EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 23
CAPÍTULO 23
Yoongi POV:
Hoy ha vuelto a salir el sol tras las nubes.
Las acaparadoras nubes grises, y dejan entrar pequeños rayos de sol a través de
las cortinas y ventanas del pasillo de camino a la sala de terapia. Camino con
mi libreta bajo el brazo mientras me coloco la pluma en el bolsillo de la bata
y me la atuso para que pierda todas sus arrugas. Está algo sucia en algunas
partes de la tinta que a veces queda en mis dedos y sin querer rozo con la
bata. Me coloco algo mejor la corbata sobre mi camisa y la cintura de mis
pantalones. Camino tranquilamente mientras huelo el rocío colarse por las
ventanas abiertas algunas. Cuando estoy de cara al pasillo en donde se
encuentra la sala de terapia, veo como la puerta de esta se abre y sale Jin
cerrando detrás de él con una mueca seria, pero al recaer en mí, me sonríe con una
amable expresión amigable. Comienza a caminar en mi dirección y yo en la suya,
pero en realidad me dirijo a la sala de Jimin. Me para en el momento en que
coincidimos y palmea repetidas veces mi hombro con una sonrisa demasiado
amable, más bien, orgullosa. Yo le miro de arriba abajo con una expresión
desconfiada a lo que él me saluda.
-Buenos días, Doctor Min. –Me dice evitando que
escape a escabullirme al interior de la sala-. Tengo que disculparme contigo,
estás haciendo un muy buen trabajo. –Me dice y yo frunzo el ceño.
-¿Qué hacías en la sala de Terapia? –Le digo
con una mueca celosa, de su intromisión en mi trabajo a lo que él me sonríe con
complicidad.
-Estaba informándole a Jimin de que hoy le
haremos una extracción de sangre para comprobar sus niveles de hormonas y
comprobar no solo que se está tomando la pastilla, sino que le está haciendo
efecto. –Me dice y yo asiento, conforme. De nuevo intento escabullirme de su
agarre pero él me sujeta por el brazo, dado que no ha terminado de hablar-. No te
vayas tan rápido. ¿Qué prisa tienes? –Me pregunta y yo me llevo mi mano directa
al reloj oculto en mi chaleco descubriendo que aún quedan unos cinco minutos
hasta que empiece oficialmente la hora de terapia. En realidad, nunca cumplo
una hora, siempre acabo yéndome antes, así que tampoco importa. Suspiro
mientras devuelvo el reloj al bolsillo de mi chaleco y me giro a Jin con una
mueca impaciente y subordinada.
-¿Qué ocurre?
-Solo comentarte que hoy le he visto muy amable
y alegre. –Me dice con una sonrisa esperanzadora-. No había visto a un paciente
tan tranquilo y menos después de una sesión como la de ayer.
-¿Estaba tranquilo? –Le pregunto a lo que él
asiente.
-Más que eso, estaba encantador. Me ha dado los
buenos días y me ha despedido con una sonrisa amable que no le había visto a
ningún otro paciente.
-¿Qué me quieres decir con eso? -Le pregunto
directo.
-Solo felicitarte por el tratamiento. Veo que
has sabido estabilizar sus impulsos.
-Solo soy amable con él. Es un chico
inteligente, solo pide ser tratado como una persona, no como un objeto.
-Sabes que aquí la individualidad no se premia.
-Pero él lo sabe. Y sabe que quitándole la ropa
y encerrándole en habitaciones de colores neutros solo intentamos borrar la
creatividad y la iniciativa de él. Es mucho más listo de lo que crees.
-¿Cuál es tu truco para que se comporte de esta
forma? –Me pregunta fascinado a lo que yo ruedo los ojos-. El primer día hubo
que anestesiarle o nos partiría la cara a todos…
-Solo tratarle como una persona, explicándole
que sus sentimientos son erróneos y que con su ayuda podremos hacerle dejar de
sentir tan oprimido y confuso ante todo. Es un chico confundido, como todos los
que entran aquí. A algunos les funciona la mano dura pero con otros hay que
tener un poco de mano izquierda. –Digo y sentencio, girándome a la puerta a lo
que él vuelve a aprisionarme con la mano.
-Discúlpame por ponerme así el otro día
contigo. Eso me demuestra que aun tengo mucho que aprender del gran Min Yoongi.
–Me dice, palmea un par de veces mi hombro y se va. Yo me quedo mirando mi
hombro que ha presionado y ruedo los ojos suspirando y entrando en el interior
de la sala con una mueca aún confusa. Me siento en la silla vacía frente a
Jimin y este me devuelve una mirada alegre con una sonrisa como saludo. Yo le
devuelvo el saludo con la mirada y abro la libreta apuntando el día y la hora.
Lo poco que he apuntado en las otras páginas vuelve a sorprenderme, de veras
que soy incapaz de centrarme en algo que no sea Jimin.
-¿Hace falta que te pregunte lo de siempre?
–Digo mientras abro mi libreta y le veo de reojo como le da cuerda a la cajita
de madera que le devolví anoche. Él sonríe, tímido y niega con el rostro
soltando el pequeño enganche de metal y dejando que este gire, haciendo sonar
la música que acompaña en el ambiente. Ya incluso la echaba de menos y no le
digo nada por ello. Él tampoco se espera que él diga nada y la mira con una
sonrisa amable e infantil-. ¿Sabes? –Le digo antes de empezar una
conversación-. Jin me ha felicitado por tu estado de ánimo. –Digo, él no parece
sorprendido y sonríe mirando aun la caja.
-Lo sé. Os he oído a través de la puerta.
–Dice-. Estos muros son finos como hojas de papel. –Termina y yo le miro
sorprendido a lo que él me devuelve una mirada cómplice-. Soy una persona
educada, aunque no lo parezca.
-¿Así que estás de buen humor?
-He tenido días peores. –Dice con un
encogimiento de hombros a lo que yo frunzo el ceño.
-A parte de filólogo también eres actor. –De
nuevo el mismo gesto desinteresado.
-Lo he hecho por ti. –Me dice con una mueca de
conformismo.
-¿Por mi? –Pregunto sorprendido a lo que él
asiente.
-Un favor por otro. –Dice levantando la cajita
y, mostrándomela en sus manos-. He notado tiranteces entre vosotros. Y no
quiero causarte problemas en la institución.
-No eres un problema. –Digo, sincero y halagado
por su comportamiento-. Es normal que un paciente a veces reniegue del
tratamiento o se muestre violento.
-Después de dos semanas aquí no es de recibo
que me siga comportando de esa manera.
-¿Sigues actuando conmigo? –Le pregunto
entrecerrando los ojos, sospechando de sus palabras amables.
-No. –Niega, rotundo-. Es la verdad.
-¿Qué te ha llevado a tal conformismo?
-No es ningún conformismo. Yo sigo renegando
del tratamiento, pero golpear a la gente no es forma de hacerlo. –Dice
convencido a lo que yo niego con el rostro deshaciéndome de sus palabras en mi
mente y miro mi agenda en blanco.
-Bien, ¿de qué quieres que hablemos hoy? –Él se
encoge de hombros-. ¿Puedo elegir yo por hoy? –Pregunto a lo que él vuelve a
repetir el gesto de encogerse de hombros. La música pierde fuerza, se detiene a
los segundos.
-Claro…
-¿Qué piensas sobre tu futuro? ¿Cómo lo ves?
–Pregunto a lo que él tiene que hacer un titánico esfuerzo no solo por
comprender mi pregunta, sino también por pensar en una respuesta. Si no tiene
una respuesta ya hecha en su mente, no va a sacarla ahora. Es demasiado
complejo, un proceso demasiado lento-. Sé que apenas en el principio de la
terapia aun no puedes responderme a nada como esto. Y si no recuerdo mal ya
hablamos de algo así antes. Hablamos de cómo sería una relación de pareja con
un hombre. –Asiente-. Pero yo hablo de que te hagas una idea de cómo sería tu
vida si superases el tratamiento y te enamorases de una mujer. –Mi aclaración
le hace parecer aún más confuso pero hace un esfuerzo aún mayor por imaginarse
una vida de esta forma.
-Supongo que me casaría con ella. –Dice,
simple-. Y tendríamos hijos. –Sentencia.
-¿No puedes echarle un poco de imaginación? –Le
pido-. ¿En qué trabajarías? ¿En qué te gustaría que trabaje tu mujer?
¿Preferirías que ella se quedase cuidando de los niños? ¿Cuántos hijos te
gustaría tener? –Pregunto-. ¿Cómo llamarías a tus hijos?
Tras varios segundos en los que él piensa una
respuesta, eternos segundos de un silencio terrible, él acaba contestando a tan
solo una de mis preguntas un mero nombre que de sus labios, se hace incluso
doloroso.
-JungKook. –Dice con una mueca seria. Yo frunzo
el ceño reprimiendo un espasmo y le miro con la pluma apoyada sobre el papel en
blanco.
-¿Qué? –Pregunto.
-Si tuviese un hijo, aunque fuera solo uno, le
llamaría JungKook. –Sentencia.
-¿Por qué? –Pregunto entrecerrando los ojos a
lo que él se encoge de hombros. Por hoy le he visto suficiente ese gesto.
Comienza a exasperarme.
-No lo sé. ¿No es bonito el nombre? Suena
adorable. –Yo levanto las cejas y apunto el nombre en la agenda. Es la primera
vez que lo hago y verlo de mi caligrafía se ve horrible.
-¿Conoces a alguien con ese nombre?
-Creo haber coincidido con uno en la escuela.
–Dice haciendo un esfuerzo fingido. Solo sé que es fingido porque conozco la
verdad.
-¿Seguro? Normalmente elegimos los nombres de
nuestros hijos por personas que nos han inspirado en nuestra vida, por modelos
a seguir o personas de nuestra familia o entorno que han sido importantes para
nosotros.
-Vaya tontería. –Dice negando con el rostro-. A
mi mis padres me pusieron Jimin porque se lo recomendó el médico como una
sugerencia convencional. Nada más. –Dice arrugando la nariz y yo sonrío,
divertido. Acabo suspirando dando por terminada la indagación y me centro en
las preguntas que me ha dejado sin responder.
-¿Y del resto de cosas? ¿Qué opinas?
-Opino que mi mujer podría hacer lo que le
viniera en gana, tendríamos tantos hijos como bocas nos diese nuestro sueldo
para mantener y en respecto a mí, ¿trabajar en qué? ¿Qué importa? Profesor, investigador…
-Esto es lo que más claro tienes que tener, al
fin y al cabo, si sales de aquí es lo primero en lo que tienes que pensar.
-No. En lo primero en lo que tengo que pensar
es en repetir el último curso de la carrera, dado que probablemente pierda la
evaluación continua y no pueda presentarme a los exámenes de final de grado y
no haga el trabajo final. Tendría que repetir, pagar el doble de dinero y,
además, pensar en qué diablos va a trabajar mi futura mujer y de qué color va a
atener el coño… -Dice enfadado.
-¿Por qué te enfadas?
-Porque no tienes ni idea de lo que es la vida
real. ¿Acaso importa mucho en lo que trabaje una persona? ¿Importa cuántos
hijos tenga? ¿Qué le guste? ¿Cómo sea su casa o su cuerpo?
-Solo estábamos hablando de una situación
hipotética. –Le digo, frunciendo el ceño-. A veces está bien fantasear para
tener una meta más clara de la situación que te vas a encontrar al salir de
aquí.
-¿Quieres que imagine una motivación para
afrontar mejor el tratamiento?
-Quiero que te hagas pronto a la idea, de que
si sales de aquí, vas a casarte, y vas a tener hijos. –Jimin frunce el ceño, le
da cuerda a la cajita y la mira, pensativo. Yo ruedo los ojos y apunto en mi
libreta su repentino enfado-. No sé si ha sido buena idea darte la caja. –Digo
a lo que él la protege con sus manos de mi mirada. A los segundos suspira y me
devuelve la mirada.
-Lo siento. No tenía que haberme puesto así…
-Dice, con mirada amable.
-Conmigo no finjas que sientes arrepentimiento.
–Digo-. No soy Jin, sé cuando me estás mintiendo.
-No lo sabes. –Dice seguro a lo que yo sonrío
más ampliamente pero borro mi sonrisa involuntaria. Suspiro y miro mi agenda-.
Hablemos de otra cosa. –Me pide a lo que yo asiento conforme y él me mira,
cómplice-. Háblame de las marcas en tu muñeca. –Me dice señalándome con la
mirada pero yo niego con el rostro.
-No. No voy a contarte nada de mi intimidad.
–Digo firme-. Eso fue hace mucho y no te concierne ni tienes porque saberlo.
-Oh, vamos hyung. –Me señala de nuevo-. Yo sé
que es eso. Solo dime porqué fue. ¿Por qué alguien se haría eso? Fue solo para
desahogarte. –Yo suspiro y sigo mirando hacia mi regazo. Cuando le devuelvo la
mirada lo hago de forma hierática, para que yo no pueda ver nada en mi
expresión que le indique qué pienso.
-No voy a darte explicaciones, no insistas.
-Es un buen momento. ¿No crees? –Yo frunzo el
ceño-. Tenemos tiempo y no hay nadie. Yo tengo curiosidad y tú ganas de
contármelo.
-No tengo ningunas ganas. –Digo, firme.
-Oh, vamos. –Dice, serio-. Déjame ayudarte. Yo
sé que puedo hacer algo por ti. Hablar te sentará bien. Todos tenemos secretos
que tenemos que cargar, todos soportamos algún peso. –Sus palabras me trasladan
a la carta que leí anoche. Al principio pienso que es solo una locura de mi
mente cansada pero no, a medida que sigue, me voy reconociendo en sus
palabras-. ¿Sabes? No importa lo que sucediera, lo importante es que parece que
lo superaste, pero si alguna vez quieres hablar de ello, siempre puedes contar
conmigo. Sabes más de mí que mis padres y eso también puede ser recíproco. –Yo
frunzo el ceño y trago saliva.
-Déjalo. Por favor… -Suspiro.
-¿Es por lo de las tres muertes? –Pregunta y yo
alzo la mirada, a lo que él se sobresalta por haber dado en el clavo-. Es por
eso, ¿verdad? ¿Quiénes fueron? Pacientes, ¿verdad? ¿O no?
-Basta ya, Jimin. –Le digo con una mirada
suplicante a lo que él la entiende y baja el rostro, levemente acalorado por su
excitación.
-Puedes confiar en mí. –Me dice y yo suspiro
largamente.
-No es porque no confíe. Es porque no quiero
hablar de eso. ¿No lo entiendes? Es demasiado complicado.
-Nada es lo suficientemente complicado.
-Esto sí lo es. Está por todas partes mire
donde mire, no puedo librarme de esos pensamientos, de esos recuerdos.
–Comienzo a vocifera, nervioso sin medir mis palabras. Él me escucha atento-.
No te haces una idea de lo complicado que es siquiera asimilarlo. Me cuesta
incluso a mí entender qué diablos ocurre y en realidad el problema soy yo.
–Sigo sintiendo mis mejillas enrojecidas, pero la respuesta de Jimin es clara y
simple.
-Hablas como él. –Sentencia. No creo que sepa
de quién está hablando pero sé perfectamente de quien habla y lo peor, es que
no me sorprenden sus palabras. Ya sé que hablo como él. Porque siento lo mismo.
Porque somos iguales. Con sus palabras sentencio la conversación y me levanto
recogiendo mi libreta y saliendo dando un portazo. Dejándole ahí dentro y
apoyándome yo en la puerta. Sin aguantar un solo segundo me llevo una de mis
manos a mis ojos y me cubro estos llorando en el mayor silencio que puedo. La
presión de un nudo en mi garganta me oprime y quema como el infierno. Recuerdo
que estas paredes son tan finas como papel y me alejo de la puerta regresando a
mi consulta, exasperado y tremendamente agobiado.
Comentarios
Publicar un comentario