? ¿Estás bromeando? –Niego con el rostro completamente consciente de ello. Lo he pensado muchas veces, lo llevo pensando mucho tiempo-. ¿Te desharías de todos tus recuerdos?

-Sí. Empezar de cero.

-¿No te importo? –Pregunta de repente haciéndome levanta la vista y me enfrento su rostro triste y decepcionado-. ¿Me borrarías a mí también? –Mis palabras le han herido en lo más profundo y, por una vez en todo el tiempo que llevo haciéndole terapia, él es el primero en ponerse de pie ofendido, aprieta los labios con una mueca de tristeza y sale por la puerta dando un portazo. Me quedo en medio del silencio de sus pasos alejarse y mi respiración nerviosa. Suspiro, sintiéndome culpable de mis palabras y me dejo caer en el respaldo de la silla cerrando la agenda y mirando en dirección a la puerta con una mueca de arrepentimiento, pero no por lo que pienso, sino por haberlo hecho en alto. Cuánto me gustaría olvidarle, y hacer que me olvide también. La realidad es demasiado retorcida como para continuar con ella, nos abocaría al desastre de ambos.

 


 

 

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