EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 33

 CAPÍTULO 33


Yoongi POV:

 

Camino a prisa por el odioso pasillo que en este último mes me ha provocado dolores de cabeza con su insufrible luz apagada y con la fría forma en la que me conduce al cuarto de Jimin a pasos lentos por su longitud a lo largo de la institución. Yo mismo me obligo a acelerar el paso con el pelo alborotado y una expresión de sofoco que no consigo deshacer de mi rostro. También una profunda mueca de enfado por el incompetente trabajo de una enfermera y con mi propio criterio al verme incapacitado de tomar el control de una situación y dejarme llevar por ese resentimiento para aplicar un castigo para nada merecido.

En mis manos dos bolsas de agua caliente forradas de tela azul verdoso de franela se sostienen zarandeándose por el peso del movimiento del agua en su interior. Me siento caliente con ellas sobre mis brazos pero al mismo tiempo corre por mis venas aún el subidón de adrenalina como un frío líquido que pone en alerta mis nervios y reflejos. No soy aún capaz de dejar de balbucear cuando me hablan ni de temblar, cuando no estoy corriendo de un lado a otro. Me he sentido por un segundo en el borde de un precipicio del que creí que caería con todo el peso de mis pecados y malas acciones pero se me han visto recompensadas mis buenas voluntades y hemos conseguido estabilizar a Jimin y mantenerle consciente a pesar de que ha entrado en estado de hipotermia. Un baño de agua caliente ha devuelto parte de su temperatura corporal a pesar de que se ha revuelto dentro de su estado de inconsciencia para que no le metiésemos de nuevo en una bañera con agua.

Cuando llego a la habitación de Jimin ya le encuentro en la cama tumbado mientras la enfermera le arropa con cuidado bajo las sábanas y uno de los médicos deja una bandeja con comida encima de la mesilla como parte de su desayuno. Yo aparto a la enfermera y levanto levemente las sábanas a los pies de la cama y meto al lado de sus pequeños pies rosados una de las bolsas que recibe con un gesto de placer al posar los pies suavemente encima, con precaución pero con necesidad. Después me arrodillo al lado de la cama a su lado y me mira de reojo con una mirada un tanto ida y casada. Me retira la mirada al reconocerme y perderme el interés y levanto la sábana que cubría su torso para poner al lado de su cuerpo la otra bolsa, para que su parte superior no se quede fría y quitar la humedad que haya podido quedar en sus pulmones y evitarle una pulmonía.

-Ya estoy aquí, Jiminie… -Le digo en un susurro alcanzando a sentarme sobre el colchón a su lado y de cara a él, con lo que él me mira sin esfuerzo y me devuelve las palabras con un simple asentimiento de cabeza, indicándome que me ha entendido y que no tiene más que decir al respecto. De vez en cuando sus dientes castañean un poco aun por la sensación de frío calada en sus huesos y cierra los ojos encogiéndose en sí mismo. Llevo la mano, casi como un acto reflejo y sin darme cuenta, a su cabello secado a conciencia pero aun con algunas hebras humedecidas, y acaricio su cuero cabelludo y sus cortos mechones en sus sienes. Después sus pálida mejilla y la noto fría. Dejo ahí mi mano como fuente de calor y él cierra los ojos y se apoya en ella, necesitado del poco calor que soy capaz de darle. La enfermera termina de recoger algunas cosas y antes siquiera de que tenga la voluntad de salir, la echo yo con una mirada despectiva, igual que al enfermero. Pero antes de que ella se marche, le reprocho su comportamiento-. Te dije que debías sacarle después de la hora de la cena.

-Lo sé, señor Min. –Dice seguramente agachando la cabeza, porque no la veo. Está tras mi espalda pero yo solo tengo ojos para Jimin, apoyado en la palma de mi mano con los labios entreabiertos.

-Saberlo no te ha servido de nada.

-Lo siento…

-No tienes que disculparte conmigo. –Le corto-. Tienes que hacerlo con él. –Le digo mirando a Jimin y este entreabre sus ojos para mirarme un tanto confuso por la situación. La enfermera se siente confusa y de seguro que está con un rostro dubitativo.

-¿Con el paciente?

-Sí. Ha sido él quien ha sufrido el daño de su incompetencia. –La enferma no responde y Jimin me mira con ojos llorosos y eso consigue enfurecerme aún más-. ¿Va a disculparse o se disculpará ante el director de la institución cuando yo le pida su inmediata dimisión?

Le hablo en voz grave y fuerte y Jimin retira en contacto de su rostro de mi mano en cuanto la enferma aparece por uno de nuestros lados, inclina avergonzada su cabeza frente a Jimin y susurra un “lo siento” que me parece insuficiente pero antes de poder arremeter contra ella, se marcha cerrando de un portazo y oigo sus pisadas alejarse pasillo adelante hasta desaparecer. Es ahora cuando vuelvo a mirar al rostro de Jimin y le regalo una sonrisa amable que él interpreta como un gesto a responder y sube una de sus comisuras de forma endeble.

-Perdóname, Jiminie. –Le digo en un susurro y vuelvo a acariciar su rostro a lo que él se deja. Abre sus labios con un leve castañeo de dientes y me mira directo a los ojos con esos orbes oscuros que terminan por derrumbarme.

-Te… tengo frío… oo… -Dice tartamudeando y cuando termina se encoge en sí mismo cerrando los ojos y ocultando sus labios y su nariz con las mantas. Yo me muerdo el labio inferior y no consigo calmar el miedo y el pánico que me está consumiendo inexplicablemente por dentro a una velocidad que juraría es del todo temeraria.

-Lo sé, pequeño. –Le digo y me inclino cogiendo su rostro entre mis manos y posando mis labios sobre su frente a lo que él cierra sus ojos y se deja hacer. Le siento un tanto tenso pero no lo suficiente como estaría yo en su situación.

Después beso sus mejillas y hundo mi rostro en la línea de su cuello mientras intento rodearle con mis brazos. Cuando me aparto con una sonrisa avergonzada por mi propio comportamiento muevo mis palmas sobre sus brazos bajo las mantas generándole calor pero sé que nada de lo que yo pueda hacer va a ser suficiente por lo que me limito a mirarle con una sonrisa esperanzada deseando que todo pase rápido y el calor le abrace a él tanto como quisiera hacerlo yo. Cuando me detengo él me devuelve una mirada suplicante y yo le miro con una expresión de pena e impotencia que le hace sonreírme él a mí con una mueca forzada de comprensión.

-¿Cómo te encuentras ahora? ¿Mejor? –Niega con el rostro levemente y se hunde un poco más en el colchón a lo que yo vuelvo a acariciar su cabello-. Perdóname. –Le digo con voz endeble-. No sabes cuánto lo lamento, de veras que no quería que te pasara esto.

-No pasa nada… -Murmura con voz suave y casi imperceptible-. Prometo portarme bien de ahora en adelante. –Dice a lo que yo pienso que su cambio de comportamiento es consecuencia de su estado pero ha sido el tiempo para pensar entre el frío y el agua alrededor lo que le ha cambiado. Yo le miro con tristeza pero con sonrisa esperanzadora para que podamos salir de esta impunes de ningún pecado. Le sigo acariciando y él cierra los ojos con mi contacto y yo hago lo mismo, disfrutando de la suavidad de su piel en su mejilla. Está fría pero no tanto como he besado hace unos minutos en el mismo lugar.

-Me he preocupado mucho por ti. –Le digo a lo que él me mira de reojo y sonríe endeble.

-Gracias por preocuparte. –Me dice y me parte el alma la humildad con la que me contesta.

-¿Por qué eres tan adorable? –Le pregunto y casi ni me doy cuenta de que lo he dicho hasta que no recibo una mirada confusa de su parte y me retracto-. Yo… ya sabes. –Digo, balbuceando-. Lo decía no en forma de… joder…

-Tengo frío. –Me dice como si no fuese evidente pero solo intenta sacarme del bucle en el que puedo caer por culpa de mis palabras. Yo suspiro y sonrío triste mientras él se mueve un poco a la derecha de forma que queda más cerca de la pared en la que está la cama. Se mueve con cuidado y frunciendo levemente el ceño por sus extremidades aún levemente doloridas por tanto tiempo en desconexión con su cerebro. Yo me quedo perplejo y me levanto de la cama pero él mira el espacio a su lado que ha quedado al moverse-. Túmbate a mi lado. –Me pide con voz suplicante y necesitada. No puedo negarme a ella por mucho que quiera y desearía poder negarme. Tener el valor para ello al menos y convencerme de que lo hago de forma voluntaria, pero la verdad es que su mirada es la más potente toxina en contra de mi criterio y me dejo llevar por ella para quitarme la americana, ponerla sobre la sábanas sobre su cuerpo y en camisa y chaleco me tumbo a su lado de cara a él pasando mi brazo por encima de su pecho sobre la manta. Se debe sentir agobiado por la presión de tanto peso de ropa sobre él pero se limita a cerrar los ojos, se gira levemente a mí y oculta su rostro en la línea de mi cuello de forma que puedo oler el dulce olor de su pelo. Apenas recuerdo ya cómo era su dulce olor del primer día ni de su colonia, pero sí recuerdo ese opiáceo aroma que me deja sin defensas y sin consciencia. Cierro los ojos hundiendo mi nariz en su cabello y me dejo acariciar por ellos con sutileza. Hablo sin pensar, sin darme cuenta.

-Por hoy no habrá sesión de terapia ni pruebas. Solo descansa, pequeño… -Le digo y él asiente con un murmullo que muere en su garganta y se limita a respirar con tranquilidad y yo le rodeo aún más con mis brazos aplastándole contra mí. No me importa, tengo que hacerlo.

 


 

 

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