EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 30
CAPÍTULO 30
YoonGi POV:
Camino a paso ágil, sintiendo los pasos de la
mujer que me acompaña a mi lado. Lo hago mirándola de reojo pero ella gira todo
su rostro a mirarme como una muestra de total entrega a su trabajo. Yo le
retiro la mirada más asqueado que avergonzado solo por la idea que va a hacerse
presente en unos instantes y a medida que caminamos en dirección a la
habitación de Jimin, ella va mirando alrededor. No es la primera vez que está
aquí, pero tampoco será la última. Cuando llega este momento de la terapia a
veces me pregunto, qué haría yo en la situación del paciente y siempre niego
con la cabeza deshaciéndome de esa idea pero esta vez no puedo evitar ponerme
en su situación y cavilar duramente en qué diablos sería de mí. Tal vez me
dejaría hacer o haría lo que se espera de mí solo con tal de que pase rápido el
mal rato. También se me ocurre la posibilidad de salir corriendo o incluso de
dejarme llevar por un arranque de ira incontrolable, pero descarto esas
opciones dado que no quiero enfrentarme solo a todo un equipo médico.
Cuando llego frente a la puerta del cuarto de
Jimin y miro a la mujer en forma de pregunta en cuanto a su estado, ella
asiente y me indica que está lista para realizar su cometido. Yo no lo estoy
para presenciarlo pero no tengo otra alternativa y giro el pomo sintiendo como
hace ruido y las personas en el interior del cuarto todas se giran a mi
dirección a medida que entro en el cuarto acompañado de la mujer vestida de
calle. Jimin es del primero que recibo una mirada y no es una contenta o
incluso enfadada, es una confusa expresión de no saber qué diablos va a
suceder. Está sentado en su cama al abrigo de dos enfermeros vestidos uno de
blanco y otro de verde apagado que le custodian para, no solo no echar la
terapia a perder, sino para que nadie salga herido. No sé cómo la influencia de
estos dos hombres puede influir en su comportamiento. Normalmente las
estadísticas señalan que son una gran presión sobre el paciente y este cumple
religiosamente con su mandato de forma que no se vea aun más intimidado. Pero
Jimin es un paciente peculiar, y todo lo que pueda pensar que hará, acabará
decepcionándome.
Una vez dentro de la sala, los dos enfermeros
se apartan un paso hacia atrás dándole libertad a Jimin de reaccionar ante mi
presencia y este se limita a ponerse en pie y a saludarme con una sonrisa y una
inclinación de cabeza. Yo, sin responder a su gesto, señalo a la mujer a mi
lado con un movimiento de mi mano y esta inclina su rostro ante Jimin pero no
de forma elegante, más bien como una obligación social, dado que ella lo único
que va a hacer es contribuir de forma altruista a que un enfermo se recupere.
-Esta es la señorita Han. –Digo con voz neutra
y Jimin la mira y la sonríe con una dulce y amable sonrisa que me deja
descolocado. No sabe nada, o probablemente sea el mejor actor del mundo-. La
prueba de hoy consistirá en mantener relaciones sexuales con esta mujer y
comprobar la rapidez con la que eyaculas, el tiempo del coito…
-¿Qué? –Me corta Jimin un tanto impactado por
mis palabras y ahora sí que torna su expresión a una de recelo frío y distante.
Los enfermeros están alerta y yo puedo sentir como poco a poco la decepción y
la impotencia van embriagando su cuerpo-. ¿Quién va a acostarse con ella?
–Pregunta no muy seguro de la prueba.
-Tú. –Le contesto simple y él niega con el
rostro, en desacuerdo con mis palabras, convencido de que tiene voz y voto en
esta terapia y yo alzo mis cejas, sorprendido por su conducta.
-No. No voy a hacerlo. –Sentencia.
-¿Por qué no? –Pregunto y los enfermeros dan un
paso con intención de lanzarse contra Jimin y obligarle a ello pero yo los
detengo con un gesto de mi mano-. ¿Por qué no vas a hacerlo?
-Porque no puedo. –Dice, con palabras claras y
tranquilamente, como intentando hacerme comprender que no está en su mano la
decisión, apelando a nuestra confianza para hacerme entender que no puedo
obligarle a algo como esto.
-No eres impotente. –Le digo y él me mira con
mejillas un poco coloreadas-. Puedes mantener relacione sexuales con alguien…
-No puedo hacerlo con cualquiera igual que
nadie puede hacerlo así, sin más…
-Debes intentarlo. –Le digo resignado a su mala
conducta. Miro de reojo a la señorita a mi lado y comienza a desvestirse,
primero el abrigo, que cae al suelo, y progresivamente se va desabotonando la
blusa. Esperaría que esto pusiese más nervioso a Jimin pero al parecer solo
siente un ligero rubor ante el desnudo femenino, nada de excitación ni rabia.
Simplemente evita mirarla y concentra su atención en mí, y maldita sea, esto es
peor.
-No voy a poder hacerlo. No quiero. No me
gusta. –Dice algo más alterado a medida que va viendo que no tiene escapatoria.
-¿No te gusta ella? ¿Prefieres otro tipo de
chica? –Yo miro a la chica que tiene unas características atractivas y
normales. Jimin niega con el rostro.
-No me gustan las mujeres…
-Tómatelo como una experiencia de aprendizaje.
¿No me preguntaste el otro día que cómo se sentía al estar excitado por una
mujer? Vamos, aprovéchate de esto. –A mis palabras Jimin retrocede un paso y
uno de los enfermeros le sujeta por el brazo, lo que hace que Jimin, como por
un resorte, comience a ponerse aún más nervioso hasta el punto en que ni él
mismo es capaz de calmarse. Yo me acerco a él y con ayuda del otro enfermo
comienzo a desvestirle. A la fuerza, como es evidente mientras recibo miradas
de súplica de sus ojos, mientras sus manos se debaten por forcejear con las
mías que, obviamente, son más débiles que las del enfermero. La camisa acaba
medio rasgada en el suelo y mientras se cubre con un brazo el tórax, con la
otra sujeta con fuerza sus pantalones para no verle aún más descubierto. No era
más que necesario sacar el pene de entre sus pantalones, pero desnudo por
completo, se ve más vulnerable y acceden con más facilidad al coito. Me temo
que me siento perdido en mi propia terapia dado que este no es un paciente
cualquiera.
-¡No me pongas las manos encima! –Me grita a mí
pero también se dirige al enfermero que le desabrocha los pantalones. Lo hace
con agilidad y esquivando los manotazos de Jimin y su mal genio. Tras forcejear
durante un par de minutos acabamos tumbándolo a la fuerza sobre su propia cama
y mientras que yo me alejo y el otro enfermero me sustituye, sujetando uno de
sus brazos, la chica se acerca despacio y con cautela de no llevarse un golpe y
se acaba encaramando sobre Jimin de forma que sus sexos entren en contacto. Yo
me alejo unos segundo respirando con dificultad y el sonido de los gritos de
Jimin me hacen dar un vuelco al estómago. Son gritos de palabras inconexas sin
sentido. No intenta decir nada, solo expresa su frustración ante la impotencia
de la situación. Veo como la chica se mueve sobre su pene y este sigue dormido
mientras las caderas de Jimin por una parte intenta no moverse para no crear
fricción, pero por otra parte, es lo único que puede mover, dado que un hombre
ha inmovilizo su torso y el otro se ha dirigido a sus piernas. El pelo de la
chica cae por su espalda como una cascada de ónice líquido. Me mira de vez en
cuando buscando mi aprobación en sus gestos y yo asiento indicándole que
continúe. Los enfermeros se dedican a limitar los movimientos de Jimin y este, sobre la cama, se revuelve de vez en
cuando llamando por mi nombre. Es en esos momentos en los que me siento
desconectar de la terapia para centrarme en su voz, pasados al menos cinco
minutos no cambia la situación y me veo en la obligación de intervenir,
apartando a uno de los enfermeros y sustituyéndole, de forma que Jimin centre
su atención en mi voz.
-Vamos, tienes que hacerlo…
-Es mi primera vez. –Me dice con el rostro
enrojecido y con lágrimas cayendo de sus ojos a través de sus sienes-. No me
hagas hacer esto así… -Su voz se corta por una mueca de incomodidad y se mira
rápido el cuerpo. Yo le sigo la mirada y la chica se ha penetrado a sí misma
con el dormido pene de Jimin. Esta realiza una deliciosa actuación
interpretando perfectamente los sonidos de gemidos que se espera de ella y se
mueve de forma rítmica saltando sobre el vientre de Jimin. Yo retiro la mirada
para volver al rostro de Jimin que ha palidecido y está con ojos cerrados y
labios apretados. Yo, con cuidado de sus intenciones, le dirijo una de sus
manos en tensión hacia el cuerpo de la chica para que palpe sus senos. Él no
desenvuelve la mano de un puño cerrado pero cuando le obligo a ello, se agarra
a la cintura de la chica que se mueve sobre su pelvis. Esta aumenta su
velocidad y Jimin comienza a gemir lastimero. No es por el placer, puedo verlo,
es por la forma en que se siente violentado y traicionado.
Pasados otros cinco minutos Jimin vuelve a
revolverse con más intensidad. De una forma más necesitada y con la urgencia de
algo que no soy capaz de comprender. Me sorprende la posibilidad de que tal vez
se esté endureciendo o incluso que vaya a correrse, pero en el momento en el
que le veo con la clara intención de incorporarse incluso a costa de su propia
integridad por la forma en que le tengo retenido, yo mismo me aparto y le veo
girarse para volcar su torso al pie de la cama, vomitando. Me he aparatado en
el momento justo para que eso a mí no me afecte, pero una de las piernas de la
chica se ha manchado y el enfermero no es capaz de asimilar lo que está
sucediendo, levantando el rostro de Jimin por el pelo y haciéndole incorporar en
la cama. La chica se levanta asustada y ofendida y mientras se limpia con una
toalla comienza a soltar improperios. Yo me quedo ahí parado ante el barullo
generalizado. La importancia de que nada salga bien, la ofensa de que esté
jugando con mi paciencia.
Miro directo al charco de vómito que va desde
sus propias sábanas hasta el borde, cayendo a plomo en un charco en el suelo.
Es un vómito de color amarillento por el puré de calabaza de la comida y con
tropezones del filete de ternera. El olor es nauseabundo y la escena es del
todo repugnante. Un Jimin desnudo sobre su cama, encogido de forma que esté
intentando escaparse de las manos del enfermero mientras veo como tiene rastros
de vómito por su mandíbula, cuello, torso y muslos. Suspiro largamente cerrando
los ojos con fuerza. Miro a uno de los enfermeros y le indico que se lleve a la
mujer, la cual obedece sumisa y el enfermero igual. Cuando nos quedamos a solas
hago llamar a una de las enfermas para que limpie el estropicio mientras me
quedo mirando como Jimin tiene la intención de limpiarse también pero niego con
el rostro, confuso.
-Llévalo a una de las bañeras del sótano. –Le
digo al enfermero el cual me mira con una mueca de sorpresa-. Necesita un
castigo por su comportamiento.
Comentarios
Publicar un comentario