EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 34

 CAPÍTULO 34


Yoongi POV:

 

Cierno mi mano con fuerza sobre el pomo de la puerta de la sala de terapia prometiéndome que al otro lado se encuentra Jimin, como debería haberse encontrado el día antes y como de seguro se enconará mañana. Extraño con vehemencia la normalidad de mi día a día con él y me doy cuenta en este punto de la dependencia que he creado por su culpa. Antes de abrir, me quedo pensativo ante la posibilidad de verme obligado a salir corriendo como ayer. Me asciende la adrenalina a través de mi espina dorsal hasta golpearme con violencia dentro del cráneo. Me debato entre acceder ante la realidad y entrar dentro o limitarme a permanecer aquí fuera, en un constante espacio tiempo que me obligue a permanecer con este sentimiento que me corroe, hasta poder llegar a comprenderlo.

Me dejo llevar por el instante y accedo dentro de la sala encontrándome con un día un poco nublado y con una sonrisa de parte de Jimin que despeja toda nube gris dentro de mi universo. Lo hace con una simpleza pasmosa, con una facilidad que me deja paralizado. No sé hasta qué punto puedo quedarme mirando esa sonrisa pero de seguro que sería demasiado y a la vez, siempre insuficiente. Yo le saludo con un gesto de mi cabeza y mi primer gesto es dejar mi libreta junto con la pluma sobre la silla en la que suelo sentarme, todo ello seguido de su mirada, y después me acerco a la silla de Jimin para inclinarme a su lado y mirarle con una sonrisa tímida que me otorga la propia situación incómoda. Él me devuelve la misma expresión.

-¿Cómo te encuentras hoy? –Le pregunto con voz tranquila y feliz, esperanzada porque le veo con un rostro recompuesto y un color rosado que me encanta y me hace sentir tranquilo. Sin pensarlo llevo mi mano a su mejilla y desprendo de él un olor penetrante de su aroma que acaba por energizarme para el resto del día. Su temperatura es perfecta, el color de sus mejillas es delicioso, y su mirada es muy tranquilizadora.

-Me siento muy bien. –Me dice y yo sonrío con una sensación de paz que me sosiega el alma. Con una sonrisa animada me separo de él y llego a mi asiento para recoger de él la libreta y la pluma y sentarme donde antes estaban ellas apoyadas. De estar en soledad me habría olido con disimulo la mano que le ha tocado pero ahora me limito a pensar que su olor permanecerá conmigo el tiempo suficiente como para que mi mano se sienta renacida. Cuando vuelvo a mirarle él me devuelve una expresión feliz y yo suspiro mirando alrededor y recordándome que estamos aquí para una sesión de terapia. Él también lo sabe y se mira las manos sobre el regazo mientras yo le miro a él.

-¿De qué quieres hablar?

-La verdad es que me da igual. –Contesta encogiéndose de hombros a lo que yo miro mi libreta y vuelvo a releer lo que él escribió sobre mí con una mueca atontada. Paso la página, apunto el nuevo día y le devuelvo una mirada complaciente.

-¿Quieres que hablemos de lo que me dijiste ayer? –Le pregunto a lo que él me mira con una mueca sonriente que se deforma en una algo más confusa hasta que gira levemente la cabeza en forma de cuestión.

-¿Qué te dije? –Pregunta a lo que yo asiento comprendiendo que en el estado en que se encontraba probablemente no recuerde lo que dijo en aquella situación semiinconsciente.

-Me pediste que te curase, que no soportabas más esto…

-Ah… -Dice y parece que se acuerde pero su ceño fruncido no parece recordar el momento exacto. Probablemente si sea su idea, pero no recuerde haberla vocalizado.

-¿Te acuerdas?

-No. –Dice, seguro-. Pero sí… quiero terminar ya con esta terapia. –Dice un tanto triste y verle borrar la sonrisa de sus labios me hace sentir culpable de ello.

-Me alegra que te muestres tan dispuesto a ello. –Digo y él asiente, bajando la mirada a sus manos. De súbito recuerdo el instante, y el sabor de sus labios. Pensar en que lo recuerde me hace sentir un subidón de adrenalina incontrolable y comienzo a presionar el reverso de la pluma contra el papel, con fuerza desmesurada-. ¿Te acuerdas de algo más? –Pregunto a lo qué él me mira con una mueca preocupada.

-La verdad… es que está todo un poco borroso.

-Podrías haberte ahogado… -Murmuro pero no directamente a él, lo digo casi como un susurro para mí mismo. Como una situación de la que acabo de ser consciente. Saberlo me hace sentir débil e indefenso pero verle delante de mí sentado con esa expresión dulce, me llena de entusiasmo.

-No recuerdo cuando comencé a perder la consciencia. –Reconoce pensativo-. Desde lo último que recuerdo hasta que volví en mí en la bañera de agua caliente, lo siento todo como un sueño, como la realidad entre niebla…

-Humm… -Pienso para mí y lo apunto rápido en la libreta. Me hace sentir más tranquilo-. Tengo una idea. ¿Qué te parece hablar de la interpretación de los sueños? Es algo fundamental que no hemos tocado todavía. ¿Hum? –Le pregunto a lo que él me mira algo pensativo y desconforme.

-La verdad es que no tengo sueños, y los que tenga, los olvido rápido al despertar. –Me dice desanimado y encogiéndose de hombros.

-Eso es señal de que tienes un sueño profundo y regulado. Normalmente recordamos los sueños cuando nos despertamos en plena fase REM, y no dejamos que nuestro cerebro vaya pasando por todas las fases necesarias para despertar. Es por eso que no recuerdas tus sueños, porque duermes adecuadamente.

-Supongo que está bien… -Dice.

-Para mí no, porque me habría gustado saber qué sueñas. –Le digo triste a lo que él hace un esfuerzo pensativo y acaba sorprendiéndome con una sonrisa más o menos complaciente.

-La verdad es que los últimos sueños que recuerdo han sido el día en que os pasasteis con la morfina y el otro día en la bañera. Más que sueños lúcidos son como unos recuerdos muy muy borrosos y confusos. –Dice y de repente me aparta la mirada riéndose tímido. Esa expresión me suscita nerviosismo.

-¿A qué viene esa risa?

-Es que me da vergüenza, porque las dos veces he soñado lo mismo.

-¿Qué has soñado?

-Es una tontería sin importancia. –Dice negando con las manos, realmente arrepentido de habérmelo confesado. Yo acabo negando con el rostro, desaprobando su conducta.

-Tontería o no, es importante que me lo digas. La mínima absurdez puede ser un gran dato de relevancia. –Me mira tímido y mis palabras acaban por convencerle, haciendo memoria de sus recuerdos.

-La verdad es que no sé cómo explicarlo. Las dos veces ha sido lo mismo. He sentido tus manos rodeándome y después, un beso en los labios. –Yo le miro sorprendido y pasmado y borro todo rastro de felicidad de mi expresión. Él continúa-. El beso se siente muy real pero el resto de mis sentidos están descontrolados. A veces no veo nada, solo sueño con la sensación de tus labios, el tacto es confuso, el sonido es el de un pitido intenso que se prolonga durante mucho tiempo…

-¿Has soñado que nos hemos besado? –Pregunto muy probablemente palideciendo y él me mira y es consciente de que mi rostro ha cambiado considerablemente. Él también borra su expresión divertida para permanecer con la vergüenza y sumar el miedo y la confusión por mi reacción.

-No te lo tomes como nada personal. Supongo que es algo normal…

-Normal… -Repito con su mismo tono de voz.

-Sí. Pasamos tiempos juntos, no veo a nadie más, me tocaste… -Murmura y yo entrecierro los ojos con esa expresión paralizada.

-¿Se lo has contado a otros doctores…?

-No. –Niega en rotundo, casi ofendido, pero no por la idea de que le vean como un enfermo, sino con que yo olvide la confianza que nos tenemos. Me mira con ojos curiosos y los entrecierra a la par que yo, pensativo.

-¿Cómo son esos recuerdos vividos? –Le pregunto a lo que él me aparta la mirada dubitativo.

-Borrosos. En ellos me siento aturdido y mareado, pero a la par, una pequeña parte de mí cree que es real… que es solo efecto de mi estado de… -Detiene sus palabras y desvía su mirada a mí con esos ojos profundos y oscuros que me acorralan y trago saliva impasible, con la espalda erguida y con las manos apretando el cuaderno sobre mi regazo abierto. Espero sus palabras de esa expresión cómplice y ofendida. De esos ojos negros de gran poder-. ¿Son sueños? –Pregunta-. ¿O ha ocurrido de verdad?

-¿Qué insinúas? –Le pregunto alzando la voz, fingiendo sentirme ofendido porque él considere real algo que realmente fue el mejor momento de mi existencia en estos últimos años.

-Insinúo que yo estaba ido… y tú… no sería el primero chico al que besas… -Me dice y yo me levanto de la silla con la mirada fija en él intentando no apartarla para no mostrarme débil o culpable por nada. Mantengo el contacto hasta que parece que se lo cree y le señalo con un dedo acusador.

-¡No se te ocurra volver a decirme algo así! ¡Yo no soy un pervertido! –Le espeto apretando mi mandíbula, sintiéndome temblar y caer al suelo por momentos como un animal que acaba de aprender a caminar. Me desplazo hasta la puerta con intención de marcharme pero sus palabras me acompañan hasta la salida en un triste susurro confuso y ofendido.

-No he dicho que lo seas… -El sonido de su voz se queda en el interior de la estancia y cierro detrás de mí con un golpe seco, haciendo que amortigüe cualquier otro sonido dentro de mi cabeza, pero no consigo ahuyentar su mirada decepcionada para conmigo al sentirse ultrajado por haberle besado. Si supiera cuanto me duele la simple idea de que piense que lo he hecho por placer y no por el propio sentimiento de tristeza que me ha estado devorando. Si supiera cuanto quema esa mirada ofendida. Cuanto hieren sus palabras. Llevo mi palma sobre mis labios y entrecierro los ojos apoyándome sobre la puerta a mi espalda. No consigo concebir la idea de que sea consciente del problema que se está cerniendo sobre nosotros. Del miedo que me devora, del pánico que está comenzando a controlarme.

 

 


 

  Capítulo 33                            Capítulo 35

 Índice de capítulos

 

Comentarios

Entradas populares