EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 31

 CAPÍTULO 31


Yoongi POV:

 

Los ojos de Jimin al mirarme tras decir en alto mis palabras, son unos ojos vidriosos por el vómito y confusos por la situación. Son hirientes, herido. Es una mirada endiablada por una parte, haciéndome recordar el cuadro del Ángel caído de Cabanel, pero al mismo tiempo me hace recordar a un bebé recién nacido que no es capaz de ver más allá de su propio llanto para él aún irreconocible. Ahí tirado, en la cama y aun con vómito por su cuerpo, me hace sentir tremendamente enfurecido por su comportamiento. Comienzo a dudar de mi propio criterio y habilidades como médico y eso es algo que no estoy dispuesto a tolerar. No habrá una sola falta más en el peso de mis manos.

El doctor que se ha quedado en la habitación va de inmediato a coger sus brazos y lo levanta de la cama con un movimiento brusco, aun desnudo y desvalido, haciéndole salir del colchón y pisar de nuevo el suelo. Lo hace con esos pies desnudos y pequeños, rosados, que pisan con cuidado el frío suelo de madera manchada. Jimin al principio se deja hacer, absorto de lo que está sucediendo y es que en realidad no puedo ni imaginar la vorágine de sentimientos y emociones que está albergando en tan poco periodo de tiempo. Se limita a dejarse hacer ante la violenta carga del médico, trasportándolo agarrado de los brazos y en contra de su voluntad fuera de la habitación. Yo les sigo los pasos yendo detrás y viendo como Jimin camina a duras penas mientras es tirado por el médico. Todo su cuerpo desnudo debe sentir el aire frío recorriendo los largos pasillos de la institución y me tomo unos segundos para observar mejor su anatomía que, por segunda vez en todo este tratamiento, le veo sin ropa.

Ha perdido peso desde la última vez que le vi desnudo. Tal vez sea el estrés del lugar y la mala alimentación. No quiero pensar que es a voluntad pero siempre los pacientes han bajado de peso. Sus piernas se notan fuertes pero algo delgadas, su vientre sigue siendo un plano vientre de piel lechosa y movimientos irregulares a medida que respira para adaptarse al paso del enfermero. Su espalda, de hombros pequeños y figura sutil, se mueve acorde con los tirones en sus brazos y puedo ver como estos, la mayor parte ocultos por los brazos del enfermero, tienen grandes moratones de las sesiones de descargas. Desvío mi impudorosa mirada a la forma de sus glúteos. Turgentes esferas rosadas y con movimiento hipnótico al caminar. De vez en cuando su mirada me sorprende y yo desvío la mía, levemente avergonzado pero él sabe que le estaba mirando y no es capaz de concebir otra cosa. Si yo estuviera en su lugar y él en el mío, me habría mirado de la misma forma. La luz de la tarde haciendo eco a lo largo del pasillo se refleja en su pálida piel acaramelada y en la forma de su vello en la parte de su bajo vientre. Puedo ver algunos rayos reflejados en su vello púbico y en el brillo de su mirada. No consigo concentrarme, me siento perdido dentro de mi propio pensamiento. Me siento acalorado.

Cuando comienzan a descender las escaleras ya hay una de las enfermeras esperándonos abajo del todo con unas cuantas mantas blancas sobre sus brazos extendidos. Verla me resulta extraño y acabo comprendiendo el valor de mis órdenes. Me prometo que no será algo tan grave y sigo caminando mirando el suelo de piedra de los pasillos del sótano de esta institución. Nos conducimos hasta una de las habitaciones de puerta de acero y nos colamos dentro con el chirrido de esta ante la atenta mirada de Jimin que no deja de mover sus ojos de un lado a otro, entre el escenario y los personajes, que somos nosotros, en busca de una explicación o al menos una breve introducción a su castigo. Como nadie le responde se deja llevar por los nervios y comienza a removerse de la mano del enfermero a lo que yo acudo a él para retener uno de sus brazos que se había liberado. Me mira con súplica en sus ojos pero yo solo tengo mirada para la enfermera a la que le pido que llene esa bañera de metal en un lateral de la pequeña sala de menos de diez metros cuadrados con agua. Lo hace acercándose a ella, dejando las toallas a su vera, y dándole a la manivela del grifo que comienza a verter un agua medio fangosa al principio pero que poco a poco se va suavizando en color hasta que queda de un amarillo pálido. La bañera se va llenando poco a poco de un agua fría que el propio sonido pareciera incluso relajante, pero las vistas de esa bañera de oxidada hojalata no son nada placenteras. En todo el cuarto solo hay un pequeño recuadro de medio metro de ancho por veinte centímetros de altura sobre la parte superior de la pared contraria a la puerta por donde se puede ver la hierba crecer al otro lado del patio trasero de la institución, la única fuente de luz. La única por el momento, hasta que el sol se vaya y deje esta sala en una oscuridad tenebrosa.

Cuando la bañera está más de la mitad llena, ayudo a la enfermera con las mantas acercándome a Jimin para envolverme en ellas. Lo hacemos ante la confusión de este y ante la seguridad que nos proporciona el enfermero a nuestro lado para que no salgamos nadie perjudicado. Al hacerlo con la primera manta Jimin se intenta revolver, pero al tenerle con la tercera, ya se ve bastante impedido. De un pequeño estante en la sala rescato varios cinturones de cuero que ato alrededor del cuerpo de Jimin y este, con su mirada sobre mi rostro, dibuja un gran interrogante sobre su rostro.

-Así aprenderás a colaborar en la siguiente práctica… -Le digo como excusa a lo que él frunce los labios y yo le desvío la mirada.

-¿Qué es esto? –Pregunta con la voz rota por el miedo-. ¿Qué vais a hacerme? –Cuando termino de atar los tres cinturones a lo largo de su cuerpo le respondo con voz profesional.

-Envolverte en mantas para meterte durante horas en agua fría. La sensación de humedad junto con la temperatura del agua al pasar la noche y bajar las temperaturas aquí, te llevará a un estado de hipotermia que te…

-¿Qué? –Pregunta horrorizado por mis palabras y yo me encojo de hombros mientras le indico al enfermo que le meta en la bañera. Por más que Jimin se mueva, no puede hacer ya demasiado.

-Es un castigo habitual aquí… -Digo y Jimin no me escucha, está preocupado en seguir forcejeando con la presión de las mantas alrededor de su cuerpo.

Tanto brazos como piernas están inmovilizados y por mucho que intente moverse, no puede deshacerse de la presión sobre ellos. Una vez el enfermero le deja dentro de la bañera, las mantas van calando el agua hasta llegar al cuerpo de Jimin que se enfriará en cuestión de minutos. Dada la presión y la constante humedad alrededor de su cuerpo, junto con el hecho de que no puede moverse, le bajará la temperatura hasta la hipotermia.

Yo me quedo mirándole como poco a poco sus ojos vagan por el agua alrededor de su cuerpo. Noto el instante en que el frío del agua comienza a calar en él porque su rostro sufre una mueca y su cuerpo da un respingo. Cuando sucede, me dirige la mirada con una súplica escrita en su rostro y yo me limito a mirar como el agua se mueve en su superficie y baila de un lado a otro en la bañera hasta que poco a poco se va asentado sobre el espacio. Un poco de ella ha salido, un tanto ha mojado los bordes de la bañera, pero poco a poco las mantas se ven cada vez más húmedas y pesadas y me limito a pedir a los enfermeros que salgan y yo les sigo, quedándome un segundo en la puerta esperando por alguna palabra de Jimin pero no recibo ninguna más que unos ojos confusos y vidriosos que están a punto de romper a llorar.

-Pasarás aquí la noche. –Le digo a lo que él abre sus ojos en todo su potencial mirándome como si yo estuviese desquiciado, o tal vez, él delirando. Está a punto de decir algo pero le corto-. Mañana por la mañana tenemos nuestra sesión de terapia. Espero que hayas aprendido a comportarte. –Le digo a lo que cierro la puerta de metal detrás de mí y giro el cerrojo para que no pueda salir desde dentro. Tampoco es probable que consiga salir de la bañera y aun así, no me fío. Antes de alejarme un paso para guiarme con la enfermera hacia las escaleras, oigo su voz desde el interior.

-¡No me dejes aquí, YoonGi! ¡Vuelve! ¡Lo siento! ¡Perdóname! –Suspiro largamente dejando la puerta a un lado y me encamino con la enfermera escaleras arriba mientras el eco de su voz nos acompaña cada vez más distante y sombrío, con un deje de llanto en su voz, puedo incluso visualizar sus lágrimas cayendo por su rostro y fundiéndose con el agua de la bañera. No puedo ni pensar en ello sin mostrar un rostro sombrío a lo que la enfermera a mi lado no dice nada pero tampoco se atrevería si lo hubiera visto. Cuando llegamos al piso de arriba yo la detengo y la miro con profesionalidad carente en mi conciencia.

-Sácale después de la hora de cenar. Habrá escarmentado para entonces. No es necesario que pase la noche entera. –Le digo a lo que ella asiente con diligencia y se encamina a paso despreocupado pasillo adelante. Me quedo mirando como la falda de su uniforme se mueve con esa tonalidad azul cielo que tanto odio. Es un color mucho más repugnante que el gris de este cielo siempre cubierto. Es casi peor que el negro de los ojos de Jimin implorándome por misericordia.

 

 



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