EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 20

 CAPÍTULO 20


Yoongi POV:

 

-¿Te has tomado la pastilla? –Le pregunto como cada día a lo que él sonríe con una mueca sarcástica y asiente mientras mira fuera. Hoy ha salido el sol tras varios días de nubes grises. Este no dura mucho con la misma intensidad, acaba degradándose a un amarillo apagado que nos sume de nuevo en una habitación gris y aburrida. Yo apunto en mi libreta sintiéndome vulnerable y analizado por sus ojos. Sé que me mira cuando yo bajo mi mirada, sé que va a preguntarme sobre lo que ocurrió ayer, pero no estoy dispuesto a tolerar una sola violación en mi vida privada. Ni una sola-. ¿Rezaste anoche?

-Sí. –Me contesta y su intensa mirada me avergüenza. Me hace sentir débil y febril. La retiro de él con una mueca asertiva.

-Bien.

-Volví a rezar por ti. –Me dice a lo que yo levanto la mirada. Él me la devuelve con intensidad y estoy a punto de retirarla de nuevo pero me obligo a reforzarla con una sonrisa irónica. Incluso asqueada.

-¿Por qué hiciste eso?

-Solo Dios sabe qué diablos te sucede y le pedí por tu alma. –Me dice, con voz amable y frágil.

-Pensé que no creías en Dios. –Le digo sorprendido por sus palabras a lo que él se encoge de hombros.

-Pero tú sí. Y con todo eres un buen hombre. -Sus palabras me sobresaltan y cierro mi libreta mirándole con una expresión sorprendida.

-Vaya, al parecer la terapia comienza a tener sus frutos.

-No es cosa de la terapia, -dice confuso-, eres un hombre inteligente y dedicado, firme en sus creencias. –Me dice y yo le retiro la mirada. De nuevo esa absurda y vulgar palabrería que me hará irme de la lengua. No estoy dispuesto a caer de nuevo y niego con el rostro palmeando la libreta con insistencia.

-Gracias por los halagos, pero no estamos aquí para inflar mi ego, sino para hablar de ti. ¿De qué quieres hablar?

-Pensé que por un día más podríamos hablar sobre ti… -Pide con un puchero, mirándome con una expresión aniñada e infantil que me hace arrugar la nariz.

-Lo siento, pero no. Hoy no. –Digo rotundamente y él asiente convencido pero estoy seguro de que no lo dejará pasar tan fácilmente. Con una mueca de conformismo mira de nuevo a la ventana y puedo ver sus mejillas levemente coloreadas por la luz a través de las blanquecinas cortinas. Sus ojos se entrecierran por la leve luz y después, vuelve a mirarme pensando en algo de lo que quiere hablar.

-Quiero hablar de sexo. –Dice rotundo y yo asiento, conforme con su petición y de nuevo abro mi agenda para apuntar el tema de conversación. Al mirar las hojas anteriores me doy cuenta del pobre seguimiento que estoy haciendo con él por escrito, sin embargo no hay una sola cosa que no haya podido olvidar desde que está aquí en este hospital.

-Muy bien. ¿Quieres que hable yo de algo o tienes alguna pregunta?

-Quiero saber cómo es sentirse excitado por una mujer. –Me dice con curiosidad y la pregunta es ciertamente muy buena. Que sienta ese tipo de curiosidad me demuestra que el trabajo está siendo favorable, pero me sorprendo al no saber qué contestarle. Tanto la pregunta me ha tomado por sorpresa, como yo mismo me siento confuso ante ello.

-Pues… -Digo pensativo, aclarando las ideas de mi mente y él se cruza de brazos esperando una respuesta que tarda demasiado en llegar-. Se siente ardor, comienzas a tener pensamientos descabellados, impuros. Solo piensas en tener a esa mujer en tus brazos y simplemente la posees… -Digo mirándole directamente al rostro para ver su expresión ante mis palabras pero no parece sorprendido ni tampoco satisfecho. Más bien pareciera que ha escuchado lo que quería oír.

-Igual que con un hombre… ¿no? –Pregunta y yo abro la boca para hablar pero me quedo en el intento y cierro los labios, no sabiendo que responder a eso-. Eso es lo que siento, cuando pienso en un hombre. Ardor, ganas de tocar ese cuerpo, después en penetrarlo o en que me penetre… -Le corto.

-Basta Jimin. –Le digo a lo que él me mira encogiéndose de hombros.

-¿A qué esa intransigencia? ¿No se supone que eres mi terapeuta? Tienes que oír todo lo que tengo que decir bien te guste o no. –Dice y me hace caer en mi error y me miro las manos sobre el regazo, suspirando largamente.

-Lo que me molesta es que parece que disfrutes de contarme estas cosas. Solo quieres hacerme enfadar.

-Eres fácilmente irascible. –Se queja pero más bien lo dice como si me informase-. Tal vez si me dejases hablar más en vez de soltarme tus dogmas, entenderías mejor mi caso y sabrías solucionarlo mejor. –Al levantar la mirada me parece estar hablando con mi propia conciencia y esta me muestra fielmente la realidad de mis errores, la verdad de mis debilidades. Yo frunzo los labios.

-Está bien. Tienes razón. –Le digo no muy seguro de lo que voy a hacer-. Habla de lo que quieras. Me limitaré a escuchar y cuando termines, te doy mi opinión. ¿Bien? –Asiente convenció y coge aire.

-Te explicaré qué es lo que siento cuando me masturbo pensando en un chico. ¿Hum? –Me dice a lo que yo asiento sin remedio a negarme ya. Aprieto la mandíbula-. Pues bien. Siento, como bien dices, ese ardor en el estómago, pero antes que eso visualizo la idea con la que me voy a masturbar. Una situación, un momento, una escena, una imagen concreta. Cuando la tengo, pienso sobre ella, comienzo a acariciarme y ahora sí surge el ardor por todo el cuerpo, cosquilleo, me gusta imaginarme que estoy con un chico de mi edad, me gusta pensar que nos turnamos para penetrarnos. Me gusta la idea de estar yo encima, de estar también debajo. –Yo trago saliva y comienzo a tener un leve mareo de un calor febril al ver cómo sus ojos me miran intensamente y aprieto con fuerza la manga de mi bata blanca-. ¿Crees que me vería mejor arriba? No sé… -Dice y no puedo evitar fruncir el ceño, junto con los labios-. Después de comenzar a masturbarme con la mano sobre mi pene, y cuando me siento lubricado, uso mi presemen para introducirme dos dedos. –La frialdad y sinceridad de sus palabras me hace sentir delirante-. Comencé con la estimulación anal a los dieciocho. Descubrirla fue toda una explosión. Literalmente. –Se muerde el labio inferior mientras sonríe-. Cuando estoy al límite curvo la espalda, me masturbo a gran velocidad y me meto los dedos todo lo que puedo… -Finaliza con una mueca desinteresada y encogiéndose de hombros.

-¿Alguna vez te has masturbado pensando en mujeres? –Niega con el rostro, con la misma expresión que antes.

-Nunca me he sentido atraído por una. –Sentencia.

-¿Cuándo ha sido la última vez que te has masturbado pensando en un hombre? –Pregunto a lo que él no hace demasiada memoria, lo que me indica o bien que ha pensado en ello con frecuencia o que me está mintiendo.

-Anoche. Después de rezar por ti. –Dice y yo bajo la mirada a mi libreta con la hoja en blanco. No se me ocurriría poner ninguna de las obscenidades que este cuarto ha tenido que escuchar y aunque sé que tiene razón y debería saber estas cosas de él, extrañamente no puedo soportar la idea de imaginarle de esa forma. Solo hacerlo mis mejillas se enrojecen hasta el punto de ser evidentes, y veo que tiene razón, soy fácilmente irascible. Maldita sea.

-Tenías razón. Está bien saber estas cosas. –Digo asintiendo y él se cruza de brazos sonriendo, pero no lo suficiente porque no ha conseguido el propósito de hacerme enfadar. Me siento débil como para mostrarme violento y menos después de que ayer, por culpa de una reacción poco pensada, me viera tan descubierto frente a  él. Sé que cuando me mira lo hace con esa pregunta danzando en su mente. Aun espero el momento  para que salga a flote, para que la suelte con su lengua venenosa, con palabras malsonantes. Con esa expresión abocada al precipicio de mi cordura. Nos quedamos un segundo en silencio pero lo rompo antes de que vea la oportunidad para intervenir-. Tendré que tomar medidas para solucionar este pequeño problema.

-¿Qué problema? –Pregunta confuso, a lo que yo le miro el pene con la mirada y él me devuelve una mirada de sorpresa.

-¿Castración química? ¿Física? No volver a tener una erección es una buena forma de evitar esos pensamientos de tu cabeza. –Le digo a lo que él se lleva las manos a la entrepierna, asustado.

-Ni de broma vas a amputarme nada… -Dice y yo sonrío, cínico.

-Con una sola pastilla al día podríamos evitar que se te levantase. ¿Qué te parece?

-Mal. –Dice enfadado.

-Ya, bueno. No eres tú el que decide sobre ello. –Me encojo de hombros y me levanto de la silla a lo que él se levanta conmigo y se me queda mirando desafiante. Me siento victorioso por ser la primera vez que no caigo en sus estúpidos juegos-. Piénsalo. Sería toda una ventaja. No volverías a tener esa clase de pensamientos, no te sentirías mal después de hacerlo, no tendrías que contármelo y avanzaríamos a grandes pasos en este tratamiento.

-¿Dejarme como un eunuco sería un avance? –Pregunta con una expresión de poco amigos.

-Sí. Pero por lo pronto vamos a seguir con el mismo procedimiento. Nos vemos a la tarde, en la sala de proyecciones. –Digo y él me mira con esa expresión rota por los recuerdos de los malos momentos. No espero a que me diga nada y salgo de la sala con una mueca de satisfacción. No es hasta que me ha perdido de su vista que no borro esa mueca de mi cara y me dejo caer sobre la puerta con un largo suspiro de impotencia. Bajo el rostro, no hay nadie por los pasillos que pueda verme en este estado y menos Jimin, al otro lado de la puerta. Me siento acalorado, confuso, desmoronado. Este no es el Jimin de las cartas, tampoco el del diario. No es el Jimin que se me muerta en medio de las terapias de aversión, pero tampoco es el que me besó. Son demasiadas personas, demasiados estados. Tal vez soy yo que no puedo manejarlo a mi control, se escapa de mis manos. Haga lo que haga, diga lo que diga, estoy perdido. Tanto si gana como si pierde, yo caigo a sus pies. Y aun queda lo peor. Las terapias no acaban sino de empezar.

 

 

  Capítulo 19                            Capítulo 21

 Índice de capítulos

 

Comentarios

Entradas populares